Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 28
Capítulo 28:
“Vigila que mi esposa no salga de casa, si se empeña en salir enciérrala en una habitación así tengas que usar la fuerza”, le ordenó a Max antes de subir al coche.
“Si, Señor Barton”.
Marga que lo había seguido se estremeció por la amenaza en la voz de Simón, corriendo se devolvió al salón para encontrarse con que Madison estaba sentada en el suelo llorando en brazos de su madre.
Marga solo había visto llorar a su hermana de ese modo cuando murieron sus abuelos, ellos habían sido muy queridos para ellas y el dolor de perderlos había sido difícil de superar. Verla sufrir de esa manera le hizo entender lo egoísta que había sido, nunca tomó en consideración los sentimientos de su hermana.
El remordimiento de conciencia la golpeó con fuerza. A ella le había dolido mucho la traición de Roy, quizás por eso, pudo compadecerse del sufrimiento de Madison.
Con el corazón en un puño, cerró la puerta y se arrodilló al lado de su hermana.
“Madison, debes irte, Simón ordenó a tus guardaespaldas que no te dejaran salir y temo…”, Marga no se atrevió a terminar la frase.
“No, será peor si me marcho”, dijo Madison levantando la cabeza.
“Simón tiene los medios suficientes para contratar gente que me busque, y cuando me encuentre estoy segura de que estará más furioso aún”.
‘No creo que eso sea posible’, pensó Margaret para sí misma.
“Sé que al final te encontrará, debes esconderte un tiempo, mientras él se calma lo suficiente para poder explicarle como te chantajee para que aceptaras”.
“¿Cómo la chantajeaste, Margaret?”, preguntó Meredith con ojos severos.
Marga se encogió un poco ante el tono de voz de su madre, sin embargo, era hora de confesar, tenía que hacerlo para proteger a su hermana, el ver a Madison deshecha le hacía sentir terriblemente mal. Sintió en su pecho algo feo y doloroso que era desconocido para ella.
“Le hice creer que estaba embarazada de Roy y que tendría que ab%rtar para casarme con Simón si ella no aceptaba suplantarme”, confesó en voz baja.
“Margaret Victoria Fulton. ¿Cómo pudiste?”, preguntó Meredith a su hija con una mirada de dolor que estremeció a Margaret.
A pesar de su egoísmo amaba a su madre y verla con esa expresión la sentir muy mal.
“Soy egoísta, y estaba muy enamorada del patán de Roy, hubiese engañado a la madre Teresa de Calcuta si con eso hubiese logrado que él se enamorara de mí y se casara conmigo”, se excusó Marga.
“La Madre Teresa no es tu hermana”, gruño su madre.
“Volvamos a lo importante, mamá”, dijo Marga.
“Madison debe marcharse en este momento, cuando Simón está ocupado con lo de su abuela”.
“No podré salir si dio órdenes a Max de que no me pierda de vista. Además, aún si logramos convencerlo de que no nos meta a la cárcel no tenemos como devolverle el dinero”.
“Le cederé esta casa en compensación”, dijo Meredith.
“O la venderé para pagarle, arreglada como está vale mucho dinero”.
“¿Qué? ¡No! Mamá”, pidió Madison.
“No nos hemos sacrificado tanto para que al final pierdas tu casa”.
“Daría mi vida con tal de que ustedes no vayan a la cárcel”.
“Pero, mamá…”.
“No es negociable, Madison, solo es una casa, además es mía y haré con ella lo que quiera”.
“¿Margaret?”, preguntó Madison.
“Por mí está bien, como dijo mamá es solo una casa”.
‘Aunque me duela perderla, es preferible eso que la cárcel’, pensó Marga.
“Sobre lo de evadir a tu gorila, tengo un plan”, dijo Margaret.
Max observó como la puerta del salón donde estaban reunidas la Señora Fulton con sus hijas se abrió con violencia Margaret aún vestida de novia peleaba con su madre.
Al fondo se veía a Madison acurrucada en el sofá llorando, aunque sintió compasión por la Señora Barton ella había engañado al Señor Barton y su lealtad era para su jefe.
“No sé cómo has podido chantajear a tu hermana de esa manera, ¡Margaret!”, le gritó la Señora Fulton a su hija.
“Madison siempre ha sido tu favorita, mamá, siempre me has culpado por cada cosa que ha salido mal en esta casa”, le respondió Margaret furiosa.
“¡Porque generalmente eres la culpable, Margaret!”, le gritó la mamá.
“Pero se acabó, quiero que te vayas de esta casa, ahora mismo”.
“Pero, mamá…”.
“¡Te vas, Margaret! No quiero tenerte más en mi casa, no quiero que estés cerca de Madison así que ve a esparcir tu veneno a otra parte”, dijo la mujer con dureza.
Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas y corrió a la puerta, antes de salir tomó las llaves del convertible rojo que estaba estacionado fuera. Max vio por la ventana como Margaret caminó con rapidez al coche, se subió, lo encendió y se perdió entre el tráfico.
Cuando el coche se perdió entre el tráfico la dueña de la casa gritó de dolor y se dejó caer al suelo llorando.
La Señora Barton se levantó del sofá y se arrodilló al lado de su madre
“Lo lamento, mamá”, dijo abrazándola.
Un rato después cuando las lágrimas cesaron un poco ayudó a su madre a levantarse.
“Ven, mamá, vamos a tu habitación”.
La Señora Fulton se aferró a su hija con fuerza y juntas caminaron hacia las escaleras. Max las siguió en un silencio respetuoso y se apostó a la salida de la habitación de la Señora Fulton, por la radio les indicó a sus compañeros su nueva ubicación y se sentó a esperar en el pasillo.
A Madison le temblaban las manos por lo que se aferró al volante con fuerza, había subido el techo del coche una vez que salió de la calle donde había vivido toda su vida. No quería llamaría atención vestida como estaba en traje de novia.
Se dirigió a la tienda de segunda mano que ella y Margaret frecuentaban cuando eran unas jovencitas y se estacionó a un lado. Se bajó del coche, abrió el maletero y extrajo una de las dos maletas que había en su interior, arrastrándola entró a la tienda.
“Buenos días, Señora Parker, quiero vender dos maletas llenas de ropa y el vestido de novia”.
“Hola, Margaret, querida, por supuesto, lamento lo que el desgraciado de Roy te hizo”.
“Yo también, Señora Parker, tomaré algo de ropa para cambiarme mientras usted revisa. Y me gustaría el pago en efectivo”.
“Por supuesto, Margaret. Imagino que toda esta ropa de marca era para tu luna de miel”, dijo meneando la cabeza con lástima.
“Sí, por eso no la quiero, ¿Podría pedirle a alguien que busque la otra maleta que está en el portaequipaje del coche?”, preguntó entregándole la llave.
“Junior, ve por la maleta de Margaret”, gritó la Señora Parker a su hijo.
Madison tomó algunos pantaloncillos y dos pares de sandalias y se metió al probador.
Unos minutos después salió con el vestido de Marga colgando del brazo, lo entregó en el mostrador junto a los zapatos. La Señora Parker le tenía un buen fajo de billetes que entregó a Madison, después revisó las prendas que la chica iba a llevar y se las cobró.
“Gracias, Señora Parker, ha sido un gusto hacer negocios con usted”.
Madison se montó en el coche y condujo con prisa para salir de la ciudad, decidió que iría hacia el interior del estado, donde podría buscar trabajo en algún rancho ganadero y ocultarse por un tiempo.
En el siguiente pueblo vendió el coche y tomó un autobús hacia otro pueblo, allí compró un nuevo coche, sencillo y simple, entró a una farmacia a comprar algunas cosas entre ellas unas tijeras y un tinte de cabello, era hora de cambiar su apariencia.
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