Capítulo 27:

‘Están locas, ambas, no hay otra forma de llamarlas’, pensó iracundo.

“Marga, ¿Qué demonios hiciste?”, preguntó Meredith horrorizada.

“Nosotros nos vamos de aquí. Toda esta gente no es más que basura”, dijo Richard levantándose del asiento y tomando a su esposa de la mano.

“Roy, Mandy. ¡Nos vamos!”.

“Con mucho gusto, padre”, respondió Roy con una sonrisa burlona.

Mientras tanto Simón giró sus ojos furiosos hacia una pálida Madison. Cuando sus miradas se encontraron, ella dio un paso hacia atrás. Nunca había visto esa expresión de rabia contenida en los ojos de su esposo y el miedo la invadió.

“Ustedes dos me deben una explicación, así que las espero dentro de la casa de inmediato”, ordenó Simón con voz baja y amenazadora.

Simón les dio la espalda para entrar a la casa, era un hombre acostumbrado a dar órdenes y no dudó en que ellas le obedecerían.

Lucía estaba pálida, hizo el gesto de levantarse para ir detrás de su nieto, Madison se acercó a ayudarla, pero la anciana le hizo un gesto con la mano para que no la tocara.

“La semana pasada tuviste la oportunidad de confesar todo, pero preferiste callar, ahora prepárate para afrontar las consecuencias”, le reclamó la anciana usando todas sus fuerzas para levantase, su cara mostraba contrariedad.

“Abuela…”.

“Señora Lucía”, dijo la anciana antes de seguir a su nieto.

Madison miró a Marga que se mostraba claramente asustada. Después miró a su alrededor y vio a su madre pidiéndole a la organizadora de bodas que despachara a todos los invitados que no habían salido detrás de los Thomas.

“¿Qué vamos a hacer, Maddy?”, preguntó Marga mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

“Enfrentar lo que hicimos”, dijo dándole la espalda a su gemela para caminar detrás de su esposo.

Escuchó los pasos de Marga siguiéndola y los de su madre detrás de ellas.

Estaba tan nerviosa que sus piernas temblaban mientras recorría el jardín ante la mirada indiscretas de los invitados, vio que alguien intentó tomarle una foto, pero fue reprimido por Max. Por medidas de seguridad se les había pedido a los invitados no tomar fotografías donde salieran los Barton.

Madison entró a la casa y uno de los guardaespaldas le indicó el salón donde Simón la esperaba.

Al entrar vio a su esposo parado frente a una de las ventanas que daba al jardín, estaba dándole la espalda a la puerta, sus manos cerradas en puños y la rigidez de su espalda le indicó que esa no sería una conversación fácil.

Por su parte, Lucía estaba parada cerca de Simón su expresión era severa.

“Simón…”, dijo Madison con incertidumbre, se obligó a hablar solo para que él se diera cuenta de que ella estaba en la habitación.

Él se giró a mirarla y sus ojos eran dos pozos de rabia y desprecio que la hicieron estremecer.

Marga y su madre entraron en ese momento en el salón por lo que los ojos de Simón se desviaron hacia su gemela, la miró de arriba abajo antes de volver a mirarla a ella. Madison se preguntó que pasaba por la mente de su esposo cuando miró a Marga.

“Meredith, por favor, cierra la puerta”, dijo en un tono neutral, esperando que su suegra no estuviera enterada de lo que hicieron sus hijas.

Su madre obedeció de inmediato. Era preferible que nadie más escuchara lo que se diría en esa habitación.

“Ahora, ustedes dos me explicarán lo que hicieron, sin medias verdades y sin ocultar cosas, porque les juro que si encuentro que intentaron engañarme de nuevo las enviaré a la cárcel por estafadoras”.

Las tres mujeres Barton asintieron y Meredith se llevó una mano al pecho al pensar que sus hijas fueran a la cárcel.

“Yo… me postulé para ser tu esposa y como no terminé la universidad lo hice con el nombre de Mandy de esa manera cuando investigaran mis referencias serían las de mi hermana las que encontrarían”.

“Fraude”, dijo Simón cruzando los brazos en el pecho con expresión amenazadora.

“¡Dios mío, Marga! ¿Cómo pudiste meter a Madison en semejante problema?”, preguntó Meredith.

“Marga se encontró por casualidad con Roy en una fiesta, ella siempre estuvo enamorada de él por lo que cuando él le pidió matrimonio me pidió que tomara su lugar”, contó Madison tratando de justificar un poco a su hermana.

“Y tú aceptaste porque yo era millonario y te darías la gran vida, ¿Acaso no te importó romper varias leyes? ¿O ya habían hecho esto antes?”, preguntó Simón con frialdad.

“Maddy siempre ha sacado a Margaret de los líos en los que se mete, estoy segura de que eso fue lo que pasó”, Meredith trató de justificar a Madison.

“Necesitábamos el dinero para arreglar la casa de mamá, no queríamos que perdiera su hogar”, se defendió Marga.

“Madison haría cualquier cosa por la familia y eso fue lo que hizo”.

“¡No! Yo hubiese preferido mendigar en la calle, pero que ustedes estuvieran a salvo”, gritó Meredith perdiendo la compostura.

Madison se mantuvo en silencio tratando de contener las lágrimas, estaba segura de que Simón nunca la perdonaría por engañarlo de esa manera, cómo su padre engañó a su madre con una boda falsa.

“Sabes que odio la mentira, te conté cosas que nunca le dije a nadie, ni siquiera a mi abuela y preferiste seguir engañándome, eres tan manipuladora como tu hermana”, dijo Simón acercándose a Madison para mirarla a los ojos.

“Simón, por favor, déjame explicarte”, suplicó Madison.

Aun dudando si contarle sobre lo del fingido embarazo de Marga y como le dijo que ab%rtaría a su hijo si ella no aceptaba. Era posible que ella se salvara, pero condenaría a su hermana, además de romperle el corazón a su madre.

“¿Qué puedes explicar? ¿Qué decidiste seguir engañándome a pesar de haber tenido la oportunidad de confesar todo? Dime una sola razón por la que tendría que creerte”.

“Porque yo te amo…”.

“No me amas, quien ama no engaña, quien ama no miente”, dijo Simón con dureza interrumpiendo a Madison.

“Creo que Madison prefirió proteger a su hermana que tratar de hacer que su matrimonio funcionara”, dijo la abuela a Simón

Con paso cansino caminó hasta Madison para mirarla a la cara.

“Te abrí las puertas de mi casa y de mi corazón y me hiciste creer que te habías enamorado de mi nieto…”.

En ese momento Lucía se puso pálida y se llevó la mano al corazón.

“¡Abuela!”, exclamó Madison tratando de sujetar a la anciana.

“¡Déjame a mí!”, dijo Simón empujando a Madison para tomar a su abuela, su esposa cayó al piso, pero a él no pareció importarle.

Meredith gritó que llamaran a una ambulancia y Marga corrió a la puerta para llamar a los guardaespaldas.

“¡Abuela! Por favor, no me dejes solo”, suplicó Simón cargando a la anciana para dirigirse con ella a la puerta.

Antes de salir se giró hacia su esposa que aún continuaba en el piso.

“Si pierdo a mi abuela por tu culpa, desearás estar en el infierno, Madison”.

Simón salió del salón con su abuela en brazos, sabía que estaba viva porque estaba murmurando una oración. Sentía dentro de sí una mezcla de emociones. Estaba muy asustado por perder a su abuela, ella era la única persona en este mundo que lo amaba incondicionalmente.

Estaba furioso con Madison y Margaret por engañarlo, pero su mayor rabia estaba dirigida a su esposa que lo engañó para que se enamorara de ella.

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