Exesposa al poder
Capítulo 60

Capítulo 60:

“El departamento fue revisado de arriba abajo, señor”. Dijo Adams, el hombre tenía puesto unos guantes blancos para no dejar sus huellas: “No encontramos indicios de que alguien vivió ahí. Lo más seguro es que se metieron y dejaron las fotografías y prendas”.

Vlad se quedó en silencio. La persona que entró en el departamento de Samantha tenía que tener la llave para entrar y salir con facilidad las veces que quisiera. Eso lo molestaba hasta el punto de pensar en torturas.

“Cambia la cerradura y monta una cámara de seguridad en la entrada, voy a atrapar al invasor”. Ordenó con voz autoritaria.

“Como diga, Señor Vlad”. Adams asintió, dio media vuelta y salió de la oficina.

Vlad sentado en la silla juntó sus manos, tenía un extraño presentimiento que no dejaba de rondar por su cabeza. Miró a Matías, lo habla traído a la empresa para que no se aburriera, ya que él estaba acostumbrado a salir con su madre al trabajo.

“¿No piensas ir con tu esposa a la revisión? Hoy se sabrá si es un niño”. Dijo el Señor Miller emocionado al entrar o invadir en su oficina.

Vlad parpadeó un par de veces, habían acordado en ir a las diez y ya faltaba media hora para recogerla.

“Tienes razón, tengo que ir por ella a la suite”. Recogió su saco, lo colocó en su cuerpo y fue por Matías: “Vamos”.

“¿Por qué a la suite?”. Preguntó curioso.

“Porque quisimos pasar la noche en un lugar que no sea la mansión. No más preguntas”. Fue el cierre de la conversación y empezó a caminar.

“Vlad ¿Vienes en camino?”. Preguntó Samantha a través de la llamada. Acariciaba su vientre, mientras escuchaba la voz de su esposo, ambos eran cosas que la relajaban.

“Si, estoy a veinte minutos de la mansión”. Respondió. La voz de Samantha también era su tranquilizante personal y privado.

  • Estas muy cerca, te estaré esperando”. Iba a decir algo más, pero las palabras se quedaron enredadas en sus labios cuando el timbre de la puerta se escuchó: “No cuelgues, iré a ver quién es”.

Vlad se quedó en silencio y esperó paciente.

Samantha caminó, abrió la puerta y su rostro por poco se deforma cuando observó a la persona de atrás.

“¡¿Dante?!”. Intentó cerrar la puerta, pero él lo impidió cuando empezó a caminar hasta poder estar dentro. Samantha retrocedió con algo de miedo cuando observó que tenía una pistola en sus manos: “¿Qué… que, que haces aquí?”.

Las palabras no salían cuando él observó con odio su embarazo. Se aferró al teléfono con la llamada de Vlad aun conectada, tenía la esperanza que escuchara todo.

“Era verdad, vas a tener un hijo de Vlad Ferguson”. Su voz estaba llena de odio al igual que sus ojos. Parecía una persona loca, pero vestido con un traje elegante.

“Por favor, baja el arma y hablemos”.

“¿Hablar?”. Tiro un par de carcajadas en el aire como una persona fuera de control: “¿Quieres hablar?”.

De uno de sus bolsillos del pantalón dejó ver una hoja arrugada y se la tiró.

“¡RECÓGELA!”. Gritó eufórico.

Samantha tenía mucho miedo, agachó su cuerpo tratando de mantener la calma y tomó aquella hoja del suelo, no era nada más que los resultados de ADN de Matías y Vlad.

“Eres una z%rra, Samantha”. Escupió y apuntó hacia ella: “Me engañaste con el mismo hombre dos veces. Sabias que Matías no era mi hijo, por eso no querías que me acercara a él, porque tu sucia conciencia te lo impedía”.

“No es como lo imaginas, apenas me entere de esto, yo tampoco lo sabía. Todo fue un mal entendido, un plan que Heidy planificó”. Tragó saliva para hablar temiendo su reacción: “Matías es mi mejor regalo y en el fondo me contenta que sea hijo de Vlad”.

“¿Y quieres que te crea? ¿Quieres que te crea que todo fue culpa de Heidy?”. Pregunto, al parecer sólo escuchó las primeras palabras.

“Quiero que no le hagas daño a mi bebé”. Sus ojos se llenaron de lágrimas. No importaba su vida, importaba la del niño en su vientre.

“El bebé, por su puesto”. Sonrió apuntando hacia su vientre: “El segundo hijo de Vlad Ferguson. Lo mató, te mató y me llevó al primero para entregárselo a Hamilton. ¿Dónde está, Matías?”.

“No lo vas a encontrar aquí”. Respondió con voz temblorosa, agradeciendo que su hijo no estaba.

“Entonces mataré al segundo”. Desbloqueó el arma dispuesto a disparar.

“Dante, no por favor”. Samantha trataba de protegerlo con ambas manos: “Te doy todo el dinero que quieras, pero no lo hagas”.

“¿Todo el dinero que quiera?”.

“Sí, sí. Mis tarjetas y cheques están dentro de la bolsa”. Habló desesperada dispuesta a negociar.

Dante caminó sin dejar de apuntarla y tomó la cartera que estaba en la mesa.

“Gracias, voy a necesitar todo esto para que Vlad no de conmigo. Con esto y con lo que me pagaron tendré una buena vida”. La miró y clavó sus ojos sobre ella: “Pero tú no sales libre de esto. Sino eres mía, no serás de él”.

Sus palabras fueron seguras, no importaba que tanto dinero se le entregara, él estaba decidido, sus ojos se lo decían.

“Señora Samantha, es hora de bajar…”. Cirius entró en la suite y al ver la escena, sacó su arma tan rápido como pudo, pero fue tarde. Dante disparó primero, la bala alcanzó su cabeza y cayó muerto al suelo.

Samantha ahogó sus gritos con ambas manos. Apretaba los labios y cerraba los ojos con fuerza, queriendo pensar que todo era una pesadilla.

Dante la observó, le dejó en claro que no era un juego.

“Ahora tú, Samantha”. Dijo despiadado.

“¡Adams, conduce rápido!”. Ordenó Vlad sintiendo como todo su mundo se iba hacia bajo. Escuchó el primer disparo y por poco su corazón deja de latir, otro disparo más no iba a soportarlo.

“Estamos a cinco minutos señor, los hombres están en camino, llegarán primero”. Dijo el hombre conduciendo a toda velocidad.

El Señor Miller sostenía a Matías, el niño preguntaba lo que estaba pasando y se volvió inquieto, la mirada de todos y sobre todo la de su papá hizo que se preocupara. Vlad se mantenía atento a la llamada, hasta que sus ojos se abrieron cuando escuchó un segundo disparo y la voz de Samantha decir: «Vlad, ven por mí, ven por tu hijo”.

“Señor, llegamos”. Escuchó muy lejos a Adams, todo se sentía como una espesa nube que cubría sus alrededores hasta provocar en cada fibra de su cuerpo el peor de los escalofríos.

Vlad salió desesperado del auto y empezó a correr con todas sus fuerzas, antes de subir a la suite observo que sus hombres bajaban a Samantha inconsciente y bañada en sangre. Fue hasta donde ella, la tomó en sus brazos y desesperado se montó en otro vehículo. Matías no tenía que ver a su madre en ese estado.

Vlad esperaba en la sala de emergencia, se encontraba sumergido en sus pensamientos con la cabeza hundida en sus manos. Su traje aún tenía la sangre de Samantha por todas partes. No tenía cabeza para pensar y mucho menos cuando ella luchaba por sobrevivir. El Señor Miller se llevó a Matías, no era el lugar adecuado para un niño que no hacía más que preguntar el porqué del líquido rojo salir de mamá.

“Vlad”. Llamó Hamilton: “Vine tan rápido como me fue entregada la noticia. Sólo quería estar presente para que cumplas con tu palabra. No creo que ella o tu hijo sobrevivan a esto”.

Su voz estaba llena de deseo, no le importaba nada.

Vlad lo observó con una mirada fría y llena de desprecio, quería matarlo ahí mismo. Apretó sus puños e intentó alcanzarlo y golpearlo, pero los hombres de Hamilton lo detuvieron cuando le dieron un puñetazo en el estómago hasta dejarlo sin aire en el suelo.

“Te interesa ella que estás dispuesto a enfrentarme”. Sonrió tomando eso a su favor. Se agachó hasta estar a la medida de Vlad y le susurro: “Espero que se muera”.

Vlad con la poca fuerza que tuvo se puso de pie, sus puños se mantenían como cerrados.

“Vete”. Ordenó sin dejar de mirarlo a los ojos. Pero esto sólo fue una burla para Hamilton, que no se movió de su sitio prefiriendo quedarse para ver como sufre.

Al poco tiempo el Doctor Richard intervino. Se veía cansado y con sus manos manchadas de sangre.

“Señores Ferguson”. Los llamó, tenía noticia: “Vlad”.

Sus ojos se entristecieron cuando dijo su nombre.

“Hicimos todo lo posible, pero el bebé no sobrevivió a la operación. Fue alcanzado por la bala, apenas tenía cinco meses, lo siento”.

Los ojos de Vlad se hundieron, su mundo se estaba cayendo encima en segundos.

“Ahora que nada te une a Samantha, pide el divorcio y cumple con tu palabra”. Hamilton lo miró con dureza, ya había perdido todo rasgo de humanidad, no le importaba el dolor ajeno: “Hazlo o Samantha desaparece”.

Fueron sus palabras finales, dio media vuelta y se marchó.

Unas gotas amargas y llenas de dolor empezaron a caer de los ojos de Vlad. Bastó un segundo para perderlo todo y ahora tenía que hacer su mayor sacrificio.

“¿Cuál de todos es?”. Le pregunto al doctor.

“La bebé que está conectada a los cables”. Respondió con sus ojos fijos en la Criatura: “Lamento haberte hecho pasar ese dolor hace un rato, pero tu padre no podía saber que era una niña. La creería débil y la mandaría a desaparecer por ser una prematura”.

“Hiciste lo mejor”. Vlad apegó su frente en el vidrio, observando a una niña de piel arrugada respirar despacio con la ayuda del oxígeno. Ella era el alienígena que crecía dentro de Samantha, la segunda rata calva que le robó el corazón.

“La niña mide 24 cm y pesa 400 gramos, es muy débil para respirar por sí sola y para ser amamantada. Tendrá que estar aquí hasta que tenga el peso y la estatura correspondiente, necesitará de muchos cuidados y monitoreos permanentes, sobre todo para ver si no presenta alguna enfermedad de la que no hemos detectado”. Tocó el hombro de Vlad: “Fue un verdadero milagro el que ella haya sobrevivido, por suerte la bala no la alcanzó”.

“Desde pequeña sabe enfrentarse al mundo”.

“Es una Ferguson, es tu hija, lleva la sangre de los sobrevivientes”. Afirmó el Doctor Richard: “La doctora que hizo la cesárea es de mi confianza, nadie sabrá esto más que tú”.

Vlad asintió.

“Que nadie sepa, incluyendo a las enfermeras”. Dijo observando a su pequeña.

“Descuida, me mantendré al margen”. Dejó de tocarlo y suspiro pesadamente.

“Samantha ¿Cómo está ella?”.

“Todavía duerme, no despertará hasta dentro de dos horas”.

“De acuerdo”.

Su celular vibro indicándole la llegada de un mensaje: [Señor, tenemos a Dante]

“Tengo que irme, debo de solucionar un problema de la raíz”.

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