Capítulo 83:

“El comportamiento de Vanessa no ha sido propio, pero te juro que antes de que tú entraras…”

“Lo sé, lo vi” musitó ella, torciendo el gesto, y exhalando largamente.

“Lo que venía a decirte era que saldré con Siena, después me iré directo a ver a Cassie”

Él asintió.

“Yo todavía tengo un par de cosas que hacer por aquí, pero las alcanzaré pronto”

“De acuerdo” se despidieron con un pequeño beso en los labios, pero antes de que ella tuviese la oportunidad de irse, Cassio la tomó delicado del mentón, instándola a mirarlo.

“Ahora que he vuelto a tenerte no pienso arruinarlo, por favor tenlo presente”

Ella asintió, y cuando ella salió por la puerta, él marcó a la línea de recursos humanos.

Después de un par de horas y de recorrer algunas tiendas, Kathia escogió un vestido crema con caída de seda que, entre uno y otro, fue el que más le gustó.

Cuando llegó a casa, se encontró con la grata sorpresa de que Cassio ya estaba allí, en la cocina, preparando lo que parecía ser la cena con la hija de ambos de ayudante.

“¡Mami, papi y yo estamos haciendo tu pasta favorita!” dijo la pequeña, con un poco de crema en la comisura de los labios.

La joven madre sonrió y besó su mejilla, diciéndole que olía delicioso, después se acercó a su prometido y lo miró con esos profundos ojos avellanas de los que él estaba enamorado.

“¿Y todo esto? Pensé que llegarías más tarde”

“No soporté la idea de que pudieses seguir molesta conmigo”

Ella suspiró.

“No estoy molesta contigo” le aseguró, alzando la mano para acariciarle la mejilla.

“¿En qué les ayudo?”

“En darte una ducha y ponerte algo cómodo” le dijo él.

“Del resto nos encargamos nosotros, ¿Verdad que sí, cariño?”

Cassie asintió rápidamente, y metió el dedo en la salsa de queso para probar.

Kat entornó los ojos con una sonrisa, pero terminó por asentir y fue lo que hizo.

Tomó una ducha relajante con espuma y se colocó un conjunto cómodo de seda. Cuando volvió a la cocina, todo estaba perfectamente servido.

Cassio sentó a la pequeña en su silla y después abrió la silla para ella, rozándole los labios cuando le pasó por el lado.

Cassie se sonrojó al ver las muestras de cariño de su padre, y tan pronto estuvieron los tres en la mesa, disfrutaron del platillo y platicaron de trivialidades en las que la hija de ambos pudo participar alegremente.

“¿Quién quiere postre y ver una película?” preguntó, y las dos mujeres de su vida soltaron al unísono un:

“Yo”

Más que encantadas.

Escogieron una de animación que Cassie escogió, y en un momento de la noche, con nostalgia, el hombre contempló y escuchó las risas de ese par. Sin poder evitarlo, sonrió, fascinado. ¿Cómo pudo perderse eso por tantos años? Él ya no podía recuperar el tiempo, pero lo que le restara de vida lo dedicaría entero a ellas, porque eran su mundo, su universo.

Su razón de ser.

Más tarde, esa noche, cuando llevaron a su hija a la cama, los dos la contemplaron como lo mejor que habían podido crear. Cassio rodeó a su mujer por la espalda y colocó una mano en su v!entre plano. Ella sonrió ante el cálido y dulce contacto.

“Concebimos una hija maravillosa, Kat” le dijo, pegado a su cuello, llenándolo de besos tiernos, suaves. “Y este bebé que viene en camino no será diferente, aunque será mi oportunidad para compensarte por haber criado a Cassie tu sola”

Ella se giró entre sus brazos y rodeó su cuello con los suyos.

“No tienes que compensarme nada, eso ya quedó atrás” musitó.

“Solo quiero que seas un padre presente”

“Lo seré, te lo prometo. Estaré a tus pies el resto del embarazo… de hecho, puedo comenzar por esta noche”

La tomó en brazos y la pegó a él. Al salir de la habitación de la pequeña, no se detuvo hasta llegar a la que ahora compartían como pareja.

Depositó el cuerpo femenino en la cama y se arrodilló ante ella.

Tomó el pie femenino y alzó la vista para encontrarse con la suya cargada de electricidad.

“¿Qué haces?” preguntó ella en un débil susurro, a medida que él comenzaba a llenarle el pie de besos, y de a poco, ascendía por su pierna y muslos.

“Estar a tus pies, Kat” admitió con voz profunda.

“Hoy y siempre”

Ella contempló la belleza masculina con la boca seca.

Y se sintió tan amada, desinhibida y confiada que tomó una de las manos masculinas y la llevó a su propio se%o.

Cassio gruñó una maldición interna y sus ojos saltaron de deseo.

Tomó la elástica del pantaloncillo de Kathia y como todo un profesional lo deslizó por sus piernas. Acto seguido, se las separó y hundió su lengua en la profunda y húmeda cavidad.

Esa noche la saboreó con pasión y ternura; delicadeza y amor. La carne esa suave, dulce, jugosa, y él quería calmar su sed diaria en todo de ella.

“Oh, Cassio” Kat g!mió largamente de gusto, y empujó la pelvis contra él, entregándole todo, sin reserva alguna.

El hombre se deleitó hasta lo último, y no se apartó hasta que bebió la última gota del org%smo femenino.

El momento exacto en el que se incorporó y decidió buscar su boca, ella lo detuvo colocando una mano en su pecho, y con una sonrisa, se incorporó, lo tumbó a él en la cama y se arrodilló frente a sus pantalones.

“Kat…” musitó, pero ella lo ignoró y comenzó a hacerse de su pantalón. Cuando liberó la majestuosa y erecta er%cción, lo miró con picardía al mismo tiempo que tomaba el glande en su boca.

“¿Qué ibas a decir?” preguntó ella, un tanto ahogada por el tamaño.

Cassio sonrió con llamas en los ojos, y ese sonidito le pareció demasiado excitante.

“Absolutamente nada” enrolló el cabello largo alrededor de la muñeca, se inclinó para besarle la frente y allí le susurró suave:

“Sigue”

El resto de la noche fue un juego de seducción por parte de ambos. El deseo entre ellos aumentaba a escalas y no tenían intención de detenerse pronto. Practicaron y recordaron varias posiciones que siendo más jóvenes disfrutaban.

Cassio se comportó cariñoso. Ella llevaba a su hijo en su v!entre y quería cuidarlo, por eso siempre le preguntaba si estaba bien, si le dolía o le incomodaba, pero la realidad era que no. Kat disfrutaba completamente.

Más tarde, cayeron saciados en la cama, abrazados, susurrándose palabras de cariño.

“He tramitado esta tarde la liquidación de Vanessa” le dijo él después de un rato. Ya habían tomado una ducha y ella se secaba el cabello con una toalla.

Kat alzó las cejas y lo miró por el reflejo del espejo. “No sabía qué harías eso, creí que solo le pondrías límites” musitó, asombrada.

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