Capítulo 18:

Kat se sentó a su lado, como siempre que jugaban.

“Cuando yo tenía tu edad también me costó hacer amigos” comenzó a decir en voz baja.

Su hija la miró. Tenía los ojos de su padre; en realidad, ella era una copia idéntica de él. Cassio no dejaría pasar tal parecido por alto.

“Pero, cuando fui creciendo, comprendí que es mejor tener amigos de calidad y no en cantidad”

Cassie la miró con el entrecejo fruncido y ella sonrió.

“¿Eso qué significa?” le preguntó la pequeña.

“Que tus verdaderos amigos, los que vayas haciendo a través de los años, serán personas en las que podrás confiar y acudir cuando creas que lo necesites, en cambio, los pasajeros, esos que son por montones y conoces en todos lados, no estarán para ti”

La niña entornó los ojos durante unos segundos, como si estuviese pensando.

“Entonces… ¿La Tía Sarah, la Tía Siena y el tío Valerio son tus amigos verdaderos?”

Kathia sonrió, orgullosa.

“Exactamente, y me tomó muchos años conocerlos, así que no te preocupes porque tendrás también amigos verdaderos a medida que vayas creciendo, ¿Vale?”

Cassie asintió y la abrazó.

“¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?”

“¿Qué mami?”

“Que ahora tendremos más pastel para nosotras”

Las dos rieron.

“Kat, tienes que ir a la puerta” le informó Siena con las mejillas sonrojadas.

“Si es Cassio, le puedes decir que se vaya, no pienso recibirlo otra vez”

“Deberías decírselo tú misma” le dijo y entrelazó la mano de su ahijada para llevársela.

Enojada, se dirigió hasta la puerta y tomó el pomo entre sus manos.

“Cassio, te dije qué…”

Apenas abrió la puerta, él la silenció colocando un dedo sobre sus labios.

Ella se estremeció por el inesperado contacto y pasó un trago en seco.

“No haré preguntas… no por ahora”

“¿Entonces qué estás haciendo aquí otra vez?”

Con una sonrisa, Cassio se hizo a un lado, y detrás de él, en una fila larga hasta la puerta de la calle, había una veintena de niños entre 4 y seis años que corrieron al interior de la casa.

Kathia se tambaleó sobre sus pies y Cassio la capturó en vuelo, percibiendo lo fácil que su cuerpo podía vibrar en sus brazos.

Dios, los años habían pasado, pero sus reacciones seguían siendo genuinas, casi transparentes. Anheló besarla en ese jodido instante.

“Te tengo” musitó, y todos los vellos que Kathia conocía de su cuerpo, se erizaron por su voz.

“¡¿De dónde sacaste a todos estos niños?!” le preguntó, alterada. Cassio sonreía sin más.

“Del parque, pero vinieron porque les prometí pastel, así que espero tengas uno muy grande”

“Cassio, no puedes traer niños así de la nada. ¿Dónde están sus padres?”

“Allí” los señaló a todos, también cómplices, y saludaron con la mano.

“Dios, esto es…”

Negó con la cabeza y se pellizcó el puente de la nariz.

“Dijiste que tenías una hija en crisis, mírala, parece que se la ha pasado”

Kathia ladeó la cabeza y miró el cuadro. La veintena de niños y su hija, jugando y divirtiéndose a carcajadas.

“No tuviste por qué hacer esto” musitó.

“Pero de cualquier forma te lo agradezco”

“Haría cualquier cosa por ti, Kat… cualquier cosa”

Y lo decía en serio.

“Por cierto, solo te venía a traer esto, lo dejaste el otro día en casa” le entregó una grabadora que a veces usaba cuando no le apetecía escribir.

“¡Espera…!” le pidió y después quiso morderse la lengua.

Esperaba no arrepentirse después de eso…

“Ya que has venido hasta aquí… dos veces, ¿Quieres pasar?”

Daba igual lo mucho que lo detestara, lo que acababa de hacer por Cassie era algo que solo un padre, aunque él todavía no lo supiese, podría hacer por su hija.

Cassio sonrió.

“¿Me estás invitando a una fiesta?” le preguntó, divertido.

Ella volteó los ojos.

“Entra y cierra la boca antes de que me arrepienta”

Después, cerró la puerta… y abrió una ventana que sabía no podía volver a cerrarse.

Para el final de la tarde, el corazón de Kathia ya no sabía cómo bombear de la forma correcta. Lo que había hecho Cassio por su hija ese día era algo completamente sin igual, y ella estaba tan feliz que no pudo evitar que un par de lágrimas la asaltaran de felicidad.

Despidió a cada uno de los niños y agradeció a los padres también. Cassie había jugado tanto que se había quedado dormida en el sofá. Valerio tuvo que irse pronto y Sarah y Siena ayudaban con el desastre que había quedado en el jardín.

“De verdad te agradezco todo lo que hiciste por mi hija, Cassio…” musitó al girarse. Sabía que él llevaba un rato allí, bajo el marco de la cocina, observándola.

“Fue algo muy…”

“¿Paternal?” interrumpió Cassio.

El pulso de Kathia trepidó y el de Cassio no se había detenido ni un solo instante desde que vio por primera vez a esa niña.

“Cassio…”

“Sé que te dije que no haría preguntas al respecto, pero…”

“Entonces no las haga, por favor… no ahora” le pidió con el corazón apabullado.

Necesitaba tener sus ideas claras, y sobre todo, pensar qué era lo mejor para su hija en ese momento.

“No puedo no hacerlo, Kat, entiéndeme” le dijo y se acercó lentamente hasta ella.

Kathia se recargó contra la puerta.

Si él se acercaba más, no iba a ser capaz de ser del todo racional. Sus sentimientos estaban alterados, confundidos.

“La fuerte impresión que tuve con Cassie fue demasiado real, como si algo me uniera a ella, y sacando cuentas, ella podría ser mi…”

“Cassio, por favor, han pasado cinco años desde que tú y yo nos divorciamos” murmuró quedamente.

“Y en esos cinco años ocurrieron demasiadas cosas. ¡Yo tuve que hacer demasiadas cosas!”

Como por ejemplo decirle a su hija que su padre era un superhéroe y que había estado todos esos años navegando un barco y peleando con villanos marinos.

¿Cómo la preparaba de un día para otro y la sacaba de esa realidad ficticia sin que su corazón se quebrara en dos?

“Lo sé, pero lo que haya sucedido entre tú y yo no tiene absolutamente nada que ver con esto, lo sabes. Es algo más grande y nos supera a ambos”

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