Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 35
Capítulo 35:
“Oh, Kat, tienes el mismo sabor que he echado tanto de menos todos estos años” murmuró él con voz ronca, y se hundió más en su interior.
Quería probar hasta la última gota.
“Cállate, Cassio” le dijo ella, con la voz pastosa.
Los sentidos estaban aflorados.
“No quiero escucharte”
“Cariño, ¿Cómo me pides eso? Necesito decirte tantas cosas”
“Pues ahórratelas”
Él sonrió y negó con la cabeza, ignorándola.
“Tan dulce, cariño. Tan jodidamente deliciosa”
“Haz silencio o voy a…” un quejido largo y fuerte abandonó su garganta cuando, sin previo aviso, Cassio la invadió con sus dedos.
“¿Qué decías?”
Se burló, divertido, mientras la disfrutaba, y la hacía disfrutar a ella, moviendo los dedos en su interior con increíble lentitud.
“¡Maldito canalla!” gruñó y jadeó al mismo tiempo. Nublada. Poseída.
Cassio soltó una risita suave. Nunca volvería a existir otra mujer para él. Nunca. La adoraba. Adoraba a su Kat, con todo y más que su ser.
En un movimiento seductor, se incorporó, y sin abandonar la cavidad húmeda, regresó a la boca femenina.
Kathia lo recibió sin chistar, por el contrario, respondió el embate con su lengua; enojada y excitada a partes iguales.
La forma en la que Cassio reconocía su entrega era sin igual. Kathia siempre había sido apasionada, pedía y daba a la par, con ella nada quedaba a medias, y le hacía muy feliz que todavía siguiera siendo así. Sin embargo; no quería dañar el poco camino que creía ganado, por eso tomó una de sus mejillas con su mano y pegó su frente a la suya, con la otra, empujó su cadera contra la dura y fiera virilidad. La miró directo a los ojos.
Los suyos marrones estaban inundados y vidriosos.
“Quiero estar dentro de ti ahora mismo” le dijo con pesar. Ella pasó un trago, en silencio, también quería lo mismo.
Jadeaba descontrolada.
“Pero cariño, si sientes que estoy presionándote demasiado, puedo parar”
Su er%cción era punzante y apretada, pero daba igual si eso no era lo que ella necesitaba en ese instante.
“¡Deja de ser tan manipulador y continua con lo que empezaste!” gruñó dolorosamente excitada.
“Tampoco vuelvas a decirme cariño, no soy tu cariño. ¿Está claro?”
“Muy claro, mi vida” musitó, y antes de que ella pudiese quejarse, tocó su tierna y húmeda entrada y la invadió con delicadeza y cariño, pues sabía que había pasado demasiado tiempo desde la última vez para ella y no quería ser brusco.
Kathia abrió los ojos como si hubiese alcanzado el mismísimo cielo y ahogó un g%mido de dolor.
“¡Maldito seas, Cassio Garibaldi!” sollozó y una lágrima se deslizó por su mejilla.
“¡Duele como el infierno!”
“Lo siento, mi vida” le dijo él, y besó su mejilla. Salió de su interior y volvió a invadirla. Practicó el mismo movimiento un par de veces más.
“¿Está mejor?”
Ella inhaló.
“No, pero, no te detengas… no lo hagas” le pidió con la voz entrecortada y la respiración acelerada.
“Lo que tú ordenes, Kat”
Aceptó él, embistiéndola con un poco más de fuerza.
“Puedes morder mi hombro si lo necesitas. Es como la primera vez, ¿Recuerdas?”
Otra lágrima se deslizó por su mejilla.
Por supuesto que lo recordaba.
Él había sido un caballero con ella y había hecho del momento íntimo algo que ella jamás pudiese olvidar.
“No somos unos jovencitos” le dijo entre dientes.
Él sonrió con nostalgia.
“No necesitamos serlo para revivir el pasado, Kat. Vamos, hazlo, soportarás mejor el dolor”
Kathia no estaba de acuerdo, pero fue lo que hizo.
Cassio acarició su espalda y volvió a empujar sus caderas contra ella. A medida que las paredes se ensanchaban de a poco, Kat fue acostumbrándose al tamaño, y comenzó a experimentar el placer real, acogiendo cada centímetro de él.
“¡Oh, Cassio!” jadeó.
“¿Sí, mi vida?”
“Te detesto tanto, tanto… y te deseo. Te deseo ahora”
“Lo sé”
Por un instante, todo se detuvo.
Ahora los cuerpos, desnudos y exudando placer, se movían al compás del otro, sin la necesidad de palabras, porque a pesar de los años, se conocían muy bien.
Cassio la tomó ligero de los muslos, y todavía empalado a ella, la cargó en peso y la llevó hasta la habitación.
Allí la tendió sobre la cama y se dedicó un par de segundos a admirarla.
Kat era un ser divino, erótico y caótico. Esa mujer le encantó desde la primera vez, con dieciocho años, y ahora, con veintisiete, no era muy distinto.
Se inclinó y la besó largamente. Kat exhaló y enterró los dedos en su cuero cabelludo, recibiéndolo todo de él en aquel suave contacto.
“Cassio…” musitó con voz débil, al tiempo que su cuerpo se comprimía contra la dura er%cción. “Voy a…”
Él la silenció con un beso.
“Te conozco Kat, y he advertido la proximidad de tu org%smo minutos antes” le dijo y ella lo miró con furia y anhelo.
“Tú solo relájate, yo me encargaré de dártelo”
Y segundos después, la empujó al más delicioso punto de quiebre. Él también gruñó el clímax, que estaba casi tan cerca como el de ella, y juntos, alcanzaron la cúspide.
Intentando recobrar la respiración, Cassio se quedó en esa posición por un largo rato, hundido en el cuello femenino.
Calma absoluta y saciedad. Eso era lo que había sentido con ella esa noche, y lo que no había sentido en años largos.
“No voy a volver a fallarte, Kat” le susurró con ternura.
Kathia pasó un trago y se tensó. Después se hizo a un lado y se sentó en el filo de la cama dándole la espalda.
“¿Kat…?” la llamó con incertidumbre, y ella se giró.
Su mirada se había convertido de pronto en una que no reconoció.
“No confundas las cosas, Cassio. Te dije que esto no cambiaba nada entre tú y yo. Solo fue se%o y nada más que eso” le dijo con hermetismo.
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