Capítulo 33:

“Sí, lo sé, está haciéndose pasar por Madison para que Los Zetas no sepan que mi esposa anda por algún lugar desprotegida”.

“Muy buen truco el de cambiar de vestido para huir, por un momento lograron engañarme”.

“¿Cuándo lo descubriste?”, preguntó Simón.

“Lo pensé anoche cuando salió la Señorita Fulton salió de la habitación de la Señora Meredith, pero no estuve seguro hasta esta mañana”.

“Tu padre estará orgulloso de ti, Max”.

“Lo dudo, pero gracias”.

Max la ayudó a que las personas no descubrieran el engaño, le recalcaba ser amable y agradecer por cada cosa que el servicio hacía por ella. La presión de ser Madison, de actuar como ella, sonreír cuando tenía ganas de llorar y ser dulce y complaciente le estaba haciendo daño.

Ella no era Madison, quería gritar y mandar a todos a la m*erda, pero la culpa la mantenía callada. Sobre todo, en días como ese cuando sentía que Maddy estaba muerta porque no era posible que en seis meses no hubiesen podido descubrir nada más.

Le perdieron la pista cuando vendió el coche que había comprado después de vender el convertible, y Maddy nunca llamó como prometió hacerlo, pareciera como si se la hubiese tragado la tierra.

Meredith trató de poner una denuncia por desaparición, se presentaron en la policía y dijeron que Margaret había desaparecido, sin embargo, al explicar lo sucedido la respuesta fue que Marga se había marchado y desaparecido por voluntad propia y al ser mayor de edad no había motivo para buscarla.

Meredith se había quedado en Corpus Christy con la esperanza de que Madison regresara y Lucía se quedó a acompañarla. La abuela de Simón también se culpaba por lo sucedido, pensaba que quizás, si hubiese sido más comprensiva Madison se hubiera quedado al saber que contaba con su apoyo.

Por su parte, Simón no hablaba con nadie, volvió a ser el imperturbable Simón, por el control férreo qué mantenía sobre sus emociones, eran poca las veces en las que perdía el control como ese día.

Pero lo cierto era que Simón estaba desesperado, cada día que pasaba sus esperanzas de encontrar viva a Madison se reducían considerablemente.

Sabía que no estaba en manos de Los Zetas porque ellos se hubiesen ocupado de hacérselo saber, como cuando volaron la casa de Lucía, pero las amenazas del grupo continuaban llegando con relativa frecuencia, hasta el punto de que contrató seguridad para la Casa Fulton.

Estaba tan furioso y desesperado que comenzó a una guerra silenciosa en contra de los hoteles de los padres de Roy, ellos se habían atrevido a incendiar la casa de Meredith, trataron de perjudicar a las Fulton y ellas eran parte de su familia por lo que se encargaría de hacerlos pagar.

Comenzó comprando hoteles cercanos a los de los Thomas, los remodelaba hasta volverlos de lujo y comenzaba a reclutar personal con salarios muchos más altos que los que pagaban ellos. Les robó proveedores, cliente y trabajadores, se dijo que poco a poco los llevaría a la ruina.

Roy y su padre eran en parte culpables de todo lo que les había sucedido.

Madison tenía casi cuatro meses de embarazo cuando descubrió que estaba esperando un hijo, nunca pensó que pudiera estar embarazada porque durante ese tiempo tuvo un leve sangrado en los días en los que le tocaba la menstruación.

La noticia fue tan impactante que casi se desmaya de nuevo, ese día el médico le hizo una ecografía abdominal y le dijo que tendría una niña. La emoción trajo lágrimas a sus ojos a pesar de que no sabía cómo lograría subsistir sola con un bebé.

De lo que si estaba segura era de que amaba profundamente a su hija.

El médico ordenó reposo médico, una mejor alimentación y controles regulares, algo que no podía permitirse.

“Johnny me dijo que no tenías seguro médico, ni familia, ¿Es cierto?”.

Johnny era su amigo el cocinero.

“Sí, es cierto”.

“Vendrás aquí para tus consultas médicas, te atenderé sin costo alguno, pero deberás cumplir con el reposo y mejorar tu alimentación”.

“No te preocupes, Will, yo me ocuparé que descanse y coma”.

“Debes volver la semana que viene para hacerte otra revisión”.

“Muchas gracias, doctor”.

“Vamos, Mary Ann, pasaremos al restaurante por comida y para decirle a la bruja que no irás a trabajar en lo que resta de semana”, ordenó Johnny.

“Ahora si es verdad que me echará”, dijo Madison preocupada.

“¡Oh! No te preocupes por eso, hablaré con el dueño”.

A su jefa no le hizo gracia el reposo de Maddy, pero tuvo que tragarse su rabia cuando Johnny llamó al dueño para explicarle la situación. Después de eso puso frente a Maddy pollo con ensalada y unas papas y se ocupó de que comiera.

El embarazo la hizo pensar, ¿Estaba haciendo lo correcto en permanecer escondida? ¿Acaso su hija no merecía tener las mejores condiciones de vida que pudiera darle?

Estaba segura de que no volvería con Simón, ya que él tenía a Marga en su lugar, pero su hija tenía derecho, al menos, a recibir la ayuda económica de su padre.

Quizás pudiera terminar su embarazo en la casa de su madre o en su apartamento en Austin. Cuando se casó con Simón había pagado un año de renta porque pensaba que debía tener un refugio al cual volver si las cosas se ponían feas.

Podría intentar recuperar su trabajo de maestra.

También recuperar su identidad, y al diablo la relación de Simón y Marga, su hija estaba primero para ella. Si él quería a su hermana le daría el divorcio para que se casara con ella.

Los días fueron pasando sin que ella tomara una decisión, estaba de seis meses cuando resolvió que era hora de volver a casa. El invierno apenas estaba comenzando y su pequeño apartamento ya estaba congelado, no se quería imaginar como estaría de frio en lo más crudo.

Además, cada día el trabajo le resultaba más duro y agotador.

En definitiva, volvería a la Mansión Fulton y hablaría con su madre, no creía que la echara a la calle embarazada como estaba. O en todo caso demandaría a Simón, pero de alguna manera saldría adelante.

Era una madre que iba dispuesta a luchar por los derechos de su hija.

Después de tomar la decisión de volver a casa, Madison quiso compartir la noticia con los únicos amigos que tenía en el pueblo. Ese día el restaurante donde trabajaba no abría sus puertas por lo que tenía el día libre.

Al despertar llamó a su amigo el cocinero para decirle que iba a ir a su casa porque necesitaba hablar con el padre de su hija.

“Tome la decisión de volver Johnny”, dijo cuando estuvo sentada en la mesa de la cocina de su amigo tomando un té.

En los últimos meses el cocinero y ella se habían vuelto buenos amigos, fue entonces que Madison descubrió que Johnny era la pareja de Henry, el dueño del restaurante.

Fueron las únicas personas que supieron quién era realmente Mary Ann. Johnny le ayudó en todo lo que pudo para hacer su vida más fácil, incluso le ofreció que se mudara con ellos mientras estaba embarazada y tenía a su bebé.

Madison se negó, no quería abusar de su amabilidad, entonces le recomendó volver a casa para aclarar su situación legal con Simón y pedir el divorcio.

“Aunque te extrañaré muchísimo, creo que es lo mejor para ti y tu bebé”, señaló su amigo.

“No sé lo que encontraré al llegar a casa, pero no quiero tener a mi bebé sola, necesito a mí mamá”.

‘También necesito a Simón, pero nunca volveré con él después de que tuvo un amorío con mi hermana’, pensó para sí misma.

“¿Por qué no llamas a tu mamá antes de ir a casa? Así sabrás donde estás parada, si ella te rechaza te vas directo a Austin. Nosotros te llevaremos al aeropuerto”.

Ofreció Johnny.

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