Capítulo 72:

“¿Vienes?”

Cassio extendió su mano, y ella tomó una profunda bocanada de aliento antes de sostenerla.

El sol estaba radiante ese día, y el mar se mecía en calma como cualquier mañana de verano, sin embargo, eso no era lo que a ella le parecía impresionante… sino la altura desde que la estaba observando y la compañía.

Era sencillamente maravilloso.

“¿Te gusta?”

Él le preguntó a través del micrófono del casco auricular que llevaban puesto ambos al contemplarla así, siendo absorbida por el paisaje, algo tan sencillo que no costaba millones, y eso era una de las cosas que lo habían enamorado de ella cuando eran jóvenes, que Kathia no se dejaba sorprender con joyas y dinero como lo hacía con los detalles que, aunque parecieran pequeños, guardaban mejores recuerdos.

“Es precioso” respondió en un susurro.

“¿Hasta dónde nos dirigimos?”

“No comas ansias, es parte de la sorpresa” le guiñó un ojo, entrelazando su mano a la suya.

Sobrevolaron Nápoles y sus alrededores, hasta que el helicóptero descendió y aterrizó en el techo de un edificio que Kat pronto tuvo recuerdos preciosos.

“Cassio” musitó con voz débil

“¿Me has traído al lugar donde…?”

“Te pedí matrimonio” completó él. Ella soltó una risa de absoluta felicidad y lo rodeó del cuello para besarlo.

“Es increíble”

“¿Lo es?” le preguntó, girándola entre sus brazos para rodearla por la espalda, y así, mostrarle lo que había detrás.

Una mesa cubierta por un mantel blanco fue lo primero que avistó. Esta estaba adornada con pétalos blancos y candelabros antiguos, además de que parecía estar servida una comida.

“¿Tienes hambre?” susurró contra el lóbulo de la oreja de Kathia.

Ella se mordió el labio y asintió un momento antes de que él entrelazara su mano a la suya y la guiara hasta la mesa.

Había bocadillos de todo tipo, la mayoría sus favoritos, así que probó un par de cada uno agradeciendo que no le provocaran náuseas.

La comida fue un momento especial, porque solo eran ellos dos, en la altura, mientras la brisa corría y el mar se escuchaba a lo lejos, a varios metros de los pies del edificio.

Kat estaba alucinando con todo. Después de lo que había ocurrido las últimas semanas se sentía en paz, calmada, consentida.

“Esto es increíble” musitó ella, recargada contra el respaldo de la silla, más que relajada.

Cassio sonrió, complacido, orgulloso, y tomó su mano por encima de la mesa para besarle el dorso.

“Me alegra que te guste, y… Kat”

Ella lo miró, expectante, cuando sacó una pequeña y alargada cajita del interior de su bolsillo para después abrirla frente a ella. Era una cadena sencilla que sabía, le gustaría.

“Feliz cumpleaños”

La joven ahogó una impresión, de pronto recordando que era su cumpleaños. Dios, entre tanta cosa, lo había olvidado.

Se echó a llorar, y quizás eran las hormonas, pero él no dudó en incorporarse y abrazarla… y desear que aquella separación terminara cuanto antes y no tuvieran que seguir escondiéndose más.

“Oh, Cassio, es un detalle precioso de tu parte” le dijo ella, cuando él terminó de colocarle la cadena. Tomó el pequeño dije entre sus dedos y lo observó sonriendo. Era una pequeña grabadora laminada en oro.

Él la sorprendió besándole el cuello.

“Me alegra que te guste” musitó contra la piel, y apartó varios mechones de cabello para depositarle un beso que la erizó de cuerpo entero.

“¿Siguiente parada?”

Ella asintió con entusiasmo, y más tarde, después de haber sido discretos para llegar hasta ese lugar, entraban a una pequeña habitación con dos cómodos asientos y una ventana tintada del tamaño de una pared entera.

“Creí que iríamos al concierto de Adele. ¿Qué es este lugar?” quiso saber, echando un vistazo alrededor. Había una mesa en la esquina con aperitivos, agua y otro tipo de bebidas.

Cassio le sonrió.

“El concierto de Adele” dijo, apagó una de las luces, presionó lo que ella notó como un interruptor rojo y, de repente, el ventanal se iluminó.

Y Adele, a unos metros, en el escenario, abría su concierto con su clásico éxito:

‘Set fire to the rain’.

La sorpresa le provocó pálpitos acelerados en el corazón de la joven, y sin poder contenerse, se aferró a su nuca para besarle los labios.

“¿Qué tan privado es este lugar?” preguntó contra la boca masculina. Cassio posó sus manos en su cintura.

“Muy privado”

“¿Cámaras?”

“Ninguna”

“¿Existe la posibilidad de que entre alguien?”

“No”

“¿Nos ven a través de la ventana?”

“No hay forma”

“Bien” g!mió, y comenzó a hacerse de la hebilla de su cinturón.

Cassio sonrió con asombro y bienvenida. La tomó en vuelo y se sentó con ella a horcajadas, mientras la voz de la cantante sonaba en vivo, y el juego de luces doradas daba un efecto erótico y romántico a la pequeña habitación.

En seguida, con las prendas de ropa a medio poner, sus cuerpos reaccionaron como combustible y las chispas saltaron por todos lados.

Kathia sabía que una experiencia así no se vivía todos los días, y junto a Cassio, quería aprovecharlas todas.

La posición en la que se encontraba le ofrecía completo acceso a él, y decidió tomarlo todo sin contemplaciones, pero primero se incorporó sin dejar de mirarlo y comenzó a deshacerse de su propio pantalón, mientras él se maravillaba por la forma en la que la luz del escenario bañaba su cuerpo de un dorado precioso.

Cuando ella solo estuvo en tanga y a través de la camisita básica blanca se marcaban los pezones erectos, Cassio no pudo resistirse y la tomó de la cintura, empujándola a él para recorrerle el v!entre a besos, mientras le subía despacio la tela y dejaba libre los pechos más preciosos que hubiese tenido ganas de probar jamás. Capturó uno con una mano y con la otra le apretó el trasero, provocando que ella soltara un excitante gritito y decidiera sentarse de nuevo a horcajadas sobre él; sin embargo, Cassio tenía un plan mejor.

Se incorporó y le besó los labios.

“Tu cumpleaños” le dijo.

“Tu regalo”

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