Exesposa al poder
Capítulo 63

Capítulo 63:

Los labios de Vlad eran ardientes, tal cual ella los recordaba. La obligaba a derretirse y a obedecer de formas no educadas hasta suplicar por más. Samantha se dejó llevar por el apasionante beso, pero al percatarse de la realidad, volvió en sí, se separó de él y lo abofeteó.

“¡¿Cómo se te ocurre besarme?!”. Habló molesta. Miró a Matías, buscó entre sus cosas unos audífonos para cancelar el ruido y se los colocó a su hijo. Él no tenía que escuchar a sus padres discutir.

Para Vlad la bofetada sólo fue un pequeño golpe que merecía por idiota. Sonrió anulando el dolor, volvió a tomarla de los brazos y una vez más la besó. Por segunda vez Samantha volvió a disfrutarlo, pero no podía ceder tan fácil. Se separó de Vlad con fuerza y le dio otra bofetada.

Esta vez sí le dolió, Samantha tenía su mano pesada. Cuando los guardaespaldas quisieron intervenir, él los miró mal. Si las miradas mataran, Vlad tendría filas de muertos en su espalda, bastaba que sus ojos como dagas los intimidaran para pensar dos veces en a quien iban a enfrentarse. Los hombres respiraron y se posaron a los lados de Samantha.

“No puedes negar que te encantó que te besara”. Habló sin despegar sus ojos de los de ella: “Me lo merezco, merezco muchos golpes, pero también te merezco”.

“Señor Ferguson, usted decidió irse”. Dijo Samantha con voz firme, pero su estúpido corazón no quería ayudar, cada latido gritaba el nombre de Vlad: “Ya no somos nada”.

“Te equivocas”. Sonrió. Era una sonrisa honesta, de las pocas que tenía: “He venido a recuperar a mi esposa”.

“Ex esposa”. Corrigió Samantha: “Y no recuperará nada”.

“Si lo haré”. Se acercó a ella desafiando a los hombres: “Primero voy a conquistarte, a volverte a enamorar y finalmente, volverás a mí. Es la palabra de Vlad Ferguson”.

Él hablo muy seguro de sí mismo, en su declaración no hubo espacio para dudas ni errores.

Samantha dejó escapar una sonrisa divertida, le parecía una broma.

“Le recuerdo Señor Ferguson, que usted está por casarse con Olivia Jones”. Cruzó sus brazos para decir: “No es de caballeros andar persiguiendo a otras mujeres”.

Vlad negó con la mirada y levantó su dedo índice para decir.

“Hay un gran error en tus palabras, Samy. Yo estoy comprometido con ella, más no me voy a casar. Con la única mujer que me casaré y veré vestirse de blanco será con Samantha Williams, mi Samy”.

Samantha iba a dejar en claro su postura, pero él no la dejó.

“Ahora si me disculpa, quiero abrazar a mi hijo”. Miró en dirección a Matías dejando ver su felicidad.

Con o sin el permiso de Samantha, caminó en su dirección y Matías fue por él. Aunque los guardaespaldas trataron de impedirlo, Samantha indicó que los dejaran. No podía separara su hijo de Vlad, él lo extrañaba.

“¡Papá!”. Dijo Matías, quien corrió y se aferró al abrazo de Vlad: “Te extrañe mucho, Ya no te irás ¿Verdad?”.

Le preguntó queriendo saber la respuesta más que nada en el mundo. Sus ojos estaban dilatados por tenerlo de regreso.

Vlad sonriente por volver a sentirlo y escucharlo, le dijo.

“No tengo porque irme”. Besó su frente, jamás imaginó extrañar tanto a la rata calva que había cuidado desde que era un bebé.

Matías sonrió de felicidad y lo abrazó con fuerza. Él era su único padre, desde pequeño así lo miró.

“He cuidado bien de mamá y de Salome como te lo prometí. He sido el hombre de la casa”.

“Eres un buen niño, no dudo que las cuídate muy bien”.

Matías asintió, se acercó a su oído y le dijo en voz baja para no ser escuchados, parecía que le diría un secreto.

“Mamá te ha extrañado, le hiciste mucha falta. Todas las noches antes de dormir se pone un camisón tuyo”. Le confesó y Vlad sonrió por el magnífico detalle: “No se lo digas, por favor”.

“Será nuestro secreto”. Dijo al verlo feliz, miró a Samantha, quien estaba bastante curiosa por saber lo que ambos decían entre susurros: “¿Tienen planeado ir a un lugar?”.

“No”. Respondió ella.

“¡Si!”. Dijo Matías: “Iremos a ver a Salome al hospital. La pequeña alíen duerme mucho”.

Vlad estiró sus labios, definitivamente era su hijo, también llamaba a su hermana así. Tomó su teléfono e hizo una llamada rápida.

“Cancela todas mis citas de esta tarde, voy a estar ocupado”. Después de eso colgó: “Vamos”.

“Señor Ferguson, no puede aparecer de la nada y tomar decisiones sin preguntarme, recuerde que yo soy la que tiene la última palabra con respecto a los niños”.

“¿Matías, quieres que yo los acompañe?”. Preguntó buscando complicidad en él. Matías asintió emocionado, para el niño era un gran honor: “¿Se lo negarás a nuestro hijo?”.

Volvió a preguntar en dirección a Samantha.

Samantha se vio derrotada, eran dos contra uno y no podía decirle no a su hijo.

“De acuerdo, Señor Ferguson lo espero en el hospital”.

“¿No vendrá con nosotros en el auto?”. Los ojos de Matías parecían los de un gatito mimado cuando hizo esa pregunta.

“Nos encontraremos en el hospital. No viajaremos juntos, pero iremos al mismo destino”. Explico.

“¿Puedo ir con mi papá?”. Esa pregunta sólo hizo que Vlad sonriera.

“Adelante, Samy”. Dijo Vlad al abrirle la puerta de su vehículo. No viajó en el vehículo de Samantha, pero ella sí que lo hizo en el suyo.

‘Bendito sea la rata calva’. Se decía así mismo.

“Esto lo hice por mi hijo”. Habló Samantha al salir con Matías. Había olvidado la comodidad del auto de Vlad. Cualquier cosa que el tuviera en su poder tenía su aroma varonil: “Vamos, Señor Ferguson”.

Agregó al mismo tiempo que avanzaba al hospital.

Vlad decidió seguirla, había que eliminar por completo lo de Señor Ferguson de los labios de Samantha.

“Samy”. La llamó antes que entraran en el ascensor. Cruzó los brazos y le dijo: “Vlad”.

“¿Qué?”.

“Para ti y sólo para ti, soy Vlad, no Señor Ferguson. Así como tú para mi eres Samy… y en otras ocasiones Sam”.

Samantha no sabía que cara poner, un pequeño tinte rojo se formó en las mejillas. Sujetando la mano de su hijo, avanzó hasta el ascensor, tenían que bajar.

“Entra”. Habló cuando lo miro, provocando que Vlad dejara ver una gran sonrisa, todavía la ponía nerviosa.

Mientras el ascensor bajaba, Matías en el medio de ambos se encargó de que las manos de Samantha y Vlad se unieran. Ella trató de soltarlo, pero Vlad no se lo dejó.

Vlad había dejado a una alíen conectada a cables y a oxígeno para que pueda respirar. Ahora veía a la misma alíen, sólo que más grande y con cabello.

Con ropas quirúrgicas decidió introducir su mano en la cuna, quería tocarla, tener el primer contacto con su hija. Y por alguna razón, la pequeña bebé sujetó el dedo índice de Vlad, su agarre fue fuerte y la conexión instantánea.

“Descuida, cuando crezcas dejaras de ser un alienígena y te convertirás en una leona de melena larga. Espero que te parezcas a Samy”. Habló mientras demostraba una sonrisa de felicidad: “¿La pueden cargar? ¿Puedo hacerlo?”.

El Doctor Richard estaba sorprendido por su gran cambio. Vlad era como un intimidante león que gruñía a todo el reino salvaje, donde todos los presentes estaban obligados a agachar las orejas y rendir tributo… pero cuando estaba con Samantha ese león llevaba en sus labios un chupón, era manso e inofensivo.

“Se puede. Hoy llegó a pesar 750 g y a medir 35 cm, en dos semanas más podrá alimentarse de la madre, pero creo que deberías de preguntarle a Samantha si puedes cargarla”.

“Adelante”. Respondió ella. De alguna forma la niña también lo reclamaba: “Pero déjame ayudarte”.

Caminó hasta estar cerca y tomar a su hija muy despacio de la cuna. El movimiento hizo que empezara a llorar desconsolada.

“No le gusta ser despertada ni mucho menos ser interrumpida”. Agregó al mismo tiempo que la dejaba en los brazos de Vlad.

“A mí tampoco”. Vlad sonrió aún más cuando la tuvo en brazos, le recordaba a Matías, sólo que con cabello. Salome cuando sintió el calor de su padre junto a los latidos de su corazón. guardó silencio y se quedó en calma absoluta. Esta vez no fueron necesarias las palabras de Samantha para que dejara de llorar, bastó el extraño sentir y aroma que la relajó por completo.

“Dicen que los niños se parecen a las madres y las niñas a sus padres, yo espero que te aparezcas a ella”. Dejó un suave beso en su frente: “Salo, mi Salo”.

Samantha no despego sus ojos de ellos, Vlad era todo un padre amoroso. La forma en la que le sonreía a Salome, besaba sus manitas y consentía hizo que sonriera.

“Ya ves papá, Salome es un alíen”. Se escuchó la voz de Matías: “Tuvimos suerte de que no llorara, hiciste que se calmara muy rápido”.

Vlad alzó las cejas sorprendido, decidió agacharse a la altura de Matías y le dijo. “Tu deber como hermano mayor es cuidar de Salome, y yo debo cuidar de ustedes”.

Matías asintió feliz, miró a su hermana encantado como en cada visita y tocó uno de sus cachetes con suavidad.

“Alíen, yo voy a cuidarte”. Dijo con voz dulce y protectora.

Fue difícil para Vlad dejar a su hija en la cuna, ya la extrañaba, pero era por su bien.

“Samantha ¿Cómo están tus senos?”. Pregunto el Doctor Richard de repente, dejando a Vlad fuera de contexto y hasta celoso.

“Empiezan a lastimarme”. Respondió ella removiéndose el sostén.

“Es normal, tus glándulas mamarias empezaron a florecer y tus senos están por llenarse de leche materna. Descuida, cuando empieces a amamantar a tu hija te sentirás más aliviada. Si tu hija no llega a liberar la cantidad que necesitas, utiliza un ordeñador, guardas el líquido y así no desperdicias nada”.

“Tomaré su concejo”. Samantha extendió su mano para despedirse del hombre.

“Nos vemos mañana”. Respondió y miró a Vlad sujetar la mano de Matías: “Vlad, me alegró volverte a ver, veo que alejarte te sirvió de mucho”.

“Tienes toda la razón”. Habló. El doctor asintió y se marchó

Los tres juntos caminaron en dirección de los vehículos, antes que Samantha entrara al suyo con la ayuda de los guardaespaldas, Vlad la detuvo.

“Con respecto a tus senos, yo me ofrezco en ayudarte”. Dijo. Con sus palabras daba a entender que era voluntario y le dejaba en claro a los guardaespaldas que Samantha era de él, así mataba a dos pájaros de un solo tiro: “No utilices aparatos, una llamada y estoy para ti”.

Samantha se quedó como piedra, Vlad jamás diría eso y mucho menos en frente de las personas, él no demostraba ni decía lo que pensaba.

“No será necesario. El alimento es sólo de mi hija”. Aclaró: “Matías, despídete de tu padre”.

“¿Vendrás por mí a la escuela mañana?”. Preguntó el niño al despedirse.

“Voy a liberar mi agenda en esa hora, te espero en la puerta”. Respondió, provocando que Samantha quedará sorprendida: “Ve, se obediente”.

Matías asintió ante sus palabras, le dio un abrazo más y fue en busca de Samantha. Los guardaespaldas los ayudaron a subir al vehículo para después marcharse.

Al segundo llegó Adams.

“¿Lo consiguió señor?”. Preguntó el hombre cuando abrió la puerta del vehículo.

“No, pero tampoco se resistió a mí”. Respondió.

“Va a lograrlo”.

“Dalo por hecho”. Tomó el teléfono y activó la cámara, después lo guardó: “Ahora a la casa del viejo”.

Mientras Samantha viajaba con su hijo, inconsciente mente mordió sus labios y los tocó, estaban calientes y con un sabor a menta fresca. Cerró sus ojos por un momento, hasta que el sonido del teléfono la despertó.

[Para que esta noche puedas verme y dormir bien].

Era una selfie de Vlad sonriendo de oreja a oreja.

[Espero una tuya pronto]. Agregó después.

Samantha no pudo evitar sonreír, era la primera foto que Vlad se atrevía a tomarse, sonreír a la cámara y enviarle.

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