Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 75
Capítulo 75:
Desconcertada, Kathia se quedó con el móvil en la mano durante largos segundos, después reaccionó y le marcó de nuevo, pero nada, la enviaba al buzón.
Debía estar pasando algo, y pronto buscó la forma de saber qué.
Tomó el ascensor y esperó inquieta hasta llegar a la recepción del edificio.
“Piero” llamó a su escolta, que coqueteaba con la mujer detrás del mostrador.
El hombre se despidió momentáneamente y se acercó a la mujer de su jefe, notándola un tanto ansiosa.
“Kathia. ¿Ocurre algo?”
“A mí no, pero sé que a Cassio sí” le dijo con el pecho comprimido.
“Tienes que averiguarlo”
El hombre le pidió que lo pusiera al tanto, y qué razones tenía para creer eso. Apenas Kathia le explicó, él asintió, comprendiendo, y sacó su móvil para hacer una llamada.
Lo escuchó hablar, preguntar, esperar por varios segundos y responder con monosílabos y semblante serio.
“De acuerdo, mantenme informado” y colgó, antes de mirar a una Kathia que parecía que las piernas le fallarían en cualquier segundo.
“El señor está bien…”
Ella entornó los ojos, recelosa.
Su forma de hablar no coordinaba con su expresión.
“¿Pero?”
“Pero sufrió un asalto por un grupo de protestantes” le comentó y ella ahogó un jadeo de impresión.
“No entiendo. ¿Por qué habría de…?” de repente, algo hizo ‘clic’. Sacó el móvil y comenzó a revisar las noticias de las últimas horas.
Un gran grupo de protestantes rodeaban la constructora con típicas pancartas insinuantes. Dios… ¡lo estaban hostigando! ¿Por qué no le había dicho nada de esto cuando lo llamó? Se preguntó, angustiada, y molesta también.
“El señor sufrió algunas lesiones, pero me informan que un médico ya va de camino a la empresa y están intentando controlar a los protestantes”
Ella asintió, pero eso no la hizo sentir menos preocupada. Aquello no debía seguir ocurriendo. Cassio no podía echarse sobre el hombro culpas que no le correspondían, mucho menos seguir siendo acosado de esa forma.
“Necesito que me lleves a Roma” le pidió al escolta, segura, y el hombre sabía que con esa mujer no había forma de oponerse o creer que era una mala idea.
Lo arregló todo, con su gente en Roma, para que el traslado fuese igual de silencioso que el de Cassio, y una hora después, esperaban a que la mayoría de periodistas se retiraran para ingresar por una puerta trasera y correr menos riesgo.
“Por aquí, sígueme” le pidió Piero, mientras otros dos hombres de seguridad peinaban la zona.
Kathia subió al ascensor que la llevaría a la oficina de Cassio, y tan pronto como intentó tomar la manija de la puerta, una mujer se interpuso en medio.
“Hola, soy Erika, la asistente del Señor Garibaldi” le dijo.
“¿Puedo ayudarte en algo?”
“Vengo a ver a Cassio” replicó sin tantas explicaciones, e hizo un ademán para tomar la manija, pero otra vez la mujer se interpuso y ella tuvo que hacer acopio de toda su entereza.
“Lo siento, pero la señorita Vanessa me dijo que no se les interrumpiera bajo ninguna circunstancia”
Kathia abrió la boca al tiempo que Maurizio aparecía a su lado desde un pasillo contiguo.
“Erika, estás interrumpiéndole el paso a la mujer de tu jefe” habló Maurizio, y la mujer abrió los ojos, sorprendida, y se hizo a un lado con fastidio.
Kat agradeció a Maurizio con una sonrisa antes de entrar a la oficina, solo para que un ser posesivo la sacudiera y la oleada salvaje de celos fuese completamente inevitable.
Se quedó pasmada por una milésima de segundo, mientras la que imaginaba se trataba de la tal Vanessa, estaba a un lado de Cassio, muy estrechamente, con un apósito. El doctor revisaba otra herida que parecía de gravedad.
Tan pronto el Garibaldi vio a la mujer de su vida allí, creyó que se trataba de un momento de espejismo, hasta que ella se aclaró la garganta y dejó su bolsa a un lado para acercarse a él, preocupada.
“Cariño”
Saludó Cassio, en seguida, y le hizo un gesto a la mujer para que dejara lo que estaba haciendo, cosa que Kathia agradeció.
No soportaba la idea de que las manos de otra estuviesen sobre su cuerpo.
“He venido tan pronto…”
Al apartarse la mujer, pudo ver el pecho con heridas de lo que parecían ser de navajas, y aunque no se veían profundas, si bastante dolorosas.
Ahogó una impresión.
“Lo siento por haber colgado de esa forma” le dijo él, y le extendió su mano para que ella la tomara.
Kathia se sentó en el filo del sofá, donde atendían las heridas.
“Estaba preocupada por ti” expresó, tocando superficialmente las heridas que también tenía en el rostro. Dos en las cejas, una en la comisura y otra en el pómulo derecho. Su corazón dio un pequeño vuelco, y Cassio le besó el dorso para tranquilizarla.
“Estoy bien” le aseguró, y después miró a su relacionista pública.
“Vanessa, ¿Se encargaron ya de los protestantes?”
“Sí, de hecho, ya las autoridades han capturado a los agresores. Le pediré al agente que venga a tomar tu declaración para levantar la denuncia”
Cassio entornó los ojos.
“En ningún momento he decidido que los vaya a denunciar, solo quiero que los amonesten y no vuelvan a aparecerse por aquí”
La mujer lo miró sin comprender.
“Pero Cassio, fuiste agredido, es lógico qué…”
“No, lo lógico aquí es que esas personas han sufrido pérdidas familiares por culpa de la mía”
“No me parece que dejes pasar esto por alto, Cassio”
En eso, Kathia se incorporó.
Kathia se dirigió con firmeza a Vanessa, la relacionista pública de Cassio.
“Vanessa, ¿Verdad?” le dijo.
La mujer la miró con prepotencia y asintió.
“Cassio no va a denunciar a nadie y esa decisión debe respetarse”
“Comprendo, con permiso” respondió Vanessa con los dientes apretados antes de retirarse.
Más tarde, el médico también había atendido las heridas de Cassio. Cuando el doctor se fue, Cassio se incorporó para besar suavemente los labios de Kathia.
“Hola, cariño” le dijo contra su boca.
Ella le sonrió con nostalgia.
“Esto ya está fuera de control” musitó con suavidad, acariciando su mejilla.
“Y debe parar”
“Hablaremos de eso después, ¿De acuerdo?” le dijo Cassio.
“Cassio…”
“Mujer, acaban de darme una paliza entre seis personas, solo quiero ir a casa y que vengas conmigo, ¿Puedes concederme ese deseo?”
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