Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 19
Capítulo 19:
Ella asintió y tomó una profunda respiración.
Se atusó el cabello y después oteó el reloj en su muñeca.
“Es tarde y debo llevar a mi hija a la cama”
Y pensar toda la noche en cómo afrontar de la manera más sensata toda aquella situación. Cassie necesitaba a su padre y no importaba lo que ella pensara o sintiera.
“Lo mejor será que te vayas”
“Kat”
“Mañana te buscaré y entonces hablaremos al respecto, no hoy”
Cassio asintió y desvió la mirada en dirección a esa pequeña que había robado su corazón desde el primer segundo.
“¿Puedo al menos llevarla a la cama?” le preguntó y Kat no pudo evitar sentir que el alma se le achicharraba; sin embargo, asintió.
“Es por allí” dijo, señalando las escaleras.
Cassio entró a la habitación infantil y lo miró todo con total asombro antes de recostar a la que sin tener certeza era su hija sobre el colchón.
Kathia miró el cuadro con gesto afligido.
Había imaginado durante años cómo sería ese momento y ahora lo sabía: era simplemente reconfortante, como una curita en el corazón.
De regreso al salón, ella no dijo nada, salvo la hora y el lugar de encuentro. En la puerta, Cassio la miró con ojos titubeantes.
“Si existe la mínima posibilidad de que esa niña sea mía, te advierto que no me detendré hasta conseguirlas… a las dos” y después salió, dejando que el eco de esas palabras penetraran en lo más profundo de su interior.
Fuera, su prima lo esperaba mientras se fumaba un cigarrillo.
“¿Quieres?” le preguntó y él negó con la cabeza.
Cuando eran más jóvenes pasaban horas hablando de cualquiera cosa y compartiendo el mismo cigarrillo que había robado a sus padres.
“¿Por qué nunca me lo dijiste?” le preguntó sin tanto rodeo.
“¿Por qué nunca me dijiste que todo este tiempo estuviste en contacto con Kathia?”
“¿Por qué iba a hacerlo? Tú no querías saber nada de ella”
“Pero te pregunté en más de una ocasión, y ahora que hago memoria, siempre evadías el tema… ahora entiendo por qué”
Siena se quedó un instante en silencio.
“Cassio, sé que quieres a Kathia todavía y también sé que estás aquí para enmendar tu metida de pata, que bien al fondo sigue, pero ella no está lista para perdonarte… necesita tiempo y esfuerzo de tu parte”
Él bufó y negó con la cabeza.
“Han pasado cinco años”
“Sí, pero cinco años en los que no moviste un dedo por ella, no puedes ahora simplemente venir hasta aquí y resarcir el daño con tu carita de yo no fui”
“No es lo que esperaba hacer, pero sin importar lo que haga, ella me lo pone muy difícil” dijo Cassio y torció el gesto.
“Está herida, por supuesto que te la pondrá difícil, pero la conoces y sabes que su corazón no es capaz de odiar” lo alentó Siena.
“Ella solo necesita motivos para volver a confiar en ti. ¿Piensas dárselos?”
Cassio soltó una exhalación y asintió.
No había nada en ese instante que deseara más que recuperar su confianza y su amor, y si ahora tenía una razón más para hacerlo, entonces se esforzaría el doble.
“Respecto a Cassie…”
“Respecto a Cassie” Siena colocó las manos en los hombros de su primo.
“No me concierne a mí decirte una sola palabra”
Cassio bufó.
“Siempre has sido una insufrible”
“Y tú un tonto. Vamos, vete a casa y pon esas neuronas a funcionar, que bastante falta te hace”
Kathia se fue a la cama y no se durmió hasta que tomó una decisión definitiva, por el único y exclusivo bienestar de su hija: Cassio debía saber que era padre de una maravillosa niña de cinco años y no había nada más que pensar, así que la mañana siguiente despertó, atendió a su pequeña como de costumbre y después se dispuso a ir al lugar en el que acordaron verse.
Cuando abrió la puerta, la presencia de una mujer la entumió.
“Hola, Kathia, tanto tiempo” su voz se escuchaba tan gélida como hace cinco años.
“¿Francesca?”
“¿Qué haces en mi casa?” le preguntó Kathia de forma directa. Ella menos que Cassio tenía derecho a estar allí… no después de la cosa tan horrible que le había pedido que hiciera cuando intentó contarle a Cassio sobre su embarazo de en ese entonces cinco meses.
“Tu casa” dijo Francesca con tono despectivo y una sonrisa arrogante, mientras oteaba la pintoresca fachada.
“Bien dicen que las cosas se parecen a sus dueños”
Kathia apretó los puños. Debía controlarse.
Su relación con esa mujer no solo no era buena en lo absoluto, sino que desde el principio había estado interfiriendo indiscretamente en su matrimonio y constantemente sembraba dudas en la cabeza de Cassio que terminaron por surtir efecto… no tenía pruebas, pero tampoco dudas. Francesca había tenido mucho que ver en su divorcio y por su culpa su hija había crecido sin un padre.
“Te pregunté qué diablos haces en mi casa, Francesca Ricci”
Sí, Ricci, porque ella jamás se apellidó Garibaldi, aunque lo hubiese deseado con todas sus fuerzas.
“Su madre y el padre de Cassio se casaron después de sus antiguos matrimonios fallidos y por ese motivo ellos crecieron y se criaron como hermanos. Francesca le llevaba a Cassio al menos tres años y estuvo muy presente en su vida… tanto que, ahora que lo pensaba, perturbaba”
De repente, la puerta se abrió con ligereza y Cassie asomó esa sonrisa que tanto la caracteriza.
“Mami, ¿Quién es esta señora?” preguntó la pequeña, escondida detrás de las piernas de su madre.
Kathia se heló.
“Cariño, ve adentro”
“Pero mami…”
“¡Ve adentro, Cassandra!” ordenó y la pequeña dio un respingo.
Era la primera vez en toda su vida que le alzaba la voz a su hija, pero estaba tan alterada con la presencia de esa mujer allí que no se midió, sobre todo porque no quería que ni siquiera respirara el mismo aire de su hija.
Cassie obedeció acongojada.
“Veo que seguiste adelante con el embarazo” murmuró Francesca, aunque no estaba asombrada del todo.
“Cuando te pedí que te deshicieras de esa desgraciada porque su padre no la quería. ¿O es que no recuerdas esa noche? ¿Creías que Cassio iba a recibirte? El mismo ordenó que volviera a echarte a patadas”
Kathia, enrojecida, le cruzó la mejilla con una bofetada. Francesca apretó la quijada y la miró con furia.
“En tu vida vuelvas a referirte a mi hija de esa forma” le advirtió.
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