Capítulo 81:

Poco después del mediodía, fueron a enterrar los pies en la arena mientras compartían helados y risas.

“Cassie, hay algo que papá y mamá quieren decirte”

Kathia se acuclilló frente a la niña. Cassio también hizo lo mismo. La pequeña los miró expectante y asintió.

¡Papá y mamá iban a casarse!

Y eso para Cassie significaba que vivirían juntos, como una familia, como siempre había deseado y pedido al cielo que fuera, y además de eso, se le añadió la noticia de que tendría un hermanito que pronto vendría a conocerla.

La niña no pudo evitar saltar de entusiasmo. Eso no era más que una alegría para ella, y para los padres ni se diga. Estaban muy felices.

El resto de la tarde no repararon en nada más, salvo en divertirse y pasar tiempo de calidad en familia. Fueron al museo, al parque de diversiones y terminaron la noche comiendo pizza.

De regreso a la casa, Cassie se quedó dormida, así que el padre la llevó a su habitación y esperaba convertir ese momento, a partir de ahora, en una rutina.

Cuando regresó a la planta baja, Kathia estaba en la terraza. Había servido dos copas de vino y encendido las luces del jardín.

“¿Y Cassie?” averiguó ella, cuando sintió esas manos rodearla por la espalda. Le entregó la copa.

“Se ha despertado únicamente para decirme que había tenido un día muy divertido, después volvió a quedarse dormida”

Kathia sonrió, asintiendo, y recargó su cabeza en el hombro de Cassio, respirando de alivio.

“Tenemos una hija preciosa”

“Maravillosa” secundó él, besándole la coronilla antes de pasarla por el lado y entrelazar sus dedos a los suyos.

Se sentó en una de las sillas del exterior y la instó a ella a que tomara asiento en sus piernas. Se miraron con chispas.

“He pensado trasladar parte de las oficinas de la constructora hasta aquí” soltó de pronto. Kat abrió los ojos, no esperaba algo así, por eso él sonrió.

“Kat, ya no quiero estar separado de ustedes”

“Pero el manejo importante de la constructora está allá. ¿Cómo podrías hacer tal cosa?”

“Lo puedo hacer posible”

“¿Estás seguro? Toda tu vida está allá y…”

“Toda mi vida está aquí, contigo y nuestra hija, y este maravilloso ser fruto de una segunda oportunidad también” musitó, rozándole los labios.

“Claro que tendré que estar en Roma un par de días mientras lo arreglo todo, quizás dos semanas, pero luego me mudaré aquí definitivamente. Esta es tu vida, tu nueva vida después de mí, y soy yo quien debe adaptarse a ella”

“Oh, Cassio” sollozó de alegría.

El siguiente par de días fue como una anticipada luna de miel. Querían disfrutar de ese maravilloso reencuentro al máximo y fue lo que hicieron. Tuvieron citas preciosas, en algunas incluyeron a Cassie y en otras aprovecharon ese merecido momento a solas.

Hablaron de muchas cosas. Proyectos y planes a futuros, los de ese momento ya estaban en marcha. Decidieron que se casarían en una ceremonia por el civil dentro de un par de semanas, cuando el asunto de las oficinas ya fuese un hecho.

Una mañana, antes de que Cassio volviese a Roma, el jefe de Kathia le dio una buena noticia, y es que hasta esa fecha la biografía seguía siendo un éxito, y que la gente esperaba una segunda parte del libro, por lo que el equipo de alto rango de la revista creyó que era una buena oportunidad escribir sobre cómo la constructora Garibaldi se levantaba de la mala racha del último mes.

“Por supuesto, queremos pedirte que cubras todo de cerca, trabajando directamente desde el interior de la constructora” le dijo su jefe, y ella solo pensó en que Cassio iba a enloquecer de alegría cuando supiese.

¡Por supuesto iba a estar muy de acuerdo!

Y así fue, porque significaba que no iban a separarse, y sobre todo, podrían llevar a Cassie con ellos porque estaba de vacaciones e instalarse mientras se llevaba a cabo el levantamiento de la empresa y ella escribía la segunda parte del libro.

Todo encajaba perfecto.

La noche en la que llegaron, todo fue alegría, besos y risas, hasta que el abogado llamó a Cassio para darle noticias de su primo.

Le habían condenado a diez años en prisión.

Kat solo podía imaginar cómo se sentía Clara en esos momentos y tuvo la urgencia de ir a verla. Ella ya no estaba en la clínica, según le informó Cassio, sino que Maurizio lo había arreglado todo y comprado una casa para ella y su hijo, además de que había un equipo médico instalado en la casa que se mantenía al pendiente.

El pequeño estaba sano, y se llamaba Maurizio como su padre. Habían ido a registrarlo solo horas antes de que fuese detenido.

“¿Cómo estás?” le preguntó Kat a Clara cuando la enfermera le abrió la puerta y la dirigió al salón. El bebé estaba dormido en la cuna, y era un niño precioso.

Hablaron un poco de todo. Ella intentó animarla, diciéndole que estaría en Roma durante un par de semanas y que podrían verse con frecuencia. Clara se mostró agradecida por la visita, y le alegraba mucho saber que Cassio y ella pronto iban a casarse, pues sabía que eso era lo que él había anhelado todo ese tiempo.

La mañana siguiente, el CEO Garibaldi y su prometida llegaron juntos a la empresa. Cassio dio órdenes para que se adecuara una oficina para ella, pero, mientras tanto, le fascinaba tenerla en la suya.

Conversaban de algo cuando de pronto tocaron la puerta y un segundo más tarde entró Vanessa.

“Cassio, me dijeron que ya estabas en Roma y quise…” la mujer se quedó pasmada al ver a Kat allí, sentada en el borde del escritorio, y una de las manos de su jefe aferrada a su cadera. “Lo siento, no sabía que tenías visita”

Vanessa apretó los puños en torno a los dos vasos de café que traía esa mañana.

“No es una visita, mi mujer estará trabajando aquí durante un par de semanas” le dijo, y la relacionista pública de la constructora supo que eso interfería en sus planes.

“¿Está todo bien?” le preguntó él tan pronto Vanessa cerró la puerta.

Kathia asintió con una sonrisa torcida.

Había algo en esa mujer que a ella no la terminaba de convencer, pero tampoco quería parecer que estaba celosa, sobre todo cuando estaban viviendo días increíbles y maravillosos.

“Está todo perfecto”

Se inclinó para darle un beso en los labios al tiempo que él le acariciaba seductoramente las piernas, y ascendía hasta que sus manos desaparecían por entre su camisa.

El abdomen de Kat se contrajo por el repentino cambio de temperatura y emitió un sonidito que a Cassio le pareció de lo más divino.

“Me encanta tenerte aquí”

Admitió contra sus labios, jactándose de su sabor amielado, y en el instante en el que quiso subirle la camisa, ella lo detuvo sonrojada.

“¿Qué haces?” musitó, sonriendo como quinceañera.

“Recuerda que he venido aquí a trabajar y no por placer”

“Puedes hacer tu trabajo perfectamente, mientras soy yo quien te da placer” le dijo, incorporándose e inclinándose sobre ella sin más.

Kat quedó casi recostada sobre todos los papeles que había en el escritorio, e iba a replicar cuando de pronto sus manos fueron más ágiles al capturar sus necesitados pechos por encima de la tela, y su boca un silenciador inminente que selló sus labios con un nuevo beso voraz.

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