Exesposa al poder
Capítulo 72

Capítulo 72:

Samantha se aferró a Vlad con todas sus fuerzas y él a ella.

Su hombro y brazo le dolían, pero el verdadero dolor estaba en no poder ver a su Samy.

Después de que Miller lo llevó a un hospital para que fuera atendido, Vlad pidió confidencialidad absoluta. Uno, por los medios que no dudarían en invadir el hospital; y dos, para no preocupar a Samantha… lo segundo definitivamente fue una mala idea.

Sintió su pecho humedecer por las lágrimas que no dejaban de salir los ojos de Samantha. La tomó de las mejillas con suavidad y posando sus ojos con los de ella, le dijo para tratar de calmarla.

“Samy, tranquila. Estoy bien”.

“Vlad, eres un…”. Apretó sus labios para no decirlo.

“Vamos dilo, sácalo de tu interior”. Su voz fue un golpe suave y lleno de completa calma.

“Un imbécil, pensé que algo malo te había pasado, pensé que tú estabas…”.

“No lo estoy”. Apegó su frente con la de ella para respirar el mismo aire: “No lo estoy, Samy”.

Volvió a decirle, miró sus labios enrojecidos y decidió besarla. Tres días y ya la extrañaba, tres días y ahora puede sentirse vivo de nuevo.

“¿Con esto lo confirmas?”. Preguntó dejando ver una sonrisa en su rostro.

Samantha sonrió, era él otra vez. Apegó sus labios con los de Vlad y decidió besarlo ella.

“Ahora si lo he confirmado”. Respondió al separase. Por un momento dejó de pensar en el exterior, en ese entonces sólo importaban ellos.

Vlad la acercó a su pecho, dejó un cálido beso sobre el cabello de Samantha y con su mirada al frente hablo.

“Niña tonta, mi Samy, no más lágrimas para ti o mis hijos. No más sufrimiento, el legado de Hamilton llegó a su fin”.

“Si estás conmigo y mis hijos, no importa los demás”. Respondió ella sintiendo sus corazones latir a un solo ritmo. Respiró, mordió sus labios al notar un pequeño bulto en su pecho y le dijo: “¿Te duele?”.

“¿Te he dicho que mi única medicina eres tú?”.

“Vlad, es enserio. Tienes tu brazo lastimado y en tu rostro hay rasguños”.

“El dolor es mental, además las patillas ayudan. Sólo tengo que evitar por un tiempo hacer esfuerzo con este brazo”.

“Entonces debo de ayudarte en tu recuperación”.

“No es una opción, Samy”.

Ambos estiraron sus labios en complicidad, iban por su tercer beso, pero se vieron interrumpidos.

“Señor Vlad”. Llamó Adams: “Los abogados esperan, los esperan a ambos”.

Vlad dejó salir un suspiro de frustración, los había citado para aclarar las nuevas reglas de la familia y para otra cosa muy importante.

«Vamos, Samy”. Tomó su mano: “Esto también te beneficia. Desde hoy beneficia a las esposas Ferguson”.

“Señor Vlad ¿Está usted seguro que quiere eliminar las restricciones en las mujeres?”. Preguntó uno de los abogados de la familia Ferguson: “Recuerde que, al firmar, las viejas y futuras esposas Ferguson tendrán los mismos derechos de una esposa normal. El matrimonio sólo será un matrimonio a partir de ahora”.

Ellos le habían entregado un poder absoluto y nombramiento patriarca a Vlad, ahora él tenía nuevas reglas.

“Ahora soy el nuevo patriarca y estás son mis normas”. Declaró tomando su lugar frente a todos. Vlad se había convertido en un hombre poderoso. Ahora su palabra era ley que debía de ser respetada y obedecida sin importar la orden: “Rompan los contratos matrimoniales, ya no serán necesarios y devuélvanles las herencias a sus dueñas”.

Los abogados se miraron entre sí, dudaban de que sea el patriarca y propio Vlad Ferguson quien decidir era romper y agregar nuevas leyes. Creían que por ser hijo de Hamilton el legado continuaría.

“Señores”. Intervino el Señor Miller: “No he congeniado con ustedes, pero como abogado de Vlad he seguido muy de cerca la tradición familiar en diferentes ámbitos. Cuando mi cliente, primer primogénito de Hamilton Ferguson, tome el poder dará nuevas reglas. Hamilton ya no existe, ahora existe un nuevo gobierno y Vlad ya lo decidió. Haga lo que se les ha pedido… recuerden que en caso de ser incompetentes pueden irse”.

Los abogados se volvieron a mirar, tenían el expediente del Señor Miller, él antiguamente trabajaba para Hamilton como capitán del bufé de abogados, pero lo dejó por ser el representante de Vlad y desde entonces había logrado excelentes trabajos.

Asintieron entre ellos y aceptaron las nuevas normas. Había que modificar a todo un libro.

Vlad con su mirada seria y vacía, firmó el contrato que le daría fin al gobierno de Hamilton. Tenía suerte de tener a Miller junto a él, él hombre era optimista, pero cuando se trataba de negocios dejaba ver su lado oscuro y gran potencial del porque sólo lo necesitaba a él.

“Retírense”. Ordenó una vez firmados los documentos. Los hombres se colocaron de pie sin hacer ruido y marcharon: “Señores”.

Dijo al mirar en dirección a los abogados de Samantha, sobre todo al señor Davis, representante de todo el bufé.

“El contrato que tenía con la familia Williams quedó absuelto hace tres meses y fueron respetados cada punto. Como nuevo patriarca, mi compromiso con Olivia Jones se rompió porque así lo he decidido. Sin ningún compromiso por delante, retomare mi relación con mi ex esposa y ahora que me case de nuevo con ella, no habrá más contratos en nuestro matrimonio. Escucharon las nuevas leyes, Samantha como mi única esposa será tratada como mi mayor tesoro”.

El señor Davis estaba igual que todos, sin poder creerlo. Para él todos los Ferguson eran iguales, siempre buscaban más poder por medio de un matrimonio beneficioso para ellos, siempre debían ser poderosos y grandes. Pero desde que Vlad propuso el primer contrato sin tocarla fortuna de Samantha, supo que el hombre era diferente al resto de su familia y con esto lo confirmaba.

“Recuerde que la señora Andrea me encargó a su nieta antes de fallecer. Yo obedezco y oriento las decisiones de la Señora Samantha. Un nuevo matrimonio entre ambos abrirá escándalos. Primero, porque ya estuvieron casados. Segundo, la pregunta del por qué Vlad Ferguson decidió intentarlo de nuevo con su ex esposa será el centro de todo”.

“No hay que responder. Es decisión de ambos, yo no vivo de los comentarios de otras personas”.

“Señor Davis”. Llamó Samantha. Había escuchado cada palabra que se dijo en la mesa y fueron dos temas muy importantes que se debatieron: el nuevo gobierno de Vlad y un nuevo matrimonio entre ellos: “Comparto el comentario de Vlad, no vivimos de comentarios ajenos. Si decidimos intentarlo es decisión nuestra, no de otros”.

“Si es la decisión que ha tomado, nosotros obedeceremos”. Respondió el hombre: “Durante todo este tiempo en servirle a demostrado ser la mujer que su Abuela Andrea describió un día. Fuerte, de carácter e inteligente, imposible que puedan verle la cara”.

Se puso de pie al igual que todo el bufé que lo acompañaba.

“Espero asistir a su boda, nos vemos señores Ferguson y felicidades por su ascenso, sé qué hará un buen trabajo”.

Samantha y Vlad asintieron. Ambos ocuparon las cabeceras de la mesa y su distancia era evidente. Vlad decidió ponerse de pie para caminar hacia ella, tendió su mano para que la tomaran y sin cruzar palabras caminaron hasta ir por sus hijos.

“¿Estás seguro que puedes cargarla?”. Le preguntó Samantha cuando Vlad pidió a su alíen. Tenía miedo de que Salome pueda lastimarlo.

“Recuerda que la izquierda es la fracturada, mi brazo derecho está bien y tiene fuerza hasta para cargarte”. Respondió a la vez que tomaba asiento de filo de la cama.

Samantha decidió hacer caso y muy despacio le dio a su pequeña. Vlad la tomo, la niña sonrió cuando pudo sentir el aroma de su padre.

“¿Me echaste de menos alíen?”. Preguntó a su hija y ella en respuesta movió sus manos desesperada por tocarlo.

“Claro que sí, papá. Ambos te echamos de menos”. Se escuchó la voz de Matías que se negaba a separase de Vlad, a penas lo vio entrar por esa puerta fue a abrazarlo. Vlad en respuesta le dio muchos besos en su cabello por tenerlo de vuelta: “La alíen, mamá y yo te extrañamos, nos hiciste mucha falta”.

“Recuerda que cuando yo no estoy, tú pasas hacer el hombre de esta familia”. Vlad decidió sonreír, al fin sus males se habían terminado. Ya sus hijos no vivieran aquellas tradiciones y tormentos sin sentidos. Miró a Samantha, en su rostro la verdadera paz era protagonista: “Hoy regresaremos a la mansión y probablemente nos estamos casando en una semana. Si es que no es en días. Prometo darte una verdadera boda y no cometer los errores del pasado”.

“¿Tiene prisa en casarse, Señor Ferguson?”. Pregunto ella. Aún no podía creer que una segunda boda se aproximaba entre ellos.

“Mucha, señorita Samantha, mucha”.

(En el despacho)

“Señor, la mansión es segura. Podemos regresar cuando usted lo desee”. Dijo Adams sentado frente a Vlad.

“La seguridad se ha vuelto prioridad en estos momentos”. Respondió a la vez que observaba los papeles en el escritorio, todavía faltaba una persona por atrapar, pero antes pregunto: “¿enviaste a Olivia lejos?”.

“Así es. Sus mismos abogados decidieron llevársela por su propio bien. Ahora está en constante monitoreo y vigilada para evitar cualquier atentado, ante esto se ha firmado un acuerdo de paz. Lo que se sabe es que está recibiendo ayuda psicológica para levantar su autoestima. Por el momento fue declarada inestable. Su actitud no es madura y trabajan en ello”.

“En algún futuro, Olivia me lo agradecerá”. Dejó de revisar los documentos y observó al Señor Miller: “¿Qué tenemos de Elizabeth?”.

“Mujer loca, asesinatos, múltiples personalidades, intento de secuestrar a tus hijos y sigue sin aparecer”. Respondió de memoria la hoja de vida de la presunta: “Creí que en tu boda daría algún indicio, pero parece que decidió no hacer nada”.

Vlad se quedó a pensar, sabía muy bien que cuando hay demasiado silencio era cosa de preocuparse.

“No bajen la guardia, la mujer tiene que aparecer”. Respiró con fuerza: “Adams, prepare los autos, es momento de irnos”.

“Si señor”. El hombre asintió, se puso de pie y se marchó.

Samantha subió a su hija al auto, donde se encontraba un pequeño asiento para bebé en la parte trasera. Colocó el cinturón de seguridad, le dio un tierno beso, la niña se notaba más feliz que nunca.

“Iré por tu hermano”. Le dijo al oído y Salome dejó escalar una sonrisa.

Ellos viajarían en un vehículo familiar conducido por Adams, serian escoltados hasta llegar a la mansión. Samantha observó en la entrada de la cabaña a sus dos hombres venir, caminó hacia ellos hasta llegar a un punto medio.

“Estoy lista para irnos”. Sonrió y abrazó sin lastimar a Vlad: “La cabaña es linda, pero me gusta ver los jardines. Aquí podemos venir a conversar un poco como lo hacíamos en la suite”.

Le guiñó el ojo ante sus palabras con el evidente doble sentido.

“Claro, conversar”. Vlad le dio una sonrisa de complicidad más un pequeño beso en sus labios. Matías no tuvo de otra que mirar a otro lado ante aquella muestra de amor de sus padres.

“Mamá, papá, una mujer acaba de entrar al vehículo donde está Salome”. Habló al ver como la susodicha entraba y tomaba el asiento del piloto.

Vlad y Samantha se separaron, lo que alcanzaron a ver fue al auto avanzar con su hija a dentro.

Ambos corrieron tras el vehículo, la desesperación se volvió grande.

“¡Cierren las vías ahora!”. Ordenó Vlad.

“Vlad, mi hija”. Samantha estaba por perder la cabeza. Se echaba la culpa por dejarla sola: “Alguien se la llevó Vlad, se la llevó por mi culpa. Tenía que estar con ella, no debí alejarme”.

“Tranquila, Samy. Ella no irá muy lejos”. La abrazó para calmarla, él también lo necesita. En esos momentos había que tener la cabeza fría e ideas claras.

Por suerte sus hombres ya se estaban moviendo como hormigas ante aquel descuido. Algunos salieron tras ella y otros estaban por salir.

“Señor los pasos, entradas y salidas fueron bloqueados a tiempo, ella no podrá seguir avanzado en el auto”. Informó Adams.

Vlad con su mirada vacía y uno de sus puños cerrados ordenó.

“Divídanse en grupos, uno de ellos deberá resguardar a mi hija. Elizabeth está atrapada. Recuerden, la niña debe de estar sin un rasguño, pero la mujer no me interesa”.

Los hombres asintieron y fueron siguieron con las indicaciones.

Vlad miró a Samantha, con su mano buena le entregó un arma: “Dispara si es necesario. Nos dividiremos a partir de ahora. Ve por la parte de arriba, Miller tomará el centro y yo iré por abajo. El gran cañón es grande, son laberintos que puede terminar en cualquier lugar”.

Samantha apretó con fuerza el arma en su mano, Elizabeth había liberado su ira de madre.

“De acuerdo”. Respondió y empezó a correr.

Todos los hombres entraron en el gran cañón, ya tenían las salidas bloqueadas y Elizabeth estaba atrapada sin posibilidades de escapar.

Vlad se movía con rapidez, espacio por espacio fue dejando sus pasos hasta que escuchó a Salome llorar desesperada en la siguiente entrada. Tomando el arma en sus manos, avanzó y observó a la mujer que sostener a su hija, mientras trataba de calmarla.

“Entrégamela”. Habló con voz autoritaria, cierto odio pudo sentirse en sus palabras.

Elizabeth alzó la mirada y en absoluta calma respondió.

“No, ahora ella es mi hija. Ella es Tatiana, la niña que me arrebataron, a la que no le dieron oportunidad de nacer”.

“¿De qué hablas mujer?”.

Elizabeth sonrió y acarició a Salome muy despacio, parecía ser una madre con su pequeña.

“Ese día si me dispararon, Vlad. La bala llegó en mi vientre y se llevó una vida”.

“¿Estabas embarazada?”. Preguntó guardando la calma.

“Si, tenía un mes”. Lo miró y sonrió: “No era tuyo, era de tu padre. De alguna manera llegó a enterarse que llevaba a su hijo. Tomó el día de tu cumpleaños como excusa perfecta y terminó con el bebé en mi vientre… Vlad, yo nunca te amé, me enamoré de Hamilton y si estaba contigo eran por sus órdenes, por complacerlo. Me perdonó la vida, pero a cambio tenía que asegurarme de que no se te acercara nadie, siempre estuve tras tus pasos.

Con el tiempo aquel amor que le tuve, se convirtió en odio. Yo fui quien le dio el aviso del veneno en su copa, perseguí a Adams cuando fue a comprarlo, no di nombres porque tenía planes para ti. Ese día pagué mi deuda y pude ser libre, pero me faltaba algo pequeño que cuidar para que mi vida tenga sentido, por desgracia aquella herida me dejó imposibilitada. En venganza contraté al ex de Samantha para que eliminara al bebé y que Hamilton se llevara una verdadera decepción. Iba hacer lo mismo con tus futuros hijos con Olivia, todo para que ese hombre nunca pueda ser abuelo”.

Volvió a mirar a Salome, quien estaba inquieta por que la soltara. Con una sonrisa le dijo.

“Ocultaste muy bien de tu hija por tres meses, pero tienes dos y exijo tener a la niña conmigo. Es mi derecho”.

“Estás loca”. Fue su respuesta e intentó acercarse, pero Elizabeth le apuntó con un arma sin la necesidad de despegar sus ojos de Salome.

“No estoy loca, sólo quiero ser madre y que mejor forma que cuidar de una Ferguson”.

“Cuida esto”. Samantha entró desde atrás y le dio un cachazo en la cabeza. Escuchó todo y no iba a permitir que se llevara a Salome. Le arrebató a su hija y terminó por patear a Elizabeth: “Maldita loca”.

Volvió a decir a la vez que calmaba a su pequeña en los brazos.

Vlad fue a alcanzarlas, las abrazó muy fuerte revisando que no tuvieran heridas. Al estar seguro dejó un beso en cada una de sus frentes. El alivio reinó en su cuerpo, hasta que abrió sus ojos y observó a Elizabeth de pie apuntando en dirección de Samantha.

No lo pensó dos veces y fue a enfrentarla. Con una de sus manos logró tomar la mano de Elizabeth y elevarla para desviar la bala que iba hacia Samantha. El estallido se escuchó por todos lados provocando que Salome llorara.

Vlad tenía una desventaja y esa era su brazo lisiado que no ayudaba en nada, Elizabeth intentó con todas sus fuerzas volver a disparar en contra de él. Al segundo ambos rodaron por el suelo luchando entre sí.

Samantha estaba temblando con el arma en la mano y con su hija en brazos. Intentaba dispararle a Elizabeth, pero le era imposible cuando ambos se movían de un lugar a otro.

Un segundo disparó se escuchó con fuerza, no provino de Samantha, pero sí de ellos.

Vlad tenía sus ojos completamente abiertos y Elisabeth una resplandeciente sonrisa en su rostro.

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