Capítulo 16:

“Pensé que también eras modelo”, dijo Simón mirándola con ojos penetrantes.

‘¡Demonios! Metí la pata de nuevo’, pensó Madison nerviosa.

“Mi hermana es modelo, utiliza mi nombre porque dice que el de ella no es comercial. Fue Marga la que me pasó la invitación a participar. La agencia que contrataste buscó en las agencias de modelaje y escogieron a las chicas, pero ella tenía a Roy y por eso me pidió que lo hiciera yo”, explicó Madison.

“Entiendo…”.

Antes de que Simón pudiera decir otra cosa fueron abordados por una pareja.

Simón puso la mano en la espalda de Madison para que ella se girara hacia la pareja, apoyó los dedos justo donde terminaba el escote de su vestido, su tibia mano contra su fría piel le provocó un estremecimiento placentero.

Simón la presentó como su esposa, después de los saludos se disculpó con la pareja y siguieron su camino.

A pesar de que nunca había estado en una fiesta tan lujosa, Madison no se sintió deslumbrada por la decoración, ni por los trajes y joyas de las mujeres. Solo podía sentir como los dedos de su esposo acariciaban su espalda a medida que iban caminando hacia su mesa

Al parecer Simón era bastante popular porque fueron detenidos varias veces por personas que querían saludarlo Madison sentía sobre si las miradas especulativas de las mujeres y de admiración de los hombres, más aún cuando él la presentaba como su esposa.

Al llegar a la mesa se encontraron con que esta estaba llena y solo quedaban vacíos los dos asientos que ellos ocuparían, estaban en un lugar muy privilegiado muy cerca del escenario y mirando hacia la orquesta que se preparaba para comenzar a tocar.

Simón saludó a los presentes, a algunos le dio la mano y a otros una simple inclinación de cabeza. Hizo las presentaciones pertinentes hasta llegar a una mujer muy hermosa llamada Viviana. Sus cabellos rubios y ojos azules aunado a su frialdad le daban una apariencia de muñeca.

La mujer se levantó de su asiento para estampar un beso en la mejilla de Simón.

“Así que esta es tu esposa”, dijo Viviana sin contestar al saludo de Madison.

Sus ojos despectivos la miraron de arriba a abajo con evidente hostilidad antes de volver a mirar a Simón con ojos de cachorro.

“Querido, te he extrañado mucho…”, le dijo a él para después girarse hacia Madison.

“Simón y yo hemos sido íntimos amigos durante mucho tiempo”.

“Que extraño nunca mi esposo nunca ha hablado de ti”, dijo Madison quitando el labial de la mejilla de Simón con una servilleta que tomó de la mesa.

Simón se dejó limpiar por Madison, cuando esta terminó, paso el brazo por su cintura y la atrajo hacia él. Quería ver su reacción a lo que sabía que vendría, Viviana nunca se había caracterizado por ser una buena perdedora.

“Sí, fuimos tan íntimos que una vez que yo usé los diamantes que estás usando hoy”, dijo Viviana señalando el collar que Madison cargaba puesto.

La rabia inundó a Madison, pero aun así mantuvo la sonrisa, como maestra sabía que, cuanto más molesta se viera más trataría de provocarla Viviana.

Un destello llamó su atención, Viviana tenía puesta una pulsera de diamantes, el brillo de esta era mucho mayor al resto de todas sus joyas.

“¡Qué hermosa pulsera!”, dijo con falsa alegría.

“Imagino que fue un regalo de Simón”.

“Así es, me la regaló hace poco”.

“Por supuesto, es el típico regalo que da un hombre a su amante antes de dejarla para casarse con otra”, replicó Madison con cara de inocente antes de darle la espalda e ir a sentarse a su puesto.

Simón trató de contener la risa, algo que no logró por completo, Madison no era ninguna tonta que se dejara pisotear por nadie.

El resto de los comensales que compartía mesa con ellos y que seguía su conversación rieron abiertamente.

Humillada, Viviana se sentó a la mesa.

Consciente de que había ganado una enemiga para toda la vida, Madison sonrió.

Madison tomó el folleto que estaba frente a si y se dispuso a leerlo para no mirar a Simón, estaba molesta porque él la llevó allí y la sentó en la misma mesa en la que estaba sentada su amante, se imaginaba que todas las personas que estaban presentes sabían de la antigua relación de Simón y Viviana y sentía todos los ojos puestos en ella esperando que estallara un conflicto.

No les daría el gusto, todo lo que le dijo a esa mujer lo hizo con una sonrisa en el rostro.

Solo los que estaban cerca en la mesa se dieron cuenta de lo que le dijo, así que imaginó que pronto el chisme correría como pólvora, pero eso no le importo, detestaba a los matones, y Viviana tenía toda la pinta de ser una por lo que era necesario ponerla en su lugar.

Mostrar debilidad a personas como ella solo haría que nunca la dejara en paz.

“¿Vas a pasar la noche sin hablarme?”, le preguntó Simón al oído haciendo que su piel se erizara.

“Tal vez”, dijo ella mirándolo de reojo con una sonrisa de lo más falsa.

“Esta fundación es una de mis favoritas trabaja bastante para mejorar la vida de esas personas”, volvió él a decirle al oído.

El cambio del tema la tomó desprevenida, no había leído nada del folleto por estar sumida en sus pensamientos asesinos y de venganza en contra de Simón.

“Eh, eh, sí, ayuda bastante”, respondió ella leyendo el nombre de la fundación.

“No sabias de que se trataba, ¿Verdad?”.

“Es de ayuda a los migrantes”, respondió ella, aunque lo cierto es que no se había enterado de que era hasta que él hablo obligándola a leer.

“En mi defensa debo decir que no sabía que Viviana estaría aquí y mucho menos que había conseguido un lugar en nuestra mesa”.

Madison asintió, eso podía entenderlo, pero que la hiciera usar los diamantes que uso su querida le cayó muy mal.

“¿Y lo de los diamantes? ¿Es cierto que ella los usó?”.

“¿Es importante eso?”, preguntó él con ceño fruncido sin entender el porqué de su molestia.

“Sí, ante los ojos de todo el mundo soy tu esposa, pero me rebajaste al hacerme usar unos diamantes que ya había usado tu amante. Eso nos deja a ambos muy mal parados”.

“No lo vi desde ese punto de vista, para mí solo son cosas y ella rogó por usarlos”.

“Ya sabes porque, quedarían en el recuerdo de las personas que ella los usó primero”, replicó ella volviendo sus ojos al folleto.

“La primera parte de la gala es una subasta, puedes pujar por lo que te guste, será divertido”.

“¿En compensación por haberme humillado de esta manera?”.

“Sí”.

“¿Sin pedir perdón?”.

“Yo nunca pido perdón, yo soluciono las cosas”.

“Quiero ver como solucionas esto”.

“Entonces ven conmigo”, dijo levantándose de la silla y tendiéndole la mano.

A los ojos de todos parecían una hermosa pareja de enamorados, Simón la llevaba de la mano hasta una de las organizadoras del evento.

“¡Simón! Que alegría verte”, dijo la mujer besándolo en cada mejilla.

“El placer es mío, Madeline, te presento a mi esposa Madison”.

La mujer la miró con una sonrisa sincera en la cara.

“Madison ella es Madeline Bremer la directora general de esta fundación”.

“Mucho gusto, Señora Barton”, respondió la mujer.

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