Exesposa al poder -
Capítulo 56
Capítulo 56:
“El señor Jones fue a mi oficina hoy para que tomar un proyecto”. Dijo Samantha recostada sobre el pecho desnudo de Vlad, mientras él con sus manos la acariciaba. Ambos cuerpos descansaban después de hacer prácticas ellos dos.
“¿Un proyecto?”. Preguntó curioso.
“Quiere que mi empresa construya una mansión para Olivia. Se la va a dar como regalo de bodas”. Mordió su labio, las palabras no salían tan fácil como las pensaba: “Cuando se case contigo”.
Vlad sonrió burlón, eran las peores palabras que Samantha pudo decir en un acto tan hermoso. Decidió levantarse, bastaba decir que no había prenda que lo cubra. Todo su cuerpo era la envidia de otros hombres y el deseo de las mujeres.
Con la mano en las caderas y sin dejar de verla, abrió sus labios muy despacio para que ella escuchara.
“Nunca me casaré con Olivia, Samy. Ella no es mi tipo, no la quiero”.
“¿Y a quién quieres?”.
“¿Tengo que responder a tu pregunta?”.
“Si”. Samantha enrolló la sábana en su cuerpo, se levantó de la cama y caminó hasta estar muy cerca de él: “Tienes que responder”.
“Quiero muchas cosas”.
“Entre esas cosas ¿Me quieres a mi?”.
“Yo a ti no te quiero”. La respuesta de Vlad hizo que el corazón de Samantha se detuviera y un aire frio recorriera por toda su piel hasta el punto de entristecerla. Vlad la acercó a su pecho, la tomo de las mejillas dejando ver una sonrisa caprichosa: “Existe una diferencia entre querer y amar. Puedo querer muchas cosas, pero sólo puedo amar una, Samantha yo no te quiero porque te amo”.
El alma de Samantha regresó a su cuerpo, Vlad por poco y la mata del susto.
“Se me había olvidado lo complejo y directo que eres”. Respondió con una gran sonrisa. Apegó su frente con la de Vlad queriendo grabar el momento. Él la entendió, el aroma a Samantha se había impregnado hasta en su piel, quería tenerla más de cerca: “Tengo miedo de que en los exámenes salga la muestra del té”.
“Descuida, son productos naturales. Ya lo han utilizado otras mujeres”.
“¿Y han prevenido el embarazo?”.
“En un 99 %”.
“¿Y el 1% que queda?”.
Vlad formo una mueca con sus labios. Pensaba que el 99 % era un número mayor, tenía las de ganar, luchar contra un uno era derrota segura, como se ha venido haciendo desde hace tres meses.
“No existe”. Respondió seguro: “Quiero ir a bañarme ¿Vienes conmigo?”.
“Si, pero primero iré a preparar el té”.
“De acuerdo”. Vlad depositó un cálido beso en la frente de Sam. Soltó muy despacio su mano y terminó por entrar en el baño.
Samantha estiró sus labios con suavidad, caminó hasta el armario y de uno de los cajones sacó un termo con agua caliente más los sobres de té. Llenó la taza, agregó una bolsita, esperó el tiempo suficiente y bebió hasta la última gota.
(Un mes después)
La doctora que llevaba el proceso de Samantha los invitó a que tomaran asiento. Le había realizado un examen genera por orden de Hamilton y hoy obtendrían los resultados
“No veo nada raro en ti”. Dijo al leer los análisis en sus manos: “Todo está bien, eres fértil”.
Las palabras de la doctora hicieron que Samantha respirara tranquila, no porque sea fértil, sino porque el té no salió en las pruebas.
“Señor Jackson”. Llamó a uno de los hombres de Hamilton que él había enviado en su lugar: “Puede decirle a su señor que todo está en orden con la Señora Samantha, sólo es cuestión de tiempo para que quedé embarazada”.
El hombre asintió, era el jefe de seguridad de Hamilton. Escuchado el encargo que se le fue solicitado, se retiró en completo silencio.
“Nosotros también nos marchamos”. Dijo Vlad sin ninguna expresión en su rostro. Tomó la mano de Samantha para ayudarla a ponerse de pie: “Nos vemos, Doctora Reyes”.
“Claro, hasta el próximo mes”. Comentó la mujer sonriente.
“Yo espero que no sea tan pronto”. Su tono de voz fue serio y directo. La doctora no entendió las palabras de Vlad. Se suponía que ellos la visitaban cada mes ante la posibilidad de un embarazo. Al intentar decir algo, Vlad la interrumpió: “Que tenga un buen día. Vámonos, Samantha, debemos empacar la ropa para nuestro viaje a Ingl$terra, hay un cumpleaños por celebrar”.
Ella asintió, tenía que volver al lugar más frio en el que su cuerpo haya estado.
“Feliz fin de semana, Doctora Reyes”. Dijo al extender su mano para despedirse.
(Ingl$terra — Casa de Vlad)
“¿Me ayudas?”. Preguntó Samantha al querer subir el cierre de su vestido. Era de color verde con una apertura en la pierna, al frente tenía un escote adornado con un lazo que recorría su cintura, este tenía unos tirantes que llegaban al suelo y le daban un toque especial al vestido. Para hacer juego con todo, también llevaba un bolso del mismo color. Su cabello estaba recogido en una cola baja adornada con un broche.
Vlad se estaba con su impecable traje de color negro, cambiaba de ropa a su hijo. Antes tenía puesto un simple conjunto infantil, pero ahora lo ayudaba a ponerse un traje oscuro. Caminó ante el pedido de Samantha, se ubicó detrás de ella, la miró por el espejo y muy despacio empezó a subir el cierre vestido.
“Te ves muy linda”. Le dijo al oído.
Samantha sonrió, decidió verlo y en respuesta a su cumplido, lo besó. Matías con sus manitas escondió su rostro por la muestra de amor que se daban sus padres. Duraron un tiempo, hasta que el ruido del toque en la puerta obligó a separarse.
Con el ceño fruncido y maldiciendo, Vlad fue a saber quién era.
“Señor”. Dijo Adams tras la puerta. “Es momento de irnos, el cumpleaños de su padre está por empezar”.
Vlad dejó escapar una respiración pesada.
“¿Está listo el regalo de Hamilton?”. Preguntó.
“Lo está, está todo listo”.
“De acuerdo, prepara el vehículo, bajaremos en dos minutos”.
Adams asintió ante su orden, se dio la vuelta y caminó hasta desaparecer.
Vlad dirigió su mirada a donde estaba Samantha y Matías, ella le limpiaba parte de sus mejillas al niño. Ahí estaban sus dos más grandes amores y su boleto a la felicidad.
“Es hora de irnos”. Habló al tomar a Matías en sus brazos.
Samantha lo miró curiosa, había escuchado parte de la conversación con Adams.
“¿Le darás un regalo de cumpleaños a tu padre?”. Preguntó.
“El regalo será para todos”. Sonrió, la suerte estaba de su lado, lo sentía.
El auto fue estacionado en la entrada de la mansión. Todo ahí adentro estaba repleto de guardaespaldas, su fortaleza era la gran seguridad que manejaba. Pero Vlad no necesitaba burlar la seguridad, sólo tenía que hacer que Hamilton bebiera de su copa cuando brindara en honor de su cumpleaños.
Ayudó a bajar a Samantha junto con su hijo, y antes de emprender la caminata al interior de la mansión, fue con Adams.
“El frasco”. Ordenó.
Adams lo dejó ver a escondidas, era pequeño, pero tenía la dosis suficiente para hacer que Hamilton se retorciera.
“El Señor Miller está adentro”. Entregó un regalo inocente: “Los guardias van a registrar todo, hasta sus ropas. Es mejor que la botella ingrese una vez que su esposa sea revisada y se le conceda la entrada. Sin que nadie se dé cuenta, va a colocarla en la parte trasera del vestido cuando accidentalmente aplasten el lazo, allí hay un pequeño bolsillo que fue diseñado a última hora. En cuanto lo haga, el Señor Miller la saludara y va a tomar el frasco con disimulo. Lo demás, depende de mí”.
Vlad asintió, hubiera querido hacerlo él mismo, pero levantaría sospechas. Caminó hasta estar cerca de su familia y fueron a la entrada.
Dos grandes hombres y una mujer eran los encargados de registrarlos. Regalos, prendas, cabello, todo, Matías fue el primero en ser registrados.
“Limpio”. Dijo uno de ellos y permitió el acceso. Luego fue el turno de Samantha, levantó las manos y la mujer a cargo empezó con la inspección en sus pechos y muslos, lo demás era para trabajo de los hombres: “Limpia”.
Era el turno de Vlad y antes que ella pueda pasar, aplastó parte de los tirantes del vestido con los zapatos.
“Discúlpame”. Dijo y decidió esconder el frasco sin dejar de verla a los ojos. Lo coloco en el bolsillo con calma, asintió y la vio entrar.
“Señor Ferguson, las manos arriba”. Escuchó la voz de uno de los hombres. Mientras ellos hacían el registro, la mujer observaba el inocente regalo: “Limpió”.
“Samantha”.
El Señor Miller se acercó a ella muy rápido y la abrazó, algo que nunca hacía.
“Me alegra verte”. Dijo sonriente y llevó las manos a sus bolsillos con disimulo: “Matías, eres todo un hombrecito”.
En ese momento Vlad se acercaba a ellos.
“Será una gran fiesta”.
“La mejor de todas”: Habló con su rostro neutro y decidió saludarlo al extender su mano.
“Señor Vlad”. Llamó Adams listo parala operación: “Esto acaba de llegar”.
Extendió su mano entregando una pequeña caja. Era la señal.
Vlad decidió tomarla al mismo tiempo que dejaba el frasco en las manos de Adams.
“Si me disculpan, me retiro”.
Ahí todos solo hablaban de Hamilton. Vlad decidió actuar normal y saludar a sus tías en compañía de su familia, pero antes la voz de Olivia los detuvo.
“¡Vlad!”. Habló emocionada e intentó acercársele.
“Olivia, por favor, estoy con mi familia”.
“Pero ya no lo será, tu padre redujo el año por incumplimiento del contrato”.
Samantha hizo una mueca, no lo entendía, no entendía las palabras de Olivia.
“Yo no prometo nada”. Respondió Vlad. Por dentro su cuerpo se enfureció por aquel comentario.
“No te preocupes, yo te espero. Haré que te olvides de ella”. Observó a Samantha: “Un mes Vlad, un mes”.
“Olivia, aléjate de mí”. Ordenó. Tomó la mano de Samantha y caminaron hasta estar lejos de ella.
“Vlad…”. Samantha quería una respuesta.
“Te lo explicaré después”. Observó el centro del salón, Hamilton estaba por iniciar. Miró a los lados y vio a Adams, este asintió: “Va a iniciar”.
“Bienvenidos”. Habló el hombre feliz. Su traje era de color vino con ligeros pliegues blancos en la parte del cuello y botones dorados que recorrían en una fila hasta llegar al cinturón de cuero. Su cabello blanco estaba peinado hacia tras, y en sus manos llevaba unos guantes negros: “Es un gran placer ver a toda la familia reunida para mi cumpleaños, el cumpleaños de su señor, de su patriarca”.
La mayoría de los Ferguson son reconocidos por su poca empatía, no demostraron gusto o disgusto ante las palabras del hombre.
El personal empezó a servir las copas para ese gran brindis. Llegó el turno de Hamilton, su bebida seria servida en una copa dorada hecha de oro.
“Por favor, levantes sus copas”. Ordenó.
Todos hicieron caso a su petición. Vlad fijó sus ojos en Hamilton, esperando que bebiera.
Hamilton levantó su copa y antes de beberla dejó caer el líquido al suelo. Endureciendo su rostro dijo.
“¿Acaso creen que Hamilton Ferguson es idiota?”.
Todos ahí se asombraron por aquellas palabras, quedaron con la boca abierta queriendo saber qué sucedió.
Vlad y el Señor Miller también se hacían preguntas, alguien los había traicionado.
“¿Veneno? ¿En serio?”. Dejó escapar un par de carcajadas en el aire: “No sé quién es el culpable, pero felicito a la persona por burlar la seguridad de mi mansión”.
Tomó una segunda copa, la alzó y bebió.
“Familia Ferguson, no moriré el día de mi cumpleaños, no es digno. Ahora quiero que se retiren, la fiesta se terminó”.
“Creo que hice bien en no matarte”. Dijo Hamilton sentado tras el escritorio, mientras fumaba de su habano. Miró a uno de sus hombres he indicó que le dieran su parte, era un maletín lleno de dinero. Ella lo miró y lo tomó: “Si me dices el nombre de la persona que trató de atentar contra mí, te daré el doble”.
“Lo desconozco, señor Hamilton”. Respondió la muchacha frente a él: “Usted me perdonó la vida, ahora yo le pago mi deuda”.
Hamilton sonrió.
“Te estoy agradecido por dar aviso, pero si sabías que había veneno en la copa, tienes que saber el nombre del culpable”.
“Repito, lo desconozco”. Afirmó con su rostro duro: “Solo alégrese que nadie malo le sucedió”.
Con esas últimas palabras apretó el maletín y empezó a caminar para alejarse.
“¿La seguimos, señor?”. Preguntó uno de los hombres.
“No, déjala que se vaya”. Hamilton caminó hasta estar cerca de la ventana, y sin despegar los ojos de la muchacha volvió a decir: “Los muertos hoy pagan sus favores, irónico”.
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