Exesposa al poder -
Capítulo 71
Capítulo 71:
Un primer estallido se escuchó salir de los camarotes, Vlad cayó en el suelo del yate, parte de su brazo se vio atorado entre la carga pesada, lo que hizo que el hueso se fractura en dos. Las bombas traseras explotarían en un minuto, tomó la fuerza que necesitaba para liberarse, sus gritos de dolor se escucharon hasta que al fin el brazo pudo salir de aquella prisión.
Levanto la mirada para ver el camarote de Hamilton siendo consumido por las llamas, sus tíos estaban en el suelo, la mayoría de los hombres se encontraban en dos partes y otros calcinados. Pero, no observó a Hamilton, necesitaba asegurarse que estuviera muerto, caminó cojeando mientras sostenía su brazo con su otra mano. Al entrar notó que el hombre estaba en posición vertical con un tubo atravesando su abdomen. Sus ojos estaban cerrados y su respiración era lenta, moriría en cualquier momento.
“Vlad”. Lo llamó con una sonrisa despreciable en su rostro mientras escupía sangre: “Ayuda a tu padre”.
Vlad lo miró, observó que el hombre sufría con cada respiración que daba. Se acercó a él y le dijo: “Hoy todos a quienes lastimaste con tus propias manos, están felices de tu agonía”.
Hamilton sonrió y no dudó en lanzar unas carcajadas en el aire.
“¿Y tú crees que eres un buen hombre, Vlad? Mírate, tus manos también están manchadas de sangre, tentaste en contra de tu familia y ahora lograste herirme de gravedad. No eres un buen hombre si es lo que piensas, eres un Ferguson y sabes ¿Por qué?”. Tosió cuando la sangre empezó a impedir su reparación: “Así todos los primogénitos les quitan el legado a sus padres. Yo lo hice, tú lo estás por hacer y tus hijos lo harán contigo, es la maldición Ferguson”.
“Ya no más”. Vlad caminó hasta estar cerca de él, tomó las manos ensangrentadas del hombre y le entregó el arma: “Hay una sola bala, si eres inteligente sabrás que elegir”.
“Me recuerdas a mí, Vlad. El poder es lo que más deseamos en el mundo. De todas las formas posible para morir, está es la que siempre quise”. Dejó caer el arma al suelo: “Morir en manos del futuro Patriarca. Bienvenido a la familia, Vlad Ferguson”.
Vlad respiró con fuerza. Ya no había más tiempo y Hamilton había elegido como morir. Dejó de mirarlo y empezó a correr por su vida. Los segundos estaban contados, la muerte estaba tan cerca que lo llamaba. Con la fuerza que se obligó a tener, se lanzó a las aguas del mar justo cuando la segunda explosión se dio, impactando en parte de su espalda.
Lo siguiente que pudo sentir fue sueño y una debilidad profunda. Su vida empezó a pasar muy rápido frente a sus ojos, desde los momentos felices hasta los más amargos. Por más que quería tomar esa reserva de fuerza para nadar, su cuerpo no le respondió y todo se volvió oscuro hasta empezar a hundirse teniendo en mente a su Samy, la rata calva y la alíen.
Un bulto cayó al agua, lo tomaron del brazo y nadó con él hasta treparlo a una lancha.
“Un segundo, Vlad, un segundo y no la cuentas”. Dijo el Señor Miller feliz por rescatarlo de una muerte segura: “Te llevaré a un hospital ahora mismo. Es necesario que te atienda”.
Vlad débilmente pudo responder.
“Gracias”. Miro al cielo y antes que sus ojos fueran cerrados llamó: “Samy”.
“Adams”. Llamó Samantha con una voz quebrada. No tenía lágrimas para seguir llorando, todo su cuerpo estaba inmovilizado y el corazón partido en mil pedazos: “No puedo firmar esto”.
El hombre se encontraba en llamadas telefónicas con los suyos. El canal de red que tenían era sorprendente, buscaban en todos lados pistas que le informaran que paso con Vlad. Se sabía que los grandes murieron, incluyendo al patriarca, pero entre ellos había un cuerpo desaparecido que era imposible de reconocer, especialmente después de que todos ellos fueron calcinados o divididos en trozos.
Adams había captado las ordenes que les fueron entregadas, tenía que entregarle el testamento a Samantha después de haber pasado un día de la desaparición de Vlad. No había noticias ni señales, ni siquiera el Señor Miller se había comunicado con él.
“Se que es difícil Señora Samantha, pero tiene que hacerlo”. Tomó asiento junto a ella para tomar de su mano y decirle: “No sólo usted es la beneficiaría, también se les devuelve el dinero a las esposas Ferguson. Ahora usted es la jefa, y si el Señor Vlad le dio ese poder es porque confiaba ciegamente en que iba a hacerlo bien”.
“Adams ¿Cómo me pide que haga esto? ¿Se da cuenta que está lo declarando muerto?”.
El hombre bajó la mirada, era la primera vez que dejó de pensar y se puso en los zapatos de Samantha.
“Tomaré lo que tenga que tomar”. Volvió a decir Samantha limpiando sus lágrimas: “Pero firmaré esos papeles mañana en la mañana, hoy voy a descansar. Necesito estar en calma, sobre todo para mis hijos, los hijos de Vlad”.
Se puso de pie tomando aquellas reservas que le había quedado y caminó hasta la habitación.
El Señor Adams se quedó a verla para observar a una mujer rota en dos pedazos. Se llevó las manos a la frente intentado limpiar una ligera capa de sudor que se había formado. Al dar un suspiro, su teléfono sonó.
“Señor Miller”. Respondió muy rápido cuando leyó el nombre en la pantalla: “De acuerdo, preparare a la Señora Samantha ante la noticia. Lo espero mañana a primera hora”.
Dejó salir el are de sus pulmones y fue a preparar a los hombres.
Samantha tenía su rostro limpió, pero las lágrimas terminaron por salirse cuando observó a Matías y a Salome dormir en la cama. Parecían dos angelitos ante sus ojos, la inocencia que reflejaban y el no saber lo que estaba sucediendo, era lo que más le dolía. El no saber cómo explicar la ausencia de su padre. Decidió recostarse en medio de ambos y se quedó a abrazarlos, en ellos seguía viviendo Vlad.
“Mamá”. Llamó Matías cuando la luz de un nuevo día dio inicio: “Están tocando la puerta”.
Dijo al moverla con suavidad para que pueda despertarse.
Samantha abrió sus ojos muy despacio, se había quedado dormida con ellos y sus hijos ya habían despertado. Salome estaba tranquila, sonreía sola y Matías la cuidaba mientras jugaba con ella para que no llore.
Se llevo las manos al rostro, su cuerpo estaba muy pesado y en su corazón seguía la herida fresca. Decidió levantarse e ir a ver quién era el que tocaba la puerta de la habitación.
“Señora Samantha, es necesario que me acompañe a el patio del gran cañón”. Dijo Adams con una mirada de incertidumbre, quería decir algo más, pero por respeto a los niños decidió no hacerlo: “La espero allá”.
Dejó de verla y se marchó.
Samantha respiró con algo de fuerza, había noticias que era preferibles no saberlas, pero eran necesarias. Al querer caminar, Matías la detuvo cuando la llamo.
“¿Mamá, dónde está papá?”. Preguntó el niño. Ese era el tercer día que no lo veía por ningún lado y era la tercera vez que preguntaba.
Las palabras se enredaron en la garganta. Samantha la que podía manejar una situación, no sabía que responder ante la pregunta de su hijo. Sólo sonrió y decidido a alejarse en silencio.
Llegó hasta la cabaña del cañón, sobre la mesa había muchos hombres que se preparaban para un negocio y discutían entre sí algún tipo de futuro. Todos ellos eran abogados de Vlad, pero ninguno era el Señor Miller o él. Al otro extremo estaban los abogados de Samantha
Cuando Samantha se acercó, ellos se pusieron de pie para recibirla.
“¿Por qué ellos están aquí?”. Le preguntó Samantha al Señor Adams, sentía como su corazón quería salirse de su pecho.
“Para ser testigos”. Respondió el hombre y la invitó que tomara asiento en una de las cabeceras de la mesa.
“No puedo”. Samantha sintió un gran pesar y cobardía que prefirió huir de la reunión corriendo con gran fuerza hasta estar lejos.
Avanzó unos cuantos metros hasta que sujetaron una de sus manos y obligaron a apegarse a un duro pecho.
“¿A dónde crees que vas, Samantha?”. Escuchó una fuerte voz que hizo que todo su cuerpo temblara cuando pudo reconocerla.
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