Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 47
Capítulo 47:
“Querrás decir cuando tú nos separaste” le recordó.
“En la guerra y el amor todo se vale, ¿No?” citó con arrogancia.
Kat recargó la cabeza contra la pared y cerró un instante los ojos.
“¿Qué es lo que quieres con todo esto, Francesca? ¿Piensas lastimar al hombre que dices que amas?”
Francesca se quedó en silencio por varios segundos, después Kathia la escuchó suspirar largamente.
“Jamás lastimaría a Cassio”
“¡Entonces suéltalo!”
“¿Y permitir que se quede contigo? Oh, Kathia, eso jamás va a suceder”
Kathia apretó el aparato con rabia.
“¿Entonces qué es lo que buscas con esta llamada?”
“Hacerte saber que yo siempre, siempre… consigo lo que quiero, de alguna forma u otra. Y ni tú, ni la estúpida de Clara, mucho menos el traidor de Maurizio, harán algo para evitarlo” espetó con frialdad. “Yo tengo todos los frentes cubiertos, querida”
“No te saldrás con la tuya”
Francesca soltó una carcajada ácida.
“Lo haré, y tú estarás en primera fila para verlo. Te volveré a llamar después de que Cassio y yo… mmm” jadeó con excitación.
“Podrías imaginarlo”
“¡Francesca!”
La mujer colgó y Kathia ahogó una maldición, apretando los labios con impotencia.
Cassio supo que amanecía cuando un destello de luz entró por una pequeña rendija de una ventana que estaba cerrada y clavada con madera. Cerró y abrió los ojos con ligereza, acostumbrándose al dolor lumbar y el de cabeza.
Tenía la boca seca y los sentidos un tanto dislocados, pero, aun así, logró percibir el olor a humedad y rancio… también que estaba atado de pies y manos.
No sabía qué diablos estaba ocurriendo, ni cómo llegó hasta ese lugar de techos altos, así que intentó hacer memoria.
Pero nada.
Las imágenes eran bastante escasas. Solo podía recordar haber ido hasta la dirección en la que Clara tenía las pruebas que vinculaban a su padre y a Francesca con algo tan monstruoso como lo era el tráfico humano, y después…
Nada.
¡Francesca!
Pensó, exaltado, y un recuerdo más salió a la luz.
Abandonó el lugar con un sobre y un dispositivo USB que había encontrado en un casillero, después de obtener la llave justo como Clara le había dicho a Kathia.
Con anticipación, se había puesto en contacto con un inspector de la policía de Trevi para encontrarse allí mismo.
El hombre llegó… acompañado de Francesca y un séquito de hombres armados.
“Cariño, al fin despiertas” escuchó la voz de la que hasta hace unas semanas creía era su hermana, pero no era más que una maldita enferma. Ladeó la cabeza y la vio, allí, de pie, con una bandeja de lo que parecía ser alimentos.
“Debes tener hambre, y estar sediento. Lo bueno es que aquí me tienes para ti”
Se sentó junto a él en la cama y le sonrió como si allí nada estuviese ocurriendo. ¡Como si él no hubiese sido secuestrado por ella!
La mujer tomó un poco de fruta con un cubierto, pero antes de que pudiese dirigirlo a su boca, Cassio lo regó todo con el codo.
“¡¿Qué diablos es esto?! ¡Suéltame ahora mismo, Francesca!” se removió Cassio entre las sogas que arañaban la piel de sus muñecas y tobillos.
“Shh, shh” ella colocó un dedo sobre sus labios.
“Cariño, solo conseguirás lastimarte y no es lo que quiero, aunque debería estar molesta contigo… sé que congelaste todas mis cuentas”
Él la miró enfurecido.
Su pecho subía y bajaba por la respiración precipitada.
“¿Las cuentas con las que desviabas dinero para la porquería que haces? ¿Cómo es posible que te hayas vinculado con ese tipo de negocios? ¡Estás enferma!”
Francesca suspiró y se lo quedó mirando por largos segundos.
“Me duele que me hables así”
“No mereces menos que eso”
“Lo que merezco es tu amor” le dijo en voz baja y le acarició la mejilla. Él intentó desviar la cara, pero ella lo sujetó con fuerza y él no podía hacer mucho.
“¿Por qué no podemos regresar a los días en los que Kathia no existía en tu vida, eh, mi amor? Éramos tan… tan felices”
Cassio sonrió con amargura.
“Tú te creaste una idea de nosotros que nunca existió” le dijo con un dejo de asco en su voz. Francesca pasó un trago y negó con la cabeza.
“Pero puede existir, ¿No lo ves?” se inclinó a su boca, pegó su frente a la suya y le rozó los labios.
“Tú y yo, Cassio, solo tú y yo”
“Eso jamás va a suceder” le aseguró.
“Yo amo a Kathia, y siempre será ella. Siempre, Francesca”
La mujer, indignada, se alejó de un salto y lo abofeteó.
“¡No vuelvas a repetir eso!” gritó, enfurecida, después se dio media vuelta, tomó una respiración profunda y regresó con él.
“Lo siento, amor, no quería lastimarte, pero… no me la pones fácil”
“¿Qué diablos quieres conseguir con todo esto? ¡Habla de una buena vez! ¿Quieres dinero?”
Ella sonrió con nostalgia.
“El dinero no me importa” le dijo.
“Lo único que quiero eres tú. Quiero que nos casemos”
Cassio abrió los ojos.
“¿Qué…? ¡¿Te has vuelto completamente loca?!”
“No, no…” se inclinó otra vez a él, lo tomó de ambas mejillas y besó sus labios con suavidad. Cassio tensó la quijada.
“Lo tengo todo arreglado, un juez vendrá hasta aquí, nos casará y seremos finalmente lo que siempre debimos ser: marido y mujer. ¿No te parece un plan perfecto?”
Cassio sonrió con sorna.
¿Hasta dónde llegaba la locura de esa mujer?
Peor aún…
¿Cómo no pudo verla antes?
“Yo nunca me casaré contigo, así que aquí podrás tenerme todo el tiempo que quieras y propiciarme el daño que más placer te plazca, pero tú y yo jamás seremos marido y mujer. ¡Estás loca!”
Ella lo miró con suave maldad y esbozó una sonrisa siniestra.
“Claro que lo harás, porque de lo contrario, aquí yo no seré la única en sufrir. ¿Crees que tu séquito de hombres impedirá que acceda a la ridícula de Kathia y la engendro de su hija que nunca debió nacer?” musitó con frialdad y en seguida notó que la expresión de su hombre amado se congelaba.
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