Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 66
Capítulo 66:
Seguía sin entender de qué se trataba todo eso.
Pronto se lo explicaron.
“Kathia, estamos al tanto de lo ocurrido con Gina” le dijo Enzo, el dueño de la revista.
“Y de parte de todo el equipo de editores, te queremos ofrecer una disculpa”
Ella abrió los ojos de par en par.
“¿Una disculpa?”
El hombre sonrió.
“Sí, y no está de más decirte que no estábamos al corriente de nada de lo que venía haciendo Gina los últimos meses, por lo que tuvimos que tomar cartas en el asunto y ahora necesitaremos una nueva jefa de redacción para la revista” explicó, deslizando un documento sobre el escritorio.
“Imagino que olvidaste la copia en casa. Y tranquila, siéntete en todo el derecho de leerlo y hacernos saber con lo que estás de acuerdo de este cargo y con lo que no, incluso del sueldo, que por los daños causados hemos creído que merecías que fuésemos más generosos contigo”
“Jefa de redacción” musitó, sin poder creerlo todavía, y miró el documento mientras pasaba un trago. “No creo que pueda firmar esto”
Enzo sonrió amable, comprendiendo esa reacción. No estaba dando demasiados detalles, así que se tomó el tiempo de ponerla al corriente de las últimas horas.
Cassio había hecho un acuerdo con ellos, y para no demandarlos por los daños causados, esa era la propuesta, que encima les pareció muy justa porque no iban a tolerar esa clase de abusos ni intimidaciones por ningún miembro del equipo.
Gina también aceptó su culpa en la auditoría.
Kathia elevó ambas antes toda la información, y su corazón no supo cómo sentirse en ese momento. Cassio sabía que podía demandar y tener una oportunidad de ganar, pero no lo hizo ni lo haría. ¿Eso en qué posición los dejaba?
¿Y su relación?
Pensó, ofuscada.
“Enzo, te agradezco mucho la oportunidad, pero…
¿Podría tomarme un par de días para pensarlo?”
El hombre asintió y colocó una mano encima de la de ella, sonriendo.
“Por supuesto que sí, y si sirve de algo, me gustaría tenerte en esta parte del equipo”
Ella asintió y se incorporó, despidiéndose de ambos y del resto con un asentimiento de cabeza.
Una vez en el auto, Kathia recargó la frente contra el volante y tomó una necesaria bocanada de aliento, después sacó el móvil de la cartera y escribió un mensaje:
“Cassio, lo que hiciste fue…”
Borró negando e intentó un nuevo.
“Por favor llámame, no firmaré nada hasta saber de ti”
Se quedó mirando la pantalla por varios minutos, y cuando iba a desistir, una nueva notificación saltó con su nombre.
“¿Tiene su agenda libre para esta noche, futura jefa de redacciones? Si es así, Piero la llevará a un lugar”
Sin poder evitarlo, se echó a reír como una adolescente.
“¡Mami! ¡Mami! ¡Hay un regalo para ti!” apenas Kathia cruzó la puerta del pent-house, la pequeña Cassie la recibió con entusiasmo.
“¿Un regalo?” le preguntó con una sonrisa curiosa, cargándola en brazos.
“Siiiii, en la habitación, tienes que correr a verlo. ¿Te gustan los regalos, mami? ¡A mí me encantan!” comentó entusiasta.
“Entonces vayamos a verlo” le propuso.
Minutos más tarde, cuando entró a la habitación, una caja blanca y grande la recibió a los pies de la cama.
Todavía curiosa por saber de qué se trataba, dejó a Cassie en el suelo y se acercó para desatar el lazo rojo que la envolvía, maravillándose con el interior.
Un precioso vestido rojo de talle la hizo sonreír.
Dentro de la misma caja, había una tarjeta.
“¿Es mucho pedirte que luzcas este vestido para mí?”
No hizo falta tener una firma para saber quién lo había enviado, así que se mordió el labio inferior y suspiró atontada.
“Wow, mami, está tan lindo” dijo la pequeña, acariciando la tela, y reconociendo que un vestido así se le vería precioso a su madre.
Más tarde, lo confirmó.
Kathia se terminaba de poner los pendientes frente al espejo, todavía con esa sonrisa de ilusión.
“¿Te gusta cómo se mira mamá?” preguntó, observando a la pequeña Cassie asomada en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.
Asintió rapidísimo.
“¿Irás a una cita con papá?” quiso saber, sonrojada.
Kathia soltó una risita y la invitó a que se acercara.
“Sí, mi amor, iré a una cita con papá”
“Me gusta mucho que Cassio sea mi papá” admitió la niña.
Kathia sintió nostalgia y le besó la frente.
“Papá también adora que seas su hija”
“¿Vendrá esta noche?”
“Espero que sí”
Ella no sabía cómo serían las cosas con Cassio a partir de ahora, pero, de lo que sí estaba segura, es que ya no se negaba a la posibilidad de una vida con él… ya no.
Piero ya tenía el auto listo cuando bajó al estacionamiento privado del edificio, y aunque le preguntó a dónde se dirigían, el hombre le sonrió gratamente y se limitó a contestar que pronto llegaría.
El cielo estaba estrellado cuando llegó a su destino, que resultó ser el atracadero de yates. Piero la invitó a seguir el camino de las luces, y fue lo que ella hizo, hasta que lo vio en el interior de un yate y su corazón dio un inesperado vuelco.
“Bienvenida” le dijo Cassio, ofreciéndole su mano.
Él estaba guapísimo esa noche con un traje oscuro, el cabello peinado hacia atrás y una sonrisa muy encantadora.
“Hola” respondió ella, sintiendo sus manos tomarla de la cintura, y el cálido sabor de sus labios sobre los suyos.
“Lamento no haber contestado tus llamadas” admitió sincero.
“¿Me contarás por qué hiciste todo esto? ¿Y qué fue esa declaración a todos los medios digitales?”
Cassio asintió y entrelazó su mano a la suya.
“Lo haré, pero primero cenaremos. ¿Tienes hambre?”
“Mucha” respondió sonrojada.
El menú consistió en una mezcla de gastronomía mediterránea, una copa de vino tinto para él y agua con gas para ella. El interior del Yate daba un aspecto cálido y muy romántico por las luces tenues, además de los pétalos esparcidos por la mesa.
“¿Te gusta?” le preguntó Cassio, observándola maravillado, mientras ella seguía echando un vistazo a todo.
“¿Tú hiciste todo esto?” quiso saber, asombrada. De verdad parecía una cita planeada de muchas horas.
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