Capítulo 43:

“Cassio, voy a…” intentó decir, pero él selló sus labios con un beso que la dejó mareada.

“Solo déjate ir, Kat” susurró contra la boca femenina.

Ella aceptó la invitación. Su cuerpo vibró en los brazos de su ex marido. Y él vertió todo de sí en el cálido interior, susurrando un débil:

“Te amo”.

Saciado y feliz, Cassio se desplomó sobre el colchón, y la instó a que ella hiciera lo mismo, pero, contrario a eso, Kat se incorporó y comenzó a vestirse.

“¿Te vas?” le preguntó él, un tanto desconcertado por el cambio repentino.

“Sí, no me gusta fallar a las promesas que le hago a mi hija” musitó sin atreverse a mirarlo.

Cassio echó un vistazo al reloj de pared.

“Todavía queda un poco más de tiempo. ¿Podemos…?”

“De verdad tengo que irme, lo siento”

Cuando terminó de abrocharse el sujetador, Cassio se incorporó y la tomó del mentón, obligándola a mirarlo.

“¿Qué ocurre? ¿Dije algo que no te gustara?” preguntó con un dejo de preocupación. Ella se tensó y bajó la mirada.

Él asintió con pesar.

“Fue porque te dije que te amaba, ¿No es así?”

“Cassio, yo…”

Él colocó un dedo sobre sus labios y negó con una sonrisa triste.

“Te amo”

Le repitió con sinceridad y besó su frente.

Después la miró enternecido a los ojos.

“Y está bien si aún no te sientes lista para corresponder otra vez a esas palabras, por eso esperaré paciente a que llegue ese día. No tengo prisas contigo, te lo dije. Te llevo a casa, ¿De acuerdo?”

Ella asintió con un enorme agujero en el pecho.

Las siguientes semanas avanzaron sin contratiempos. Cassio llamaba constantemente a Roma. Maurizio creía que dirigía la empresa con libertades, Francesca, aunque ya no era más la jefa de relaciones públicas, vivía en la mansión.

No hizo nada al respecto porque lo mejor era tomarla desprevenida cuando llegara el momento, mientras tanto, había doblado la seguridad de Clara en la clínica, pues no le gustó saber que había intentado acceder a ella, también hizo lo mismo con Cassie y Kathia.

Su relación con ella iba a pasos de tortuga.

Durante todas esas semanas, la había invitado al cine como cuando eran jóvenes, a dar un paseo a la playa, al teatro, a sobrevolar la costa en helicóptero o a simplemente tener una cena romántica.

Aceptó varias… pero sucedió únicamente porque a la hija de ambos le entusiasmó ir a ver el estreno de La Sirenita y enterrar los pies en la arena antes de correr a la playa.

Cassie todavía no le decía papá, pero con ella, las cosas si habían progresado un poco más, incluso un día fue a buscarla al colegio de sorpresa después de que él y Kathia hubiesen terminado con todo el asunto de la biografía.

Respecto a eso, y según lo que ella le había comentado, era muy probable que el libro saliese antes de la fecha estipulada por órdenes de su misma jefa.

Él no mostró quejas, en un principio eso solo lo había usado como excusa para acercarse a ella, pero ahora que sabía que Kat iba a obtener un ascenso, además de la popularidad que conseguiría como una de las periodistas más jóvenes en escribir la biografía de un empresario que ocupa los primeros puestos de Forbes, se daba por satisfecho.

“Mami, ¿Cassio se puede quedar a dormir?” preguntó la pequeña.

Kat abrió los ojos.

Todas esas semanas junto a él habían sido simplemente maravillosas.

No podía quejarse.

Su hija cada vez lo mencionaba más y quería estar cerca de él la mayor parte del tiempo. Juegos, salidas, incluso a veces ella le daba su mano cuando había que cruzar la calle. Todo era un complemento que, poco a poco, Cassio se había ganado.

“No lo sé, cariño, ¿Por qué no se lo preguntas tú?”

Cassie se acercó a su padre con esos ojos maravillosos que había heredado de él.

“¿Te quieres quedar a dormir?” le preguntó ilusionada.

“Hoy es noche de pizza. La única que mamá me deja comer sin limitaciones”

Kat negó con la cabeza, pero sí, eso era una regla entre ellas.

Solo los viernes podían comer cualquier cosa que no fuese saludable.

Lo llamaban un balance y había ayudado muchísimo en la alimentación de la pequeña en sus primeros años, por lo que nunca había tenido problema para comer verduras y vegetales.

Cassio se acuclilló frente a ella y la sentó en su rodilla.

“Me encantaría, pero solo si es pizza de pepperoni”

“¡Pepperoni, siii! ¡Mi favorita!”

Cassie dio saltitos de felicidad.

La noche fue amena.

El resentimiento que sentía Kathia por Cassio de a poco se iba esfumando, y la forma en la que su hija y él se complementaban y recuperaban algo del tiempo que se había perdido, era un plus que encandilaba su corazón de alegría.

Después de haber comido y reído tanto, la pequeña adoración de los padres se quedó dormida en el sofá.

Cassio aprovechó de llevarla a su habitación mientras Kathia se hacía cargo de la cocina.

“Estamos solos” él la sorprendió por la espalda cuando bajó.

Ella soltó una risa y negó con la cabeza.

“No, no lo estamos, además…” de pronto el móvil de él comenzó a vibrar.

Era de la clínica.

De allí solo lo llamaban si era importante porque él era el contacto principal de emergencia.

“¿Cassio?” era la voz de Clara, y sonaba angustiada. También jadeaba como si estuviese agitada.

“¿Qué ocurre? ¿Estás bien?”

“El bebé… “ musitó.

“Algo pasa. ¿Puedes venir?”

Su pulso trepidó.

“Voy para allá”

Antes de colgar, volvió a escucharla.

“Trae a Kathia… ?”

Kathia esperaba poder compensar algún día a Sarah por estar disponible para ella cada vez que lo necesitara.

Esa noche, antes de volar a Roma, fue una de esas veces.

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