Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 34
Capítulo 34:
Kathia pasó saliva y retiró la mirada cuando se descubrió a sí misma viajando por los pectorales masculinos.
Se detestó por eso, pero también lo detestó a él por ser un hombre ridículamente atractivo… y se%y.
“Lo siento, no sabía que estabas aquí” dijo con voz pastosa e intentó regresar a la habitación. Cassio la tomó de la muñeca, convirtiendo en electricidad su contacto sobre ella.
“Kat, no tienes que huir de mí todo el tiempo” musitó, ocultándole un mechoncito tras la oreja.
“Además, creía que ibas a tener hambre y preparé algo sencillo. ¿Me acompañas?”
Aquella invitación, a solas, y demasiado cerca… erizó rincones de la piel de Kathia que ella no había creído posible.
Pero tampoco quería demostrarle que su cercanía la desestabilizara, aunque lo hiciera.
Asintió.
Él terminó de prepararlo todo y luego se sentaron el uno frente a la otra. Comieron despacio y en silencio.
Mientras, por un lado, Cassio no podía evitar observarla, y maldecirse por haberla perdido durante años, Kathia luchaba contra la increíble tensión que todavía existía entre ellos.
Cuando acabaron y ella se ofreció en lavar los platos. Los dedos de Cassio hicieron contacto con los suyos para impedirlo.
Se miraron.
El choque de electricidad sucedió… y él, aunque lo había prometido, no pudo evitarlo.
Dejó los trastes sucios en el fregadero y la acorraló contra el mesón.
Kat contuvo el aliento.
“Cassio, no…” musitó con el corazón a toda máquina.
“Lo prometiste”
“Y no haré nada que tú no quieras, Kat” le dijo él, masajeando sus caderas.
“Pues lo estás haciendo” logró decir con un dejo de voz.
¡Condenado provocador!
“¿Entonces quieres que me aleje?” le preguntó y enterró sus labios en su cuello, y aunque apenas lo rozó con su respiración, sirvió para que Kathia se estremeciera de cuerpo entero.
Pasó un trago, contenida… o al menos lo intentaba.
Dios, necesitaba de una fuerza de voluntad grandísima.
“Respóndeme, Kat. ¿Quieres que me aleje?”
“Yo…”
Él aspiró su aroma y cerró los ojos.
“¿Estás dudando?”
Ella apretó los ojos. Una lágrima resbaló.
“No puedo confiar en ti, Cassio” musitó.
Cassio se alejó para mirarla y se humedeció los labios. Le limpió con delicadeza el rastro de humedad.
“Haré que vuelvas a confiar en mí” le prometió y ella negó con tristeza.
“No lo entiendes… odiarte todos estos años ha resultado mucho más fácil para mí”
“Y tienes sólidas razones para hacerlo, pero esta noche, Kat… esta noche no siento que tú me estés odiando” le dijo.
“Pero ponme un alto después de esto si estoy equivocado”
“¿Después de qué?”
Cassio se inclinó, la tomó delicado por la nuca y después… la besó profunda y largamente.
El cuerpo de Kat no solo reaccionó, sino que no pudo poner ese necesario y jodido alto, así que solo se alejó de sus labios un instante y lo miró.
“Esto no cambia nada entre tú y yo” le dijo con certeza.
“Nada, ¿Me oyes?”
Después volvió a besarlo con la misma pasión que él le había entregado.
“Me vale, Kat… pero solo por esta noche” susurró él en medio del contacto.
“Después intentaré meterme de nuevo en tu corazón hasta que no halles forma de sacarme de allí; entonces, no te quedará más remedio que aceptarme”
“Cierra la boca, Cassio”
…
Cuando Cassio se hizo del último botón de la camisa de Kathia y ella relajó los brazos, la prenda cayó silenciosa bajo los pies descalzos de ambos.
Él se alejó de la boca suave y femenina únicamente porque deseaba admirar ese par de pechos, y carajo, eran tan perfectos como los recordaba, aunque más frondosos, hinchados, y con una ligera caída que probablemente había ocurrido después de dar de lactar a su hija, aun así; sin exagerar, Kathia seguía siendo la mujer más jodidamente se%y que hubiese conocido jamás. Se quedó boquiabierto. Pasmado. Excitado.
Kathia vibró bajo su mirada verde e inhaló lentamente. Pasó un trago. Cassio buscó sus ojos después de admirarla como un demente.
“Eres jodidamente perfecta, Kat” le dijo con sinceridad. Embelesado. Perdido. Y volvió a besarla.
Ella g!mió quedamente por el impacto y enroscó los dedos alrededor de su nuca, atrayéndolo más contra sí misma, y fue deslizando las palmas por su cuello y pecho, explorándolo con amplitud. Cassio hizo lo mismo con sus caderas, y después la instó a rodearlo con las piernas.
Y ella, que apenas se sostenía sobre sus pies porque sentía las rodillas muy débiles, no dudó en enroscarse a él; acto seguido, Cassio la sentó sobre el mesón y se acomodó en medio de sus piernas. Todavía besándola.
Todavía tocándola.
Todavía recorriéndola entera.
Despacio, y sin prisas, se hizo del botón de su jean y bajó la cremallera, después lo deslizó por las piernas bronceadas.
Kat se estremeció bajo el cambio de temperatura, y lo miró a medida que los dedos masculinos se enredaban en el elástico de sus bragas y se deshacía de ellas, sin apartar la vista un solo instante de sus ojos marrones.
Completamente expuesta, Kathia contuvo el aliento. Cassio la consintió con caricias suaves que comenzaban por las pantorrillas y terminaban en el hueco de sus caderas.
“Recuéstate” le pidió en voz baja.
Ella se humedeció los labios y accedió sin quejas, como si hubiese estado destinada toda su vida a obedecer sus órdenes.
Cerró los ojos, y tan pronto él estuvo cara a cara con sus muslos, enterró la lengua en los pliegues húmedos.
Los ojos de Kathia se empañaron y una exhalación se quebró en su garganta.
Había pasado demasiado tiempo, Dios, demasiados años.
Se arqueó y lo recibió sin tapujos, experimentando la sensación de placer que azotaba cada rincón de su cuerpo.
Era muy bueno.
Pensó.
Demasiado bueno.
Tanto que se sentía capaz de rayar su propio límite en los próximos segundos.
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