Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 88
Capítulo 88:
Cassio fue muy paciente, tanto que no la dejaba mover un dedo, aunque lo pasaban divertidísimo cuando Kat tenía que tomar una ducha, pues ella disfrutaba provocarlo sexualmente y él luchaba contra sí mismo y la necesidad para tener que resistirse.
“Cuando sepa que estás completamente recuperada no voy a tener piedad de ti, que lo sepas, Kathia Scuderi” le había dicho en aquella oportunidad, con la ropa de salir un poco mojada y la enorme er%cción apretada contra los pantalones.
Ella solo sonreía, divertida, y le daba picos por el cuello cuando la ayudaba a tallarse el cuerpo con jabón.
Un mes de todo aquello y casi habían vuelto a la rutina.
Sarah prácticamente se había mudado con ellos hasta que la recuperación total de Kathia fuese un hecho. Pero la joven niñera tenía otros planes y era aceptar una beca que estaban ofreciéndole en el extranjero.
Kat se mostró feliz por ella y la felicitó, aunque las dos se pusieron tristes porque eso implicaba dar un cierre a una etapa de sus vidas. Cuando Cassie se enteró de que su niñera ya no estaría con ellas, lloró amares, pero al final, entre las dos, le explicaron lo que eran los sueños y la importancia de cumplirlos, así que con lo cariñosa y comprensiva que era, terminó por aceptarlo, muy feliz, y aprovechó a Sarah el tiempo que le quedaba.
Cassio contactó a los protestantes que lo atacaron aquella vez, y aunque sabía que no podía hacer mucho por ellos, más que ofrecerles lo que él tenía a la mano, financió la búsqueda no solo de sus familias, sino la de mucha gente más que estaban sufriendo lo mismo.
Kathia estaba muy orgullosa de lo que él estaba haciendo, y mientras adecuaba la habitación restante de la casa para el nuevo bebé, trabajaba en los últimos detalles de la segunda parte de la biografía, en las que incluía anécdotas muy humanas y la labor increíble que estaba haciendo su hombre.
Una semana después, se lanzó en físico y todas las plataformas digitales.
Las felicitaciones no tardaron en llegar, tampoco las entrevistas, pero, por el momento, ellos querían darse un descanso de los medios, sobre todo porque esa semana sabrían el se%o del bebé y estaban emocionados.
Lo querían dedicar a su familia.
Cassio llegó a casa a la hora prevista, esa tarde del martes, cargó a su pequeña que lo recibía todos los días en la puerta con besos y abrazos.
“¿Dónde está mamá?” le preguntó a su adorada hija.
“En el cuarto del bebé”
Cuando abrió la puerta, y la vio allí, con el cabello enmarañado y la pequeña prominencia sobresaliendo en aquel vestido floreado de maternidad, sonrió maravillado. El sol entraba por las ventanas y la brisa mecía suavemente las cortinas blancas.
La decoración del cuarto era bastante neutral, y hasta que no supieran el se%o “que les informaron podría ser ya ese día” no comprarían grandes cosas.
Kathia había criado a Cassie con lo esencial, nunca le faltó nada y tampoco le sobró. Lo mismo quería para ese bebé que venía en camino; sin embargo, Cassio opinaba distinto, y después de hablarlo en varias oportunidades, la convenció de que por favor lo dejara ser un padre y consentir a sus dos hijos.
“Hola” la sorprendió por la espalda, rodeándole la cintura con suavidad. Ella sonrió y se giró entre sus brazos para darle un beso en los labios.
“¿Es hora?” le preguntó, siempre la sorprendía puntual, pero ella últimamente estaba tan relajada que parecía flotar en otro mundo. Él se había encargado personalmente de eso.
“Sí, pero antes me gustaría mostrarte algo”
Ella asintió y él tomó la carpeta que había dejado encima del ropero del bebé cuando entró.
“¿Qué es?”
Averiguó, y arrugó las cejas al tiempo que le entregaba el sobre y una pluma.
“Ábrelo, por favor” le pidió él, besándole la frente.
Los ojos de Kat se abrieron en la primera página, porque ya sabía de qué iba todo aquello. Y negó en seguida.
“Cassio…”
“Sabía que ibas a oponerte” la interrumpió.
“Es un régimen de bienes”
“Por supuesto que sé que es un régimen de bienes, no sé por qué me entregas esto”
“Porque quiero y necesito que lo firmes” acunó ambas mejillas y la besó con dedicación.
“Tú y nuestros hijos se convertirán en los dueños de la mitad de todo lo que poseo”
“Aquí ni siquiera dice la mitad, sino el setenta por ciento, y el otro treinta también en caso de que algo llegara a sucederte” le entregó el documento y se cruzó de brazos.
“No quiero ser la dueña de nada”
Él sonrió.
“Eres la dueña de mi corazón y mi vida entera”
“Y con eso me basta”
“Pero a mí no, mujer” le dijo, instándola a mirarlo a los ojos.
Kat torció el gesto y negó con la cabeza.
“Sé que esto lo haces para de alguna forma recompensarme, y yo no necesito recompensa”
“Te dije que iba a redimirme toda la vida por el daño que te causé en el pasado”
“Y yo te perdoné”
“Pero no me perdonaré a mí mismo si no hago esto por ti, por ustedes”
Ella suspiró largamente.
“Si quieres hacerlo por nuestros hijos me parece bien, ellos necesitan tener el futuro asegurado, pero yo…”
“Tú también, porque en caso de que llegáramos a separarnos, que por mi cuenta eso no va a suceder y que tendrías que ser tú la que me eche de tu vida, que te quede claro, no quedarías jamás desamparada”
“Puedo y sé trabajar”
“Lo sé perfectamente” le dijo, tomó sus manos y las besó cada una.
“Pero necesito de verdad que hagas esto por mí”
“Cassio…”
“Kat, sabes que nunca te pido nada, y si haces esto por mí, si firmas, yo me quedaré tranquilo”
Después de llenarle el beso de cuellos y convencerla, ella dijo que lo haría, pero que no tocaría ni un centavo para beneficio personal mientras tuviese su trabajo.
Un segundo después, firmó.
“Eres mi dueña a partir de ahora” le dijo él, a modo de broma, y ella le golpeó el pecho entre risas. “¿Cómo siguen esas heridas? Déjame verlas”
Se acuclilló frente a ella y le subió el vestido. Las heridas lucían muy bien. El doctor les había dicho que por la zona y la profundidad era probable que tomara dos meses o más, pero que al final todo estaría.
…
Tomó por ambos lados el elástico de la ropa interior y la deslizó por las torneadas piernas, llenándole la piel de besos y caricias que le arrancaron suaves y débiles quejidos a la mujer.
Con una mano, le masajeó el muslo, y con la otra, le apretó la nalga.
“Mm” ella se quejó de gusto, y él sonrió.
“Date la vuelta” ordenó con voz profunda, y ella no dudó en responder obediente. “Ahora… manos contra la pared e inclínate para mí”
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