Exesposa al poder -
Capítulo 70
Capítulo 70:
Era las 8 pm, las aguas estaban silenciosas y en el medio del mar un gran yate se embarcaba. Para Hamilton era el lugar perfecto para hacer una gran fiesta, y más si se trataba de un nuevo matrimonio, pero la cosa mejoraba cuando quien iba a casarse era Vlad Ferguson, el próximo líder y patriarca de la familia Ferguson.
Sólo hombres tuvieron el honor de asistir, entre ellos los tíos de Vlad, el Señor Miller, los socios cercanos y los socios de matrimonio por familia. Todos ellos iban vestidos de negro con zapatos brillosos. Todos los miembros del personal eran mujeres con uniformes seductores, ellas servían los tragos a cada uno de los invitados.
“Felicidades, Vlad. Esto hará que crezcamos y seamos más poderosos”. Dijo Ernesto con una copa en mano: “Tu padre hizo bien en criar a un patriarca. De todos tus primos eres el más fuerte, seguro y decidido. Eres una verdadera máquina y no dudo que pondrás en regla a tu esposa”.
Vlad respiró con fuerza, trataba de no romper la copa entre sus dedos.
“Me estoy preparando para mi nueva etapa, Ernesto”. Respondió serio.
“Será una gran etapa y más por los privilegios que tenemos, especialmente tú. Tu suegro murió, la mujer estará a tu merced, puedes hacerlo que quieres, tal como lo hago yo con Teresa. Hoy llevé a mi secretaria a conocer la casa, ella está decidida a vivir en la mansión”.
“¿Y qué harás con tu esposa?”.
“Dado que no podemos divorciarnos por el contrato familiar, supongo que continuará siendo mi mujer, pero la encare lejos. Ella está vieja, no me puede dar hijos y lo que no sirve se va. Voy a echarla de la casa, ya tomé la decisión. Lo haré después de tu boda”. Giñó el ojo complacido, provocando más la ira de Vlad.
“Es tu decisión, no la mía”. Dijo y decidió mirar a otro lugar que no sea él, para encontrarse con una sorpresa aún peor y desagradable de lo que podía imaginar.
Hamilton caminaba al frente, detrás de él sus hombres llevaban un gran pedazo de madera cubierto por una tela blanca.
“Por favor, reúnanse”. Habló feliz ante la multitud de hombres que los rodeaban: “Hoy tengo dos regalos para mi hijo, el primero es está obra de arte que he mandado hacer exclusivamente para él”.
Caminó hacia el gran trozo de madera y quitó la tela para dejar ver el retrato de Vlad con una postura autoritaria, luciendo totalmente firme y poderoso. Debajo de él se encontraba Olivia, quien había posado voluntariamente para ser pinatada, era la perfecta esposa Ferguson que Hamilton quería.
“Felicidades, Vlad”. Dijo en su dirección al mismo tiempo que alzaba la copa y luego bebía con gran placer: “Me enorgullece que seas mi hijo, que seas un Ferguson”.
Vlad sólo pudo asentir ante tan viles palabras que provocaban lo peor de él.
“El segundo regalo en realidad es para todos”. Volvió a decir Hamilton, dio unas palmadas al aire como dando una orden. Por los corredores del yate se dejaron ver a suculentas mujeres con lencería y antifaces en sus rostros: “Tomen las que quieran, no sólo Vlad va a disfrutar de la fiesta”.
Los hombres sonrieron y fueron a la pesca. Parecían hambrientos ante las jovencitas que no aparentaban tener menos de veintidós años. Vlad tenía que hacerlo, tomar a una de ellas y perderse.
“Espera”. Lo detuvo Hamilton: “Para ti guardé la mejor, de lo mejor”.
Con sus manos llamó a una de las muchachas. Era una jovencita de veinte años delgada, alta, con cabellera negra y de piel blanca.
“No ha sido estrenada, serás el primero en darle la bienvenida”. Dos mujeres sonrientes se acercaron a Hamilton y él las tomó gustosos de la cintura: “Es toda tuya, tómala por el tiempo que quieras”.
Sonrió y con las muchachas de su lado, empezó a caminar hasta cerrar la puerta.
Vlad dejó escapar un gran suspiro, tomó la mano de la muchacha que se le fue entregada y caminó hasta su habitación.
“Señor Vlad ¿Quiere que me quite la ropa?”. Preguntó ella algo tímida por ver al gran hombre que tenía enfrente.
Vlad se acercó a ella, la tomó del mentón y sin despegar sus ojos de ella, le dijo.
“¿Cuánto te pagó para que te acostaras conmigo?”.
“Cincuenta mil…”.
“Es una gran oferta, ahora ve a la cama y espérame desnuda. Yo iré al baño y tomaré lo que es mío”. Ordenó, dejó de sostenerla y entró en el baño.
La muchacha tragó saliva. Obediente se empezó a retirarla ropa y entró en la cama. Había que aceptar que estaba feliz porque iba a ser un Ferguson a quien le daría su primer servicio. Esperó paciente imaginando toda la acción por venir.
Vlad lavó su cara, se miró al espejo y lo abrió. Adams había dejado una dr%ga dentro de un frasco inofensivo que parecía ser cualquier medicina. Sólo tenía que hacer que la mujer lo bebiera, lo demás dependía de él. Miró el vino en la estantería, sirvió dos copas y en una de ellas agregó tres gotas de la dr%ga. Guardó el pequeño frasco en su bolsillo y salió del baño.
La muchacha ya lo esperaba, al verlo caminar hacia ella se puso de pie y dejó ver su cuerpo desnudo cuando la cobija cayó al suelo. No hubo ningún tipo de erección de su parte, ni siquiera le hizo vibrar el cuerpo como lo hacía su Samy.
“Señor Ferguson, estoy lista”. Habló ansiosa.
“También lo estoy, pero antes… brindemos”. Vlad ofreció la copa ya preparada, ella la tomó en sus manos y la llevó a sus labios para poder beberla.
Vlad estiró sus labios, estaba complacido. Las copas cayeron al suelo y decidió besarla. No tardó en hacer efecto, pronto la muchacha empezó a sentirse cansada y con mucho sueño que se deshizo en sus brazos.
“¿Te encuentras bien?”. Preguntó y ella no respondió. La tomó en sus brazos y le dejó en la cama, agarro la cobija y cubrió su desnudes. Luego caminó hasta salir de la habitación donde se encontró con el Señor Miller: “¿Todos están dormidos?”.
“Si, todos bebieron del vino, menos nosotros”. Respondió. Su trabajo era agregar pequeñas cantidades de somníferos en las bebidas. Estás tenían que hacer efecto después de los veinticinco minutos de ser ingeridas.
“De acuerdo, tenemos dos horas”. Sincronizó su reloj, tomó un traje de buceo y empezó a cambiarse lo más rápido que le era posible.
“Señor”. Llamó Orlando acercándose con sus hombres, todos ellos tenían trajes de buceo sobre sus cuerpos: “Estamos listos. A las ocho de la mañana, usted y todos los hombres Ferguson serán trasladados al yate que está al frente para ser llevados hasta el puerto, la distancia es de un minuto. Las bombas de allí se activan por el calor del motor, recuerde que sólo tiene quince segundos después de haber sido calentadas antes que la explosión de inicio”.
“Entonces démonos prisa”. Respondió Vlad.
Con trajes de buceos y tanques de oxígeno sobre sus cuerpos nadaron hasta el yate. Tenían que colocar las bombas cerca del tanque de gasolina, donde por suerte estaba el camarote de Hamilton, el mayor impacto sería ahí, el epicentro de la explosión.
El camarote de Vlad estaba al final, pero el impacto iba hacer mediano dejando heridas en él, Vlad tenía que estar preparado, contar los segundos y saltar al agua en el momento indicado. Un segundo puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, eso bien lo sabía.
Las bombas fueron colocadas, todo sería un accidente en altamar, un accidente donde se extinguirán todos los Ferguson o sólo uno sobrevivirá. Dejaron el yate y regresaron al principal.
“Orlando ¿Tienes la carnada?”. Preguntó Vlad.
“Lo tengo señor, está en su camarote del otro yate”.
“Bien”. Caminó en su dirección y le entregó unos papeles: “Si me sucede algo, entrégale esto a Samantha”.
El hombre no sabía que cara poner, estaba sorprendió por leer los papeles, sobre todo el poder.
“Yo se los hago llega, señor”. Respondió.
Vlad asintió.
“Ahora vete y lleva a los demás contigo”. Orlando obedeció, dio la orden y se marcharon en las lanchas.
“Sabes que a Samantha! no le importa tu dinero”. Dijo el Señor Miller cuando se acercó a Vlad: “Ella sólo quiere que vuelvas en una sola pieza”.
“Lo sé, pero sólo quiero que nada les falte a mis hijos”.
“Al final concluiste con esta tradición. Le devolverás la fortuna a las esposas Ferguson y dejas a Samantha como tu heredera”. Sacó unas cervezas que guardaba: “Por lo que se viene”.
“Por lo que se viene. Por mi último juego.”
Ocho de la mañana y los Ferguson fueron trasladados al segundo yate. Vlad estaba en su camarote, miraba su reloj una y otra vez. Cuando el motor se prendiera, tenía un minuto para que las bombas fueran activadas, a partir de ahí el tiempo era oro y su mayor enemigo. Cinco segundos para colarse un salvavida, otros cinco para tirar la carnada y los últimos para saltar al agua.
“Es hora, en la iglesia esperan a mi hijo”. Hamilton dio la orden para que avanzaran y fue directo a su camarote.
El motor se prendió, el tiempo empezó a correr. Vlad miraba las agujas del reloj, mientras sentía el yate avanzar.
El minuto se completó y los quince segundos empezaron a correr. Agarro el salvavidas y se lo puso tan rápido como le fue posible. Salió del camarote con la carnada en sus manos, la tiró a lado contrario de donde él saltaría. Antes de saltar, una mujer lo llamó, quedaban sus cinco segundos en juego.
“Vlad”. Dijo Teresa, en sus manos sostenía un cuchillo lleno de sangre: “Ernesto no será un problema para ti, lo maté”.
La mujer no estaba arrepentida, su mirada reflejaba gran paz y calma.
“No va a botarme de mi mansión, eso te lo aseguro”. Dijo con firmeza.
“Vete, Teresa, vete”.
Vlad no tuvo tiempo de dar explicaciones, tomó a la mujer, le entregó el salvavida y la lanzó al mar.
Los cinco segundos se terminaron y el yate explotó.
Olivia esperaba en el altar. Su gran vestido blanco y ramo de flores la hacían resplandecer, parecía una modelo que ganó una corona.
Samantha se encontraba en una de las filas acompañada de Adams, sólo podía respirar y espera. Vlad dejó una nota y una invitación a la boda.
[Por favor, Samy. Quiero que vayas].
Un gran escándalo se escuchó fuera de la iglesia, eran autos y toda la prensa comenzó a entrevistar a Olivia.
“Señorita Olivia ¿Sabe que su prometido no vendrá? ¿Está enterada del accidente que hubo en la bahía? Se cree que todos los Ferguson están muertos, debido a que el yate en que se trasladaban explotó por algún tipo de falla en el motor. Los acompañantes de la otra embarcación fueron testigos cuando el yate de la gran familia se hundió en llamas”.
Olivia empezó a gritar de frustración, destruyó todos los arreglos florales y terminó por rasgar el vestido de novia.
Era el turno de Adams, tenía que entrar.
“Señora Olivia Jones, sé que no es el momento, pero…”. Le entregó el contrato matrimonial: “Al no existir un patriarca que, de inicio a la ceremonia, la boda esta cancelada. No existe contrato”.
“No, no, no”. Entró en negación: “Los Ferguson tienen que estar vivos, esto no está pasando. Yo seré una esposa Ferguson, lo seré”.
El personal a disposición de Olivia tuvo que anestesiarla para calmarla.
“Ya no señora, ya no”. Respondió Adamas y camino donde Samantha, ella estaba paralizada con el corazón dolido, roto en mil pedazos. Quería llorar, gritar o no sentir nada más: “Señora Samantha, tenemos que irnos”.
Luego tomó su mano fría y empezaron a caminar.
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