Capítulo 41:

Todavía rondaba en su cabeza lo que le había pedido su jefa que hiciera, y bajo ningún motivo, a pesar de que tenía información para destruir a Cassio, el hombre que inevitablemente amaba y al padre de su hija, no podía ni se sentía capaz de hacer algo así, incluso si con una simple nota que ella sacara no solo conseguía el ascenso de sus sueños, sino un aumento salarial que le permitiría más libertad financiera.

Dio reproducir a la grabadora y escuchó aquella conversación con Maurizio, la intervención de Francesca y sobre todo, la confesión de Cassio respecto a Clara. Suspiró y apagó el aparato. Después envió a Gina un buen adelanto de lo que ya tenía.

“Se ha quedado dormida”

Cassio la sorprendió.

Ella alzó la vista y sonrió con nostalgia.

“Es perfecta, Kat. De verdad me sorprende que esa niña maravillosa sea mi hija”

“Te dije que ella no guardaba rencor, y por lo que he visto, te ha comenzado a hacer un espacio en su corazón” dijo mientras cerraba la laptop y la libreta.

No lo advirtió acercarse. Cuando lo miró, él absorbía su imagen.

Kathia siempre había tenido el poder de enloquecerlo en todos los aspectos, y esa noche, con ese pijama de seda que enmarcaba sus perfectos y erizados pezones, se veía jodidamente preciosa, íntima.

“¿Y en el tuyo, Kat? ¿Cuándo será el momento en el que me haga un espacio en tu corazón?” le preguntó en voz baja, ella pasó un trago por la devoción de su mirada, y el deseo que había comenzado a despertarse en su interior.

Con él, en ese aspecto, no podía controlar lo que sentía.

“Mi corazón se ha cerrado a esa posibilidad hace mucho tiempo” le dijo, intentando mantenerse tranquila.

Él sonrió con picardía porque sabía que le mentía.

“En cambio, el mío no ha hecho más que anhelarte, y eso, Kat, en algún momento, no tendrás más opción que creerlo”

“Intento creerte” le confesó.

“Pero estar contigo implicaría estar en medio de una batalla familiar que no me corresponde, ni me apetece estar”

“Entonces eso no tiene nada que ver con la confianza o el corazón, sino con las circunstancias, porque de ser otras… ¿Me recibirías de vuelta?”

El suave rumor de su voz hizo que partes del cuerpo de Kathia se erizaran.

“Cassio, yo… no sé qué decirte” musitó.

“No hace falta que digas nada, tu cuerpo siempre lo ha hecho por ti” le dijo, y lo siguiente que hizo, fue besarla con delicadeza y pasión.

“Sé que te dije que sería paciente, y lo he sido, pero joder, cariño, ahora mismo no puedo contenerme”

Ella abrió la boca cuando su lengua buscó la suya en un intento desesperado por profundizar el beso. Sus piernas temblaron, y su hambre sexual despertó entusiasta.

“Cassio…” susurró. Él se separó apenas unos escasos centímetros y pegó su frente a la suya, exhalando despacio, y le acarició la cintura.

“Jamás he tenido a un hombre en casa, no de esta forma, y no creo que sea correcto”

“Kat, yo no soy cualquier hombre, lo sabes” y la pegó a su ferviente er%cción.

Ella pasó un trago, intentando contenerse para no saltar sobre él y que la tomara allí mismo en la cocina.

“De todas formas, no quiero irrespetar la casa en la que vive a mi hija” bajó la mirada.

“Creo que debes irte a la tuya”

Cassio asintió, comprendiendo. Tenía razón, ellos no habían llegado a un punto en el que él mereciera pasar la noche allí.

“Tienes la llave de mi pent-house, me gustaría que la usaras mañana en la noche” le propuso, ella negó e intentó decirle algo, pero él selló sus labios con un nuevo beso.

“No tomes una decisión ahora, aunque te confieso que me muero por verte cruzar mi puerta”

Como despedida, besó su frente.

Kathia se quedó allí, de pie.

La llave estaba en su cartera, siempre había permanecido allí… y sabía que, si la usaba, no solo estaría entrando a su vida, sino que lo volvería a dejarlo entrar a él en la suya.

Cassio experimentó el alivio cuando colgó la llamada con el agente de investigación. Tenían pruebas bastante sólidas respecto al intento de desfalco de la empresa hace cinco años y los principales vinculados eran Maurizio y Francesca, tal y como lo había sospechado.

Tenía a un equipo muy discreto siguiendo sus pasos, así que solo era cuestión de tiempo para que la bomba mediática estallara… solo esperaba que no arrasara con las dos personas que más quería: Kat y su hija.

Salió del gimnasio privado con una toalla en torno a su cuello y se secó el rostro. De pronto, llamaron a la puerta y echó un vistazo a su muñeca; eran casi las nueve y no esperaba a nadie.

“¿Sí…?” inquirió largamente.

La mujer, que era una rubia de piernas largas y mirada penetrante, sonrió.

“¿Cassio Garibaldi?” averiguó ella.

Él no respondió.

“Claro que lo eres. Me dijeron que un guapo ojiverde estaba necesitando de mis servicios”

“¿Qué…? No, yo no…” la rubia colocó un dedo sobre sus labios, coqueta, y se inclinó seductora hasta él.

“Note preocupes, soy profesional y este encuentro jamás lo sabrán los medios. ¿Me invitas un trago antes de ir a la cama?”

Iba a responder, pero, en eso, el elevador del pasillo, que daba directo con su puerta, se abrió.

La expresión de Kathia se congeló en el acto. Y la escena le hizo tanto ruido que no pudo reaccionar de inmediato, ni siquiera los siguientes segundos.

En cuanto Cassio la advirtió por encima del hombro de aquella rubia esbelta, la apartó como si de pronto se le hubiese pegado un bicho al cuerpo. Él no llevaba camisa, tampoco estaba calzado, solo tenía puesto unos pantaloncillos a la cadera que le permitía entre ver el torso trabajado y el rastro de una pequeñísima capa de sudor.

“¿Kathia…?” musitó él, consciente de lo que allí parecía.

Ella sonrió sin gracia, y sus ojos se empañaron.

“Oh, sorpresa” respondió con ironía e hizo acopio de toda su entereza para presionar el botón del ascensor.

Solo quería marcharse de ese lugar, pero el elevador no fue lo suficientemente rápido y Cassio hizo que se detuviera.

“Tú no te mueves de aquí” le ordenó a la rubia y luego la miró a ella con pesar.

“Kat, no sabía que vendrías, al final no me confirmaste nada”

Ella negó con la cabeza.

No podía creer lo cínico que era.

“Y ya veo para qué querías que lo hiciera” expresó con la mayor entereza que pudo rescatar e hizo un gesto hacia la mujer que aguardaba perpleja junto a la puerta.

“No, esto no es lo que…”

“¿Qué? ¿No es lo que creo?” lo interrumpió ella, y volvió a presionar el botón. Cassio insistió en detenerlo, en medio de las puertas.

Ella volteó los ojos.

“Hazte a un lado, Cassio”

“No, primero vas a escucharme” le dijo en un tono serio.

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