Exesposa al poder -
Capítulo 69
Capítulo 69:
Samantha despertó de su siesta de la tarde, tanteó con sus manos y sintió que Salome no estaba. Se puso de pie y fue a buscarla. La observó con Vlad, él parecía hablar con su alíen, como la llamaba. Vlad se la había llevado para que ella pueda descansar tranquila, la niña llora muy seguido en la noche hasta dejarla agotada, era un trabajo difícil para Samantha y lo admiraba por completo.
El mes que les quedaba había pasado muy rápido, era difícil decirle al tiempo que se detenga o que les diera días extras. Samantha se apegó a la idea de lo que suceda mañana iba a ser para bien y que Vlad lo tenía bajo control, iban a volver y vivir en familia.
Había que aceptar que Vlad hizo todo lo posible para que su familia viviera feliz, dio hasta la última gota para estar con ellos. Nadie sabía dónde estaba viviendo Samantha, ni siquiera los medios tenían una pista, Vlad se encargó de eso. Cada vez que trataban de entrevistarla, se le era negado y era escoltada por toda una caballería con vehículos del mismo color para poder despistarlos en el camino.
Las noches entre ellos eran ilimitadas, cada segundo era valioso y querían vivirlo al máximo. Vlad se encargaba de hacer dormir a su alíen para no ser interrumpidos en sus actos, y si Salome llegaba a despertarse, una nota de voz grabada por el mismo Vlad se activaba al instante. Todo estaba bajo era control, Matías no daba problemas, siempre fue un niño tranquilo y dormirlo era cosa de Samantha.
«Alíen, he notado que estás dejando de ser uno”. Le dijo Vlad a su hija: “Mira, ya no tienes los parpados hinchados y tu piel se está estirando, en un mes más serás una niña hermosa… pobre de la persona que trate de hacerte daño. Papá tiene un cuarto de tortura que está disponible para aquellos que se acerquen a ti con malas intenciones”.
La niña dejó escapar una sonrisa por los aires, tenía tres meses de nacida y mostraba ser inteligente. Parecía que las palabras de Vlad eran un gran aliento para ella, era como si las entendiera a la perfección.
“Creo que Salome entiende tus palabras, Vlad”. Dijo Samantha, se acercó ellos y tomó asiento: “Es hora de alimentarla ¿Me la das?”.
“Claro”. Vlad sostuvo con mucho cuidado a su hija y se la dio.
Samantha sonrió, dejó ver uno de sus pezones y se lo acercó a Salome, quien al sentirlo empezó a alimentarse. “Despacio, vas a atragantarte”.
Su camisón blanco estaba manchado por la leche materna que se desparramaba, era el tercero que ocupaba en el día.
“¿Es fuerte?”.
2Más de lo que te imaginas”.
“Si le digo que deje de alimentarse con fuerza ¿Lo hará?”.
“No lo sé, pero inténtalo”.
Vlad se acercó a ella hasta estar muy cerca del oído de ella y le dijo: “Alíen, come despacio. Estás lastimando los gemelos de tu madre y no le dejaras nada a tu padre”.
Samantha sonrió, Vlad los había bautizado y era difícil que les cambie el nombre a sus senos. Al segundo la niña empezó a comer despacio, cosa que hizo que su sorpresa sea más grande.
“Salome te entiende, Vlad”. Habló Samantha contenta.
“Si le digo que nunca tenga novio ¿Me hará caso?”.
“Vlad, tampoco pases los límites. No lo hará ahora, pero si a su edad”. Explicó. La niña parecía estar llena, y sus ojos color verdes como los de su padre se fueron cerrando muy despacio: “Se quedó dormida… toma, ve a dejarla en la cuna, yo voy a limpiar la leche derramada”.
“De acuerdo”. Tomó a Salome de regreso y cuando cruzó las paredes de la habitación dijo en voz baja: “No tengas novio”.
Dejó un beso en su frente y la recostó en las suaves cobijas. La miró por unos minutos, había que aceptar que él tenía algo de miedo por lo que iba a suceder mañana, pero ella y Matías eran ese motor que le decían que todo iba a salir según lo planificado y se aferraba a su última oportunidad de ser feliz.
“Descansa, Alíen”. Suspiró y se marchó de la habitación.
Caminó hasta fuera de la cabaña, observó a Samantha y a Matías mirar parte del gran cañón. Ella le explica con sus manos los bordes, ancho y largo del paisaje, Matías prestaba mucha atención a las palabras de su madre.
“¡Mamá, puedo ver una constelación en el cielo!”. Matías observaba a través del telescopio, y al ver la osa mayor y menor que Samantha le menciono, no dudó en dibujarla en su pequeña libreta: “Mañana les contaré a mis compañeros de escuela, van a quedar asombrados”.
“Sólo es una historia”. Dijo Samantha con una sonrisa en su rostro.
“Una historia que es cierta”. Intervino Vlad al acercarse. Miró el dibujo de su hijo: “Vaya, tienes mucho talento”.
“Vi tus dibujos que guardabas en el despacho y decidí intentarlo”. Indicó su trabajo y empezó a explicar: “La osa mayor y menor, el cinturón de orión, Cefeo, Hércules, Gemini, Pegasus, Leo menor y la última que tengo es la Ursa Mayor, me faltan más”.
Vlad levantó sus cejas, Matías logró romper su récord al dibujar las constelaciones a los cinco años, él lo hizo a los seis.
“Papá ¿Sabías qué las estrellas son grandes cuerpos celestes que producen luz y calor compuestas por hidrógeno y helio?”.
“Lo sé”. Respondió, lo tomó en sus brazos y empezó a brindarle sus conocimientos de investigación al respecto, vaya que tenía su cerebro.
“Matías es inteligente. Con él me doy cuenta de que no es necesario tener la mejor educación en un internado para ser una persona de niveles superiores”. Dijo Vlad, en su pecho descansaba Samantha.
“Lo heredó de ti, le brindaste tus conocimientos mientras lo ciabas”. Samantha se removió un poco, tenía mucho de sueño, su siesta de la tarde no fue suficiente: “Matías es un mini tu”.
Vlad dejó escapar una sonrisa, iba a quedarse despierto un poco más, quería disfrutar de ese último día, pero Salome empezó a llorar. Decidió levantarse en silencio e ir por ella.
“Veamos el problema”. Habló y la niña se calmó: “¿No escuchaste la voz de tu padre?”.
Le preguntó al tenerla en el hombro y empezar a moverla muy despacio. Miró la radio, quien era la encargada de reproducir la grabación.
“Se le acabaron las pilas y no hay otras, bueno, tal parece que me quedaré a hacerte dormir”. Buscó la mecedora y se sentó. Balanceaba su cuerpo de arriba abajo a un ritmo lento hasta lograr que ella cierre los ojos y pueda dormir.
“Vlad”. Llamo Samantha y miró el problema: “Mañana compraré más pilas. Salome necesita de tu voz para dormir”.
“Pilas de larga duración y repuestos”. Habló en voz baja para no despertar al alíen, Se puso de pie y fue a dejarla en la cuna muy despacio, él mínimo ruido provocaba que llorara. Se acercó a Samantha y le dijo al oído con voz seductora: “¿Quieres que te haga dormir?”.
Ella asintió, Vlad le besó ambas manos y la llevo en sus brazos. En total silencio regresaron a la habitación. Buscó la cama, la sentó al filo y ayudó a retirársela las prendas. Después la dejó caer muy despacio sobre las sábanas blancas. Desde que Samantha amamantaba a Salome ocupaba camisones, unos de ella y otros que les robaba a Vlad, haciendo que sea más fácil poder desvestirla.
Sin dejar de verla, retiró sus ropas de una forma se%y hasta que su cuerpo estuvo descubierto por completo, Samantha con la ayuda de sus manos y yemas, recorrió el pecho de Vlad provocando en él la mejor de las sensaciones.
La envolvió en un beso apasionado y se recostó sobre ella. Como piezas a la medida, empezó a moverse, era el mejor de los placeres. La sensación de cómo sus cuerpos se contarían por cada rose de sus pieles provoca que el deseo se descontrolara… se volvía más difícil cuando Vlad acariciaba y torturaba los gemelos.
Todo su cuerpo era escandaloso, las caricias, los besos, el sentir de su respiración cortante por querer apaciguar los jadeos, el vaivén eran parte de una hermosa tortura. No era la última noche, sólo era la primera de muchas que estaban por venir.
“Samy, mi Samy”. Dijo Vlad entre resoplidos y sin dejar de moverse, lo disfrutaba. Podía experimentar muchas cosas con ella, desde juegos con personajes hasta simplemente hacer el amor de la única forma en que ambos se entienden.
“Te he amado, te amo y te amaré siempre”. Agregó: “Me salvaste del abismo en que me encontraba, me enseñaste a amar”.
Samantha estiró sus labios mientras ahogaba sus jadeos de placer. Ya había aceptado desde su primer encuentro que sólo él podía hacerla vibrar de mil y una forma.
“Creo que los dos nos ayudamos”. Le respondió y ambos volvieron a unir sus labios hasta volver encontrase y si era necesario, desgastarse.
Era de madrugada, Vlad acariciaba la espalda desnuda de Samantha, ella se quedó dormida después del tierno acto. Muy despacio se levantó, tomó sus prendas y dejó una nota en la mesa de noche. No quería despedirse porque no era una despedida, era un hasta luego. Dejó un beso en las mejillas de su Samy y en total silencio salió de la habitación.
“Señor, ya todo está listo para esta noche, su despedida de soltero lo espera como se ha planificado hasta ahora”. Dijo Adams. Se le había dado la orden de guardar y registrar todo.
“De acuerdo, tu deber es cuidar a mi familia. A partir de aquí yo me encargo. Lo más probable es que salga herido, cuida a Samantha y a mis hijos en mi recuperación”.
(La vida de Elizabeth)
“Te doy cinco mil por la muchacha”. Dijo Hamilton al ver a Elizabeth de trece años junto a su padre. Ella parecía no tener emociones, estaba totalmente pagada y fuera de sí. Sus vestimentas eran un viejo vestido de color oscuro y unas zapatillas viejas llenas de polvo.
“Acepto”. Respondió el hombre. En una de sus manos sostenía una botella llena de licor. Empujó a su hija en dirección a Hamilton con la ayuda de una patada: “Es toda tuya, ahora dame el dinero”.
Hamilton sonrió y le entregó lo pedido. El hombre se aseguró en contarlo, lo miró y le dijo.
“Siempre mantenla vigilada, puede volverse loca”. Dejó ver una despreciable sonrisa y se marchó del lugar.
Hamilton tiró un par de carcajadas en el aire, tomó su pistola y la dejó sobre la mesa, después se fue dejando a Elizabeth sola y con la mirada fija en el arma. Ella caminó hasta tomarla y como una sonámbula decidió abandonar la habitación.
Thomas junto a su esposa se quedó tendido en la cama por todo el alcohol ingerido, la puerta de su choza empezó a abrirse muy despacio. Afuera hacia una tormenta eléctrica y era imposible escuchar los pasos de quien entraba.
Elizabeth apuntó primero hacia ella, quitó el seguro y antes de disparar dijo.
“Esto por autorizarlo”. La bala alcanzó su cabeza.
Thomas despertó asustado al escuchar los disparos en el aire. Al mirar frente a él, vio a su hija Elizabeth apuntarlo con el arma.
“¿Qué crees que estás haciendo, Elizabeth?”. Preguntó con algo de miedo.
Ella no dejó ver nada en su rostro, su mirada era profundamente vacía.
“Esto por vi%larme”. Disparó hasta descargar el arma.
Ambos cuerpos estaban llenos de balas y en un charco de sangre sobre la cama. Elizabeth regó gasolina, agradecía que gracia a su pobreza la choza en la que vivía iba a consumirse muy rápido, sería un accidente como uno de los muchos que han sucedido en su vecindario. Se alejo, tomó asiento en la colina observando como su hogar se consumía y ardía como la casa de sus anteriores clientes.
Una gran tormenta empezó a caer, Elizabeth decidió irse llevando en sus manos el arma y dos muertes.
Cuando llegó a la mansión de Hamilton estaba llena de lodo, pero aun así logró limpiar el arma. Antes de dejarla en su lugar, escuchó una voz.
“Tú vas a hacer quien cuide de Vlad y despistes a todas las mujeres a partir de ahora. Si es necesario harás lo que acabas de hacer con tus padres”. Caminó hasta tomarla del mentón con fuerza: “Puedes darle lo que él quiera, pero tienes prohibido enamorarte de mi hijo. Yo te compré y me debes obedecer”.
“Si, Señor Ferguson”. Respondió sin empatía alguna.
“Ahora vete”. Le ordeno y dejó de sostenerla. Cuando Elizabeth desapareció, Hamilton volvió a tomar un trago: “Se que terminaras por encapricharte con él y Vlad vivirá una dura lección”.
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