Capítulo 28:

“Lo que yo escriba o deje de escribir dependerá de la información recaudada, siempre y cuando sea cierta. Soy profesional, y si Cassio tiene algo que lo haga caer empresarialmente, estará escrito en este cuadernito” dijo con burla.

“Pero, por el momento, con tu rivalidad estúpida, no tienes nada que pueda servirme”

“Pero yo sí…”

Kat se irguió. Sabía que volverse a ver la cara con Francesca no era algo que hubiese podido posponer… aunque detestara con todas sus fuerzas que fuese el momento.

“Francesca” dijo entre dientes al girarse, intentando por todos los medios mantenerse profesional.

La mujer avanzó al interior con arrogancia y la miró de forma despectiva.

“Hay una mujer que está embarazada de Cassio, y de la que él no quiere hacerse responsable, de hecho, la tiene bastante oculta de la prensa para evitar escándalos” le soltó sin más. Kathia sintió como frío crudo atravesó todas y cada una de las capas de su piel, hasta llegarse a los huesos. Francesca sonrió.

“Sí, es cierto, no me mires con esa cara”

“Eso no es mi problema” dijo Kathia, contenida.

“Lo que él haga o deje de hacer con su vida no me concierne”

“Pero a juzgar por tu cara, parece que te duele. ¿O es que creías que Cassio no había estado con nadie después de ti?” se había reído.

“Además, te he dado una exclusiva, así que ve a casa y toma tus notas. Creo que sabrás muy bien qué hacer con esta información”

Kathia negó, aborrecida.

“Siempre has sido una víbora, Francesca” le dijo.

“Y con esto solo me reafirmas que tú tuviste que ver con aquellas pruebas falsas que Cassio tuvo que ver de mí”

La mujer soltó la risa.

“¿Tienes pruebas de ello, querida?” le preguntó con mofa. Kathia apretó los dientes.

“Eso creía, pero para que te vayas tranquila, sí, yo hice y haré todo lo que esté en mi poder para que tú y Cassio no vuelvan a estar juntos nunca”

Y apenas dijo aquello, la puerta de la oficina se abrió con fuerza.

“¡Francesca!” la voz de Cassio hizo vibrar las paredes.

La mujer palideció en el acto.

“No, no… Cassio, no, lo que escuchaste…” Francesca intentó acercarse al hombre que la quiso por tantos años como a una hermana, pero el rechazo fue tan inminente que la mujer sintió como si la hubiese atravesado con una daga.

Rabia y dolor.

Esa fue la expresión de Cassio.

Sus ojos empañados de sentimientos encontrados.

“¿Cómo…? ¿Cómo pudiste?” le preguntó con un dejo de voz. Ella intentó ir a por él, pero apenas consiguió tocarlo, él la tomó de las muñecas y la apartó bruscamente, Francesca trastabilló sobre sus tacones.

“¡¿Cómo diablos pudiste?!”

Al fin estalló.

“No es lo que crees” le dijo con lágrimas, desesperada.

“Por favor, déjame explicarte. Esta mujer…”

“¡Esta mujer es la que he amado por tantos años y lo sabías, maldita sea, lo sabías!” gritó con cólera, y el corazón de Kathia se saltó un latido.

“¡¿Cómo fue que tuviste la hazaña de hacerme algo así?! ¡De hacernos algo así!”

“Cassio, cariño…”

“¡No me digas cariño!” la señaló.

“¿Qué tan maldita de la cabeza tienes que estar para hacerme algo así?”

“¡Lo hice por ti!” sollozó, desgarrada.

“¡Lo hice porque yo estoy…!”

“¡Me viste sufrir noches tras noches, me viste partirme en dos! ¡Me viste…!”

No pudo continuar.

Después buscó a Kathia con la mirada, pero ella ya no estaba allí. Debía buscarla, y Francesca supo en seguida que esa eran sus intenciones, por eso lo tomó fuertemente de las mejillas.

“Cassio, escúchame, mi amor…” le suplicó, pero en medio de su coraje, él no midió la fuerza con la que la apartó y la mujer cayó al suelo.

“No quiero saber de ti” le dijo entre dientes, despectivo.

Francesca sollozó un lamento y negó con la cabeza. Todavía de rodillas, se aferró a las piernas de Cassio, suplicante.

“No, por favor, no me hagas esto, no vayas tras ella… ¡Kathia no es mujer para ti!”

“Francesca…” gruñó con tono de advertencia, pero ella negaba y se aferraba con más fuerza a él, y no fue hasta que Cassio escuchó el grito de Kathia que la apartó importándole poco el daño que le proporcionara.

“¡Cassio!” gritó la mujer, abandonada, pero él ni siquiera se inmutó y salió de allí.

Cuando localizó a la mujer que amaba, en el piso, cerca del elevador, con las puertas a punto de cerrarse, corrió hasta ella y se arrodilló para arrastrarla contra su cuerpo a tiempo.

Kat se quejó débilmente.

“Mi pie…” musitó Kathia, tocándoselo, e intentó levantarse con dolor.

“Espera, espera, puedes lastimarte” le dijo Cassio en voz baja, preocupado.

“Puedo caminar” replicó Kathia con un dejo de temblor.

Cassio suspiró y negó con la cabeza.

“No, no puedes” replicó y la levantó en vuelos casi sin esfuerzo.

Kat abrió los ojos con asombro.

Empleados no solo habían escuchado los gritos en la oficina de Maurizio, sino que se habían acumulado por allí cerca a murmurar.

“Bájame, nos están viendo…” le pidió Kathia entre dientes, pero él la ignoró y caminó hasta su oficina con ella a cuestas, y solo la soltó cuando la dejó caer con delicadeza en una silla.

Cassio rebuscó entre sus cajones con la vista empañada, con la mente distorsionada, mientras Kathia lo observaba con compasión.

Cuando regresó a ella y tomó su pie lastimado, le preguntó con la voz quebrada dónde era exactamente qué dolía, y ella señaló la zona lastimada.

Los dedos suaves y ágiles de Cassio recorrieron tiernamente el tobillo y deslizó con cuidado una pomada antiinflamatoria.

Después le movió el pie con delicadeza y la miró para asegurarse de que allí todo estuviese en su sitio, y que el daño no era tan alarmante.

“Está mejor, gracias” musitó Kathia quedamente.

Él asintió y la miró con pena.

Tantos años sin ella… tantos años de dolor, de errores cometidos. Dios, Kathia era la mujer de su vida, la primera y única.

“Kat, yo…” le dijo con tono desorientado, eternamente arrepentido del daño proporcionado.

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