Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 34
Capítulo 34:
“Volveré a casa en coche, lo necesitaré al llegar a casa”.
“¿El trasto ese que llamas coche?”, preguntó Henry con una ceja levantada
“No todos podemos tener un Mercedes Benz”, dijo Madison con fingido enojo.
“Lo dice la que iba a visitar a sus parientes en helicóptero”, se burló Johnny.
“Esos tiempos quedaron atrás, volví a ser una chica trabajadora”.
“Ok, si crees que necesitas un coche llévate el Volvo de mamá y me dejas el trasto. No hace nada metido en la cochera agarrando polvo”.
La madre de Johnny había sido el motivo por el que él y Henry regresaron al pueblo, pero la señora había muerto el año anterior.
“Pero Johnny era el coche de tu mamá…”.
“Mi mamá no volverá a conducirlo, además, es solo un coche que he pensado vender en cualquier momento”.
“Mi trasto no vale nada al lado del Volvo, Johnny”.
“Me pagarás la diferencia cuando puedas, no te lo estoy dando gratis, solo a crédito”, dijo su amigo extendiendo la llave.
“Me quitas el problema de venderlo”.
“Te pagaré con intereses, muchas gracias, Johnny, ten la seguridad de que lo cuidaré mucho, lo prometo”.
“¿Cuándo piensas partir?”, preguntó Henry.
“Mañana le pondré la renuncia a la bruja, solo recogeré mis cosas, entregaré el apartamento y podré salir en dos o tres días, tengo pocas cosas aquí”.
“El coche está apto para viajar en carretera, le acabo de hacer el mantenimiento”, aseguró Johnny.
“No tienes que ir a renunciar al restaurante, yo le diré a mi prima que no regresarás”, dijo Henry.
“Entonces empacaré entre hoy y mañana y me pondré en camino al día siguiente”.
Sus amigos la despidieron agitando la mano desde la puerta de su casa, cuando el coche cruzó en la esquina Johnny le preguntó a Henry.
“¿Puedes ocuparte de llevar el trasto al vertedero mientras que yo hago el equipaje?”.
“Sí, hazlo, tenemos poco tiempo”.
Madison condujo hasta la casa de Johnny para decirles adiós a sus amigos, estaba triste por tener que dejarlos porque ellos se portaron a maravillosamente bien con ella, haciendo los últimos meses de su vida soportable.
Cuando estacionó el coche la puerta se abrió y sus amigos salieron arrastrando una maleta, algunas mantas, unos cojines, y una cesta con comida.
“Hola, ¿Y esas maletas?”, preguntó Madison extrañada bajándose del coche.
“Te vamos a acompañar a casa”, indicó Johnny tratando de meter las maletas dentro del portaequipaje mientras Henry ponía el resto de las cosas en el asiento trasero.
Madison abrió la boca del asombro, pero no tuvo tiempo de emitir sonido alguno porque enseguida su amigo preguntó:
“¿Llamaste a tu madre?”.
“¿Vamos a Corpus Christy o a Austin?”, preguntó Henry antes de que Madison tuviera tiempo de responder.
Los hombres literalmente la subieron al asiento trasero sin que ella pudiera protestar por la intromisión.
“Chicos esto es demasiado, no pueden dejar todo tirado para llevarme a casa”.
“Ya lo hicimos, no tiene discusión, Madison, tienes seis meses de embarazo y no vamos a permitir que atravieses el estado y conduzcas cientos de, kilómetros tú sola”.
Su actitud la enterneció y una lágrima rodó por su mejilla.
“No tengo como agradecerles lo que hacen por mí”.
“Para eso son los amigos, cariño”, dijo Henry picándole el ojo desde el asiento delantero.
“¿La llamada?”, insistió Johnny.
“No la he llamado pensaba hacerlo antes de llegar al punto donde tengo que decidir un destino u otro”, respondió cuando Johnny subió al asiento del conductor y Henry al de copiloto.
“Cobarde, llama de una vez y sal de las dudas”, ordenó Johnny mirándola por el espejo retrovisor.
Madison saco su teléfono y marcó el número que se sabía de memoria y al que estuvo tentada a llamar muchas veces.
El móvil sonó tres veces antes de que una voz que conocía muy bien contestara.
“Hola”.
“Hola, mamá”, dijo la joven con entrecortada.
“¡Maddy!”, gritó Meredith emocionada.
“¿Dónde estás? ¿Estas bien?”.
“Sí, mamá, estoy bien…”.
“¡Gracias, Dios mío!”, exclamó su madre.
“¿Dónde estás?”.
“En este momento voy saliendo de Amarillo, voy camino a tu casa, si quieres recibirme”.
“¿Qué dices, Madison? ¡Esta es tu casa! Claro que puedes volver cuando quieras”.
“Gracias, mamá, me llevará unos días porque voy en coche, te estaré llamando en el camino…”.
“Maddy… ¿Llamaste a Simón?”.
“No, mamá, no quiero hablar con él todavía”.
“Pero, hija, cuando él sepa…”.
“No quiero hablar con Simón, si esa es la condición para volver a tu casa avísame para no ir”.
“No, por favor, Maddy, está bien, no hablaré de Simón, pero vuelve a casa”.
“Iré, gracias, mamá”, dijo cerrando la llamada.
No podía hablar más porque estaba a punto de llorar y no quería que su madre la escuchara.
“Entonces iremos a Corpus Christy”, dijo Johnny.
“Me encanta la playa y he escuchado que el Golfo de México es caliente todo el año”.
Maddy sentía que su corazón iba a salirse de su pecho, en ese momento la bebé le dio una patadita, su mano voló a su estómago, se recostó en su asiento y cerró los ojos ignorando la conversación de sus amigos.
De repente pensó que de los nervios no le había hablado a su madre de su embarazo, por lo que esa vez cuando las lágrimas asomaron a sus ojos las dejó correr libremente.
Había extrañado mucho a su mamá, pero había estado tan dolida por el hecho de que hubiese aceptado la relación de Marga con Simón que había bloqueado todos los buenos recuerdos.
Su mamá y ella habían sido muy unidas, quizás por eso se mantuvo alejada porque le había dolido mucho que ella apoyara a Marga y no a ella. No entendía como una mujer que siempre había sido tan correcta se había dejado convencer para aceptar el amorío de su hermana.
El sonido de su móvil sonando la sacó de sus pensamientos, extrañada levantó el teléfono para ver quien llamaba, un número que tenía grabado en la memoria se reflejaba en la pantalla de su celular: Era Simón.
Simón estaba parado fuera de la guardería de la empresa mirando a los niños de uno y dos años jugar.
Su sueño de tener hijos se había desvanecido junto con su esposa.
No fue hasta después de que Madison desapareciera, que se dio cuenta cuanto deseaba a ese bebé que quería tener solo para complacer a su abuela.
Pasaba casi todos los días a ver a los chiquillos de la guardería porque le recordaban a Madison. Sus trabajadores estaban muy agradecidos con su esposa por crear la guardería y se lamentaban que no hubiese regresado a la empresa.
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