Capítulo 45:

Después se sentó sin fuerzas en una silla. Cassio se acuclilló a su lado, y tornó sus manos entre las suyas, se las besó con cariño y la miró con devoción. A veces le costaba creer que ella estuviese en su vida de nuevo, no aún de la forma que anhelaba, pero lo estaba, el resto solo era camino por recorrer. No había prisa.

“Kat, ¿Qué ocurre?” le preguntó con pesar, aunque un poco más aliviado. Solo restaba que Clara se recuperara de la cesárea y siguiera luchando contra su enfermedad.

Ella lo miró enternecida, con los labios sellados y una enorme angustia en el centro de su pecho. La noticia lo iba a destrozar.

“No me gustaría tener que pedirte esto, pero… tienes que llamar a Maurizio” le pidió. Se lo había prometido a Clara.

Cassio se incorporó con desconfianza.

“¿Por qué habría de hacer tal cosa?”

Ella se encogió de hombros y negó ligeramente con la cabeza.

“Es importante” musitó.

“Kathia…”

“Tiene una explicación, y voy a dártela, pero…”

“Entonces hazlo, porque no comprendo que podría hacer ese desgraciado aquí” la miró con extrañeza. Ella bajó la mirada.

“¿Es Clara? ¿Ella te lo ha pedido?”

Kathia asintió.

“Maurizio es el hombre que ella ama… y el verdadero padre de ese bebé” confesó, y no dejó de notar como su expresión se congelaba de a poco.

Cassio negó, incrédulo, y luego miró la puerta del quirófano con rabia.

Kathia lo detuvo tomándolo de las mejillas, consiguiendo de a poco que su cuerpo se relajaba bajo su contacto. Ella siempre había conseguido esa reacción en él.

“No seas duro con ella…”

“¿Cómo me pides algo así?” le preguntó con la voz quebrada.

“¡Clara me mintió aun cuando tenía mi protección y cariño!”

“Francesca la amenazó y ella solo estaba haciendo lo que creía correcto” le dijo.

Cassio le apartó las manos con delicadeza y después derramó toda su rabia golpeando la pared.

“¡Maldita sea!” gruñó.

“Francesca ha llegado demasiado lejos, voy a…”

Antes de dirigirse a la salida, Kat lo tomó del brazo.

“No hagas una tontería, no ahora, tú mismo lo dijiste, solo conseguirás alertarla” le recordó con suavidad.

Él temblaba del coraje.

“Cuando sea el momento, no podrá evadir la justicia”

“Me parece que el momento ha llegado” decidió, porque de lo contrario, iba a matarla él mismo con sus propias manos.

Ya les había hecho demasiado daño.

Kathia lo abrazó.

“Estoy contigo”

Dos horas después, habían conseguido estabilizar a Clara. Su situación no era la más favorable, sobre todo por lo inquieta que se encontraba, y su doctora de planta creía que las próximas cuarenta y ocho horas serían cruciales, así que solo restaba esperar.

La idea de llamar a Maurizio había sido un ‘no’ rotundo para Cassio; sin embargo, sabía que esas podían ser las últimas horas de Clara y no era un desalmado como para no cumplir su último deseo.

Su primo llegó tan rápido como fue avisado.

“¿Dónde está?”

Cassio se tensó bajo el intento de Kathia por transmitirle tranquilidad a través del contacto de sus dedos entrelazados a los suyos.

No era el momento para enfrentarlo.

Señaló con el gesto la habitación a la que habían transferido a Clara, pero, antes de que Maurizio cruzara la puerta, lo tomó firmemente por el brazo.

Se miraron las caras.

“Si llegas a lastimarla… te juro que te arranco la vida con mis propias manos”

Maurizio pasó un trago.

“Clara representa para mí lo mismo que Kathia para ti, Cassio”

Él sonrió con amargura.

“No me fio de ti, y si estás aquí, es porque ella lo ha pedido, así que…”

“Cassio…” Kathia tomó su brazo y lo instó a que lo soltara.

Ella tampoco se fiaba de él, no después de haber participado en aquel retorcido plan para separarlos; sin embargo, era la decisión de Clara que él estuviese allí, y debían respetarla.

El bebé, como había nacido prematuro, iba a permanecer en incubadora hasta que el neonatólogo evaluara su situación.

Fue la información que pudieron rescatar de parte de la doctora, ya que Cassio era el que hasta ese momento se conocía como el padre de ese niño.

Más tarde, Maurizio salió, y el enfrentamiento verbal entre él y su primo fue casi tan fuerte que la seguridad personal de ambos tuvo que intervenir.

“Me la tengo que llevar de aquí, no está a salvo” alegó el recién enterado padre. Jamás creyó que iba a ser uno.

“¿Y eso fue lo que pensaste al arrastrarla a tan retorcido plan?” le preguntó sarcástico.

“Clara ahora mismo está delicada de salud, y tiene seguridad personal que, ni siquiera tú, has podido saltarte, así que ella no se moverá de aquí”

“¡Es mi mujer, Cassio!” exclamó Maurizio.

“¡No supiste tratarla como tal!”

“¡¿Y vas a ser tú quien me dé cátedra al respecto?!”

Cassio apretó la quijada y no le tomó ni dos segundos tomar a su primo del cuello de la camisa.

“Todavía no olvido lo que le hiciste a Kathia” le dijo con contención en la voz.

“Y me importa lo arrepentido que puedas estar ahora. Tú y Francesca no solo jodieron mi matrimonio, sino que están hasta el cuello de delitos… y pagarán por ello”

“¡Basta los dos!” intervino Kathia y los miró con expresión dura, después exhaló y le pidió a Cassio que lo soltara, que no era el lugar ni el momento para continuar con aquella afrenta.

Maurizio se estiró la camisa y los miró con pesar.

“No puedo devolver el tiempo, pero puedo ayudarlos a detener a Francesca” dijo, sincero.

“Y si tengo que enfrentar a la justicia por mis decisiones, entonces lo haré”

No dijo nada más, salvo que por favor le informaran de Clara, que él personalmente iba a reforzar su seguridad y la de su hijo.

“Tienes que hablar con ella, sé que lo necesita” le pidió Kathia, cuando amanecía, dándose cuenta de que él llevaba un rato mirando la puerta.

Él negó.

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