Capítulo 48:

Después, se sacó el móvil del bolsillo y le mostró un par de fotografías de Kathia, de su hija y la niñera, que parecían haber sido tomadas desde una distancia demasiado cercana a la casa.

Cassio alzó la vista.

“¡Francesca…!”

La advirtió con esa mirada verde amenazadora que a ella le excitaba.

“¡Si les tocas un pelo, te juro por Dios que no va a quedarte vida para arrepentirte!”

Ella soltó una risa, emocionada.

“¡Me encanta cuando eres agresivo!” le dijo, seductora.

“Pero mejor guarda toda esa energía para la noche de bodas. Soy insaciable, y tú… oh, Cassio, te deseo tanto” y lo besó con áspera pasión.

Cuando Kathia avisó a Piero, el jefe encargado de custodiar la casa, que Cassio estaba en peligro, lo movió todo a través de varias llamadas para intentar localizarlo, pero una hora después todavía no tenían nada y al amanecer nada era distinto.

“¿Ella te dijo que volvería a llamar?” le preguntó Piero a una Kathia que no paraba de caminar de un lado a otro en el centro de la sala.

“Sí, pero no dijo cuándo” respondió angustiada.

No había pegado un ojo en toda la noche, no pudo.

“Francesca está retorcidamente enamorada de Cassio, así que no estoy segura de que sea capaz de hacerle daño”

“Eso es bueno y nos da tiempo” dijo el hombre.

“Si llama, intentaremos rastrear la ubicación”

Ella asintió, pero nada la tranquilizaba, al contrario, con cada segundo que pasaba, sentía una opresión enorme en el centro del pecho; adjudicada a las náuseas y a los leves mareos. En ese momento, Sarah bajó las escaleras para informarle que Cassie estaba haciendo demasiadas preguntas sobre por qué había demasiados hombres fuera de la casa y por qué tampoco había ido al colegio; sin embargo, por ahora, había conseguido distraerla con varios de sus dibujos animados favoritos.

Más tarde, seguían sin respuesta… y Kathia parecía ir con más frecuencia que antes al baño porque las náuseas no la habían abandonado, ni parecía que lo harían pronto.

Cuando regresó con Piero y Sarah, llamaron a la puerta, y los cuatro escoltas que custodiaban el interior desenfundaron sus armas y apuntaron en dirección a los golpeteos, hasta que uno de ellos se asomó a la ventana y le dijo algo a su jefe en la oreja.

Piero miró a Kathia con expresión seria.

“Es Maurizio”

Ella exhaló y después asintió para que abriesen la puerta. Había conseguido comunicarse con él a través de Clara, que, le prometió por la vida de su hijo recién nacido, que él de verdad estaba dispuesto a ayudarlos.

“Clara ya me lo contó todo. ¿Saben algo?” dijo Maurizio apenas ingresó a la casa y miró a Piero, que no se fiaba aún de él y por eso no dejaba de sostener su arma.

El escolta negó y echó un vistazo por la ventana para asegurarse de que no fuese una trampa.

“¡Hay que llamar a la policía!”

Sugirió Kathia, que ya no entraba en su propio cuerpo de los nervios.

Maurizio negó rápidamente.

“Si hacemos eso, solo pondremos a Francesca en sobre aviso”

Kathia arrugó las cejas.

“¿A qué te refieres?”

“Que la policía de Roma está tan metida en el negocio de tráfico humano tanto como Francesca, así que esto solo se puede resolver por nuestra cuenta” dijo y colocó las manos en su cintura, después miró al jefe de seguridad de su primo.

“Francesca solo es una mujer dolida que actúa por impulso, dijo que volvería a llamar, ¿Verdad?” regresó la vista a Kathia.

Ella asintió.

“Bien, entonces esperaremos a que suceda, rastrearemos la ubicación y mis hombres en Roma actuarán cuando yo lo ordene”

Piero entornó los ojos.

“Mis hombres lo harán, no me fio de los tuyos”

“Los tuyos no son unas sanguijuelas como los míos” expresó orgulloso y el hombre apretó la quijada con fuerza.

Después Maurizio miró a Kathia con sinceridad.

“La única forma que tengo de asegurar la vida de Clara y mi hijo, es sabiendo a Francesca tras las rejas o muerta, así que esto me conviene tanto como a ti”

Kathia asintió ligeramente.

“¿Cómo está ella?” preguntó preocupada.

“Recuperándose” respondió Maurizio con un sabor amargo en los labios.

En ese mismo instante, el móvil de Kathia sonó.

“¡Es ella!”

Informó y Piero puso a todo el mundo a trabajar en seguida.

“Mantenla en la línea el mayor tiempo posible y ponla en altavoz” le pidió y ella asintió rápidamente.

“¡Hola, Kathia!” saludó entusiasmada. Kathia notó que tenía los labios pintados de rojo y el cabello recogido elegantemente.

“Tengo dos cosas para decirte, la primera, es que le digas al ridículo de Piero que no intente hacer nada estúpido porque la línea está bloqueada, y segundo, una buena noticia entre tantas, ¿Qué crees? ¡Cassio y yo vamos a casarnos!”

Kathia sintió como si el corazón iba a salírsele del pecho en ese momento. Rabia y contención se apoderaron de ella.

Piero gruñó una maldición.

“¿Qué…?”

“Oh, sí, querida, mira, no es el lugar de mis sueños, pero lo importante es que voy a casarme con el hombre que amo” alejó el móvil para que Kathia pudiese ver el entorno. Había un hombre mayor de traje siendo apuntado por la cabeza y con un libro entre las manos. Cassio seguía atado a la cama, solo que ahora si llevaba una camisa puesta bastante pulcra para la situación en la que se encontraba y ella estaba vestida de novia.

“Lamento no enviarte una invitación, pero tenemos tanta urgencia por casarnos. Aun así, te enviaré la foto oficial cuando seamos marido y mujer. Ciao Ciao”

Y colgó.

El cuerpo de Kathia se desplomó sin fuerzas en el sofá. Sus ojos se nublaron. Maurizio consiguió sujetarla del brazo y se acuclilló frente a ella.

“El teléfono, dame el teléfono” le pidió, ella se lo entregó con la mirada perdida y él comenzó a revisar la galería.

“¡Sí! ¡Tenías la grabadora de pantalla encendida!”

“¿Eso en qué podría ayudarnos?” preguntó Piero.

Maurizio lo ignoró por varios segundos y comenzó a reproducir el video, hasta que llegó a la parte en la que Francesca alejaba el móvil y lo mostraba todo.

“¡Bingo!” gritó.

“¿Qué? ¿Qué pasa?”

Quiso saber Kathia y Maurizio la miró con una sonrisa alentadora.

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