Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 30
Capítulo 30:
“Voy a explicarlo, pero tú tienes que escucharme”
Impidiendo que ella volviera a alejarse, entrelazó su mano a la suya, la llevó de regreso a las inmediaciones de la empresa y le pidió las llaves al conductor que en un principio los había traído. Le abrió la puerta del copiloto y señaló el interior para que ella entrara.
Kathia suspiró. Dudando.
“Kat, por favor…” le suplicó.
“Si después de escucharme quieres irte, no te detendré, además, va a llover y no quiero que pilles un resfriado”
Kathia volteó los ojos porque detestaba que se preocupara por ella y le dijese palabras dulces, pero, al final, se deslizó en el asiento del copiloto y lo observó a través del vidrio parabrisas poco antes de que se sentara frente al volante.
Cassio condujo con una expresión que era la mezcla de vulnerabilidad y tristeza; en completo silencio. Minutos después, había comenzado a llover, y aparcó el auto frente a un edificio que se ubicaba en una zona exclusiva de la ciudad y donde la alta clase patricia tenía sus residencias.
Kat arrugó la frente, sin comprender que hacían allí, y lo miró.
“¿Qué es este lugar?” preguntó recelosa.
“Tengo un apartamento aquí” le dijo.
“Lo compré cuando tú y yo… nos divorciamos” terminó con pesar.
Kathia sintió un vacío hondo en el pecho.
“Cassio… no quiero estar en el mismo sitio en el que has llevado tu vida de soltero”
Él negó y soltó una exhalación.
“Kat, te dije que jamás hubo otras mujeres, y si adquirí este apartamento fue porque no soportaba vivir en la mansión sin ti” le confesó sincero y el corazón de ella bombeó.
“No lo soportaba… ¿Vamos?
Kathia no tuvo ninguna reacción por su parte. Solo se limitó a bajarse del auto y aguardó en la acera para que él la guiara.
Cassio reposo una mano en su espalda baja y toda la espina dorsal de ella lo reconoció en el acto. Lo maldijo en su interior y se movió a prisa para evitar de cualquier forma el contacto… o iba a enloquecer. Estaba casi segura de ello.
Tan pronto llegaron, Kat se quitó su chaqueta porque el lugar era bastante cálido y la dejó reposar en su brazo.
“¿Quieres algo de tomar?” él le preguntó.
“No, gracias”
Cassio asintió, pero, de todas formas, sacó una botella de agua del minibar y la dejó en una mesita cercana.
“Siéntate, por favor” le pidió y ella obedeció porque no quería prolongar más aquella supuesta explicación.
“Te quiero pedir que vayas al grano, Cassio, por favor”
“Por supuesto”
Aceptó y tomó una profunda bocanada de aliento.
“Kat, escucha… lo de que hay una mujer embarazada, es cierto, y de que ese hijo es mío, también lo es” ella pasó un trago y su corazón se inflamó, pero no dijo nada y permitió que él continuara.
“Sin embargo, las cosas no sucedieron como la estás imaginando… o cómo te las hizo ver Francesca. Clara; la mujer que está esperando un hijo mío, se sometió a un proceso de inseminación artificial”
Kat vibró.
“¿Inseminación artificial?”
“Sí” respondió.
“Cuando tú y yo nos separamos, al año, las cosas en la constructora no estaban saliendo bien; admito que descuidé mis deberes y le colmé la paciencia a posibles clientes. Mi padre quería que me centrara porque entonces iba a perderlo todo, no solo yo, sino él, que vive por y para el dinero, así que me pidió que me casara otra vez y tuviese un hijo. La idea de rehacer mi vida nunca estuvo en mis planes, no después de ti… pero era eso o cederle la presidencia a Maurizio. Maurizio solo llevaría a la constructora a la quiebra”
Pensó Kat, que conocía lo ambicioso y lo mal gestor que era.
“Eso no iba a suceder” continuó Cassio, bajando la mirada.
“Este es el legado de mi abuelo, y aunque a mi padre no le importa tanto, a mí sí, no iba a consentir dejar décadas de esfuerzo en manos de mi primo, así que intenté persuadirlo durante años, trabajé arduamente para que esa no fuese su preocupación, pero algo sucedió en el último año y tuvimos una pérdida considerable de clientes; es algo que aún estoy evaluando, pero, de todas formas, tuve que ceder, solo con lo del hijo”
“¿Dónde está ella?” preguntó Kat, asombrada. Conocía a su ex suegro y la historia de Cassio era muy creíble.
“Me refiero, a la mujer que está esperando un hijo tuyo”
“Está internada en una clínica” le dijo.
“Después del embarazo la diagnosticaron con c%ncer. Fue su decisión internarse, no quería que la prensa la asechara, y es lo mejor, porque si se enteran… mi reputación estaría acabada”
Kathia arrugó la frente.
“¿Por qué? Tú no tienes la culpa de eso…” musitó con nostalgia.
“No, pero, ¿Cómo es que no me he casado con la mujer que, además de que va a tener un hijo mío, tiene una enfermedad terminal?” suspiró.
“Si esto se sabe, Kat… sería un desprestigio monumental”
Y eso, ella, como periodista, lo sabía mejor que nadie. Una noticia de ese calibre, si se sabía, llegaría hasta el último rincón del país.
Se estremeció de solo recordar que ese era el sucio secreto que su jefa necesitaba.
…
Cassio todavía tenía asuntos que resolver en Roma, y Francesca era el primero de ellos. Cuando regresó a la mansión, después de asegurarse de que Kathia tomara un vuelo en su jet privado a la costa, sabía que encontraría a su hermana allí.
“Cassio, cariño, te estaba esperando, yo…” pero él se apresuró hasta el despacho, dejó la puerta abierta para que ella lo siguiera y después la enfrentó al girarse.
“¿Por qué?” era lo primero que necesitaba saber.
“¿Por qué diablos me hiciste esto, durante años, Francesca? ¡Creí que éramos hermanos! ¡Creí que me querías!”
“¡Y te quiero!” le gritó, clavando las manos contra el escritorio pulido que los separaba.
“Yo… yo te quiero, Cassio, pero no de la forma en la que tú has creído todo este tiempo” terminó por decir en voz baja.
Cassio la miró con los ojos entornados y un sudor frío atravesó su nuca.
“¿De qué carajos estás hablando?”
Francesca se limpió las lágrimas y tomó una exhalación. Después lo miró con profundidad con aquellos ojos rayados.
“He estado enamorada de ti todos estos años” le confesó. Los ojos de Cassio se abrieron de par en par y una sensación amarga lo invadió.
“Te he amado desde las sombras, y cuando supe que ibas a casarte con esa…”
“¡No te atrevas a insultar su nombre!” le exigió.
Y lo hizo como sabía debió haberlo hecho hace cinco años.
“¡Ya no!”
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