Exesposa al poder -
Capítulo 64
Capítulo 64:
“Pasa, Vlad y toma asiento junto a Olivia”. Dijo Hamilton. Se encontraba tras el escritorio, en sus manos sostenía un habano que después decido dejarlo en el cenicero.
La mujer estaba encantada, después de un mes al fin puede verlo y con el tiempo hasta poder sentirlo.
“La prensa ya corrió el rumor de su matrimonio”. Tomó la Tablet e indicó el anuncio: “En los próximos días les harán una entrevista, den todos los detalles posibles”.
“De acuerdo”. Respondió Vlad sin necesidad de demostrar emociones: “Se hará como lo pides, no voy a seguir en negación, que se cumpla la tradición Ferguson y que siga por más siglos. Desde el inicio hasta el final”.
Finalizo con la frase que tanto los representaba.
“No sabes lo feliz que estoy por tenerte de regreso, eres el hijo que siempre espere que fueras”. Hamilton tenía su orgullo en el cielo. Miró a Olivia y le dijo: “¿Olivia, sabes cuál es tu posición cuando seas una esposa Ferguson?”.
“Lo sé señor Hamilton”. Respondió encantada: “Descuide, yo le daré el nieto que tanto desea. Además, todo lo que está bajo mi poder se lo entregaré a mi Vlad”.
“No cabe duda que serás una gran esposa”. Estiró sus labios dejando ver su despreciable sonrisa. “Fiel a todo, dispuesta a dar todo a cambio de recibir el acompañamiento de Vlad, quien va ordenar en tu vida y negocios”.
Finalmente levantó ambas manos y dijo como una orden.
“Pueden retirarse”.
Ambos se pusieron de pie, Vlad fue el primero en irse. Necesitaba aire para continuar con aquella falsa.
“Recuerda, tienes a Vlad y pronto lo tendrás como esposo, trata de quedar embarazada en los primeros cuatro meses, para esto metete en su cama”.
“Es lo que siempre he deseado”. Olivia sonrió, uno de sus sueños estaba por cumplirse. Asintió ante Hamilton y se marchó detrás de Vlad.
Vlad se encontraba en los jardines, observaba la hora en su reloj de muñeca.
“Vlad”. Escuchó la voz de Olivia llamarlo. No sé había equivocado, sabía que iba a ir por él.
Se dio la vuelta para poder escucharla.
“¿Se te ofrece algo, Olivia?”. Preguntó con poco interés.
Ella se acercó coqueta, dibujó algunos círculos con su dedo índice sobre el pecho de Vlad y le dijo: “¿Por qué tan frio? Pronto seremos esposos, deberás de tratarme como tu mujer”.
Vlad dejó ver una sonrisa en su rostro, una muy característica con la que él demostraba desprecio.
“Olivia”. Detuvo sus manos con las suyas: “Las esposas Ferguson no son tratadas con cariño, lo sabes muy bien. Todavía no logro entender por qué lo aceptas sabiendo que jamás te voy a ver como mi pareja. Fui criado para no amar y no cambiaré mis perspectivas por ti”.
“No quiero que cambies, yo sólo te quería para mí”. Sonrió divertida dejando ver sus intenciones con calma: “Cuando estábamos comprometidos mis amigas me envidiaban. Eres un Ferguson, el próximo patriarca de la familia, el líder y el hombre más se%y de todos. Cuando sea tu esposa no sólo ellas van a envidiarme, también lo harán el resto de las mujeres y por supuesto, Samantha”.
“Así que todo se trata de estatus”. Vlad asintió a la vez que apretaba ambos labios: “De acuerdo que las mujeres te envidien”.
“¡¿Enserio?!”. Olivia sonrió feliz, no podía creer que tenía la aceptación de Vlad. Se acercó a él para poder besarlo, pero Vlad la detuvo de inmediato.
“Detente”. Dijo he hizo que retrocediera: “Prepárate para mi rechazo, Olivia. Quieres un Ferguson, te daré un Ferguson”.
Se acercó a ella mientras clavaba sus ojos en ella.
“Recapacita antes de casarnos, pueda que tengas una desilusión tu día ‘especial’”. Amenazó.
“Tal vez quisiste decir nuestro día”.
“No, es sólo tu día, no el mío”.
“Vlad, vas a ser mi esposo, quieras o no vas a disfrutarlo e iras a la iglesia y dirás ‘acepto’ frente a todos”.
“Los sueños son solo eso, sueños. Yo prefiero estar despierto, atento y al acecho”.
Olivia llevó sus manos a la cintura, para ella todos sus sueños se han cumplido y Vlad no iba a ser la excepción.
“Te veré la noche de nuestra boda. Será tan magnífica que te olvidaras de ella”.
“Haz lo mejor que puedas”.
-Vlad, soy joven, deseable y lo mejor de todo es que no tengo hijos, pero ella… ella está por cumplir 30 años ¿Qué le ves?”.
“¿Quieres que te responda?”. Olivia se quedó en silencio, bastó una mirada de Vlad para que su pregunta sea respondida: “De todas formas, lo haré: eres caprichosa, no tienes pensamiento propio ni carácter. No te importa con cuantas mujeres esté con tal de estar en la familia, lo que te convierte en una verdadera sumisa. Y a ella, a la que no puedes mencionar, déjame decirte que es mucho más mujer que tú en todas las formar posible, por eso la admiro”.
Olivia quedo como piedra tras escucharlo, Vlad asintió favorecido, estuvo por marcharse, pero antes le dijo.
“No voy a negarme a este compromiso, asistiré a la entrevista planeada. Sólo a los que estén en la lista, si quieres una cita u otra cosa, primero hablas con Adams, él es el encargado de avisarme”.
“Vlad, voy a hacer tu esposa, no tengo que sacar autorización para estar contigo”. Hizo berrinche como una niña pequeña por no tener lo que quería.
“No, tú no serás mi esposa, con quien realmente te casas es con el apellido Ferguson, no con Vlad”. Corrigió sus palabras con una voz bastante seria y segura. Dejó de verla y se marchó.
Olivia dio un gran grito y empezó a saltar como si odiara la tierra. Había muchos eventos a los que había prometido ir con Vlad, pero él ya le había dejado en claro su postura.
Enfadada tomó la tarjeta y fue hacer lo único que sabía hacer, compras hasta quedar agotada.
“Hermano”. Dijo el Señor Miller cuando lo abrazó, después de un mes al fin podía ver a Vlad: “Se siente bien volver a casa”.
Vlad levantó sus cejas, tomó asiento e indicó que también lo hiciera.
“¿Sabes su ubicación?”. Preguntó.
“No, por desgracia la perdí en el aeropuerto de Paris. Tenía una nueva identidad y ahora desapareció del mapa por completo”.
Vlad respiró pesado ante una noticia negativa. Le encargó al Señor Miller que vigilara a Elizabeth, la mujer era escurridiza, parecía conocer toda la zona y desaparecía sin problema.
“Ella va a volver, si no es que ya esté aquí”. Dijo el Señor Miller.
“Mi compromiso con Olivia fue lanzado hace dos días, intentará impedirlo o a hacerle daño. Es irónico ver como todos se reunirán para una boda que se convertirá en un funeral”.
“Lo más irónico aquí es ver cómo le das fecha de caducidad a tu padre”.
“Los problemas deben de arrancarse desde la raíz. Mi felicidad está en juego”.
El Señor Miller asintió entendiendo perfectamente a Vlad. Se llevó los dedos a las sienes, por poco olvida algo.
“Hice muchas cosas para conseguir esto”. Indicó unas pequeñas bolas de color negra y le entregó una a Vlad: “El vendedor me aseguró que son explosivas, tres de ella pueden terminar con un auto sin importar su tamaño, son de alto peligro”.
“¿Cuántas compraste?”. Preguntó sin dejar de ver la mini bomba entre sus dedos.
“Treinta, las suficientes para terminar con los autos viajeros o una casa”.
“De acuerdo, las estrenaremos el día de mi boda”.
“Señora Samantha, tiene una reunión con un cliente en el Gran Hotel”. Avisó su asistente.
Samantha por poco lo olvidaba. Tenía que estar ahí en veinte minutos antes de las once, a las doce debía recoge a su hijo y luego se vería nuevamente con Vlad.
“Gracias, Vanesa. Confirma la reunión, ahora salgo para allá”. Dijo y salió hasta el auto que la esperaba.
“Señora Samantha, puntual como siempre”. Habló un español hombre joven, su estatura era más baja que la de Vlad, pero igual de robusto. La ayudó con la silla, tomó su puesto y le dijo: “Creo que el jardín fue claro”.
“Lo es, ya que no quiere una presentación, le he traído los planos para el proyecto, Señor Cristian”. Samantha sacó de su bolsa unas grandes láminas, lo extendió en la mesa y explicó: “Es una zona con gran pasto verde, figuras de mármol en los espacios señalados, una fuente grande y dos zonas de descanso. A los alrededores hay arbustos rectangulares con flores rojas”.
“¡Me encanta!”. Dijo fascinado: “Es el lugar perfecto para mis obras”.
“Entonces podemos empezar con el proyecto”. Sonrió e iba a decir algo más, pero se vio interrumpida cuando toda la prensa empezó a tomar fotografías dentro de uno de los salones de eventos: “¿Hay algo nuevo?”.
“Nada, por lo que me supieron decir, es sólo el compromiso entre un Ferguson con una Jones. Dieron una entrevista hace una hora y por lo visto ya terminaron. Todos aquí lo toman como la noticia del año”.
Samantha entreabrió sus labios, la primera vez que escuchó la notica le afectó y ahora se sentía igual. Al poco tiempo salió una pareja en dirección a unos autos que los esperaba, la prensa fue con ellos.
Samantha reconoció de inmediato la espalda ancha, impecable traje y gran porte de Vlad; estaba junto a una mujer delgada con vestido claro, era Olivia. Dejó de mirarlos, alzó las cejas y preguntó con disimulo.
“¿Conoce a la pareja?”.
Él sonrió y negó.
“Soy escultor y pintor, mi tiempo está en las obras y no en saber quién se casa el día de mañana”. La miró a los ojos y tomó su mano: “¿Y tú has pensado en casarte?”.
Su pregunta dejo a Samantha fuera de contexto
“No”. Respondió tomando aire. Las manos de Cristian eran tan frías que congeló su cuerpo, no eran calientes como a las que estaba acostumbrado: “Me concentro en mi futuro”.
“Hasta aquí llegó tu espectáculo, Olivia”. Le dijo Vlad al oído: “Espero y te hayas divertido en la entrevista”.
“Más de lo que crees”. Respondió con gran placer: “Decirle a todo el mundo que serás mi esposo. es algo que me llena de alegría”:
Luego miró a un grupo de sus amigas que la habían acompañado.
“Me envidian”. Sonrió y volvió a mirarlo para decir: “Ahora Vlad, habré la puerta del auto para que tu futura esposa pueda entrar”.
Vlad respiró, caminó hasta el auto de Olivia y cumplió con el pedido.
“De aquí no nos vemos hasta la boda”. Dijo con mucha seguridad
Olivia asintió, estaba en el contrato que había firmado. No puede molestar a un Ferguson ni hacerle perder el tiempo. Se acerco a él y arregló su corbata
“Te veré en la boda, disfruta de tu soltería. Y déjame decirte que no me importa que estés con Samantha en ese tiempo, tómalo como un regalo de mi parte. Al final de los dos meses serás sólo mío. Ya firmaste Vlad, no hay vuelta atrás. Tu y yo nos vamos a casar”. Dejó de arreglar la corbata y entró en el auto.
Vlad sólo la vio marcharse y dijo en voz baja.
“También espera mi regalo de bodas, Olivia”.
“Señor ¿Esa es la señora, Samantha?”. Preguntó Adams, despertando por completo a Vlad.
Miró a los adentros de la mansión, y efectivamente era ella siendo sujetada de la mano de un hombre.
“Saca a la prensa”. Ordenó y camino a grandes pasos al hotel.
“Ahora si me disculpa”. Samantha intento liberar su mano de la de Cristian, pero este la retuvo: “Es necesario que firme para poder empezar con la obra”.
“Buenas tardes”. Saludó Vlad y tomó asiento sin ser invitado, bastaba decir que aquel hombre le daba mala espina: “Es un lindo día ¿No lo creen?”.
Cristian quedó fuera de lugar. Un hombre llegó de la nada e intervino su reunión con Samantha.
“¿Tiene la bondad de irse? La señora Williams y mi persona estamos debatiendo un proyecto”.
“No”. Fue una respuesta fuerte y clara: “No, no me voy”.
Samantha apretó sus labios, tomaría esa acción a su favor.
“Vlad, mi cliente y yo necesitamos privacidad, sólo lo estás incomodando”.
“Ya escuchó a la dama”. El hombre se molestó al ver la terquedad en Vlad: “Esto es un insulto ¿Dónde está el gerente? Necesito que saquen a este hombre de aquí”.
“Te advierto que, si lo llamas, efectivamente alguien saldrá del hotel… y esa persona no seré yo”. Vlad lo desafío con la mirada: “Ahora firma ese proyecto y vete”.
“¿Por qué tendría que obedecer?”. Preguntó Cristian bufón, era una verdadera terapia para reírse.
“¿Señor Ferguson, hay problemas en la mesa?”. Intervino el Señor Adams.
“¡¿Ferguson?! ¡¿Del imperio Ferguson?!”. La cara de Cristian era un poema.
“¿Vas a firmar sí o no?”. Volvió a preguntar Vlad con vos intimidante.
El hombre tragó saliva disimulando su miedo al tener en frente a uno de los patriarcas Ferguson.
“Voy a firmar”. Miró a Samantha: “Siempre y cuando aceptes un café conmigo lejos del hotel·.
“Lo acepto”. Respondió ella dejando ver una sonrisa en su rostro, pero sin saber porque lo dijo.
Vlad asintió, parecía guardar la calma.
«Suficiente”. Dijo, se puso de pie, caminó donde Samantha, la tomó de la cintura y llevó en sus hombros cubriendo con sus grandes manos la falda: “El café queda anulado”.
Le dijo al hombre y empezó a caminar hasta buscar la suite.
“Vlad, bájame ahora mismo”. Insistía Samantha sin dejar de golpear su espalda: “No puedes hacerme esto, esto es… es… es un secuestro”.
Vlad hizo caso omiso a sus palabras, salió del ascensor, colocó la tarjeta de acceso en la suite y entró. Fue hasta la habitación, Samantha intentó huir, pero él la retuvo al tomar su mano y obligarla a que se recostará en sus piernas en posición cuadrúpeda. Levantó la falda, era hora de su castigo.
Con la mano en el aire le dijo.
“Esto es por coqueta”. Sus manos golpearon los glúteos de Samantha de una manera excitante que ella no pudo dejar liberar un pequeño grito.
Todo su cuerpo estaba tan caliente que había que contenerlo.
“Esto por intentar ponerme celoso”.
Nuevamente su mano se plasmó en el trasero de Samantha y ella liberó un grito placentero.
“Y esto por conseguirlo”. Fue el tercer choque y el tercer golpe de placer.
Samantha sintiendo su cuerpo arde, tomó fuerza y pudo levantarse, hasta que Vlad la arrinconó en la pared.
Sin dejar de verla, sus manos se posaron en la falda para después retirar el botón y bajarle el cierre.
“Estás tan excitada como yo”. Su voz fue como el choque de las olas y ella que no puedo evitar tragar saliva. Su colonia varonil también era una perfecta herramienta de debilidad: “Podrás estar enojada, pero tu cuerpo no lo está”.
La falda cayó al suelo, dejando ver un panti de color negro. Las yemas de los dedos de Vlad caminaron sobre sus muslos, Samantha respiró profundo y entreabrió sus labios, estaba embriagada por aquella sensación.
“Una vez te dije que me iba a impregnar en ti y mira, con un solo toque estás por derretirte”. Se acercó más a ella, sus manos empezaron a recorrer hasta entrar debajo de su panti: “Sam, estás húmeda y eso que no empiezo”.
“Vlad, para”.
“¿Segura?”.
Ni siquiera la misma Samantha sabía que responder, estaba en un debate interno hasta que al fin decidió hablar.
“Detente, no lo quiero”. Dijo con voz firme.
“De acuerdo, no voy a obligarte”. Vlad se acercó y besó su frente: “Pero… la panti es mía”.
“No me la puedes quitar”.
“No, pero no saldremos hasta que me la des”.
“Tengo falda”.
“Para todo hay una solución”. Vlad se acercó a uno de los cajones: “Toma, es de color rojo, se te verá mejor”.
Dijo al entregarle una nueva panti a Samantha.
“Vlad, este es mi panti”. Reclamó ella al reconocerla.
“Lo sé, ahora póntelo y dame el que traes. Puedes entrar en el baño si no te sientas cómoda. Recuerda que no puedes tardar, Matías espera en la escuela”.
Samantha frunció el ceño, se puso frente a los ojos de Vlad, retiro su panti y se puso el nuevo.
“Espero y lo disfrutes”. Dijo al dejarlo en sus manos y empezar a caminar a la salida: “¿Quieres abrir la pueta?”.
Preguntó cruzando sus brazos.
Vlad sonrió, guado el obsequio y fue a atenderla.
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