Capítulo 82:

“Eres un provocador” jadeó, bebiéndose todo su sabor en aquel contacto, y lo rodeó de la cintura con la pierna.

“Tú eres demasiada tentación” le dijo en un pequeño gruñido, mordisqueándole las comisuras y el mentón.

“Y estoy loco por hacerte el amor aquí mismo”

Los ojos de ella chispearon de clara aceptación.

Sin tener intención de separarse de los suaves labios femeninos, Cassio le elevó la falda y en seguida sus dedos se perdieron en los húmedos pliegues.

“Ah” ella se quejó de gusto con debilidad, aferrándose a sus hombros.

“Tan dispuesta, cariño” con su mano libre, el hombre se hizo de la hebilla y cremallera de su propio pantalón, solo para un segundo después, acomodarse en su entrada y embestirla con cruda necesidad.

El g%mido masculino murió de alivio contra la boca de Kat, mientras exhalaba de asombro.

Lujuria, deseo compartido y miradas cargadas de electricidad fue lo que protagonizó ese acalorado e inesperado encuentro.

Los cuerpos chocando contra sí, la respiración segundo a segundo más acelerada y el clímax a punto de enviarlos a un túnel salida.

Ella fue la primera en advertirlo, y sus paredes se contrajeron contra el miembro erecto que, solo un instante más tarde, se derramó espeso y cálido en su interior.

“Joder, Kat, van a ser unas semanas muy… muy difícil contigo aquí” susurró, intentando recobrar la respiración.

“Voy a querer seducirte a toda hora, ¿Sabes?”

“Y yo podré ser tan fuerte para impedirlo”

Los dos soltaron una risita.

Más tarde, ese día, Marco y Cassio se reunieron. Había muchas cosas que el Garibaldi quería tener en orden respecto a su familia, sobre todo cuando ya vivió la amarga experiencia de creer que podía perderles.

La primera vez que Cassio y Kathia contrajeron matrimonio, él la había hecho firmar un acuerdo que la convertía en dueña de toda su fortuna hasta que hubiese un divorcio sin hijos de por medio; aquello influenciado por su propia familia.

Ahora las cosas serían y quería que fuesen diferente. Kathia y sus hijos jamás quedarían desamparados bajo ninguna circunstancia o cláusula.

El setenta por ciento de su patrimonio los traspasaría a ellos, y el otro treinta también en caso de que algo le ocurriese.

Marco le aseguró que tendría el documento listo muy pronto, además de felicitarlo por su nuevo compromiso.

Para los días siguientes, Cassio decidió que era momento de dar una rueda de prensa, donde se disculpaba profundamente por el daño causado por su familia y respondía a todas las preguntas que tenían para él.

Kathia sonrió orgullosa a un lado del escenario, donde tomaba sus notas y un par de fotografías para la segunda parte de la biografía.

“Señor Garibaldi, yo tengo una pregunta para usted” le dijo una mujer de gafas de entre los demás periodistas.

Cassio asintió.

“¿Qué o quién está detrás de este hombre? No del CEO Garibaldi, no del empresario, sino detrás del hombre del micrófono”

Los demás periodistas guardaron silencio. Era una pregunta bastante interesante.

Cassio sonrió y buscó a Kathia con la mirada.

“Una maravillosa mujer” respondió con absoluta sinceridad, y el corazón de ella palpitó como si de pronto la hubiesen conectado a una máquina aceleradora.

“Mi prometida, Kathia Scuderi”

Los murmullos y las demás preguntas no se hicieron esperar, incluso a ella le hicieron algunas cuantas.

Vanessa, detrás del escenario, con la Tablet pegada al torso, apretó el mentón, después envió un mensaje al último contacto de su bandeja.

[Debemos adelantar los planes]

Enviar.

En seguida, recibió una respuesta.

[A ella hazle lo que quieras… pero a él no te atrevas a tocarlo]

La mujer volteó los ojos y sonrió con malicia.

‘Ese hombre no pudo ser tuyo, pero sí será mío’ pensó.

El fin de semana, Cassio ya tenía una buena idea de lo que quería hacer en Amalfi, así que parte de su equipo estaba trabajando en ello arduamente y con una motivación monetaria extra, pues el hombre estaba ansioso por no volver a separarse de su familia nunca más.

Kathia tenía una semana para buscar un vestido sencillo. Entre los dos habían decidido que la ceremonia sería pequeña y con las personas más allegadas a ellos.

Siena, al enterarse de que su primo y su querida amiga iban a casarse en menos de catorce días, se mostró alegre, casi eufórica. Los quería muchísimo a los dos, así que viajó a Roma para ayudar a Kathia con lo que sea que necesitara, comenzando por el vestido.

“Le avisaré a Cassio que lo veo en casa, espérame en recepción” le dijo ella a su amiga.

Siena asintió.

Cuando Kat se dirigió a la oficina de Cassio, escuchó voces, y como la puerta estaba entreabierta, no pudo evitar ver qué era lo que estaba sucediendo allí.

En seguida, la sangre se le bajó hasta los pies.

Cassio tomó las manos de Vanessa que estaban aferradas a su corbata y las apartó. Algo iba a salir de su boca cuando Kat irrumpió en la oficina, y notó en sus ojos esas chispas de rabia y celos entremezcladas entre sí.

“Con permiso” dijo Vanessa, y cuando pasó por el lado de Kathia, ella lo tomó entre delicada y firme del brazo.

“Vanessa, la próxima vez que mi futuro esposo necesite que le arreglen la corbata, estoy para ello”

La mujer pasó saliva.

“No fue mi intención que se malinterpretaran las cosas”

“No me quiero imaginar si hubiese sido tu intención” expresó calmada, incluso con una sonrisa.

La mujer asintió y salió de la oficina.

Cuando ellos quedaron solos, Cassio suspiró.

“Kat, lo que viste…”

“No es lo que creo, lo sé, pero lo que sí es que vamos a casarnos dentro de una semana y no tengo intención de seguir viendo este tipo de situaciones” le dijo con hermetismo.

“Tú no me preocupas, pero esa mujer sí. No quiero otra Francesca en nuestras vidas”

Él asintió, comprendiendo a lo que se refería.

“No lo consentiré” decidió.

“Si quieres que Vanessa esté fuera de la empresa, así será”

Ella negó.

“Tu empresa, tus decisiones, no hagas esto algo de mí”

“Lo hago por nosotros” dijo, acercándose y tomándola de la cintura. Ella no se resistió, pero tampoco se mostró muy contenta.

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