Capítulo 18:

Lo que Viviana iba a decir se quedó a medias porque en ese momento la puerta del baño se abrió con fuerza rebotando en la pared y un furioso Simón apareció en la puerta.

“¿Qué demonios ocurre aquí? ¡Viviana! ¿Acaso te has atrevido a golpear a mi esposa?”, dijo Simón en tono bajo y peligroso acercándose a Madison para examinar su cara.

“La golpeé porque ella me golpeó primero, además me llamó zorra”, lloriqueó Viviana.

Madison se cruzó de brazos y la miró con desprecio.

“Solo te devolví lo que estabas ansiosa por repartir”, respondió Madison sin importarle si Simón le creía o no.

Simón se paró delante de Viviana para que Madison quedara detrás de su espalda, protegida.

“Eres una mentirosa, Viviana, desde que llegamos te has dedicado a meterte con mi esposa y eso no lo toleraré, de ahora de adelante si te vuelves a acercar a Madison te denunciaré por acoso y agresión y pediré una orden de restricción para ti”.

“No podrás probarlo, seria tu palabra contra la mía”.

Alardeó la modelo.

En eso uno de los cubículos se abrió y una mujer joven salió con un móvil en la mano, pertenecía a la plantilla de trabajadores del lugar.

“¿Servirá de prueba un video o solo con mi testimonio bastará?”, preguntó la chica a Simón.

“Me encantaría contar con ese video, creo que no esperaré y mañana mismo pondré la denuncia”, dijo él mirando burlón a Viviana.

“No serías capaz, Simón, ¡Sabes que eso perjudicaría mi carrera!”.

“Ponme a prueba y verás, métete en la cabeza que lo nuestro terminó y que no me importa lo que pase contigo, solo quiero que nunca más le acerques a mi esposa”.

En ese momento un grupo de mujeres entró al aseo y los miró sorprendidos, Viviana aprovecho la oportunidad y huyó.

Simón salió del baño acompañado por Madison y la chica, que de inmediato le pasó el video.

“Me has hecho un gran favor…”.

“Ronnie”, dijo la chica.

“Ronnie, tienes mi número de teléfono cualquier cosa que necesites no dude en escribirme o llamarme”, le dijo Simón dándole una generosa propina.

“Gracias, Señor Barton”.

Cuando la chica se alejó dando saltitos de alegría, Madison se giró hacia Simón.

“¿Cómo supiste que Viviana estaba en el baño?”.

“Max me avisó, es su trabajo vigilar tus posibles amenazas y él la vio entrar hace mucho rato y como no salió asumió que te estaba esperando. Sabía que tarde o temprano entrarías al baño”.

La cena trascurrió entre risas y chistes, Madison dio buena cuenta de la cena, lo que no pasó desapercibido por los demás comensales.

“Una chica sana que le gusta la comida, eso es bueno de observar”, dijo una señora mayor.

“No entiendo esa obsesión de algunas chicas con las dietas”, agregó el esposo de la señora, un agradable caballero entrado en los setenta años.

“Cuido mi peso, pero también hago ejercicios, dentro de un rato saldremos a bailar y quemare todas las calorías”.

“Yo no bailo”, le dijo Simón al oído.

“Bailamos en nuestra boda”, le recordó Madison al oído también.

“Eso no era bailar, era mecerse en la pista con música puesta”.

“Entonces nos meceremos, pero a una velocidad más alta”, replicó ella.

Simón hizo una mueca.

“Me lo debes ya que no me diste una disculpa”.

Unos minutos después cuando la música comenzó, Madison se levantó y lo haló por la mano a lo que Simón no pudo negarse. Por lo menos no sin dejarla mal parada.

En la pista, Simón se desenvolvió bien, aunque estaba un poco rígido, como si no estuviese cómodo bailando.

“¿Por qué no te gusta bailar, si no lo haces mal?”.

“Tuve lecciones de baile, mi madrastra obligó a mis hermanos a aprender a bailar, les decía que era una habilidad necesaria y ellos como no querían ir, le pidieron que yo fuera con ellos. Ella sabía que yo lo odiaba por lo que me obligó a ir”.

“¿Por qué lo odiabas?”.

“Era una clase de principiantes, yo era torpe y con dos pies izquierdos y recibí muchas burlas por parte de los chicos y desprecio de las chicas”.

“¿Por qué? Todos estaban allí para aprender”.

“Sí, pero yo era el único mexicano, pobre y bastardo que iba a esa clase”.

“Lo lamento, Simón”.

“¿Por qué? No fue tu culpa”.

“Lo sé, pero aun así lamento que hayas pasado por eso. Soy maestra y aunque mis niños son pequeños tuve un caso de acoso escolar y es muy duro para el que lo recibe”.

“Fue hace mucho y lo cierto es que, aunque me cuesta salir a la pista, te aseguro que estoy disfrutando de tenerte en mis brazos”, le dijo al oído dándole un beso atrevido en la zona debajo de su oreja.

Madison se estremeció al sentir la caricia

Este era el Simón peligroso, el hombre que conoció en México que era capaz de estremecerla con un simple roce de sus labios, solo que no sabía si era el real o solo era un truco para llevársela a la cama y tener la familia de mentira que necesitaba.

La noche llegó a su fin, Madison iba un poco achispada después de las tres copas de champán que se tomó. No estaba acostumbrada al alcohol por lo que se sujetó del brazo de Simón para salir del local donde se había celebrado la gala.

Al pasar por la puerta iban rodeados por sus guardaespaldas, sin embargo, fueron cegados por los flashes de las cámaras de los paparazis.

“Madison, ¿Se sintió bien devolverle la bofetada a la amante de Simón?”, preguntó uno de los paparazis.

“Esa lagarta no es la amante de mi marido”, murmuró ella con molestia.

“Madison, ¿Es cierto que donaron los diamantes con los que llego a la gala porque Viviana los había usado con anterioridad?”.

Simón le apretó el brazo para indicarle que callara, Madison se giró para preguntarle.

“¿Cómo supieron eso?”.

“No hagas más comentarios”, respondió Simón con tranquilidad y en voz baja.

A cada pregunta que los periodistas le gritaban a Madison o a él, Simón solo respondía:

“Sin comentarios”.

Cuando subieron al coche, Simón revisó las redes sociales y se dio cuenta de que el video estaba en la web y se había viralizado. Al parecer la chica del aseo lo subió a sus redes sociales y desde allí se comenzó a compartir.

Alguien con mucho tiempo libre y un sentido del humor un poco atrevido había hecho un remix de las bofetadas se habían dado Madison y Viviana.

Aunque la mayoría de los comentarios eran favorables a Madison, siempre había alguno que le reclamaba, ¿Cuál era la razón de exponer a Viviana? ¿Acaso no había sido ella la que se casó con Simón?

“El video de tu pelea con Viviana está en las noticias”, le informo Simón pasándole el móvil.

“¡Oh, no! Que mal ejemplo para mis alumnos, y que pena con sus papás”, exclamó Madison mirando el móvil.

Al llegar a remix de las bofetadas se echó a reír.

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