Capítulo 87:

Cassio se alejó unos centímetros, preocupado.

“¿Te lastimé?” averiguó, inspeccionándola.

Ella negó, se mordió el labio inferior y lo tomó de la nuca para empujarlo nuevamente contra ella. Él sonrió contra la suave boca, acunando ambas mejillas, y a medida que el beso cobraba más intensidad y se volvía más exigente, los dedos resbaladizos de Kathia le recorrían los brazos y pecho.

En busca de algo más íntimo, ella se hizo de los primeros botones de la camisa. Cassio capturó sus dos muñecas con ternura y rompió a regañadientes el dulce y delicioso contacto.

“Kat, por más que me encantaría seguir con esto y tomar el riesgo de hacerte el amor aquí y ahora mismo… tienes dos heridas y todavía necesitas recuperarte” musitó suave, y ella torció una sonrisa.

En ese momento, alguien llamó a la puerta.

Se trataba de Siena, que en seguida se alegró de ver a su amiga en buen estado, pero traía una llamada de parte de Piero para Cassio y dejó los saludos para después.

“Vengo en seguida” dijo contra los labios de su mujer, y ella odió la idea de separarse.

Él también.

“Kat, estaba asustada por ti” le dijo su amiga, y ella sonrió, invitándose a sentarse en la orilla.

“Solo fue un par de minutos que me fui y de pronto esa mujer estaba allí. No entiendo cómo no pude haberla visto e impedido que…”

“Se lo dije a Cassio y te lo digo ahora a ti, no es tu culpa” colocó una mano sobre la suya.

“Ninguno teníamos previsto que algo así sucediera”

Siena asintió, sintiéndose mejor.

“¿Cómo estás Cassie? ¿Sabe todo lo que ocurrió?”

“No, Cassio pidió a Sarah que por el momento lo mejor era no alertarla innecesariamente, y que a ti no te gustaría que te viese así”

“Dios, no” suspiró.

“Hizo bien”

Minutos más tarde, Cassio regresó. Siena volvió a dejarles solos y él se sentó en la silla que estaba junto a la camilla, tomando su mano entre la suya.

“¿Más noticias?” indagó ella.

“Un agente vendrá a tomar tu declaración para que la demanda contra Vanessa pueda proceder” le informó.

“Pero si no estás lista…”

“Estoy lista” lo interrumpió, sonriéndole, y él asintió.

Una hora después, el doctor volvió a visitarla. Les informó a ambos que la paciente deberá permanecer en el hospital durante un par de días únicamente para prevenir y para practicarle algunos otros exámenes de rutina, así mismo para controlar el estado de embarazo y que pudiese ir a casa sin correr ningún riesgo de infección o contratiempo.

Cassio decidió que pasaría la noche allí y no hubo poder humano que pudiera hacerlo cambiar de opinión.

Los dos lograron hablar con Cassie y la tranquilizaron, pero Kat necesitaba verla al otro día y estar con ella, así que pondría todo su esfuerzo por recuperarse.

La mañana siguiente, mientras ella todavía dormía, Cassio aprovechó para hacer un par de llamadas. El asunto de que Francesca tuviese privilegios en prisión todavía seguía dando vueltas en su cabeza, así que contactó a Sebastian Mancini y le tomó la palabra cuando le dijo en alguna ocasión que lo que sea que necesitara y estuviese en sus manos, no dudara en contactarle.

El Mancini tenía contactos de alto rango dentro de la comisaría de Trevi, así que Cassio le explicó la situación y el hombre le aseguró que eso lo resolvería y dentro de un par de días le tendría una respuesta.

Cuando volvió a la habitación, ella ya estaba despierta, y se moría por darse un baño y cambiarse esa bata de hospital.

Cassio se mostró paciente con los pasos tímidos y cortos que ella daba, y la sostuvo todo el tiempo de la cintura hasta llegar a la tina del cuarto del baño.

Se aseguró de que la temperatura estuviese en su punto perfecto y después la ayudó a desvestirse con cariño.

“Gracias” musitó ella, mientras él vertía un poco de champú en la palma de su mano y proseguía a masajearle el cuero cabelludo.

“Nuestra ceremonia fue interrumpida” le dijo, inclinando a un costado para besarle la mejilla.

“Pero aun así mi posición de estar en las buenas y en las malas para ti, sigue completamente firme”

Ella se giró para mirarlo a los ojos. Ese verde apabullante del que se había enamorado hacía ya casi nueve años.

“En las buenas y en las malas” repitió, y le rozó la nariz con un poco de espuma.

“Tú, yo, y nuestra pequeña familia”

Cassio entornó los ojos.

“¿Pequeña? Si estoy loco porque nuestro hijo nazca para comenzar a trabajar en los otros”

Ella se puso de mil colores.

Definitivamente no iba a tener más hijos…

¿O sí?

La celda en la que Francesca iba a vivir por un largo… largo tiempo, fue sustituida por unos gruesos barrotes y un espacio muy pequeño al que solo un guardia insobornable tendría acceso para proporcionarle únicamente sus alimentos. Fue lo que Sebastian Mancini le dijo a Cassio en aquella llamada una semana después.

El CEO Garibaldi se mostró agradecido, y no dudó en invitarlo a cenar alguna vez a él y a su familia cualquiera de los veranos siguientes en Amalfi, donde ya residía con su familia. El Mancini por supuesto que aceptó y su mujer le pidió que enviara saludos a la suya.

También, después de lo que había ocurrido en el hotel de los Arcuri, Cassio cubrió todos los daños materiales.

Grecia, la mujer del importante hotelero, lamentaba que la ceremonia no se hubiese podido llevar a cabo, pero que las puertas seguían abiertas para ellos, incluso cuando decidieran vacacionar, solo tenían que comunicarse directamente y ella misma iba a hacer todo lo posible para asegurarles la mejor suite que tenían.

En cuanto a Vanessa, Kat dio declaraciones de todo lo que había ocurrido ese día y ahora estaba pagando una pequeña condena de algunos buenos años en prisión.

Cassio, por su parte, a pesar de que se habían librado ya de dos enormes peligros, no se quedó tranquilo, así que volvió a contactar esa misma semana de los hechos al equipo de investigación y dio los nombres de todos y cada uno de sus trabajadores para que se les realizara una exhaustiva investigación.

El proceso duró casi un mes entero, pero al fin el CEO pudo descubrir que Francesca tenía dos cómplices más dentro de la empresa y fueron inmediatamente despedidos y advertidos, además de solicitar una orden de alejamiento en beneficio de él y su familia.

Los años que también le habían dado a Maurizio desestabilizaron emocionalmente a Clara. Cassio le había propuesto, por petición de su primo, que se fuera a vivir a la costa para que estuvieran cerca y ella y Kathia criaran a sus hijos juntas; sin embargo, aunque agradeció, ella se negó, prefería estar en Roma para poder visitar al padre de su hijo en prisión.

Maurizio había restringido irreversiblemente las visitas, y ahora Clara luchaba contra su enfermedad y el rechazo del amor de su vida.

La recuperación de Kathia fue un poco lenta, sobre todo porque las heridas le dolían cuando caminaba o intentaba hacer algún esfuerzo extra; sin embargo, fue dada de alta a los pocos días de haber ingresado al hospital.

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