Exesposa al poder -
Capítulo 57
Capítulo 57:
“Esto que sucedió hoy, sólo me hace pensar que necesito un nieto en cuanto antes”. Le dijo Hamilton con voz molesta a Vlad: “Tu relación con Samantha está por acabarse, ella no te dará un hijo. Solo te queda un mes y en cuanto se divorcien, inicias el compromiso con Olivia… a menos, que la dejes embarazada antes del divorcio”.
Vlad mantenía una mirada vacía, lo observaba y no podía evitar pensar y preguntarse varias cosas ¿Cómo supo de la copa con veneno? ¿Quién se lo dijo? Y ¿Por qué quisieron evitar su muerte? Y, por otro lado, tener un hijo… ni pensarlo, no se lo iba a entregar.
Asintió sin decir palabras. Se levantó de la silla y estando a punto de pasar las puertas, la voz de Hamilton lo detuvo.
“Recuerda que todo lo que amas, se muere. Si sabes lo que te conviene, no juegues al Romeo porque la Julieta será la primera en desaparecer”. Dejó ver un par de fotografías de Vlad y Samantha donde se los mostraba muy unidos y felices: “A veces tengo dudas que estén en un contrato y esto sea solo apariencia”.
Vlad dejando ver sólo su espalda y sin mirarlo, apretó sus puños y continuó con el camino.
Vlad se encontraba sentado tras el escritorio. Entre sus manos sostenía un vaso lleno de licor, cerros los ojos y al abrirlos lo agarro con fuerza hasta hacerlo añicos entre sus dedos. Su mano quedó ensangrentada, algunos trozos de vidrios quedaron enterrados en su piel, pero no importaba, no importaba sentir dolor físico cuando el verdadero dolor se encontraba dentro de su pecho, latiendo muy fuerte y gritando un sólo nombre.
La puerta se abrió, dejando ver a Samantha, quien al verlo con sangre en la mano caminó a socorrerlo.
“¿Por qué estás molesto, Vlad?”. Preguntó mientras lo sanaba. Retiró los trozos de vidrio y dejó caer alcohol en las heridas para después vendarlo.
Vlad la observó en silencio, abrió las comisuras de sus labios y decidió hablar.
“Samy”. La llamó al sostener sus manos. Sus ojos tenían un rasgo de tristeza y la voz se escuchó quebrada y con lamento. Bajó la mirada y le dijo: “Solo tenemos un mes más”.
Samantha quedó perpleja ante sus palabras, escucharlo era como si un balde de agua fría le hubiera caído encima de golpe, congelando con todo a su paso. Sus manos dejaron de sostenerlo cuando pregunto.
“¿Es una broma?”. Trató de sonreír, pero la mirada de Vlad decía todo lo contrario: “Nuestro matrimonio iba a durar un año ¿Por qué este cambio?”.
“Al no ver un hijo en medio, el contrato se anula”.
Samantha se llevó las manos al rostro y peinó sus cabellos hacia tras. Había un hijo entre ellos dos, pero no iba a sacrificarlo por la felicidad de ambos. Estaba oculto ante los ojos de Hamilton, sacar a la luz el secreto era el peor error que podría cometer en Su vida.
“¿Qué sucederá después del mes?”.
Vlad no respondió, todavía no tenía una respuesta acertada.
“No quiero pensar en el futuro”. Dijo, tomó la mano de Samantha para acercarlo a él, la miró a los ojos y por primera vez pidió un favor: “¿Samy, me puedes regalar un mes de felicidad a tu lado?”.
“Sí, siempre”. Lo abrazó sintiéndolo tan débil como un papel: “Sé que tienes un plan en mente y lo que estás haciendo, lo haces por nuestro bien. No preguntaré, sólo espero que al final estemos junto como la familia que somos”.
“Si vas a hacer algo, tienes que hacerlo tú mismo”: La voz de Vlad se escuchó tan baja que parecía hablar solo para él. Las ideas no se habían terminado del todo. La respuesta era unirse a su enemigo, darle la razón y después atacarlo.
Samantha sonrió, buscó los labios de Vlad y terminó por besarlo hasta dejar caer sus caderas en la pelvis de su esposo. Sin soltarse, Vlad deslizó sus manos por la espalda de Sam hasta bajar su cierre y retirar el vestido. Su cuerpo sólo quedó con la prenda que cubría las partes íntimas de Sam.
La miró, sus ojos eran las estrellas que él había buscado, decidieron ya no hablar, dejarían que sus cuerpos lo hicieran por ellos a partir de ese momento. Se acerco a sus pechos y besó cada uno de ellos con delicadeza hasta que después pudo devorarlos. Samantha sintió como su cuerpo se prendía en llamas y parte de sus senos se volvían rocas por el exquisito placer bien que se expandió por todas partes como la electricidad por sus venas. Hundió sus finos y largos dedos en los cabellos de Vlad, lo detuvo ahí, su cuerpo apenas empezaba hacer complacido.
Vlad dejó los gemelos y buscó los labios de su esposa, sin dejar de besarla se retiró el saco y la camisa dejando su tórax descubierto. Decidió levantarse de la silla, sus manos se deslizaron como mantequilla por los muslos de Sam hasta terminar de retirar la prenda faltante. Luego se concentró en retirar el resto de sus ropas, nada quedó en ellos, ambos cuerpos estaban desnudos a la mirada de otros. Uno era de gran tamaño y musculoso, el otro era mediano, fibroso y deseoso.
Tomó a Samantha, la apegó a su pecho y buscó una vez más la silla para tomar asiento. Samantha quedó sentada sobre él, dejaría que ella hiciera todo el trabajo, disfrutaría y la ayudaría a disfrutar. Si un mes le quedaba, iban a ser los mejores días de su vida, no iba a atormentarse, la solución estaba clara y el plan B estaba en marcha.
Buscaron sus labios al mismo tiempo que la pasión los consumía. Las manos de Vlad se posaron en los glúteos de Samantha, la guiaba con cada paso que sus caderas dejaban en él. Era el hermoso vaivén de las olas en sus cuerpos, los movimientos a un solo ritmo y la pasión sin desenfreno que vibraba en cada fibra de ambos hasta el punto de enloquecerlo.
Vlad, con sus besos que quemaban como no tenía idea, recorrió cada centímetro de los pechos de Sam, parecía torturarlos una y otra vez. Las sensaciones fueron mutuas, como un acuerdo donde ambas partes terminan satisfechas y complacidas. Era el mejor de los negocios, nunca antes había terminado tan bien, todo era ceder y complacer.
La explosión estaba por venir, Sam envolvió sus brazos en la ancha espalda de Vlad y se aferró a él como a nadie en el mundo, liberando de su interior el néctar y símbolo del placer consumido. Era de un color rojo, más allegado al rosa, parecía que le había llegado el periodo, eso significaba que no estaba embarazada.
“Creo que acabo de mancharte”. Dijo con algo de vergüenza y la voz cansada por el sueño que amenazaba por venir: “Te limpiaré”.
“Descuida”. Habló Vlad, para él era algo normal.
Samantha asintió, buscó papel y decidió limpiarlo, tenía que tomar el té, darse un baño e ir en busca de toallas higiénicas antes de ir a dormir.
“Vlad, llévame a la habitación”. Volvió a decir, sus energías estaban en cero.
Él asintió, se puso de pie y la tomo a como una bebé, luego la llevó hasta la habitación matrimonial. Vlad sería quien tomará el trabajo de bañarla.
Era temprano, Samantha salía apurada de la mansión, necesitaba llegar a la empresa y tener una reunión con sus abogados. Se había levantado tarde por culpa de Vlad, la había dejado dormida y cuando despertó él ya no estaba. Apenas tuvo tiempo de despedirse de su hijo y beber agua. El desayuno no lo tocó porque lo encontró desagradable.
Debía de pasar por la piscina para llegar hasta donde estaba el auto y Cirius, al pasar cerca del agua, la vista se le nubló, seguido de un mareo. Cerró sus ojos con fuerza y movió la cabeza, pero nada de eso sirvió cuando su cuerpo dejo de responder y cayó al agua.
Vlad, quien por suerte decidió ir a recogerla para ir juntos al trabajo, miró cuando ella se desplomó.
“¡Samantha!”. Gritó. Todo su cuerpo reaccionó al instante y de manera inmediata fue por ella. Juntó sus manos antes de lanzarse al agua, nadó con todas sus fuerzas, las sostuvo en sus brazos y con la ayuda de Adams la sacó a la orilla: “Vamos, respira”.
Le dijo asustado mientras empezaba a hacerle RCP. Sus manos hacían presión en el pecho de Samantha, seguido de respiración boca a boca.
Samantha abrió sus ojos y giró su cuerpo para dejar salir el agua que había ingerido.
Vlad cuando observó que ella ya se encontraba respirando normal, la abrazó con todas sus fuerzas. Se dio cuenta que todo su maldito mundo estaba con ella. Se separó de ella muy despacio, la tomó de las mejillas y preguntó.
“¿Qué sucedió?”.
“No lo sé”. Samantha en realidad no tenía idea lo que pasaba en su cuerpo, tenia tiempo que no se sentía mal, ya había olvidado como era: “Tiene que ser porque no he desayunado, pero ya me siento mejor. Sólo iré a cambiarme de ropa para ir a la empresa”.
“¿Estás hablando enserio?”. Vlad no podía creer lo irresponsable que era Samantha con su salud: “Te desmayaste y caíste a la piscina, pudiste haber muerto”.
Ella intentó argumentar sus palabras, pero Vlad no se lo permitió.
“Adams, suba a la habitación de mi esposa y trae ropa nueva, iremos al hospital”.
“Si, señor”.
El Doctor Richard, doctor privado de Vlad, fue quien los atendió. Además, también estuvo la doctora Reyes, especialista en estos temas.
“Señor Ferguson”. Habló ella muy feliz sosteniendo en sus manos unos exámenes: “Su esposa no tiene otra cosa más que un embrión en el vientre. Felicidades, al final lo consiguieron, tiene tres semanas de embarazo”.
Los rostros de Vlad y Samantha tuvieron todo tipo de expresiones menos de felicidad. La noticia fue inesperada y hasta desagradable.
“¿Está segura?”. Pregunto él.
“Lo estoy, las pruebas no mienten”. Aseguró.
“Ayer mi esposa tuvo su periodo después de hacerlo, e incluso lo tiene ahora”.
La mujer juntó ambas manos, había una explicación para todo.
“Algunas mujeres tienen su periodo incluso después de quedar embarazada, pero sólo se da durante un día o incluso un par de horas. Y si usted la vio sangrar después del acto, en este caso la combinación del s%men con la poca sangre provocó que el líquido abundara y saliera de ella”.
Samantha llevó sus manos a la cabeza, nunca había olvidado tomar el té de hierbas, pero al parecer, ese uno por ciento salió ganando y ahora llevaba un segundo hijo de Vlad.
“Veo que la noticia no fue de mucho agrado para ustedes”. La Doctora Reyes sentía poca felicidad por sus miradas perdidas.
“Lo es”. Vlad estiró sus labios ante la mujer, decidió ponerse de pie y ayudar a Samantha: “Debemos de irnos”.
“Claro, recuerde que las revisiones ahora deben de ser más seguido”.
Tomó su mano para despedirse, él era el único cuerdo. Samantha estaba totalmente en otro lugar, le era imposible pensar de forma clara y correcta. Cuando sus manos se unieron, la puerta se escuchó.
“Perdón”. Dijo la enfermera que siempre cubría su rostro con una mascarilla: “Hay alguien que quiere verlos”.
“Vlad”. Llamó Hamilton: “Felicidades, al final lo lograste, lograste que ella quedara embarazada”.
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