Capítulo 10:

“Sí, dormimos juntos…”.

Madison se tapó la cara con vergüenza.

“Pero no tuvimos se%o, me dijiste que no querías tener relaciones conmigo y yo respeto tu deseo…”.

Ella levantó la cabeza y lo miró furiosa.

“Pudiste empezar por allí, Simón”.

Él se encogió de hombros.

“No es por falta de interés por mi parte”.

“No me acostaré contigo”.

“Ya lo dijiste y no entiendo tus escrúpulos, sé que me deseas, anoche pude haberte tenido, pero estabas borracha y no me iba a aprovechar de la situación”.

“No tengo porque explicar mis motivos cuando son tan obvios”.

Simón la miró sin comprender.

“Explícate”.

“No quiero hacerlo y no tengo la obligación de compartirlo contigo. Además, todo lo ocurrido anoche fue porque estabas borracho”.

“Tú también estabas borracha”.

“Porque tú me emborrachaste y fuiste tú el que comenzó con el espectáculo de esposo celoso con Roberto”.

“En primer lugar, no fui yo quien te emborrachó, fue mi abuela, de hecho, te di comida y bastante agua para que el tequila que estabas tomando con mi abuela no te pegara tan fuerte. Y, en segundo lugar, Roberto es una de las pocas personas que tiene la habilidad de sacarme de mis casillas y eso es desde que éramos unos niños”.

“Pensé que después del segundo chupito tu abuela desistiría, pero no lo hizo y en ese punto ya no me pareció tan malo”.

“Mi abuela es capaz de emborrachar a cualquier hombre, incluyéndome”.

“Y con respecto a lo de Roberto no quiero inmiscuirme en sus peleas de macho alfa”.

“Entonces mantente alejada de él”, gruñó por lo bajo Simón.

Madison le giró los ojos.

“Mis recuerdos de la noche anterior son un poco confusos”, señaló ella, estaba sentada en el piso con los brazos rodeando sus piernas para tratar de tapar su cuerpo.

En cambio, Simón estaba recostado en la puerta como si estuviese vestido.

“A ver, los invitados decidieron hacernos pasar por todas las tradiciones de una boda mexicana, cantamos ‘A la víbora de la mar’ subidos en un par de sillas”.

“No sé cómo no nos caímos”.

“Alguien nos sujetó”.

Aclaró él.

“Cortamos el pastel, me cargaron como el muertito y comimos chilaquiles”.

“Recuerdo algo muy picante”, replicó ella estremeciéndose.

“Estaba amaneciendo cuando nos empujaron aquí, entonces comenzaste a besarme y a querer arrancarme la ropa”.

Él rio.

“Tuve que llevarte a la cama y quitarte el vestido, después te dije que iba un momento al baño para que te durmieras”.

Ella lo miró con sospecha.

“No lo creo”.

“Es cierto, sé que me deseas, Madison, pero por una extraña razón no quieres tener se%o conmigo. Anoche decidí que te daría un mes de prueba a ver si te decides”, dijo Simón entrando al baño.

“Claro, te daré un empujón cada vez que tenga oportunidad”, declaró caminando hacia la ducha, al llegar a ella se quitó los calzoncillos mostrando el trasero ante los ojos de Madison.

Un bonito y apetecible trasero.

Madison huyó del baño, no sin antes escuchar la risa de Simón. Era extraño escucharlo reír.

Después de que Simón salió de la habitación bañado y vestido, Madison se había duchado, puesto un vestido de verano y maquillado con discreción.

En ese momento estaba sentada en la mesa de la cocina con una taza de café frente a ella y comiendo el suculento desayuno que le llevó mientras ella se duchaba.

“¿De luna de miel? No había nada de eso en el expediente que me diste”, respondió ella a la propuesta de Simón, no quería ir con él en un viaje romántico, prefería volver a la rutina y que cada uno fuera por su lado.

“Porque no pensaba irnos de luna de miel, pero a mi abuela le pareció extraño que no lo hiciéramos, por lo que decidí que nos marcháramos tres días a la Riviera Maya antes de volver a casa”.

“¿Dónde está el señor témpano de hielo con el que firmé un contrato?”.

Él se la quedó mirando, por algún motivo su comentario le molestó.

“Mi abuela es la única persona que logra sacar mi lado humano, Madison, todo lo que hago es en pro de su felicidad. Es cierto que te deseo, pero eso no cambiará el contrato que firmamos, sigo siendo ese Simón. Creo que esto que estás viendo es un espejismo que no durará, volver a este pueblo siempre me recuerda quien soy. Y lo que soy aquí se acaba cada vez que me marcho a casa”.

“Entiendo, entonces no me preguntes si quiero ir de luna de miel, cuando es obvio los motivos por lo cuales me propones este viaje. Iré a empacar. ¿Qué haremos con mi madre?”.

“Tomaremos el helicóptero y llegaremos a Ciudad Victoria, allí la enviaremos a su casa en un vuelo comercial, y nosotros nos iremos en mi avión a nuestro destino”.

Madison asintió dejó el desayuno y se levantó de la mesa, su apetito había desaparecido.

Lucía salió a despedirlos, desde temprano estaba dirigiendo el pequeño ejército de personas que fueron a limpiar y a recoger las mesas y las sillas que se usaron la noche anterior hasta dejar su casa limpia y arreglada de nuevo.

“Volveré el próximo domingo, abuela”, dijo Simón dándole un beso en la mejilla.

“¿Tú también vendrás, Madison?”, preguntó Lucía.

“Por supuesto, abuela, no me lo perdería por nada del mundo”.

“Lucía, gracias por su hospitalidad, me ha encantado conocerla, le enviaré la invitación a la boda de mí otra hija. Sé que me dijo que no le gustaba ir a los Estados Unidos, pero se la haré llegar por si cambia de opinión”, dijo Meredith en inglés lo cual fue traducido por Simón.

“Gracias, Meredith, ha sido un placer conocerte y tenerte conmigo y pensaré lo de la boda”, aseguró Lucía.

Mientras caminaban hacia el helicóptero Simón preguntó.

“¿Cuándo es la boda de tu hermana?”.

“En seis semanas”, dijo ella con seriedad.

Madison no quería que él fuera a la boda porque podría descubrir la verdad al ver a Marga, si habían tenido una entrevista antes de firmar el contrato, al verla de nuevo podía vislumbrar las pequeñas diferencias entre ellas.

“Simón ¿Aún no conoces a Marga?”, preguntó Meredith.

Madison se tensó deseando que su madre no hablara más.

“No, no he tenido el placer”.

“Te llevarás la impresión de tu vida, ella y Madison son gemelas idénticas, hay que ser muy perceptivo para ver las pequeñas diferencias entre ambas”.

Simón mantuvo el rostro imperturbable, no podía mostrar sorpresa si no su suegra podría sospechar de su matrimonio, porque era muy raro que su esposa no le hubiese dicho que tenía una hermana gemela idéntica.

Muy raro en verdad.

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