Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 65
Capítulo 65:
“¿Qué es todo esto?” preguntó a Piero, que se encontraba junto a la puerta, esperando que los hombres se retiraran.
Echó un vistazo alrededor.
“¿Dónde está Cassio?”
Piero hizo un gesto invitándola al salón, y señaló una carta y un sobre que había en la mesa.
Se acercó sin comprender y tomó la nota.
[Kat, firma el contrato y reúnete esta mañana con tu nuevo equipo. Eres la nueva jefa de redacción de la revista. Te ama profundamente, Cassio]
Kathia abrió los ojos sin comprender, y pasó de la nota al sobre y del sobre a la nota. ¿Qué significaba eso?
¿Y cómo qué jefa de redacción cuando ese no se suponía que era el ascenso por ser el puesto de Gina desde hace diez años?
Tomó el móvil y marcó un par de veces al número de Cassio, pero nada, siguió insistiendo y esperó y esperó… consiguiendo el mismo resultado.
Nada.
Él no contestaba.
¿Qué estaba ocurriendo y a dónde había ido?
Iba a marcar de nuevo, pero en eso le entró la llamada de su amiga.
“Siena, hola, ¿Sabes algo de Cassio?” le preguntó tan pronto contestó.
“¿Tienes un televisor cerca?”
“Sí” respondió al tiempo que alzaba la vista.
“Pues enciéndelo”
Fue lo que hizo, tomó el control de mando con manos temblorosas y encendió el televisor.
“Kat, ¿Sigues ahí?”
Sí, lo estaba, pero se había quedado pasmada durante eternos segundos.
¿Qué diablos estaba haciendo Cassio…?
¿Y por qué estaba asumiendo una culpa que no le correspondía?
“¿Kat…?” insistió su amiga, preocupada.
“Sigo aquí” musitó apenas con un tono audible, y se llevó de manera intuitiva las manos al v!entre porque de pronto sintió que las arcadas de los últimos días regresarían.
“¿Por qué Cassio está haciendo esto? No lo entiendo… Siena, ¿Qué ocurre?”
Su amiga suspiró del otro lado de la línea.
“No lo sé, pero parece que…”
“¡Se está culpando a sí mismo de un error que no le corresponde! ¡Debería ser yo la que estuviese dando declaraciones! ¡Fue mi error! ¡Fue…!”
“Kat, no, si hay un culpable aquí es tu jefa. ¡Fue ella la que tomó tus notas para hacer todo este escándalo!”
“Sí, pero si yo no hubiese subido la información a la web, entonces esto no estaría ocurriendo”
“Fue un error involuntario” replicó Siena con pesar y ella se dejó caer en el sofá porque las piernas no le estaban respondiendo.
“Te llamaré luego, ¿Vale?”
“Estaré en Roma un par de días más, mientras esto se resuelve, si necesitas que…”
“Lo sé, siempre has estado para mí” musitó con tristeza antes de colgar la llamada, y se recostó contra el sofá pensando en lo que debía hacer.
Insistir en comunicarse con él no sirvió de nada, pues al final terminaba enviándola al buzón. Y hablando de buzón… en ese instante le llegó una notificación que correspondía a la dirección de correo electrónico del dueño de la revista.
“Kathia, buenos días. Me gustaría que nos pudiéramos reunir esta misma mañana en la revista para tratar el asunto de Gina y la publicación de la biografía”
Bufó, pero no le quedó más remedio que confirmar su asistencia, y mientras conducía, intentó por última vez que Cassio le contestara la llamada, pero, obtuvo el mismo resultado: nada.
Cuando él terminó de dar declaraciones, el escándalo mediático no solo llegó como una avalancha, sino que se extendió como una noticia de primera plana en todos lados.
“El empresario Cassio Garibaldi admite sus errores”
“El magnate de la constructora Garibaldi acaba de dar declaraciones escalofriantes”
“Cassio, uno de los mejores empresarios del país…”
Y un sinfín de titulares más que lo hicieron refugiarse un par de horas a solas, mientras su móvil no paraba de sonar.
Lo que estaba ocurriendo en ese momento se sentía como un déjà vu, porque una vez más él y Kathia estaban siendo víctimas de otras personas, con la única diferencia que no iba a cometer el mismo error dos veces.
En el pasado no había confiado en ella, y por eso la había perdido, a ella y los cinco maravillosos años que pudo haber compartido con su hija.
Cinco años en los que Kathia tuvo que salir adelante sola y se había hecho a sí misma una mujer que trabajaba arduamente por sus sueños y los de su hija.
No era justo que perdiera todo eso, porque de haber actuado de una forma distinta en el pasado, probablemente eso no estuviese sucediendo otra vez en sus vidas.
Le debía hacer esto por ella.
Le debía redimirse por el daño causado, y si para ello tenía que echarse a cuestas lo que estaba pasando, lo haría.
Fue lo que hizo ese día apenas despertó.
Su agente consiguió ponerlo en contacto con Valerio, el hijo del dueño de la revista, y este, tratándose de Kathia, aceptó que se vieran para solucionarlo.
La reunión no fue más allá de la cortesía, pues no eran amigos, ni lo serían, mucho menos si ambos querían a la misma mujer, pero era por esa misma mujer que decidieron hacer algo al respecto.
Valerio se mostró sorprendido cuando Cassio le explicó la situación, y el trasfondo de todo aquello, así que no dudó en ponerse en contacto con su padre para contarle todo, y eximir a Kathia de la culpa.
“Esto provocará un desprestigio de moral para tu familia” le había dicho Valerio.
Cassio sonrió sin gracia.
“Mi familia ha hecho cosas de las que no me siento orgulloso”
Que encima habían repercutido en la reputación de Kathia, porque si su equipo insistía en interponer una demanda, ella quedaría desprestigiada en el mundo del periodismo. Era lo mejor que podía por ella, por ambos, pues ella le había regalado la dicha de volver a confiar en él y por lo mismo quería demostrarle que esa confianza iba de ambas partes.
Kathia entró a la revista cuando las puertas del ascensor se abrieron y las sonrisas de sus compañeros fueron las primeras en recibirla, además del delicioso aroma a café que preparaban allí.
“Buenos días, Kathia, el jefe te está esperando en la sala de reuniones”
De acuerdo, la sala de reuniones era para tratar asuntos importantes, pensó nerviosa, mientras se hacía camino con una expresión neutral y abría la puerta de la sala.
Para su sorpresa, Valerio también estaba allí, junto con las cabezas más importantes de la revista.
El hombre se incorporó de su silla para saludarla con un beso de mejilla y un abrazo que ella correspondió intrigada.
Cuando volvió a alzar a la vista, reconoció que Gina estaba allí, pero iba de salida y le pasó por el lado sin atreverse a mirarla y, a juzgar por su rostro, parecía muy descompuesta.
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