Exesposa voy a conquistarte -
Capítulo 12
Capítulo 12:
Cassio no iba a desestabilizar su vida, mucho menos su carrera. No señor.
“Hola, Kat. ¿Cómo estás?”
La voz de Valerio la trajo de regreso a la realidad y alzó la vista después de parpadear.
“He venido a buscarte para que almorcemos juntos, No aceptaré un no como respuesta”
Ella sonrió.
Valerio era el hijo del dueño de la revista, y aunque no estaba directamente involucrado con el periodismo, la recomendó cuando habían acabado la universidad al mismo tiempo. Le tenía muchísimo cariño, pero, desde que volvió a ver a Cassio, descubrió que ese sentimiento no estaba relacionado con el amor.
“¿Cómo podría negarme?” le dijo con voz dulce.
Esperaban el ascensor cuando las puertas se abrieron y Cassio apareció ante ellos con una expresión que pasó de la sorpresa a la de pocos amigos.
“Kathia”
Saludó neutral.
Ella pasó un trago en seco e irguió el mentón con la respiración previamente entrecortada.
Odiaba con todas sus fuerzas que su cuerpo siguiera reaccionando de esa forma cuando se trataba de él… y es que era tan atractivo el condenado.
“Señor Garibaldi”
Cassio tensó la quijada. Detestaba que lo llamase así porque eso ponía una enorme distancia entre ellos dos, y además, ¿Qué hacía con ese tipo?
“¿Podemos hablar?” le preguntó, cauto.
Ella esa mañana estaba especialmente hermosa, y jodidamente se%y. Su deseo por ella no había disminuido en años.
Kathia oteó el reloj en su muñeca.
“Voy de salida, Señor Garibaldi, y nuestra primera cita es en dos horas, con permiso” dijo con el corazón a toda máquina y después miró a Valerio, armándose de agallas.
“¿Vamos?”
Cassio no podía soportar tal desplante, mucho menos que se fuera con él, pero sabía que no estaban en el lugar correcto para impedir que se marchara, sobre todo porque todas las miradas estaban puestos sobre él, así que tuvo que aguantarse su rabia y sujetarse de las pelotas.
“¿Me dirás quién es ese hombre?” le preguntó Valerio cuando estuvieron a solas.
“Digo, sé quién es, pero… te trata con demasiada familiaridad”
Kathia tomó una exhalación.
“¿Podemos no hablar de ello?”
Dos horas después, regresó. Cassio ya no estaba allí, pero le había dejado dicho con Gina que la esperaba en su pent-house, y como petición personal del empresario, no podía negarse.
“Entiendo, entonces adelantaré un artículo antes de ir” dijo a regañadientes y Gina la miró con los ojos entornados.
“Kathia, parece que no entiendes la importancia de esta consigna” suspiró.
“Los próximos seis meses deberás estar a completa disposición del Señor Garibaldi”
“¿Qué quieres decir exactamente?”
“Que por su apretada agenda, las reuniones serán donde él lo decida, y deberás seguir su trabajo muy de cerca. Encuentros, eventos, todo. La biografía de Cassio Garibaldi deberá demostrar su lado más personal y humano, todo el tiempo”
Las piernas de Kathia perdieron fuerza, pero se armó de una increíble fortaleza para asentir.
“Haré mi mejor trabajo, Gina” le aseguró, porque después todo, ella era profesional.
“Es lo que espero de ti, porque de esto depende tu futuro en el periodismo, además de la pequeña fortuna económica que vas a recibir por parte del equipo del Señor Garibaldi”
“Pensé que solo tendría un incremento del sueldo y un ascenso” dijo con sorpresa.
“Por supuesto, pero el mismísimo Cassio pidió que seas bien remunerada después del lanzamiento”
Sin quejas, porque no servirían de nada, salió de allí, tomó sus cosas y colocó en su GPS la dirección que la llevaría con él.
Cuando la puerta se abrió, Kathia se quedó estática por varios segundos. Cassio la miró como si ella se tratara de la única mujer en el mundo… para él lo era, y tanto que sí.
“Te estaba esperando” dijo, haciéndose a un lado.
Ella movió las caderas con estoicismo y entró, mirándolo todo de reojo. Cassio siempre había tenido un gusto exigente para la decoración, así que no le sorprendía el minimalismo del pent-house.
“¿Le parece si iniciamos el primer borrador en el salón?” le preguntó sin mirarlo y colocó sus herramientas en la amplia mesa.
Fuera el cielo se comenzaba a oscurecer.
“Por favor, háblame de tú, no somos desconocidos” pidió con voz dulce. Kathia apretó los ojos y tomó una profunda respiración.
“Pero tampoco somos amigos. ¿Comenzamos? No quiero hacerle perder el tiempo ni perderlo yo, que bastantes cosas tengo pendiente”
“¿Esas cosas tienen que ver con tu amigo de hoy?” quiso saber con enojo y se acercó a ella.
Kathia lo sintió en su columna vertebral y tuvo que hacer acopio de toda su entereza para que no le fallaran las piernas.
“Eso no le importa”
“Me importa”
“Pues no debería. ¿Podemos comenzar de una buena bendita vez, Señor Garibaldi?” y se giró, hastiada. Sus ojos eran dos gemas cargadas de mucho enojo.
“Podemos, pero antes me gustaría que supieras que, los motivos por los que estás aquí…”
“Son porque no cumpliste tu palabra” terminó ella por él.
“Eres un tramposo”
“No, no fue así, yo intenté detenerlo, pero ya estaba hecho y no podía resarcirlo”
“Claro” ironizó ella con una mueca que carecía de alegría.
“Cassio Garibaldi no tiene autoridad sobre su equipo, eso ni tú te lo crees, pero me da igual, ya está hecho y la bendita biografía se escribirá”
Él la miró con intensidad y pasó un trago doloroso.
“¿De verdad te molesta tenerme a tu lado y que trabajemos juntos?”
Kathia lo pulverizó con una simple frase:
“Tanto que nunca había deseado que seis meses se fueran volando, ahora siéntate y responde cada una de mis preguntas”
Resignado, no dijo nada más, pero ahora estaba seguro de algo, y era que si el destino estaba jugando a su favor, ¿Quién era él para decir que no?
Los próximos seis meses haría todo lo que estuviese en sus manos para que Kathia se volviera a enamorar de él, se quitaba el nombre sino.
¡Era tu maldita esposa!
El siguiente par de horas no fueron fáciles para ninguno de los dos, y mientras Cassio intentaba dar un paso, Kathia retrocedía dos.
Él sabía que debía ser paciente, que el camino de la reconquista le tomaría tiempo, y no importaba cuanto, solo quería conseguirlo.
Por ella.
Por Kathia… su Kathia.
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