Gemela equivocada, amor correcto -
Capítulo 15
Capítulo 15:
Madison iba muy emocionada, al fin Simón le estaba mostrando algo de su mundo. Tener algo que hacer le había levantado el ánimo, así fuera provisional.
Cuando llegaron al sótano de la empresa, las 7 camionetas blindadas donde siempre viajaba Simón se estacionaron frente a la puerta del ascensor privado. Él se bajó y subieron directamente al último piso.
El ascensor se abrió en el último piso, era un espacio amplio e iluminado que tenía varias puertas que pensó que eran los despachos de los directores. Algunas puertas estaban abiertas y se vela a personas trabajando y hablando.
Simón caminó directamente a la recepcionista que estaba cerca.
“Buenos días, Susan”.
“Buenos días, Señor Barton”.
Una de las puertas abrió y un hombre en mangas de camisa salió.
“Simón, necesito hablar contigo…”.
“Williams, te presento a mi esposa, Madison”, dijo Simón interrumpiendo al hombre.
“Madison este es Williams Montgomery, mi segundo al mando”.
“Mucho gusto, ¿Eres la persona que suple a Simón cuando este no viene a trabajar?”, preguntó ella en broma.
“Exacto, aunque él casi no me deja sustituirlo, el gusto es mío, Señora Barton”.
“Madison, por favor”.
Simón la haló para llevarla a su despacho donde al fin conoció a la asistente de su esposo Jane.
La voz amable detrás del teléfono que siempre la ayudaba a resolver sus cosas, era una mujer de unos cuarenta años aproximadamente con la que enseguida sintió afinidad.
“Jane, me reuniré con Williams a revisar unos números, creo que nos llevara toda la mañana, por favor, lleva a Madison a conocer las oficinas y a todos en la empresa”.
“Si, Señor Barton, dejaré a Susan por si necesita algo”.
“Antes de irte reserva a la una en mi restaurante favorito, quiero llevar a Madison a almorzar allí”.
“Si, señor, ¿A qué hora quiere su reservación?”.
“¿Te parece bien a la una, cariño?”.
Madison casi gira la cabeza para buscar a quien le estaba diciendo cariño Simón.
“Sí, me parece muy bien, cariño”, respondió con ganas de reírse.
Simón asintió satisfecho, había logrado cambiar la cara de amargura de Madison, ¿En verdad quería conocer su empresa? ¿A las personas que trabajaban allí? ¿Tener algo de trabajo que hacer? Nunca le había preguntado que quería hacer, quizás era tiempo de que lo hiciera.
Los pensamientos sobre su relación con Madison quedaron en el olvido cuando se enfocó en su trabajo, la mañana se fue con rapidez.
Un toque a la puerta le hizo mirar el reloj, faltaban quince minutos para la una de la tarde.
“Pase”.
Simón se levantó estirando sus músculos.
La puerta se abrió y Madison entró con una libreta en la mano, seguida de una sonriente Jane.
“Simón, hay algunas cosas que tienes que corregir de inmediato”.
“¿De qué hablas, Madison? ¿Ocurrió algo?”.
“Sí, tus empleados no tienen una guardería para sus hijos. ¿Puedo participar en la creación de la guardería aquí en el edificio? Encontramos un lugar que sería perfecto…”.
Simón miró a Jane que trataba de esconder una sonrisa, después a Madison cuyos ojos brillaban de la emoción.
A Simón le vio un brillo en los ojos de su esposa que nunca había visto, por primera vez se preguntó dónde estaba; la persona entrevistó para ser la madre de su hijo no se parecía en nada a ella.
El día de la gala de beneficencia Madison bajó las escaleras, iba vestida con un traje dorado diseñado por la casa de Chanel, por delante era bastante discreto ya que cubría su pecho y hombros, solo dejando su cuello al descubierto, pero por detrás era bastante atrevido, la abertura dejaba al descubierto la casi totalidad de su espalda.
Su cabello había sido peinado en un recogido discreto que le daba una apariencia muy elegante.
Simón la esperaba en el vestíbulo de la casa, había bajado unos minutos antes y hablaba por teléfono caminando de un lado a otro cuando vio a su esposa descender por las escaleras.
“Te llamo después”, dijo cerrando la llamada sin dejar de mirarla.
Se acercó al pie de la escalera y le ofreció su brazo.
“Valió la pena esperar, estás muy bella, Madison”.
“Gracias, Simón”.
Cuando comenzó a bajar las escaleras, Madison estaba nerviosa, era la primera vez que asistía a una gala de ese tipo, vestida con un caro traje de diseñador.
Hasta el mes anterior había sido una chica sencilla de Corpus Christy que compraba sus vestidos en las tiendas por departamento y miraba las etiquetas para ver si estaba en oferta.
Su traje de bodas había sido el vestido más lujoso que había usado hasta ese día.
Sus nervios remitieron cuando vio la mirada de admiración de su esposo, lo miró a los ojos y pensó que se parecía un poco al hombre que conoció en México.
“Tengo algo para que luzcas esta noche”, dijo Simón sacando un collar de brillantes engarzado en oro blanco, un par de aretes y pulsera a juego.
“Es prestado, debes devolverlo al terminar”.
“Es muy lindo, Simón, ¿Crees que irá mejor con mi vestido que el que uso?”, respondió ella llevando su mano al collar que llevaba en el cuello con una sonrisa un poco nerviosa, le gustaba mucho lo que usaba.
“Estos son diamantes auténticos, Madison, los que tienes puesto son falsos”.
La joven lo miró sorprendida.
“Creo que me daría miedo usar eso”, explicó señalando la caja.
“Temería perder alguna pieza”.
“Están asegurados, así que si se pierden el seguro los pagará, ven, date la vuelta para ayudarte a cambiar el collar, es hora de salir”.
Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando las manos de Simón tocaron su cuello, no habían estado tan cerca desde el día que él se metió a su ducha.
Simón no pudo resistir la tentación de acariciar su cuello después de abrocharle el collar, aunque en realidad quería ir mucho más allá.
Durante todo el camino al lugar donde se celebraría la gala, Madison sintió los ojos de Simón puestos en ella.
Al llegar al sitio, la limosina donde viajaban se detuvo frente a la alfombra roja y Simón descendió, después se giró para ayudarla a salir”.
Madison solo podía ver los flashes de las cámaras en acción. Cuando comenzó a caminar las luces la cegaron por lo que su esposo le pasó un brazo por la cintura guiando el camino hasta el salón.
Las preguntas de quien era ella no se hicieron esperar Simón solo se detuvo un momento para decir:
“Es Madison Barton, mi esposa, nos casamos hace dos semanas en México”.
Los paparazis comenzaron a gritar preguntas queriendo conocer todos los detalles de la relación. Simón no contestó ninguna más, lo que aumentó la curiosidad por saber quién era ella.
Madison respiró con normalidad una vez que traspasaron las puertas del auditorio donde se celebraría la gala. Tener a todos esos periodistas tomándoles fotos y gritando sus impertinentes preguntas la habían puesto nerviosa.
“Lo lamento, tenía que aclarar quien eras, sé que ahora los tendrás detrás de ti por un tiempo, pero si no contestaban comenzarían las especulaciones y a investigarte”.
“No encontrarán nada, solo soy una aburrida maestra de Austin”.
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