Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 19
Capítulo 19:
“Seguro que iré al infierno por reírme de esto”.
Simón también sonrió.
Al llegar a la casa, Simón la levantó en brazos para entrar a la casa porque Madison se había quitado los zapatos en el coche.
“Espérate, Simón, que no soy una novia, para que me cargues”.
“Estás descalza te bajaré cuando entremos, además te debía el cargarte para pasar el umbral”.
Una doncella le sostenía la puerta abierta para que él entrara, cuando lo hizo, la chica cerró la puerta y se retiró. Simón puso a su esposa en el primer sillón que encontró.
“Tengo sueño, fue una noche extraña, creo que pasé por todos los estados de ánimo”, señaló Madison bostezando.
“Ven, vamos a la cama”, respondió Simón ayudándola a levantarse.
“Eres una tentación, Simón Barton, me gusta el Simón mexicano, pero al norteamericano a veces me provoca darle una trompada”.
“Ya basta de bofetadas por hoy”, replicó Simón sonriendo.
Simón paso el brazo por la cintura de Madison para guiarla hasta su habitación, al llegar a la puerta la recostó en ella.
“Creo que hoy me he ganado un beso de buenas noches”, dijo él mirando sus labios.
“Yo también me he ganado un beso”, replicó ella tomándolo por la chaqueta para acercarlo a ella.
Simón no opuso resistencia, al contrario, pasó sus manos alrededor de su cintura y la apretó contra él.
Sus labios descendieron con lentitud para darle tiempo a retirarse si se arrepentía de su atrevimiento, impaciente, Madison se puso de puntillas para poder alcanzar los labios de su esposo.
Al primer contacto una corriente de excitación la recorrió y cuando la lengua de Simón invadió su boca el ramalazo de deseo insatisfecho le hizo emitir un g$mido.
Simón se dijo que solo la besaría un par de minutos y la empujaría dentro de su habitación, era la única forma de combatir el deseo que sentía crecer dentro de sí. Quería arrancarle el vestido y empujarla contra la pared para poseerla con fuerza, pero se contuvo usando su fuerza de voluntad.
Su boca dejo escapar a los labios femeninos y dio un paso atrás para dejarla ir. Sabía que Madison no estaba ebria solo había bebido lo suficiente para liberarse de sus inhibiciones.
Sin embargo, no la tomaría, no quería que al día siguiente ella se escudara en el alcohol para justificar que se fue a la cama con él o peor que le acusara de seducirla porque estaba ebria.
A Madison no le gustó que Simón dejara de besarla, se sentía nerviosa y emocionada, como una chiquilla con su primer beso, pero no era una niña y la excitación que sentía en el interior de sus muslos estaba llegando al punto del dolor.
Lo deseaba con todas sus fuerzas, por lo que sin pensarlo dos veces se acercó más a él, sus brazos se enredaron en su cuello y con un pequeño impulso sus piernas se enroscaron en sus caderas, rozándose con la evidencia del deseo masculino.
Simón la envolvió en sus brazos, hasta pegarla a su cuerpo por completo, sin embargo, su mente protestaba.
“Madison”.
“Te deseo, Simón, no me dejes en este momento”.
“No quiero que mañana cambies de opinión o me digas que me aproveche de que estabas ebria”.
“¡No! No escucharas esas palabras saliendo de mi boca. Lo prometo”.
Simón se rindió al deseo y volvió a tomar sus labios, a ciegas abrió la puerta de la habitación y de una patada la cerró. Camino con ella en brazos hasta la cama, allí se detuvo y la dejó deslizarse por su cuerpo para bajarla.
Con delicadeza comenzó a desvestirla hasta dejarla completamente desnuda, vibrante y ansiosa por sentir esa piel de caramelo que le encantaba.
Simón volvió a besarla mientras sus manos descubrían los caminos que recorrían el cuerpo de Madison. Hasta llegar a donde más deseaba estar, la encontró húmeda y resbaladiza lo que lo convenció de que lo deseaba a él y no su dinero y posición.
La joven estaba experimentando un placer nunca antes conocido, las manos de Simón paseaban libremente por su cuerpo dejando un rastro ardiente con cada caricia.
Desesperada por sentirlo, Madison comenzó a quitarle la ropa, primero la chaqueta y el corbatín. Simón se quitó el fajín y casi se arrancó la camisa.
Muy pronto, para deleite de Madison, Simón estuvo desnudo y deseoso de sentir las manos de su esposa recorrer su cuerpo.
Madison no lo dudó ni un momento, se abrazó a Simón y lo besó con pasión, sus piernas de gelatina no podían sostenerla un segundo más por lo que él la cargó y la llevo a la cama.
Él se acostó a su lado y su boca comenzó a recorrer el cuerpo femenino creando caminos de besos por sus pechos y abdomen que la tuvieron temblando de excitación en poco tiempo.
Simón estaba muy excitado, tenía muchos días deseando a su esposa, y hacía tanto que no tenía se%o que pensaba que no duraría mucho, pero se dijo que la recompensaría la próxima vez.
Entre besos se acomodó entre las piernas femeninas y empujó con suavidad, un leve g$mido de Madison incrementó su excitación aún más y la siguiente vez empujó con más fuerza hasta llegar al fondo. El placer fue indescriptible.
Madison clavó sus uñas en la espalda de su esposo, la mezcla de dolor y placer que sentía la tenía en un abismo emocional. Sentía a Simón moverse con energía, tocando un punto dentro de ella que la estaba volviendo loca de placer.
Una espiral de placer recorrió sus entrañas y sintió su cuerpo convulsionar ante el orgasmo que recorrió su útero en rápidas contracciones que volvieron loco a Simón que empujó más fuerte en un afán de alcanzarla.
Un segundo después sintió un cosquilleo formarse en su columna y correr a su abdomen hasta alcanzar su masculinidad y con un gruñido de placer se dejó llevar por el orgasmo más largo e intenso de su vida.
Unos segundos después salió de cuerpo de Madison y la haló a sus brazos para acunarla, ella tenía los ojos cerrados por lo que él pensó que dormía. Quizás por eso se atrevió a darle un suave beso en la frente, mantuvo un rato sus labios en ese lugar, en una rara muestra de cariño.
“¿Y ahora qué?”, preguntó ella somnolienta.
La pregunta lo sobresaltó un poco, pero aun así se mantuvo abrazado a ella, estuvo tanto tiempo en silencio que Madison pensó que no respondería.
“Ahora somos una familia”, contestó al final, aunque ella lo escuchó muy lejano, casi como si fuera un sueño.
Madison se despertó sola en la cama, entredormida había alargado la mano para buscar a Simón y sintió su almohada fría, levantó la cabeza y miró a su alrededor, no estaba, tampoco su ropa. Con un suspiro resignado volvió a posar la cabeza en su cama.
‘Tal vez no debería molestarme, pero era nuestra primera noche juntos, ¿Acaso era mucho pedir que se quedara conmigo para despertar juntos? Si se tenía que ir pudo haberme despertado con un beso, o algo’, pensó Madison, a cada nuevo argumento su mal humor se iba incrementando.
La puerta de la habitación se abrió y el objeto de su molestia empujando un carrito con el desayuno favorito de Madison, decorado con rosas del jardín.
“Buenos días, Madison”.
Ella se sentó en la cama, con la manta tapando su cuerpo firmemente sujeta debajo de sus brazos.
“Buenos días, Simón”, respondió Madison mirándolo.
Simón se estaba vestido y su cabello húmedo le indicaba que se había duchado, él se sentó en la cama y se inclinó para dejar un suave beso en los labios de su mujer.
El olor del perfume masculino llenó las fosas nasales de la joven, trayendo a su mente todo lo que habían hecho la noche anterior. Un leve rubor cubrió sus mejillas haciéndola aún más bella a los ojos de su esposo.
“Estabas tan profundamente dormida que no quise despertarte, por eso bajé a pedir el desayuno y después me di una ducha. ¿Tienes hambre?”.
“Sí tengo, gracias… pensé que te habías marchado”, respondió ella sin mirarlo.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar