Capítulo 38:

Estaba ataviada dentro de un vestido ligero, con líneas en relieve de azul. El maquillaje era simplemente un sonrojo natural y labios humectados. Su cabello era una cascada amielada sobre sus hombros que cubría la sombra de esos frondosos pechos que probó hace días, y de los que aún guardaba su textura y sabor.

“Estás preciosa esta noche, Kat” le dijo con dulzura. El viento veraniego resoplaba con fuerza, así que retiró varios mechoncitos de su rostro y aprovechó para acariciarle la mejilla. Ella bajó la mirada, roja hasta los poros.

“¿Vamos?”

Ella no pudo evitar reconocer que estaba guapísimo esa noche, y que olía a ese mismo perfume que hacía años ella misma le había regalado en un cumpleaños. Desde entonces, se había convertido en su favorito.

No supo por qué le alegró que siguiera usándolo en ocasiones.

También, estaba vestido con un pantalón color beige y una camisa de botones blanca, suelta. Y el cabello lo llevaba al viento.

El interior del restaurante era cálido, por no decir qué íntimo, demasiado, y Cassio había reservado una mesa en el área VIP que los separaba del resto. Velas encendidas y pétalos blancos eran parte de la decoración.

“Dijiste que no era una cena romántica” musitó ella, mirándolo seria.

Él correspondió al contacto visual con diversión.

“No lo es”

“Cassio…” advirtió y suspiró.

“Solo quiero tener una noche especial contigo, Kat, es todo”

“¿Entonces me mentiste? ¿No se trata de Cassie?”

“Por supuesto que sí, es el tema principal, pero eso no quiere decir que no pueda tener este tipo de atenciones contigo”

Ella se cruzó de brazos y miró a los lados.

“Estás haciendo de esto un plan romántico, Cassio, y no lo es, además, te recuerdo que estoy escribiendo una biografía sobre ti y mi nombre aparecerá allí como la autora, no es propio que nos vean cenando de esta forma”

Cassio asintió, comprendiendo.

“De acuerdo, podemos ir a otro lugar si es lo que prefieres”

“Ya estamos aquí, solo… compórtate, ¿Quieres? Somos profesionales. ¿Qué va a decir la gente?”

“No me importa lo que diga la gente. Es mi trabajo y necesito mantenerlo”

“Yo puedo mantenerte si quieres” le dijo a modo de broma y ella volteó los ojos.

“Kat, está bien, nadie verá un gesto imprudente de mi parte. ¿Nos sentamos ya?”

Ella exhaló profundo y asintió. Cassio abrió la silla para ella, y rozó intencionalmente su espalda, provocándole ligeros espasmos involuntarios.

Sonrió divertido.

Cassio no la intentó seducir el resto de la noche, y no porque ganas le hubiesen faltado, sino porque sabía que Kathia se sentía más cómoda así, incluso sonreía de forma fresca y jovial ante cualquier comentario.

Compartieron la entrada, bebieron vino blanco y conversaron sobre los primeros años de Cassie. Kathia le habló de sus primeros pasos, su primera palabra; que fue plátano, su primera gripa, incluso su primer raspón en la rodilla, mientras tanto, por su parte, Cassio se enternecía al escuchar cada palabra y sentía un ligero tirón en su corazón cada tanto.

Dios, se había perdido muchos de los mejores momentos de su hija. Pensó con nostalgia y sonrió triste. Ya no estaba dispuesto a dejar pasar más tiempo, ya no.

Quería estar en la vida de esa niña maravillosa que Kathia había criado. Y quería que ella estuviese para él, enseñándolo a ser el padre que en cinco años le arrebataron la oportunidad de ser.

“Cassie está ansiosa por conocerte” le dijo ella, recién habían terminado de comer.

“¿Ella tiene alguna idea de que yo soy su padre?”

“No, pero eso es algo que te corresponde a ti aclararle, te recuerdo que Cassie es una niña inteligente, pero también muy explosiva. Tiene demasiado amor en su corazón para dar y…”

Cassio tomó la mano de su ex esposa por encima de la mesa. Ella se silenció a sí misma y lo miró. Él sonreía.

“Kat, haré todo lo que esté en mis manos y más para ser digno de ella” le dijo sincero.

“Mañana, en el muelle, a las ocho. ¿Puedes llevar a Cassie?”

Kathia no sabía cuáles eran sus planes, así que lo miró un tanto recelosa.

“Cassio…”

“Dijiste que intentarías confiar en mí, Kat” le dijo con pesar, aunque la comprendía totalmente. Quería a toda costa resguardar el corazón de su hija, de esa hija que al final del día era de ambos.

“Intento hacerlo” musitó y lo miró intensamente por varios segundos.

“Mañana a las ocho”

Cassio asintió.

Era lo único que pedía, él ya se encargaría del resto.

Kathia se soltó ligeramente de su contacto para mirar la hora. Eran casi las once.

“¿Nos vamos ya?”

“Por supuesto”

Cuando aparcaron frente a la pintoresca casa con jardín de la Scuderi, Cassio se desabrochó el cinturón para mirarla.

Kathia tenía toda su atención, y estaba sonrojada, lo que le gustó.

“Gracias por cenar conmigo esta noche” le dijo en voz baja.

“Sé que accediste a hacerlo por nuestra hija, pero, aun así, alimenta mi esperanza”

Ella sintió un aleteo en el pecho y suspiró.

“Cassio…”

“No digas nada” le pidió, acunando su mejilla. Intuitivamente, Kat se afianzó más al contacto cálido. Cassio sonrió y sacó algo del interior de su bolsillo. Era una llave y ella lo miró extrañada cuando se la entregó.

“¿Qué es… esto?”

“Es una llave que abre la puerta de mi pent-house” musitó.

“Úsala si alguna vez te sientes lista para volver a mí. Yo estaré esperándote, Kat, cada día, cada noche”

Ella intentó decir algo, pero él le acarició los labios y sonrió.

“No tengo prisas, incluso si pasa un año o dos, estaría bien para mí” ella miró la llave entre sus manos y pasó un trago.

Después, regresó la vista a él.

“El tiempo que te tomes lo decides tú, no hay presión por mi parte, ¿De acuerdo?”

Le besó la comisura de los labios y después se bajó para acompañarla hasta la puerta. Cuando ella ingresó, se miraron por un largo rato en silencio.

“Buenas noches” susurró ella, aún aferrada a su mirada verde.

“Buenas noches, Kat” se despidió él, sin atreverse a soltar la suya castaña.

La mañana siguiente, Kathia despertó un poco antes, le envió un mensaje a Sarah para que no llegara hasta después de las nueve y alistó a Cassie.

“¿A dónde vamos, mami?”

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