Exesposa al poder
Capítulo 66

Capítulo 66:

Si era un sueño o no, Vlad se despertó más calmado. Por alguna razón en sus recuerdos estaba Samantha y decía que aceptaba el tiempo que les quedaba. Se levantó de la cama muy despacio, le dolía ligeramente la cabeza y solo tenia puesto un bóxer.

Pronto recobró la conciencia, sacudió la cabeza y observó que no hubiera rastro de Olivia por ningún lado. Junto a su armario estaba el vestido que ella tenía sobre el cuerpo, pero la mujer no estaba por ningún lado, se fue así nada más. Sin entender nada fue a darse un baño, ya revisaría las cámaras en la entrada para verificar lo que sucedió esa noche.

(Empresa Ferguson)

Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio las imágenes de la cámara. Su Samy fue a rescatarlo y sacó a Olivia de la suite. Ella pasó la noche con Vlad y se fue muy temprano, eso quería decir que sus palabras no fueron un sueño.

Dejó de pensar en aquello y se dispuso a revisar los informes. Fue interrumpido cuando las puertas de su oficina se abrieron de golpe, alzó la mira sin rastro de sorpresa, pero sus ojos se abrieron cuando noto a Samantha en la entrada.

Tenía un gran abrigo café claro sobre el cuerpo, era temporada de verano y no era necesario llevarlo. También tenía unas botas negras de punta fina, labios rojos y el cabello suelto que caía como cascadas sobre su espada.

“Estos días que nos quedan que sean los mejores, Vlad”. Dijo y dejó caer el abrigo para dejar ver un conjunto de lencería roja sobre su piel blanca. Lo que más le gustaba era sus finos encajes que dejaban a la imaginación de muchos.

Vlad tragó saliva, tomó de inmediato el control en sus manos y dejó caer las cortinas. Nadie tenía que ver lo que era de él y solo de él. Caminó hacia ella como un lobo feroz y hambriento, la aferró a su cuerpo y terminó por besarla. Parecía deseoso que con cada beso robaba parte del alma de Sam.

La tomó hasta llevarla a sus caderas, avanzó con ella al escritorio y sin importarle lo que había sobre este, lo tiró todo al suelo. Total, podría comprar nuevos artefactos, era hora de hacer renovaciones.

“Vlad, quería que me llevaras a la suite”. Habló con una sonrisa divertida, mientras él besaba su delicado cuello. Sam tenía unos planes y Vlad otros muy diferentes: “Todos aquí escucharan lo que vamos a hacer, no es correcto”.

“Es mi empresa, si yo quiero puedo derribarla y montar una el doble de grande. No vivo de los comentarios de otros”. Respondió, no le importaba los demás, lo único que importaba en ese instante era ella y sólo ella. Cada minuto desde eso momento valía más de lo que se podía imaginar.

Samantha lo tomó de las mejillas, quería ver sus ojos cuando hablara.

“Vlad, prométeme que volverás a mí”.

“Te lo prometo, Samy”. Respondió, era más que una promesa, era un decreto.

Volvió a besarla, muy despacio bajó por la piel de su cuello hasta llegar a las montañas de placer. Sus manos se posaron en la espalda y retiró la envoltura, si antes le encantaban los gemelos, ahora los amaba. Se apegó a ellos sin dejar de besarlos hasta que poco a poco empezó a succionar.

“Dejarás sin comida a Salome”. Habló Samantha sintiendo todo su cuerpo envuelto en llamas. Cada centímetro fue contaminado por Vlad hasta el punto de clamar su nombre.

Vlad se detuvo, la miró a los ojos y mientras hablaba, sus manos se deslizaron a los muslos de Sam para retirar la última prenda.

“Imposible, en cuanto te alimentes tu cuerpo preparará más leche materna y el alíen podrá alimentarse”. La envolvió en sus brazos y la acercó a su pecho: “Así que no me lo impidas”.

Sonrió p%rvertido y la llevó hasta uno de los muebles.

Ella sonrió fascinada, Vlad había aprendido mucho de esos libros. Se acercó a sus labios y como dos almas que se necesitaban, volvieron a embriagarse. Vlad dejó sus labios y empezó a explorar una vez más su cuerpo. Se deslizó como mantequilla sobre la piel de Samantha, los gemelos fueron prisioneros de nuevo, los dejó agotados y continuó bajando. En su abdomen se situaba una pequeña cicatriz de bala, se quedó a mirarla y la tocó con la yema de sus dedos. Luego la miró y besó su frente.

“Samy”. Dijo en voz baja sin dejar de verla a los ojos: “Sé que tuviste una cesárea y que recibiste una bala. Tu cuerpo está delicado en estos momentos, así que lo haré sin lastimarte, lo prometo”.

Ella asintió y mordió sus labios, no podía negar que estaba nerviosa y más por la potencia de Vlad.

Vlad relamió sus labios y volvió a buscarla. Mientras lo hacía empezó a retirar sus prendas, al estar denudo frente a los ojos de Sam, dejando ver su cuerpo la miró y como imán se aferró a Samantha, eran dos piezas perfectas.

Muy despacio empezó a moverse, Sam se removió debajo de su cuerpo al sentirlo, sus labios fueron abiertos, el fulgor se apoderó de ella por completo. Su vaivén era suave como la marea calmada en las curvas perfectas de Sam que se habían sincronizado a las agujas del reloj.

Samantha nunca pensó en extrañarlo tanto, pero estaba equivocada, quien realmente la extrañó fue Vlad. Se aferró a ella por minutos y cuidando no lastimarla o aplastarla le dijo.

“Samy, te dije que ibas a volver a mí”.

“Nunca te equivocaste, Vlad”. Respondió ella con la respiración entrecortada.

Sus jadeos estaban siendo acumulados como un nudo en su garganta. Apretó los labios con fuerza, pero le fue imposible, la explosión estaba por llegar.

“Vlad”. Dijo al soltar su vitalidad por dentro.

Vlad apegó su frente con la de Sam, respiró con fuerza y entre gruñidos se liberó de la explosión.

Ambos salieron de la oficina como dos cómplices que cometieron un delito, la mirada de Samantha era de disimulo, pero la de Vlad era la de gran placer y satisfacción. Él no tenía que ocultar nada, era su vida y sólo hay una.

El cabello de Samantha estaba revuelto y parecía un nido, con su cuerpo cubierto por el abrigo, caminó junto a Vlad hasta salir de la empresa.

“¿Irás a la mansión está noche?”. Preguntó Samantha antes de subir al vehículo.

“Sí, pero antes haré algo”. Dejó un suave beso en su frente y abrió la puerta para que entrara: “Te veo allá”.

Samantha asintió feliz, entró en el auto y se marchó.

Vlad tomó el teléfono e hizo una llamada.

“Miller ¿Dónde estás?”.

“Justo detrás de ti”. Respondió el hombre caminando hacia él: “¿Samantha y tú?”.

Movió sus manos teniendo una idea en mente.

“No daré detalles al respecto”. Guardó el teléfono y arregló su cabello: “¿Tienes su nombre?”.

“Si, lo tengo, Vlad. Se quien fue el comprador de Samantha”.

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