Capítulo 39:

“Es una sorpresa, cariño” le dijo ella, tan nerviosa como inquieta.

“¡Me encantan las sorpresas!”

Más tarde, caminaron juntas a la playa. Kathia comprobó que efectivamente eran las ocho y aguardó en el muelle, sabiendo que su corazón no dejaría de palpitar acelerado durante las horas siguientes.

Pasados unos minutos, le envió un mensaje a Cassio.

“¿Dónde estás?”

Segundos más tarde, recibió una respuesta.

“Frente a ustedes”

Cuando alzó la vista, ahogó un asombro inevitable.

Un barco se aproximaba al embarcadero. Era el único ese día, así que no fue muy difícil ubicar al padre de su hija en la cubierta, ataviado en un traje marino con coraza dorada.

Su hija apretó su mano, y alzó su carita para mirarla.

“¿Mami…?” musitó con voz queda.

“¿Es… es… es papá?”

El corazón de Kathia brincó con fuerza y pasó el enorme nudo que se hizo en su garganta cuando Cassio saltó al muelle y adoptó una postura típica de superhéroe.

Ella solo asintió, no encontró el habla, y la soltó, para que su hija fuese quien tomase la decisión de correr a los brazos de su padre.

Fue lo que hizo, y todo ocurrió como una película en cámara lenta. Los pies de Cassie se movieron con prisa, y no se detuvieron hasta llegar frente a su sueño más anhelado. Sin esperarse a nada, lo rodeó por las piernas.

Cassio exhaló de alivio, y se acuclilló frente a la pequeña. Acto seguido, se quitó la máscara que cubría sus ojos.

La sonrisa de Cassie se congeló y retrocedió un paso.

“Cassie… hija” musitó él, al fin. ¡Al fin podía decirle que era su hija!

La pequeña negó asustada y buscó en seguida el resguardo de su madre, que se había acercado ya con el alma pendiendo de un hilo.

“Mami, ¿Por qué Cassio está disfrazado de papá?” preguntó desconcertada, y lágrimas asaltaron el rostro de la madre.

Cassio se quedó pasmado.

“Oh, mi niña” Kat se puso a la altura de su hija, y le borró las lágrimas.

“Cassio es… tu papá”

Ella retiró bruscamente del contacto.

“¡No!” gritó, después miró a ese amigo que ella creía, era bueno, pero no era más que un mentiroso.

“¡Tú no eres papá! ¡Mentiroso! ¡Mentirosos los dos!”

“Cassie…” la voz del padre se quebró.

“¡Mentiroso! ¡Tú eres Cassio! ¡Tú no eres papá!” Y salió corriendo de allí.

“¡Cassie!” él intentó alcanzarla, pero Kat se interpuso y lo miró destrozada.

“No es el momento… debo hablar con ella” musitó con dolor y fue en busca de su hija.

Cassio asintió, y miró cómo las dos mujeres de su vida se alejaban.

Con el corazón marchando a toda máquina, Kathia llegó a casa, donde sabía que se encontraba ya su hija porque la siguió muy de cerca. Era una niña tan inteligente que se sabía el camino de regreso.

Dios.

¿Cómo no pudo advertir que algo así ocurriría?

“¿Dónde está?” le preguntó a Sarah tan pronto entró por la puerta.

“Se ha encerrado en su habitación y no quiere abrirme” explicó la joven niñera, y la miró con calidez y preocupación.

“Kat, ¿Qué fue lo que ocurrió para que Cassie llegara así?”

Kathia se mesó el cabello y negó con la cabeza.

Las lágrimas la asaltaron otra vez y su voz no respondía.

“Subiré a verla, luego te explico”

Sarah asintió con un dejo de nostalgia y la madre preocupada subió las escaleras.

“¿Cass?” llamó tocando a la puerta con delicadeza. La escuchó sollozar e intentó abrirla, pero estaba cerrada.

“Cassie, cariño, ¿Quieres abrirle a mamá?”

Esperó un par de minutos, en silencio, sabía que su hija nunca había sido rebelde. Era la primera vez que tenía esa clase de arrebatados… y ella no sabía del todo que hacer. Cuando escuchó el cerrojo y vio su carita húmeda asomarse, el alma se le cayó al piso.

“Cassio no es mi papá, ¿Verdad, mami?” le preguntó con un dejo de esperanza.

“Él estaba aquí, casi siempre, yo lo veía… y papá está en el mar, salvando a los peces y a las princesas”

“Mi cielo…” musitó la madre, apabullada.

“Hay tantas cosas de las que quiero hablarte. ¿Te sientes preparada para dejar entrar a mamá y conversar sobre eso?”

Ella siempre había dado a su hija opciones que validaran sus sentimientos, y el espacio a solas, si eso era lo que ella necesitaba en ese momento.

La pequeña Cassie asintió y se hizo a un lado. Las dos se sentaron frente a la ventana, en medio a cojines, mantas y peluches.

Ese era el rincón de la habitación que siempre escogían para hablar de cosas que creían importantes; era como un ritual, y observaban en el horizonte el mar abierto, donde papá navegaba… o donde la niña solía creer que lo hacía.

“¿Siempre fue mentira?” Cassandra, armándose del valor que siempre la había caracterizado como niña, fue la primera en preguntar. Kat la miró con ojos dulces, y nostálgicos.

“Cassie, mi pequeña” acarició su mejilla. La niña le tomó la mano y clavó su mirada verde en la suya castaña y suspiró.

“Mamá, ya soy una niña grande, quiero la verdad”

“Lo sé, mi amor, y es todo lo que mereces, la verdad” le sonrió y la instó a que se recargara contra ella, mientras mesaba su cabello.

“Te voy a contar una historia”

Comenzó por el principio, cuando fue concebida con amor y cariño, y que su llegada había sido completamente deseada, tanto que llevaban un par de meses buscándola.

También le dijo que durante ese proceso ocurriendo un par de cosas que los llevó a separarse; a ella y a papá.

“¿Entonces papá no me quería?” le preguntó con tristeza, y alzó la vista.

“No sabía de tu existencia, cariño, pero de haberlo hecho… te habría adorado casi que con la misma fuerza que yo” le dijo con seguridad, porque Cassio le había pedido a esa niña durante todo su último año de casados.

Continuó, mientras la pequeña escuchaba atenta, intentando comprender cada palabra, y sabiendo que, con una de ellas, su corazón se quebraba un poco más.

Suspiró.

“Entiendo” dijo al final, después de casi una hora.

Kathia la miró todavía con la vista empañada.

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