Exesposa al poder -
Capítulo 58
Capítulo 58:
Samantha reaccionó y clavó sus ojos como dagas en Hamilton, dejó de sostener la mano de Vlad y caminó donde el viejo.
“Que le quede claro que este hijo seguirá siendo mío, incluso una vez que lo tenga en mis brazos. Voy a protegerlo de sus manos”.
El hombre sonrió, parecía burlarse de sus palabras.
“Cuando el primogénito nazca, les propondré un contrato. Mientras tanto, dejaré que sean libres de mi alcance y continúen con esa apariencia de matrimonio que tienen”. Miró a Vlad: “Haré público a tu hijo hoy en la noche, ve. Y descuida, la seguridad será el cuádruple, no se repetirá de nuevo atentados”.
Sonrió con la suerte a su favor y se marchó.
“Vlad, quiero salir de aquí”. Samantha sentía la presión en su pecho y un hueco en el estómago,
“Vamos”. Caminó hasta ella y tomar su mano. La sola idea de que había alguien siguiendo sus pasos no dejaba de pasearse por su cabeza. Miró a los doctores sus expresiones no decían ningún apego de culpa. La doctora Reyes estaba asombrada, claro que ella tenía que enviarle el informe a Hamilton, pero era muy poco el tiempo que tuvo para hacerlo. El Doctor Richard conocía la situación desde hace cinco años, él no lo ha traccionado.
Caminó con Samantha hasta la salida, donde sus ojos se cruzaron con la enfermera de mirada neutra que insistía en ocultar parte de su rostro con una mascarilla. Ella bajo la mirada con disimulo y continuó en su trabajo al caminar por los pasillos.
Vlad decidió abrir la puerta del vehículo para que su amada pueda tomar asiento, y antes de que él entrara, fue donde Adams.
“La enfermera, investígala”. Ordenó y el hombre asintió.
Samantha bajó muy rápido del vehículo, no esperó a que le abrieran la puerta y caminó en dirección a la recámara, quería estar sola. Dejó caer su cuerpo en la cama cuando tomó asiento, su mente se había nublado hasta el punto que las lágrimas amenazaban en caer.
Vlad entró en el cuarto en silencio, tomó asiento junto a ella. Sabía lo que sentía, quizás era igual de grande a lo sentía él. Tomó la mano de Samantha entre la suya y le dijo.
“A este punto hubiera perdido el control, pero decidí no hacerlo ¿Sabes por qué no lo he hecho?”.
Samantha negó con la cabeza.
“Porque tengo una familia a la que debo salvar”. Trató de sonreír: “Mi padre no será una molestia durante estos meses, permanecerá calmado por la llegada del niño”.
“¿Harás algo durante ese tiempo?”. Samantha sentía sus ojos a punto de inundarse por lágrimas.
“Sí lo haré, pero no será en el embarazo. Él dijo que nos dejaba, sin embargo, lo que no sabe es que yo estoy alargando su vida”. La acercó a su pecho hasta besar sus cabellos: “Voy a actuar como Hamilton quiere y atacaré en su día más feliz. Samy, haré un sacrificio, del que espero puedas perdonarme”.
Samantha guardó silencio, parecía tener una idea a lo que Vlad se refería.
“¿Por cuánto tiempo?”. Preguntó.
“No importa el tiempo, no importa nada. Lo único que quiero y deseo es vivir esta etapa contigo”.
“¿Me buscarás?”.
“No tengo porque buscarte, sólo voy a protegerte. Durante todo este tiempo vas a estar aquí y cuando llegue la hora te pondré en un lugar seguro”. Vlad apegó sus labios con los de ella, dejando un dulce beso como muestra de todo lo que sentía: “Eres y será la única mujer en mi corazón. El tiempo que estemos separados será corto, pero volverás a mí, lo prometo”.
“Familia Ferguson, lo que pasó en mi cumpleaños, queda atrás. Hoy al fin puedo decir que soy abuelo”. Hamilton tenía un rasgo de empatía, pero no era felicidad, se asemejaba a un capricho o deseo de sus largos planes de gobierno: “Vlad, lo logró, al fin tendrá un hijo con Samantha Williams”.
Todos los hombres Ferguson mostraron su agrado por la noticia. Pero los rostros de Olivia y su padre no estaban felices del todo. Tenía una mirada dura y poco favorable hasta el punto de que se sintieron traicionados. Olivia estaba por alzar su voz, pero su padre indicó que guardara silencio.
Vlad y Samantha estaban con sus miradas serias, hubieran querido que la noticia fuera en un mejor momento, quizás donde no existiera Hamilton, pero todo se adelantó. Por otro lado, las tías de Vlad no sabían si felicitarlos o darles su apoyo. Lo mismo pensaba el Señor Miller cuando le fue informado del embarazo.
“El primer primogénito es un regalo y su legado deberá continuar por los Ferguson ¡Desde el principio, hasta el final!”. Dijo la frase que los representaba al mismo tiempo que alzaba su copa.
“¡Desde el principio, hasta el final!”. Repitieron algunos al alzar sus copas y beberlas.
“De acuerdo, Vlad, acepto el trato que me propones”. Hamilton tenía una sonrisa complacida, al fin sentía la felicidad de cuando todo salía a su manera: “Nace la criatura, te separas de Samantha y te casas con Olivia. A cambio yo la dejare libre, al b$stardo y al bebé. No me acercaré siempre y cuando cumplas con tu palabra”.
“Sera como lo has dicho, padre. Me divorciaré de ella y a los tres meses me caso con Olivia Jones, tal como lo deseas”.
“Es un trato. Disfruta de esos últimos meses con tu esposa, no voy a intervenir, los dejaré libre”. Levantó su mano para decir algo más: “Pero vas a reconocer a ese niño, que exista una rivalidad entre hermanos. Cuando el hijo de Olivia nazca se le pondrá en un pedestal y el otro, será un débil”.
Vlad asintió, se puso de pie y empezó a caminar para la salida. Entendió que no podía actuar en su contra ni hacerle creer que era su enemigo, había que darle la razón en todo hasta doblegarlo. Provocar un nuevo intento de asesinato no sería factible en esos momentos, lo mejor era esperar y disfrutar. Eran nueve meses de embarazo, le daría a Samantha lo mejor de sí, después la pondría a salvo.
Tres meses más para su segunda boda que bien puede ser un velorio ¿Por qué envenenarlo? Si podía provocar un accidente antes que se casara. Podía matarlo él mismo mientras lo miraba a los ojos, para que sienta todo el odio que le tiene guardado, podía acabar con su vida en la despedida de soltero, donde no sólo él salga herido, sino también los viles hombres que asistirían, entre ellos sus tíos. Incluso Vlad podría verse ‘afectado’ para no levantar sospechas de que se trató de un nuevo atentado. Salió del lugar en dirección al vehículo donde Adams esperaba.
“Avanza”. Ordenó.
“¿Tendré un hermano?”. Preguntó Matías al mirar a Samantha.
“Sí”. Samantha acarició su vientre plano, era la segunda vez que lo hacía: “Pronto vas a conocerlo”.
“¿Y jugaré con él?”.
“Cuando tenga la edad suficiente podrás jugar todo el tiempo que quieras, porque ustedes dos van a crecer juntos”.
“Te amo, mamá”. Matías sentía esa gran emoción crecer en su pecho. Decidió pararse en el mueble y abrazarla: “Te amo, mucho, mucho”.
Dejó besos y más besos en la frente de Samantha.
“Pero yo te amo más”. Respondió ella y empezó hacerle cosquillas por todas partes hasta arrancar varias risas a su hijo.
Vlad pasaba por ahí y los observó, camino hasta tomar asiento junto a ellos y preguntó.
“¿Se divierten sin mí?”.
“¡Papá! Ayúdame, mamá me está ganando”. Hablo el pequeño entre carcajadas.
“No puedes ganar, Samy”. Vlad la tomo entre sus brazos hasta tumbarla en el sillón y empezar hacerle cosquillas inofensivas.
Samantha se moría de la risa, sus dos personas favoritas y a las que tanto amaba estaban con ella. Parecía que nada de lo que los asechaba existía y que todo era un mal sueño.
(Dos meses después)
El vientre de Samantha tenía un pequeño bulto, pero este no impidió que ella asistiera con normalidad a su trabajo. Las cosas estaban bien, Hamilton cumplió con su palabra y dejó de asecharlos. Y, por otro lado, Vlad se mantenía demasiado atento a cada paso que Samantha daba. Tenía antojos demasiados extraños ¡¿Chocolate con avena, pasas con harina, frutos secos con arroz?! Qué era eso, ¿Estaba llevando a un niño o un alienígena? Se preguntaba Vlad, pero aun así no le negaba sus antojos.
Salió de la empresa, sostenía entre su mano un vaso lleno de chocolate con leche y de decoración gomitas, era una mezcla extraña, pero no para Samantha. Su hijo se lo podía y ella se lo daba.
Sus ojos se concentraron en Vlad, quien la esperaba frente al vehículo. Sostenía algo entre sus manos, parecían ser dos trozos de papel.
“Samy”. Llamó y se acercó a ella: “Compré dos entradas para ir al cine”.
Luego sacudió los papeles en el aire para demostrarlo
“¡¿Cine?!”. Samantha estaba demasiado sorprendida que las expresiones en su rostro se podían leer. Vlad era una persona que no se permitía tener pasatiempos, siempre se centraba en su trabajo. Pero ahora ha cambiado sus horarios por ella.
“Si”. Respondió al tomar su mano y guiarla hasta entrar al vehículo: “Veremos una película, la disfrutaremos y después tendremos haremos una crítica al respecto”.
Samantha debía de imaginar que no todo iban a hacerlo como una pareja normal, tal como ella lo esperaba cuando entraron a la sala y la encontró vacía.
“¿No pensarías que iba a compartir nuestro espacio con otras parejas?”. Preguntó Vlad y la guio a que tomara asiento, mientras él sostenía los aperitivos: “Reservé la sala sólo para nosotros y nadie más. Compartir el mismo aire con otras personas en un espacio cerrado es antihigiénico y más para el bebé”.
Ella sonrió y dejó caer su cuerpo en el pecho de Vlad. Su pequeño esfuerzo por ir al cine decía mucho para Samantha.
“¿Qué película vamos a ver?”.
Vlad la abrazó para responder. Aunque la idea de ver esa película no fue de él, sino de Martina, la mujer insistió en que iba a ayudarla-
“365 días”.
“Quiero un Massimo en mi vida”. Escuchó hablar a Samantha cuando la película llegó a su fin. No había pestañado por ver toda la escena a un hombre en pelotas, es más de una ocasión se olvidó de respirar y de que estaba embarazada.
“¿Quieres que te secuestren, que te mantengan cautiva por casi un año y que después sólo dure dos minutos en la cama?”. Vlad no podía creer las palabras de Sam: “¿Tanto por nada? ¿Enserio?”.
“Yo no lo veo así”. Samantha se moría de la risa por dentro, Vlad se había puesto celoso de un personaje ficticio: “Sólo que como mujer sientes como te hace vibrar y roba suspiros”.
“Tú no necesitas un Massimo Torrecelli, cuando tienes a un Vlad Ferguson en tu vida”. Vlad la tomó de las manos y empezó a caminar con ella fuera de la sala.
“¿Por qué la reacción? ¿Qué hice?”. Preguntó Samantha sin dejar de reírse.
“Todo Sam, ahora haré que te olvides de Massimo y que sólo exista yo en tu vida. Vamos a analizar la película y me darás tus conclusiones al final”.
La metió dentro del vehículo, tomó su lugar y emprendió el camino. El hotel estaba más cerca y, sobre todo, quería estrenar la suite que mandó a diseñar para ellos… especialmente el cuarto rojo.
Samantha tenía sus ojos vendados, las manos atadas a la cabecera de la cama y sobre su cuerpo nada, absolutamente nada. En la oscuridad escuchó el golpe del viento golpear contra algo pesado. Pudo haber sido cualquier cosa, una correa, un látigo o incluso hasta un cable. Después sintió como unos dedos recorrían todo su cuerpo, ella era el mapa y él marcaba las ubicaciones con pegatinas, provocando que su cuerpo se tensara de formas no educadas.
Muy despacio sintió el recorrer de un artefacto v!brador, este se quedó en sus muslos haciendo formas circulares que la atormentaban, provocando que sus labios se abrieran por el deseo.
Vlad sonrió, la quería atormentar hasta que clamara su nombre y se olvidara de ese personaje tan absurdo. Recorrió la bala v!bradora por todo el cuerpo de Samantha, era hermoso ver como caminaba sobre su piel y ella se retorcía por el deseo.
“Basta, Vlad”. La voz de Samantha se escuchó excitada Todo su cuerpo empezó a quemar, pero Vlad no lo tocaba: “Eres mejor que Massimo”.
“¿Mucho mejor?”. Lo escuchó preguntar.
Samantha mordió sus labios para agudizar el torbellino del v!brador sobre su cuerpo.
“Lo eres, lo eres”.
Vlad sonrió, era lo que necesitaba escuchar, pero no del todo, faltaba la mejor parte. Se monto sobre el cuerpo desnudo y caliente de Samantha. Con una mano buscó sus muslos y con la otra la sostuvo para que no se soltara.
“Yo soy el único dueño de tu cuerpo”. Al decirlo, el vaivén empezó como una embestida que llevó todo a su paso.
Samantha trató de soltarse, pero era inútil. Su cuerpo caliente y el deseo que antes se había encendido ahora era la lava que ardía como el infierno, por alguna razón quería más de ese castigo tan hermoso, exquisito y placentero que recorría como electricidad por toda su piel.
Sus cuerpos encajaron como dos piezas, eran únicas y se atraían como imanes. Vlad necesitaba hacerla vibrar más para que lo deseara intensamente. Succionando los gemelos blancos con picos rosados, empezó a moverse cada vez más y más. Ahora entendía a los adictos, lo difícil que era para ellos dejar las sustancias que los mantenían cuerdos. ¿Por qué juzgarlos? Cuando él era un adicto más por culpa de Samantha.
Sus manos buscaron las cuerdas que sujetaban a Samantha y sin para el ritmo la soltó, pero no del todo, entrelazó los dedos con los de ella y continuó con el vaivén en sus caderas.
“¿Aun crees que él te haría vibrar como yo?”. Preguntó.
“No”. Respondió entre jadeos.
“¿Cómo me llamo, Sam?”.
“Vlad Ferguson”.
“¿Y soy?”.
“El… el”. Las palabras no salían tan fáciles, era difícil hablar cuando tu cuerpo gritaba por la intensidad recibida: “Dueño de mi cuerpo”.
Vlad sonrió, quitó de su mente a Massimo Forrecilli y sólo quedó él.
“Y tú lo eres del mío”.
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