Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 14
Capítulo 14:
El sabor de su boca era dulce y de textura suave, justo como la recordaba. Y no era consciente de lo tanto que había estado necesitando ese beso hasta ese momento.
Kathia se sintió confundida por un segundo, y correspondió automática, embistiéndolo con su lengua, pero, lejos de sentir alivio, se llenó de rabia, porque lo conocía, y solo había buscado la forma de vulnerarla para penetrar sus sentidos.
Se alejó y le soltó una bofetada que incluso a ella misma le dolió.
“No mueves ni un gramo de mi interior, Cassio” después se limpió los labios con desprecio.
“Y no vuelvas a besarme nunca más, mucho menos a decirme cariño, porque no lo soy”
Él la miró abatido y consternado por un instante, luego sonrió con calma.
“Sé que he sido yo quien te ha robado el beso, pero fuiste tú quien me lo has devuelto con entrega y pasión. Y aunque te pese, ninguno de los dos podrá cambiar ese hecho”
“Eres demasiado arrogante como para hacerte entrar en razón” negó con la cabeza y se dirigió erguida hasta la puerta.
Cassio suspiró y caminó hasta ella después de haberse percatado de que estaba cayendo un torrencial.
“Kat, está lloviendo, deberías…”
Ella ya tenía la manija en la mano cuando lo miró con altivez.
“¿Qué? ¿Quedarme? No seas tan cliché, por favor, en mi vida pasaría la noche contigo” dijo con soberbia, y no pudo pasar desapercibida la forma en la que los ojos de Cassio se aclaraban del dolor que causaban sus palabras.
“No te conocía de esta forma” musitó.
“Es porque ya no me conoces nada, y si estoy aquí, es porque he venido a hacer mi trabajo, pero nada más, tú y yo no somos amigos”
“Porque no quieres”
“Exacto, no quiero”
Cassio suspiró.
“De acuerdo, pero de todas formas, lo que iba a decirte es que permitieras que te llevara a casa, es peligroso que conduzcas así”
“El mismo peligro que pasaría si condujeses tú” dijo fríamente.
“No confío en ti”
“Estás siendo demasiado dura, Kat, yo jamás te pondría en peligro”
Ella soltó una risa amarga.
“¿Quieres que te recuerde esa noche? Me echaste como un perro bajo la lluvia”
Cassio bajó la mirada.
Sí, lo recordaba, y se odiaba a sí mismo por eso, pero las cosas no fueron precisamente como ella las recordaba.
“Nunca estuviste sola, Kat, y aunque me sentía herido y enojado contigo, yo jamás permití que anduvieras sola por la calle, menos con lluvia y de noche. Uno de mis hombros te siguió hasta el hostal”
La boca de Kathia se secó en ese instante y su corazón se saltó un pequeño latido.
“Da igual” logró decir y abrió la puerta.
“Kat, por favor, si no quieres que te lleve entonces te seguiré en mi auto a casa”
“Haz lo que quieras” bufó y salió de allí.
Cassio tomó sus llaves y la siguió a una distancia prudente hasta saberla segura. Después de lo ocurrido ese día, sabía que no podía conquistar a la mujer que fue su esposa alguna vez, porque de ella no quedaba ni la sombra, así que sabía que tenía que poner todo de su parte y más para enamorar a la Kathia en la que se había convertido ahora.
Kat cerró la puerta consciente de la mirada de Cassio clavada en su espalda, y a pesar de sus fuertes intentos por ignorar lo ocurrido, no pudo, se recargó contra la madera y se llevó los dedos a los labios.
Cerró los ojos.
El beso que Cassio le había robado ese día, solo había servido para transformar su presente en un torbellino que advertía con destrozar todo a su paso… y todo aquello que había levantado con esfuerzo, dejando el corazón y los sentimientos de lado.
Soltó todo el aire contenido y se despojó de la ropa húmeda. Trabajar con él no iba a ser nada sencillo, pero debía resistir, por ella y por el futuro alentador que le había prometido a su hija.
“Tú puedes, Kat” se dijo a sí misma en voz baja y apagó las luces de su habitación.
Lamentaba no haber llegado a temprano para dormir a su hija. El tiempo compartido juntas era cada vez mucho menos.
El trabajo demandaba mucho y solo esperaba que valiese absolutamente la pena, porque de una forma u otra, todo lo hacía por ella, por nadie más.
La mañana siguiente despertó como de costumbre, temprano. Preparó café y los pancakes favoritos de Cassie que había aprendido a hacer por internet.
No era buena en la cocina, pero todos esos años se las había arreglado para que su hija se alimentase de forma correcta y saludable.
“Buenos días, Kat” Sarah, la niñera de Cassie, la sorprendió a las prisas.
“Esto lo dejó el repartidor para ti”
Un enorme y costosísimo ramo de flores Julieta, cubría el rostro de la muchacha que la ayudaba con el cuidado y la crianza de su hija.
“¿Para mí?” preguntó, asombrada. La última vez que había recibido flores fueron de parte de Valerio, hacía ya casi dos años, cuando consiguió el puesto en la revista.
“¿Tiene una tarjeta?”
“No, pero el repartidor está esperando por tu firma”
“Bien, colócalas sobre el mesón antes de que te desvíe la columna”
Después salió.
“¿Es usted la señora Scuderi?”
Kat asintió.
“Debe firmar aquí, por favor”
“De acuerdo. ¿Puede decirme de parte de quien son las flores?”
“Claro” el muchacho revisó la lista que colgaba de su cuello y después regresó a ella.
“Cassio Garibaldi, su esposo”
Kat abrió la boca y soltó un quejido de indignación.
“¿Mi esposo?”
“Es lo que dice aquí, señora, que tenga buen día”
No lo podía creer.
¡Era un tonto!
¿Con qué derecho se adjudicaba tal cosa?
“¡Esposo!” bufó y cerró la puerta con rabia.
¡Faltaba más!
“Kat. ¿Quieres que ponga las flores en agua?” le preguntó Sarah, entusiasmada, inhalando el particular y delicioso olor de las Julietas.
“Están preciosas, y costosas también. ¿Son de algún pretendiente?”
“¡De un acosador más bien!” exclamó, exasperada.
“Ponlas en la basura”
Sarah abrió los ojos de par en par.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar