Capítulo 36:

Simón se bajó del coche, cerró la puerta para que Maddy no escuchara su conversación y levantó la mano para que sus guardaespaldas no se acercaran.

“Si crees que nos metes miedo con ellos estás muy equivocado, Barton, Madison es nuestra amiga y si ella dice que no se quiere ir contigo no se irá”, dijo Johnny con una postura agresiva.

“Mis hombres no intervendrán, y ustedes tampoco deberían hacerlo, nadie tiene derecho a meterse en nuestros problemas”.

“Somos amigos de Maddy, la hemos visto sufrir todos estos meses por tu culpa, no podemos permitir que le hagas daño”, replicó Johnny.

“No sé a qué tipo de daño te refieres, nunca la he lastimado, y te aseguro que mi abuela me arrancaría la cabeza si le llegara a poner un dedo encima”, aseguró Simón.

“El maltrato no solo es físico, Simón, puedes hacerle mucho daño con tus palabras y acciones, ya la has amenazado con llevártela a la fuerza, no se lo has pedido, se lo has ordenado”, señaló Henry.

“Mi esposa tiene seis meses desaparecida, prefirió huir antes de arreglar nuestros problemas, ¿Y creen que le daré de nuevo la oportunidad de desaparecer?”.

“Maddy volverá a casa de su madre, espérala allá nosotros la llevaremos”.

“No, si ella no quiere irse conmigo entonces deberán permitir que yo también viaje con ustedes”.

Johnny negó enérgicamente con la cabeza.

“¿Qué mejor forma de ver que no la maltrato que me permitan viajar con ustedes?”, alegó Simón.

“Es un buen punto”, dijo Henry mirando a Johnny.

Su novio se encogió de hombros, poco dispuesto a dar su brazo a torcer.

Simón abrió la puerta y volvió a subirse al coche.

“¿Qué haces aquí? Vete”, le gruñó Madison.

“Tus amigos me han permitido viajar con ustedes, así serán testigos si llegó a maltratarte”, le informó Simón.

Madison bufó de la indignación

“Además, si no llegábamos a un arreglo te hubiese llevado conmigo a como diera lugar y te aseguro que tus amigos habrían salido mal parados”, le dijo al oído cuando Johnny y Henry estaban subiendo al coche.

“Maddy. ¿Aceptas que Simón viaje con nosotros? Si no quieres verlo todavía dilo y lo bajamos”, preguntó Johnny.

Estuvo tentada a decir que sí, pero sabía que cuando Johnny y Henry lo sacaran del coche los guardaespaldas intervendrían para proteger a Simón, así que se tragó su rabia.

“No, está bien, algún día tendría que verlo”.

Por el bien de sus amigos claudicó.

Una vez que se pusieron de acuerdo el coche arrancó, los guardaespaldas corrieron a la camioneta que rápidamente los alcanzó.

“¿Nos seguirán todo el camino?”, preguntó Henry que era el más tolerante.

“Sí, están contratados para protegernos, deben estar informando de nuestra posición y pronto se nos unirá una segunda camioneta”.

Madison le dio la espalda y se recostó para dormir, pero lo cierto era que estaba pendiente de la conversación entre Henry y Simón que hablaban de coches. Cuando comenzaron a compartir comida se durmió, el embarazo le daba mucho sueño y no pudo resistirse.

Un par de horas después abrió los ojos a regañadientes, tenía muchas ganas de ir al baño.

“Necesito ir al baño”.

“Estamos a punto de llegar al hotel”, dijo Simón.

“No puedo esperar”, aseguró Madison mirando a Henry.

“Pararé enseguida, cariño”, dijo Henry que era el que estaba conduciendo.

Enseguida vio un restaurante de comida rápida y paró.

Madison se bajó del coche con rapidez y se metió al restaurante, Simón se bajó, detrás de él Johnny la imitó. Unos minutos después, ella salió del baño.

“El olor a comida me está matando, tengo muchísima hambre”, dijo Madison con la boca hecha agua por el olor de las hamburguesas.

“Te compraré algo”.

Ofreció Simón.

“No, gracias, prefiero llegar al hotel y comer algo más sano en el restaurante”.

“Estamos a punto de llegar, podrás pedir lo que quieras a tu habitación”.

‘No creo que el hotel tenga servicios a la habitación, Simón se llevará una sorpresa con el hotel’, pensó Madison que sabia el hotel barato que ella se empeñó en usar.

Unos minutos después estaban llegando a un buen hotel, no era de lujo, pero si bastante cómodo y lo mejor de todo es que tenía restaurante.

“Este no fue el sitio que escogimos”.

“¿Acaso pensaste que nos íbamos a quedar en la ratonera que habías escogido?”, preguntó Johnny.

“Ustedes dos, me están haciendo trampa”.

“Sí”, respondió Henry.

“Pero todo es por tu bien”.

Sus amigos escogieron su habitación.

“Yo pagaré la habitación de Madison, es mi esposa y no permitiré que ustedes lo hagan”, dijo Simón pidiendo dos habitaciones.

“Los espero en el restaurante”, dijo Madison marchándose, en verdad tenía mucha hambre.

Se quitó el abrigo, se sentó en la mesa, pidió varias entradas y se disponía a devorar una de ellas cuando vio entrar a los hombres.

“Gracias por pedir la comida”, dijeron.

“Muero de hambre”.

“Pedí solo las entradas”, dijo ella metiendo un dedito de mozarela en su boca.

Madison comió en silencio al igual que Johnny, pero Henry y Simón siguieron hablando.

A Madison se le cerraban los ojos de sueño, sin embargo, no quería marcharse porque debía levantarse y no cargaba puesto el abrigo, aunque su barriga era pequeña, era muy probable que su esposo se diera cuenta de que estaba embarazada.

Además, Simón era un encantador de serpientes cuando quería y tenía miedo de lo que era capaz de decirle a sus amigos, también temía alguna indiscreción de Henry, sobre todo, así que tercamente se quedó.

“Maddy, vete a dormir que te estás cayendo de sueño”, señaló Johnny.

Ella negó con la cabeza.

“Sabes que estás loca por poner la cabeza en la almohada, nosotros también nos marcharemos enseguida”, dijo Henry para tranquilizarla.

Se dio cuenta de que era cierto a duras penas podía mantenerse despierta, en realidad, el embarazo la tenía muy cansada. Tomó su abrigo del respaldo del asiento y se lo puso en el regazo antes de levantarse y huir a toda prisa con la llave que Simón le había entregado.

Al entrar encontró su maleta de mano en la habitación principal de la suite, sacó su camisón y se metió a la ducha. Al terminar se cepilló los dientes, se aplicó sus cremas y se puso su camisón.

Dejó la luz encendida del baño para que iluminara un poco su habitación, no le gustaba dormir a oscuras.

Al salir casi le da un ataque al ver a Simón de pie en su oscuro dormitorio.

“¡Fuera! Largo de aquí, Simón no tienes derecho a entrar a mi habitación”, gritó al verlo.

“Debemos hablar”, señaló Simón.

“Pero no te preocupes, dormiré en la otra habitación”.

Su idea era tranquilizarla con esa información, pero al parecer no surtió efecto.

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