Exesposa al poder
Capítulo 68

Capítulo 68:

“Deja que yo lo haga”. Dijo Vlad, tomó a su hija y le dio a beber del biberón. Los cuatro decidieron dormir en una sola cama, fue una de las peores experiencias de su vida: “La pequeña alíen tiene mucha hambre”.

Una sonrisa se escapó de sus labios por ver a su hija ser alimentada.

Samantha lo observaba desde la cama, en sus brazos estaba Matías dormido.

“No me sorprende que sepas alimentarla”. Le dijo demostrando su felicidad: “Nunca te lo he dicho, pero hiciste un buen trabajo al cuidar de nuestro Matías. Eres un excelente padre”.

“Lo soy porque no quiero que mis hijos no vivan lo mismo que yo viví. Soy mejor padre que Hamilton”. Vlad respiró que fuerza, no quería esa maldita educación para sus niños y para eso había que eliminar los problemas, no solucionarlos.

Samantha se puso de pie cuando notó su estado, fue a donde él y lo tomó de las mejillas para que la mirara a los ojos.

“No te vuelvas a comparar con ese hombre, tú eres mejor en todos los sentidos. Cuidaste de Matías sin saber que eras su padre, te sacrificaste por nosotros y me los trajiste de regreso. Vlad, Hamilton no puede competir contigo porque no tiene de dónde”.

Las palabras de Samantha fueron de gran alivio para él, definitivamente su Samy era lo mejor que pudo haberle pasado, el mejor error, el mejor contrato y la mejor mujer. En agradecimiento dejó un tierno beso en su frente.

La niña se movió muy despacio, ya estaba llena.

“Déjame ayudarte”. Dijo Samantha al intentar quitarle los gases a su hija.

“Puedo hacerlo”. Vlad tomó a su hija y se la llevó al hombro. Le dio unas cuantas palmaditas hasta que al fin Salome dejó salir los gases: “Hay que aceptar que la alíen eructa más fuerte que Matías”.

“¿Enserio?”. Preguntó Samantha, mientras acariciaba las mejillas de su hija al igual que Matías cuando se acercó a ver a su hermana.

“Si, de bebé él era un niño al que solo le gustaba dormir y comer. Cada vez que lo alimentaba sus eructos no se sentían. Por un momento pensé que era mudo, luego me explicaron que era normal, que era una especie de niño tranquilo”.

“¿Y lo es?”.

“Sí, Salome es imperativa y tragona, mientras que Matías era tranquilo y obediente, tiene el chip Ferguson”.

Samantha sonrió, ella creería que Salome tiene más de Vlad, pero dejaría que el tiempo le diera la razón.

“¿Viviremos en la suite?”. Preguntó, mientras sus manos retiraban la ropa de su pequeña para cambiarla.

“No, estaba pensando en ir a la cabaña que está en el cañón. Es un lugar acogedor donde podemos estar mientras se implementa seguridad en la mansión. No pienso llevarlos ahí hasta estar seguro de que es habitable”.

“¿Qué hay del personal?”.

“Nos llevaremos a James y a Hades, el resto vuelve a la propiedad para que no noten la ausencia”.

Samantha asintió encantada, tomó los pañitos húmedos y empezó a limpiar a Salome, tenía una sorpresa en el pañal.

“Será mejor que te tapes la nariz, o si quieres puedes salir hasta que termine de cambiarla”.

Vlad la observó, tomó el pañal limpió y decidió hacerlo él mismo.

“¿Sabes cuantas veces cambié a Matías? Muchas, para mí esto es lo más normal del mundo”. Tomó los pañitos húmedos, el talco y al final colocó el pañal en Salome: “He estudiado muchas cosas, esta es mi materia favorita en el curso de paternidad… deberían de darme un diploma”.

Movió a su hija muy despacio hasta que se quedó dormida.

Samantha se acercó a su oído y con una voz seductora le dijo.

“Te daré tu diploma está noche”.

“¿Por qué no ahora?”. Preguntó seductor al tomarla del mentón.

“Vlad, los niños…”.

“Sí tienes razón”. Apegó su frente a la de ella: “Esta n noche espero mi diploma, Sam”.

“Lo tendrás”.

Vlad sonrió, ya imaginaba su graduación. Miró a uno de los rincones y observó la lencería que antes le había encantado.

“Hay que deshacernos de esta prenda ¿Te importa que la bote?”.

“Yo pensaba quemarla”.

“Me tenta más tu idea”. Vlad se puso de pie y caminó en dirección a la penda: “¿Vendrás conmigo?”.

“No me lo perdería”.

Tomaron sus manos y caminaron hasta salir de la habitación dejando a sus hijos dormir. Llegaron a la chimenea, Vlad la encendió y cuando el fuego estuvo listo, dejó caer la prenda ahí dentro. Ambos la vieron arder y consumirse poco a poco, era como ver a sus enemigos extinguirse.

“¿Volverás?”. Preguntó Samantha en la puerta. Vlad fue a dejarlos en la cabaña y tenía que marcharse por una llamada de Hamilton.

“Apenas termine de escuchar lo que el viejo tiene que decir, regreso”. Respondió y dejó un beso en la frente de Samantha: “No te preocupes, nadie conoce este lugar y en caso de conocerlo, mis hombres tienen orden de disparar. La seguridad es alta y para garantizarlo, te quedas bajo los cuidados de Adams, él es uno de mis mejores hombres”.

“¿Y a quién te llevas contigo?”.

“Orlando, la mano derecha de Adams”. Le dio otro beso, pero está vez en los labios: “Te veo después, volveré pronto por mi diploma”.

“Te estaré esperando”. Respondió Samantha. Sus manos se soltaron muy despacio hasta que se separaron y lo vio marcharse.

“Jones está muerto”. Dijo Hamilton tras el escritorio. Su calma era normal, estaba calmado y sin preocupaciones: “Esto deja a Olivia como heredera de toda su fortuna, es algo que nos favorece. Podrás manejarla a tu antojo, aprovecha lo sucedido”.

Vlad apretó sus puños debajo de esa mesa de madera, parecía que le hizo un favor al dejar a Jones fuera del camino, pensaba que eran grandes amigo y que iba a estar afectado. Pero que equivocado estaba, a ese hombre sólo le importa el poder, el matrimonio como la familia son negocios, negocios con ganancias jugosas, era comercio puro.

Tragó saliva y preguntó.

“¿Cómo está Olivia?”.

“Normal, como siempre, no la vi triste, pero tampoco feliz”. Tomó un habano del cajón y antes de fumarlo le dijo: “Ve donde ella y hazle saber que con o sin ‘Papi’ los planes continúan”.

“De acuerdo”. Vlad asintió, se puso de pie y salió de la oficina de Hamilton.

El no necesitaba actuar, siempre le ha hecho ver su desprecio a Olivia. La observó sentada en una de las banquetas del jardín, se acercó a ella, pensaba encontrarla triste o hasta llorando, pero se dio cuenta que Hamilton tenía razón, en su lugar encontró una despreciable sonrisa.

“Olivia”. Llamo.

“Si, Vlad”. Respondió ella y de inmediato se puso de pie.

“Me enteré lo de tu padre, déjame decirte que no lo lamento”.

“¿Y quién lo lamenta? Porque yo no”.

Sus palabras dejaron fuera de lugar a Vlad.

“Esto no me incumbe, pero ¿Por qué?”.

“Porque ahora todo el dinero es mío y cuando nos casemos, será tuyo ¡No es increíble, Vlad!”.

“Olivia, a veces no puedo creer que seas una mujer tan tonta ¿Quieres dejar tu liberta sólo por ser una esposa Ferguson? ¿Lo dejaras todo?”.

“Con tal de tenerte, no me importa”. Vlad no soportaba escuchar más a la mujer, decidió marcharse.

Al avanzar unos pasos ella le dijo: “No te olvides de nuestra boda, está muy cerca, Vlad Ferguson”.

“No lo he olvidado, para mi esa también es una fecha muy importante”. Habló sin la necesidad de mirarla y continuó con su trayecto.

Ya en el auto sacó su libreta y tachó el nombre de Jones de la lista, antes de él estaba Dante. Faltaban dos peligros: Hamilton Ferguson y Elizabeth Fors.

Proto les llegaría su final.

A Olivia sólo le tenía desprecio, ya cuando el patriarca deje de existir, ella tendrá que aceptar el rompimiento del contrato he irse, pero él mismo tendría que enviarla lejos para que no sea un peligro en su familia, lo importante ahora son esas dos alimañas.

Vlad no sabía cómo, pero Samantha se trajo una gran cantidad de juguetes divertidos. Ahora se encontraban en una de las habitaciones de la cabaña, ella ocupaba un se%y traje de prisionera, cubría gran parte de su cuerpo y le quedaba a la medida. Mientras que Vlad era un se%y policía que iba a interrogarla sin piedad.

“Te portaste muy mal, por eso estás en la cárcel”. Habló Vlad sin dejar rodearla, Samantha estaba de pie, sus manos estaban esposadas y tenía los ojos vendados: “e te acusa de robo en primer grado ¿Tienes algo que decir antes de sentenciarte?”.

“Robé porque lo necesitaba”. Confesó con descaro y sin nada de remordimiento.

Vlad dejó escapar una sonrisa pervertida, iba hacer sencillo sentenciarla.

“De acuerdo, tu sentencia seré yo”. La tomó hasta arrinconar su rostro en contra de la pared, pegó su pelvis en el glúteo de Samantha y volvió a decir: “¿La razón? Por ser una ladrona que te robaste mi corazón por completo ¿Cómo te declaras?”.

“Culpable, pero lo necesitaba”. Insistió Samantha. Con un sólo toque ya estaba envuelta en llamas. Todo su cuerpo vibraba, hasta las piernas empezaron a temblarle cuando sintió la respiración cerca de Vlad en su cuello: “No tenía de otra”.

“Yo tampoco tendré de otra”. Vlad desgarró la parte trasera del traje de prisionera de Samantha, dejándola totalmente a su alcance: “Vamos a ver si resistes a esto”.

Del bolsillo sacó la bala vibratoria y empezó a recorrerla por el cuerpo de Samantha hasta llegar a la zona de placer.

Samantha apretó sus labios con fuerza, ahogando sus jadeos dentro de ella, en cualquier momento iba a explotar. Vlad la dejó, pero ese no era el castigo, todavía faltaba lo mejor. Quitó las esposas y la tomó de los hombros para que la mirara.

“Quédate quieta o esto puede empeorar”. Ordenó.

Sus manos terminaron por romper la vestimenta, ya tenía en frente a esos gemelos que tanto amaba y a ella sin nada más que la venda en sus ojos. La tomo y la llevó a la silla en donde la dejó sentada.

Empezó a retirarse el uniforme, cuando no había más prendas en su cuerpo, tomó la mano de Samantha, quitó la venda de los ojos y la subió a la mesa de interrogatorio.

“Samantha Willians, eres culpable”. Le dijo y se aferró a ella empezando con el vaivén.

“Acepto la culpa y mi sentencia”. Respondió sin soltarse de Vlad. Sus cuerpos eran llamas puras, no eran más que dos demonios jugando en el infierno y Vlad era el diablo siendo tentado por la seducción de Samantha.

Vlad la besó con pasión y aumentó sus movimientos. La sensación, el placer, la lujuria hicieron una tortura y sentencia exquisita. Estaban enterrados en su propio mundo donde ellos eran amos y señores de su propio infierno. El deseo carnal los consumía y exigía más y más.

“¿Vlad es mejor de Massimo Torrecilli?”. Preguntó de repente y sin dejar de moverse dentro de Sam.

“Lo es”. Respondió ella soportado toda su potencia: “Eres mejor en todos los sentidos…”.

“¿Qué hay de Cristian Grey? Estoy seguro de que también viste la película”.

“Con esto he cambiado de opinión, eres mejor que los dos”.

Vlad sonrió, les había ganado a los amos del placer. Ahora no había más personajes ridículos en Samantha, sólo existía Vlad Ferguson y la lujuria que los desenvolvía. Mientras que dentro de él siempre estará su Samy como la mayor protagonista de sus noches. Ni Anastasia, ni Laura, se comparaban con Samantha Willians.

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