Capítulo 23:

“Si te vinieras a vivir conmigo, tendría tiempo y no viajaría dieciséis horas en la semana solo para ir a verte”.

Lucía bufó con disgusto.

“Lo lamento, Maddy siempre ha pasado más tiempo aquí que Marga, cuento con ella para todo y de pequeña era mi compañera inseparable”.

“Así pasa con algunos hijos”, señaló Lucía.

“Simón es un gusto volver a verte”, dijo Meredith besando a su yerno.

“Y a ti también, Lucía, no sabes cuánto me alegra que hayan venido”.

“El gusto es nuestro, Meredith”, afirmó Simón mientras Lucía besaba a la madre de Madison.

“¿Y Marga?”, preguntó Madison.

“Debe estar por bajar a almorzar, serviremos el almuerzo en el comedor en quince minutos, si quieres sube a apurarla y de paso conversan”.

“Volveré en unos minutos”, aseguró Maddy antes de subir corriendo las escaleras.

“Los puse en las habitaciones de la planta baja para que Lucía no esté subiendo las escaleras, espero que no sea muy ruidoso para ustedes”.

“No te preocupes, Meredith, seguro que estaremos bien”.

“Si lo desean pueden ir a refrescarse antes del almuerzo, están en habitaciones continuas, aquí están las llaves”, le dijo Meredith a su yerno antes de marcharse a la cocina.

Marga estaba sentada frente a su tocador maquillándose, su despedida de soltera era en unas tres horas, pero quería contar con el tiempo suficiente para arreglarse.

Cuando la puerta de su dormitorio se abrió y vio entrar a su hermana, hizo un gesto de molestia, de seguro Madison vendría a fastidiarla.

“Hola, Marga”.

“Hola”, respondió mirándola fijamente por el espejo para ver de qué ánimo venía su hermana.

“¿Estás sola?”, preguntó Maddy mirando hacia el vestidor de su hermana.

“Sí, no te preocupes, puedes hablar a menos de que vengas de nuevo con tus reclamos, no quiero oírlos en los próximos días”.

“Aunque tengo derecho a reclamarte por el resto de nuestra vida, no es eso de lo que quiero hablar, mira, necesito que seas muy buena actriz y que hagas como si nunca hubieses visto a Simón en tu vida, él no puede enterarse que la que firmó el contrato con él fuiste tú y no yo”.

“¿Por qué? ¿Tienes miedo de que se dé cuenta de que me escogió a mí y no a ti?”.

‘Si, tengo miedo de que se dé cuenta que la mujer que le llamó la atención sea la divertida Marga y no la aburrida Madison’.

“Tengo miedo de que él descubra que lo engañamos y decida cobrárselas, a Simón no le gustan las mentiras, Marga”.

“No diré nada, a mí tampoco me conviene que la verdad salga a relucir, estoy segura de que a Roy tampoco le gustaría. Es muy tradicional”.

“Nunca pensé que te gustaría un hombre tradicional”.

“A mí tampoco, pero lo he amado toda mi vida, desde que era una chiquilla y estoy feliz de casarme con él”, respondió Marga con una sonrisa soñadora.

Madison estaba harta de escuchar cuan feliz era Marga, aunque su matrimonio con Simón estuviera bien, aun le molestaba sobremanera la forma en la que su hermana la engañó haciéndole creer que estaba embarazada para obligarla a tomar su lugar.

“Me voy, Simón y la abuela me esperan, no tardes que tengo hambre”.

Madison bajó las escaleras y fue hasta la habitación de Lucía a ver si la anciana necesitaba algo, al verla lista para salir se asomó a su propia habitación. Simón estaba acostado en la cama mirando su teléfono.

“Vamos al comedor, la comida está lista”.

Simón se levantó y los tres caminaron por el pasillo, cuando pasaron por la sala vieron a Marga que comenzaba a bajar las escaleras. Simón se detuvo y se quedó mirando a la gemela de su esposa, le parecía tan conocida y a la vez tan lejana.

Era una sensación extraña, su mente le decía que la conocía de antes, pero lo achacó al increíble parecido físico entre ambas hermanas.

En ese momento entendió el término de gemelas idénticas. No había nada que la diferenciara de su esposa, una podría fácilmente pasar por la otra.

“¡Por Dios! Son idénticas, como dos gotas de agua”, exclamó la abuela.

“Solo que yo soy la gemela guapa, señora”, respondió Marga en español con una sonrisa segura de sí misma y un poco egocéntrica.

Lucía la miró confundida por la respuesta, si eran gemelas idénticas como podía ser esta la gemela guapa.

“No le hagan caso”, señaló Madison.

“Marga siempre ha sido el ego más grande de la familia”.

“Imagino que tú debes ser Simón, el esposo de Maddy y usted debe ser la Señora Lucía, la abuela de Simón”, señaló Marga dándoles la mano, su pose estudiada, su mano lánguida y su sonrisa desagradaron a Simón.

“Un gusto conocerte, Marga”, murmuró Simón por educación.

“Bienvenidos a la mansión Fulton, espero que disfruten de mi boda y de hospedarse en mi hogar”, expresó Marga.

Fue en ese momento que Simón entendió que la diferencia entre su esposa y su hermana estaba en su personalidad, mientras que esta mujer era fría, pagada de sí misma y egoísta, Madison era cálida, generosa y un poco insegura.

También había cosas que las diferenciaban: sus gestos, su forma de pararse, vestir, e incluso hasta en como daban la mano.

Margaret nunca podría compararse con su Madison.

La puerta de la casa se abrió y dos parejas entraron. Simón vio como la cara de su cuñada perdió todo rastro de frialdad y una sonrisa emocionada asomó a su rostro mientras caminaba hacia su prometido para besarlo.

“Son Roy, sus padres y la mejor amiga de este, Mandy”, le dijo Madison a Simón.

Él miró al grupo con curiosidad, su primera impresión fue de una familia norteamericana de clase alta. Miró como la amiga de Roy venía tomada de su brazo y le pareció un poco extraño, estaba seguro de que Madison se molestaría si él llegara tomado del brazo de una amiga.

Los recién llegados acompañados de Marga entraron al vestíbulo donde estaban Madison, Simón y Lucía.

“Cariño, permíteme presentarte a Simón Barton y a su abuela Lucía Rodríguez”, dijo Marga para después añadir.

“Simón, Señora Lucía, este es mi prometido Roy Thomas, sus padres Richard y Patricia Thomas, y Amanda Davies una amiga”.

En eso Meredith entró al lugar para invitarlos a pasar al comedor.

“Veo que ya se conocieron”, señaló la dueña de la posada.

“Sí, mi padre y yo teníamos muchas ganas de conocer a Simón”, dijo Roy.

“Aunque haber encontrado petróleo en sus tierras fue un gran golpe de suerte, el dirigir una compañía como la Barton Petroleum Company es una gran hazaña”.

“Gracias, tengo entendido que ustedes son los dueños de varios hoteles entre Galveston y South Pádre Island”, señaló Simón.

“Sí, somos especialistas en hoteles pequeños y lujosos donde existe una atención personalizada al turista”, explicó Richard, el padre de Roy.

“Esta casa podría fácilmente entrar dentro de esa categoría, en muy bonita, histórica y con muchas habitaciones, con la inversión adecuada se podría restaurar hasta atraer ese tipo de turista”, reflexionó Simón en voz alta.

“Es cierto, hace algunos años Richard me presentó dos propuestas que rechacé porque quiero mantener esta casa para la familia, no seré yo quien la venda o la deje solamente como un negocio. Ha sido el hogar de mi familia por generaciones y mi casa toda la vida”, señaló Meredith.

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