Capítulo 46:

“No, no ahora” musitó cabizbajo y echó un vistazo al reloj.

“Hay algo más importante que debo resolver en este momento”

“Francesca…” musitó ella.

Él asintió.

“Con lo que te ha confesado Clara… no estoy seguro de a qué clase de familia pertenezco, así que debo asegurarme de que tú y Cassie estén bien. Debes volver con ella. Ya Piero está al tanto y va a doblar la seguridad de la casa, no te alarmes si ves demasiados hombros cerca”

Kathia pasó un ligero trago, y notó la oscuridad en su mirada.

“No hagas una tontería” le pidió quedamente.

“Haré lo necesario, Kat, solo lo necesario” tomó su mano y le besó el dorso. Lo necesario implicaba hacerlo todo para saberlas a salvo.

“Vamos”

Se despidieron en el hangar con palabras sutiles y la promesa de reencontrarse en un par de días. Por primera vez, en semanas, Kathia sentía que podía aferrarse a su cuello, alzarse sobre sus puntillas, y besarlo intensamente, pero solo se dieron un cálido abrazo, y pegaron sus frentes durante lo que fue un minuto entero.

“Cuida de nuestra hija” le pidió él.

Ella sonrió con nostalgia.

“Cuídate tú también, por favor” susurró asustada.

“Ya sabemos de todo lo que Francesca es capaz y…”

Sin poder evitarlo, silenció sus labios con un necesario y largo beso. Ella exhaló y se relajó de hombros.

“Estaré bien si tú y Cassie lo están, ahora ve. Te llamaré cuando todo esto acabe… y Kat, te amo, no lo olvides, y aunque sé que no puedo devolver el tiempo y actuar diferente, ahora que tengo la oportunidad no voy a desaprovecharla. Contigo…”

Ella colocó un dedo sobre sus labios y lo miró con sus intensos ojos castaños.

“Tendremos tiempo para hablar de nosotros” le dijo.

“Quizás entonces yo también quiera volver a intentarlo contigo”

Y se fue, dejándolo allí, más esperanzado que nunca, con un torbellino de emociones sacudiendo su pecho.

Al regresar a la costa, lo primero que hizo Kathia fue estrechar a su pequeña en brazos, después corrió al baño a devolver el estómago.

Eso solo le sucedía cuando estaba demasiado nerviosa… y las últimas horas eran para estarlo… las siguientes ni se diga.

El resto del día, además de no poder retrasar el trabajo porque su jefa le informó la súbita decisión que había tomado el equipo al adelantar la fecha del libro, estuvo pendiente al teléfono por si Cassio llamaba con noticias.

También se comunicó a la clínica. Le preocupaba el estado de salud de Clara y el bebé. Los dos lo estaban haciendo bien a pesar de las circunstancias.

Por la noche, se dio cuenta de que la casa estaba doblemente custodiada, lo que le permitió serenarse un poco. Cassie hacía preguntas al respecto, y aunque no podía mentirle, no había forma de explicarle lo que estaba ocurriendo, así que intentó divertirla hasta que se quedó dormida.

“Kat, noté que no comiste nada de lo que hice para la cena, así que te he preparado este té, es tu favorito” le dijo Sarah, ofreciéndola una taza de té de anís dulce.

Eran casi las once y le había pedido que se quedara a dormir. Prefería tener cerca a la gente que le importaba.

Eso incluía a Cassio…

¿Por qué diablos todavía no llama?

¿Qué estaba ocurriendo?

¿Dio parte a la policía?

Con las pruebas que le había dicho Clara que tenía, mismas que él prometió buscar en el lugar secreto donde ella las tenía guardadas, era suficiente para que Francesca no pudiera evadir la justicia.

“Gracias, Sarah” musitó, y apenas tomó la bebida entre sus manos y se la llevó a los labios, otra vez las náuseas regresaron.

Corrió al cuarto de baño y se encerró allí un largo rato, y devolvió el estómago hasta que solo tuvo simples arcadas.

Se enjuagó el rostro y tomó varias respiraciones.

Su móvil sonó dentro del bolsillo trasero de su pantalón. Era Cassio, Dios. ¡Al fin! Pensó más aliviada.

“Cassio, por fin llamas…”

“No soy Cassio, pero estoy segura de que puedes adivinar con quien vas a tener una larga… larga conversación esta noche”

El corazón de Kathia se paralizó.

Y un mareo la atravesó tan fuerte que tuvo que sujetarse de las paredes.

“Kathia, Kathia…” canturreó Francesca, divertida.

“¿Sigues ahí, querida?

Kat sintió que sus piernas no responderían si se alejaba de la pared, así que recargó la espalda contra la misma y tomó una larga respiración.

“¿Qué quieres?” gruñó entre dientes.

“¿Dónde está Cassio?”

“Oh, pero Kathia, si Cassio siempre ha estado seguro en mis brazos” le dijo con malicia, picardía en la voz.

“Y para que veas lo generosa que soy, te enviaré una prueba. Revisa tus mensajes”

El aparato sonó con una nueva notificación.

Era una imagen de Cassio.

Estaba dormido… o desmayado; lo supuso porque al agrandar la imagen pudo notar el rastro de la sangre seca a un costado de la sien.

Estaba atado a una cama con sogas en las muñecas, no llevaba puesta la camisa ni los zapatos, sino únicamente el jean con el que lo había visto por última vez.

“¿Y qué dices de esto, querida Kat?” habló Francesca otra vez, y envió ahora un video.

Sus dedos largos recorrían la piel expuesta de Cassio; brazos y pectorales. Sus uñas arañaban ligeramente la carne, dejándole marcas… y después, su lengua lo recorría largamente, hasta que sus labios se topaban con la hebilla del cinturón.

Todavía quedaban unos segundos más por ver, pero ella quitó el video por la increíble repulsión que sintió.

“¡Estás enferma!” le gritó en voz baja cuando se llevó el móvil a la oreja. No quería que su voz alertara a Cassie en la habitación contigua.

“Solo disfruto finalmente de lo que en un principio debió ser mío y tú decidiste arrebatarme” soltó con ponzoña.

“Cassio es tu hermano, Francesca, ¿Cómo siquiera puedes…?”

“Blah, blah, blah” se burló de la mujer.

“El mismo cuento de nunca acabar. No seas ridícula, Kathia Scuderi, Cassio no es mi hermano, por nuestras venas no corre la misma sangre, así que no estoy haciendo nada que no pueda ser correcto”

“Y de serlo, él ni siquiera te ama…”

“¡Cállate!” le gritó.

“¡Fui yo la que estuvo para él cuando tú te largaste!”

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