Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 17
Capítulo 17:
“El gusto es mío, Señora Bremer, pero dígame, Madison”.
“Entonces tú me dirás Madeline, corazón”.
“Simón, escuché que te habías casado, pero nunca me imaginé que tuvieras tan buena cabeza para escoger a una mujer que es maestra como compañera de vida”.
“Esta vez me has impresionado, Madeline”, dijo Simón con las cejas levantadas.
“Yo todo lo sé. Ahora dime, ¿En qué puedo ayudarte?”.
“Quiero donar el juego de diamantes que usa mi esposa, le pedí que lo usara para que ella lo modele”.
“Eres muy generoso, Simón, lo pondré al final de la subasta como una sorpresa, nunca estaré lo suficientemente agradecida por el día en que te encontré en ese refugio”.
“Ni yo porque me llevaras a tu casa y me ayudaras a encontrar a mi padre, Madeline”.
La dama lo abrazó con cariño y para sorpresa de Madison él le devolvió el abrazo.
“No te quito más tiempo, sé lo ocupada que estás, nosotros esperaremos en nuestra mesa”, dijo Simón.
Madison asintió con una sonrisa, sin embargo, no daría su brazo a torcer tan fácil.
“Aún espero una disculpa”.
“Te dije que yo no me disculpo, yo soluciono lo que hice mal. Es preferible eso a decirte al oído palabras vacías que no siento”.
Madison quería darle un codazo, pero se abstuvo y sonrió, otro día se las cobraría.
“No has traído la caja de las joyas”, le recordó Madison.
“Un guardaespaldas fue a la casa a buscarla, quedó en la mesa del salón”.
La subasta comenzó y Madison se entretuvo mirando los objetos y las pujas, le pareció muy entretenida esa rivalidad amistosa y a veces no tan amistosa que se daba entre los compradores.
“No has comprado nada”, le susurró Simón al oído.
“Todo es muy caro, no me gusta desperdiciar el dinero”, se excusó ella.
“La idea es ayudar a la fundación, tienes que comprar algo”.
“Ya ayudamos, donaste un juego de diamantes”, le dijo ella con el asombro reflejado en los ojos.
“El próximo objeto es un juego de collar, pulsera, aretes y anillo en oro amarillo de dieciocho quilates diseñado por la casa de Versace [1], es un hermoso juego retro de los años ochenta”.
Simón levantó su paleta ante la oferta inicial, otro comprador levantó la suya, allí comenzó la puja con dos compradores más. Las piezas alcanzaron un precio altísimo, hasta que el subastador declaró vendido a Simón.
Un guardaespaldas le entregó la caja de las joyas a Simón antes de que la subasta llegara a su fin, cuando el subastador termino con el ultimo objeto del catálogo, Madeline subió al escenario y tomó el micrófono.
“Esta noche ha sido una noche muy especial y ustedes han sido muy generosos”.
Las personas se pusieron de pie para aplaudirla.
“Quiero informarles que la subasta aún no termina y he dejado para el final una sorpresa maravillosa. Simón y Madison Barton pueden subir aquí, por favor”.
Simón se levantó y le dio el brazo a su esposa de modo caballeroso. Mientras caminaban al escenario, Madeline continuó hablando.
“El juego de collar, aretes y pulsera de diamantes que hoy luce tan regiamente la Señora Madison Barton ha sido donado por ella y su esposo para ser subastado en pro de nuestra causa. Para quienes no lo sepan, Simón Barton es uno de nuestros patrocinadores más importantes y su donativo ha sido muy generoso”.
Los aplausos se incrementaron en la sala, la expectativa de llevarse a casa el juego que lucía Madison hizo que las mujeres hablaran con mucha excitación.
Madison observó que Simón había logrado su objetivo, ya nadie recordaba que Viviana uso ese juego de diamantes alguna vez.
“¡Qué generosa es ella al desprenderse de tan hermosos diamantes!”, escuchó Viviana decir con lo que su rabia aumentó.
“Y qué bonita es”, dijo otra voz.
Ella era una reconocida modelo y podía permitirse comprar muchas cosas, pero un juego de diamantes como esos no, o por lo menos no sin afectar sus finanzas. Tanto que los deseó y Simón nunca se los obsequió, solo para venir a donarlos en una subasta para beneficios de los mugrosos migrantes.
Estaba segura de que era el modo de Madison de terminarla de humillar, como diciendo, si esa mujer los usó, yo no los quiero.
Madison vio que Viviana la miraba con odio y pensó que si las miradas mataran de seguro ella caería muerta en cualquier instante.
La sonrisa no se borró de la cara de Madison mientras caminaba con elegancia por las mesas para que todos pudieran admirar los diamantes ante de comenzar la puja. Cuando hubo paseado por todo el salón regresó al escenario.
El precio inicial fue altísimo a los ojos de Madison y la puja bastante concurrida, hasta que uno de los compradores ofreció un precio que nadie pudo o quiso igualar.
Cuando se declaró vendido, Madison se quitó los aretes y Simón la ayudó a quitarse la pulsera y el collar para ponerlos en su caja.
Cuando Madison miró hacia la mesa Viviana no estaba.
Madison y Simón volvieron a su mesa, con los aplausos todavía resonando, él había tomado en sus manos el juego de Versace que había comprado y le puso el collar y la pulsera a su esposa y la instó a ponerse el resto de los accesorios.
“No quiero que vayas sin joyas”, le dijo mirándola a los ojos.
“Creo que fue por una buena causa, todos lo verán así y no creerán que eres un tacaño que no me regala joyas”.
“Aun así, compláceme, por favor”.
Durante la subasta les habían servido champaña y algunos entremeses para degustar, pero Madison tenía hambre.
“Creo que el champán se me subió un poco a la cabeza, espero que no tarden mucho en poner la cena”, le dijo a Simón.
“Comenzarán a servir pronto”.
“Iré al aseo entonces”, dijo ella levantándose.
“Volveré pronto”, aseguró Madison.
El baño era bonito y lujoso, entró a un cubículo hizo pipi y al salir se topó de frente con Viviana.
Madison dio un paso a un costado para ir al lavabo para lavarse las manos, pero Viviana la interceptó.
“Eres una zorra manipuladora, hiciste que Simón donara los diamantes solamente porque yo los había usado”, le dijo con rabia.
Madison levantó una ceja burlona.
‘Al parecer no tuvo suficiente y vino por más’, pensó.
“¿Y qué si así fue? No es tu problema lo qué mi esposo haga con sus posesiones, eso solo nos concierne a nosotros, tú no tienes nada que opinar ni objetar”, dijo Madison acercando su rostro al de Viviana.
“Y si hay alguna zorra en este lugar y quieres señalarla puedes mirarte al espejo”.
Viviana estaba tan furiosa que levanto la mano y la abofeteó, Madison no podía creer el atrevimiento de la mujer, pero no se quedó atrás y le devolvió el golpe con fuerza.
El rostro de la modelo era de asombro.
“No soy de poner la otra mejilla”, le dijo Madison con la barbilla en alto.
“Y si se te ocurre volver a golpearme prepárate a que te agarre por esas extensiones de pelo y barra el piso contigo”.
“¿Cómo te atreves a…?”.
[1] Reconocido diseñador italiano que fue asesinado en 1997 frente a su residencia en Miami.
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