Exesposa al poder -
Capítulo 61
Capítulo 61:
“Está atado a la silla”. Dijo Adams y caminó juntó a Vlad: “Ya fue golpeado, pero se niega a hablar”.
Se quedó en silencio por unos segundos y volvió a hablar.
“Trataba de huir, lo alcanzamos en la carretera antes de que atravesara zonas del extranjero. Encontramos esto en la maleta”.
Le enseñó una gran cantidad de dinero, una nueva identidad, el arma y la prueba de ADN que Vlad tenía con Matías.
Vlad, con su rostro sombrío y sin rasgos de humanidad o empatía, caminó hasta la puerta.
“Ya veremos si no habla”. Dijo y terminó por entrar. El cuarto estaba oscuro, sólo había una en el centro, donde se encontraba un hombre atado a una silla. Tenía los ojos estaban vendados y sus brazos atados al frente, no tenía oportunidad de escapar. Sus prendas estaban teñidas de un color rojo, era su sangre.
Vlad caminó en dirección a la mesa, tendió las herramientas sobre la madera, había una gran elección para empezar con el juego. Tomó los guantes, se los puso y decidió tomar las tijeras, una enormes que podían cortar muy bien cualquier parte del cuerpo.
“Yo pregunto y tú respondes”. Habló, mientras caminaba en su dirección: “Por cada momento de silencio o error”.
Hizo sonar las tijeras, era suficiente descripción. Con todo el coraje del mundo, le quitó la venda de los ojos, se sentó frente a Dante y preguntó
“¿Quién te mandó a matar a Samantha?”.
“¿Se murió? Porque espero que así sea”.
Vlad respiró con fuerza, tomó una de las manos del hombre y terminó por cortarle los cuatro dedos al instante. Dantes dio un gran grito por el dolor causado, empezó a moverse y a respirar muy rápido.
“¡¿QUIÉN TE MANDO A MATAR A SAMANTHA?!”. Preguntó con más fuerza.
“Me pagó una mujer”. Dante supo que la golpiza antes recibida era piadosa que lo que sentía en esos momentos y lo que se estaba por venir.
“Su nombre”.
“No lo sé, no la conozco”.
Vlad lo tomó como un desafío y terminó por quitarle los dedos de la otra mano, no era la respuesta que quería.
“NO LO SÉ”. Habló desesperado: “Fue… fue… fue la misma quien me entregó las pruebas de ADN”.
“Dime sus características”.
“Cabello negro y alta”.
“No es suficiente”. Regó licor y sal en sus heridas, el dolor se intensificaba cada vez más.
“No lo sé”. Dante no quería moverse, sentía que el dolor era el doble: “Jamás me dejó ver su rostro. Sólo hablamos una vez, tenía una bufanda en el cabello, lentes de sol y un abanico”.
Agachó la cabeza y dijo desesperado.
“Piedad, por favor”.
“¿Me pides piedad? Mi esposa te pidió piedad y terminaste por dispararle”. Vlad perdió la paciencia, Dante sólo había sido un títere mal manejado, el escudo protector para el verdadero secuas. Sacó la pistola y termino con su vida disparando hasta que las balas se terminaron, después lo pateó con fuerza y gritó.
“Basta, Vlad, ya lo maste”. Intervino el Señor Miller: “Salgamos, hay una cosa que quiero enseñarte, pero antes, toma esto”.
Le dio unas medicinas.
“Es posible que pierdas la cabeza”.
Vlad decidió obedecer, no podía perder la cabeza en ese momento. Salieron del cuarto y de inmediato sus hombres fueron a limpiar. Mientras caminaban a uno de los vehículos, Vlad pregunto.
“¿Con quién dejaste a Matías?”.
“Con Sonia, no se negó en cuidarlo”. Respondió el Señor Miller con toda la calma del mundo, ya no estaba esa sonrisa característica del hombre. Tomó las riendas del auto y se pusieron en marcha.
“¿Qué hacemos en mi hotel?”. Vlad hizo una expresión de desprecio al creer que era una pérdida de tiempo. Tenía que buscar al verdadero culpable.
“Ya lo sabrás, ahora vamos”. El Señor Miller lo guio hasta subir al ascensor, lo que había encontrado era muy fuerte, sobre todo para Vlad.
“Qué carajos”. Vlad observó en la pared de la habitación fotos de Matías, de Samantha y de él, parecían seguirlo.
“Eso no es lo más grave”. Aseguró y sacó unos documentos del cajón, entre ellos había una fotografía muy antigua donde estaba una joven pareja.
“Elizabet”. Dijo sin dejar de ver a su ex novia.
Desesperado, tomó el resto de las cosas y todo cada vez se volvía más oscuro. Era ella con diferentes identidades, la última resultaba ser la enfermera con mascarilla.
“Elizabet ha estado detrás de ti, Vlad. Jamás murió, fue algo que te hicieron creer para atormentarte”.
“Ella… ella”. Las manos de Vlad empezaron a temblar de forma descontrolada.
“Ella fue quien le pagó a Dante para que le diera fin a la vida de Samantha, la tenía en la mira y aprovechó el estado del hombre para que la matara sin ensuciarse las manos, le lavó la cabeza. Elizabet no está muerta, Elizabet siempre estuvo frente a ti, Elizabeth atento en contra de tu familia y por desgracia, huyó”.
Con los documentos en mano, Vlad termino por romper las hojas e invadido por la rabia que lo consumía destruyó todo a su paso hasta convertirlos añico. Todo mueble fue a parar al suelo al igual que las decoraciones. El Señor Miller decidió no intervenir, el hombre estaba descargando su ira y lo entendía a la perfección
“Ahora que lo destruiste todo, quiero que te calmes. Tus siguientes pasos deberán estar enfocados en Samantha y su protección. Recuerda que no es sólo ella, también está tu hijo”. Miller entreabrió sus labios sin saber cómo decirlo. Tenía conocimiento que el bebé no sobrevivió.
“Y mi hija”. Habló Vlad en voz baja y melancólica: “También está ella”.
Se escucho la respiración de alivio del Señor Miller, al fin una buena noticia
“Por ellos vas a mantenerte con la cabeza fría y le darás una solución a todo esto”. Tocó el hombro de Vlad, demostrando su completo apoyo: “En las buenas y en las malas, amigo”.
Samantha despertó y empezó abrir los ojos muy lento. Al principio todo era nubloso hasta que su vista al fin se aclaró y enfocaron a un hombre sentado frente a ella que no dejaba de mirarla.
“Samy”. Dijo Vlad y caminó hacia ella. Tomó el agua que estaba cerca y se la dio a beber con la ayuda de una pajilla. Sus labios estaban secos y que hablar de su piel, era una flor marchita: “¿Te duele?”.
Samantha negó. Observando a todas partes, notó que ya no estaba el bulto en su vientre.
“Mi bebé”. Fue lo primero que dijo con sus ojos llenos de lágrimas sin dejar de tocar su vientre plano, aquel dolor era mucho más intenso que su herida: “Vlad, dime que sobrevivió por favor, dime que nuestro hijo está bien, te lo pido”.
“Lo está, lo está”. Respondió besando su frente una y otra vez: “Pero hay algo que debo decirte
Vlad explicó que la niña fue declarada muerta, con eso la librarían de los alcances de Hamilton. Y por su estado, tendría que estar escondida en el hospital hasta que pueda recuperase por completo.
Llevo a Samantha en una silla de ruedas a visitarla. A ambos se les fue entregado un traje quirúrgico, el contacto directo con un prematuro de cinco meses era de alto riesgo.
Samantha y Vlad sólo pudieron observarla a través de la cuna de vidrio. Era tan pequeña y frágil, pero aun así se aferró a la vida como una guerrera.
“Eres una hermosa bebé”. Dijo Samantha entre lágrimas, su corazón de madre por segunda vez se dividió en dos: “Vendré cada día a verte y traeré a tu hermano, él estará feliz de conocerte”.
Se acercó hasta dejar un beso en el vidrió y apegar la palma de su mano con la de la pequeña.
Vlad tenía un pequeño nudo en su garganta, aquella alíen se robó su corazón, fue como amor y protección a primera vista.
“Es momento de salir, las visitas son por tiempos”. Dijo, sujetó la silla y caminó con Samantha hasta salir de aquel lugar. Hubiera deseado quedarse más, pero eso sólo lo destruiría por dentro.
Samantha fue dada de alta en la tarde del día siguiente. Sentía un pequeño dolor por la cesárea y parte de su abdomen por la bala recibida, pero aun así tomó las fuerzas necesarias para recuperarse y volver a casa. Tenía dos hijos que cuidar y no había visto a Matías desde el accidente.
“Mamá ¿Te encuentras bien?”. Preguntó el niño. Cada vez que preguntaba por ella, le decían que pronto la iba a ver.
Samantha estaba recostada en la cama por orden de Vlad, ella necesitaba descansar.
“Ahora estoy mejor”. Respondió feliz por tenerlo. Dejó de sostener la mano de Vlad, y lo abrazó.
“Mamá ¿Dónde está tu pancita?”. Matías ya no observaba su vientre abultado.
“Ahora tienes una hermana”. Sonrió.
“¿Y dónde está mi hermana?”.
“Pronto te llevaré con ella, lo prometo”. Besó su frente y acarició su rostro: “Serás un gran hermano”.
“Matías, vamos a lavarle las manos y a cambiarte de ropa”. Dijo Vlad: “Si quieres dormir junto a tu mamá, tienes que estar limpio”.
El niño se emocionó mucho, era lo que más deseaba. Tomó la mano de Vlad y fueron al baño. Mientras Vlad lo limpiaba, se agacho para estar a su altura y le dijo.
“Desde hoy vas a cuidar a tu madre y hermana por mí, serás el hombre de esta casa ¿De acuerdo?”.
Matías asintió, entendiendo la responsabilidad que su padre le había dejada.
“¿Dónde piensas ir?”. Preguntó curioso y el rostro de Vlad se llenó de tristeza.
“A salvarlos”.
“¿Te irás lejos?”.
“No, siempre voy a estar muy cerca y atentos a ustedes, lo prometo. Pero tú debes prometerme que vas a cuidarlas”.
“Lo prometo, papá. Pero no tardes, mamá se pone triste cuando no estás”.
Vlad estiró sus labios y lo abrazó. Era un buen niño, había cuidado bien de la rata calva.
“Llevaras esta responsabilidad por un par de meses, después volverán a mí”.
Al lado izquierdo de Samantha dormía Matías, estaba quieto como estatua y a su lado derecho se suponía que estaría Vlad, pero se había marchado.
Samantha se levantó muy despacio y en silencio, fue a buscarlo. Llegó hasta donde estaban las sillas en el jardín, ahí lo encontró sentado mirando un cielo oscuro.
“Vlad”. Lo llamo, mientras se acercaba a él: “¿Qué haces afuera?”.
Sus ojos se concentraron en unos papeles que Vlad sostenía entre sus manos
“¿Qué es eso?”. Volvo a preguntar.
Vlad dejó escapar un respiró débil
“Este papel es la custodia completa de la niña”. Dijo al entregárselo. Samantha lo reconoció al instante, era el mismo documento que observó sin querer en el baile de Ingl$terra, lo reconoció por el sello: “Y este es el divorcio. Ya está firmado, se firmó el día que nos casamos, sólo que estaba vez se adelantó. Ya no somos esposos”.
“¿Es una broma?”. Se le había formado un nudo en la garganta: “¿Piensas dejarme así nada más?”.
Trató de ser fuerte, pero las lágrimas empezaron a salir sin control de sus ojos.
“¿Por qué?”.
“Lo hago porque te amo”.
“Tu forma de amar me está matando en estos momentos, Vlad”.
“¡Yo también me estoy muriendo por dentro, Samantha!”. Sus ojos se humedecieron al hablar, trató de limpiarlos y mirar a otro lado: “Me sacrifico por ustedes”.
Luego empezó a caminar, necesitaba alejarse.
“Vlad, si te vas, será el adiós. Ya no volverás a verme”. Samantha también limpió sus lágrimas.
Él se detuvo, se giró para mirarla y le dijo con sus ojos fijos en los de Samantha.
“Entonces voy a recupérate”.
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